domingo, 26 de julio de 2009

Impunidad en México: necesidad de cambio

Número 16/agosto-septiembre 2009
Belén Dorado

Desde que México es México, y desde que el mundo se maravilló por los tesoros que albergaba el país del chile, los tacos y los corridos, la población mexicana ha sabido convivir con las vicisitudes que se le han presentado en cada momento. Frontera con el grande de América, los mexicanos se han construido a sí mismos como un pueblo fuerte y paradójico. Fuerte, por convivir con el mercado y la política estadounidense por un lado, así como por ser el país del norte frente al resto de países de América, motivo de crítica por parte de estas naciones del centro y sur, y paradójico por otro lado, porque pese a lo que ocurra entre sus fronteras... en México nunca pasa nada.

La situación actual de México pasa por uno de sus momentos más críticos, según auguran los grandes de la prensa tanto mexicana como internacional. Para unos, el problema radica en la falta de atención que los anteriores gobiernos pusieron en el problema del narcotráfico, acusándolos de que en lugar de combatirlo supieron sacar tajada del asunto. Para otros, el problema radica en la propia sociedad mexicana que, hastiada por la carencia de gobernantes dignos de ser considerados como tales, han optado por el camino del absentismo político y en lugar de luchar por una mejor sociedad para todos y todas se mantiene impasible ante las atrocidades que se cometen dentro de sus fronteras.



El narcotráfico, los asaltos a cualquier escala de la sociedad, la corrupción en las esferas del poder, que se refleja en la corrupción a menor escala en la sociedad, incluso en las escuelas, así como la impunidad a la que están acostumbrados los grandes del país, convierten a México en uno de los países más inseguros del mundo, calificación otorgada por parte de la ONU, un organismo que, en su ranking de "Índice Global de Paz", compara al país azteca con Irak, señalando que en su territorio se aprecia menos paz que en El Congo, Uzbekistán, Camboya, Arabia Saudita y Uganda, países sacudidos por violentas guerras internas y cuyas políticas siempre han estado relacionadas de una u otra forma con estos indicativos de violencia.

Los mexicanos están acostumbrados a convivir con las oleadas de violencia que sacuden al país. Raro es el día en el que México no amanezca con noticias de este tipo, en el que los tiroteos o balaceras no centren la atención de los ciudadanos, cuanto menos aparezcan algunos cuerpos mutilados. Esta falta de humanidad que asola al país podría ser debida, a la poca confianza que existe hacia la clase política, a la falta de una verdadera educación por y para la ciudadanía, y a la pasividad con que el ciudadano se toma la vida política, cansado de que sus gobiernos les roben, manipulen y extorsionen, como pasó durante 75 años a manos del PRI, cuyas siglas, paradójicamente, como paradójico es el país, quieren significar Partido Revolucionario Institucional, cuando de revolucionario sólo parecer aportar sus siglas.

En este contexto el gobierno mexicano tiene que afrontar la realidad que les viene encima. Una realidad en la que todo es posible y en la que el hampa ocupa todas las esferas de la sociedad, desde políticos, como los 27 funcionarios michoacanos y siete ediles que hace escasos días fueron retirados de sus cargos por su supuesta relación con el crimen organizado, precisamente con la organización criminal apodada "La Familia".

Desde el cambio de gobierno, que llevó a México a dejar de lado su paternalismo que durante tantos años estuvo reflejado en la figura del PRI, el PAN (Partido de Acción Nacional) se vio obligado a enfrentar los problemas dejados por el anterior gobierno, y a tomar Acción, como indica su nombre, en la problemática que sacude a México. Por un lado la labor del actual presidente ha sido la lucha contra el hampa, labor que ha defendido como una de sus prioridades electorales y que, vistas las incautaciones llevadas a cabo bajo su legislatura, si se compara con las de la anterior, podrían hacer pensar que está haciendo bien su trabajo, algo en lo que no están de acuerdo todos los mexicanos.

El norte de México, el más castigado en este sentido, fija la vista hacia los carteles de la droga, y sus calles se convierten en escenarios mudos de una guerra de no fácil solución, cuyos habitantes han aprendido a vivir con las restricciones que impone una situación de este calibre y se han visto obligados a adoptar medidas de prevención en su día a día, tales como no permanecer en la calle con la caída del sol o no festejar los acontecimientos deportivos, que pudieran desencadenar alguna trifulca que dejara escapar alguna bala a manos de integrantes de estos grupos que operan en las ciudades norteñas con más impunidad.

El objetivo principal de los principales carteles de la droga, desde que se les diera carta blanca en el asunto, hecho que achacan a los anteriores gobiernos, es la lucha por el dominio de sus territorios, dominios que ya han cruzado fronteras llegando incluso a tierras italianas donde están demostrando tener una mayor influencia que la propia mafia, tan temida desde sus inicios. Los carteles mexicanos, mundialmente conocidos, ya han sobrepasado también a los colombianos, considerados hasta hace relativamente escaso tiempo por la comunidad internacional como los más peligrosos de Latinoamérica, y que ahora se encuentran en manos mexicanas, las mismas que controlan el acceso de armas al país desde su principal proveedor, EEUU, y el mismo que trágicamente está dando a conocer México alrededor del mundo, aunque ya no por la magnificencia de sus playas y por lo distinguido de sus comidas y sus gentes, sino por la cruda realidad que lo acecha, al convertirse en portada de diarios en todo el mundo.

Debido a que el problema de México ya no pervive solamente entre los límites de sus fronteras, y por el contrario ya  está al otro lado, como quisieran estarlo los miles de mexicanos que cada día se juegan la vida en la frontera norte, el gobierno de EEUU, ahora encabezado por un Barack Obama que parece estar más consciente de la problemática que existe con su vecino, se ve obligado a considerar como una de sus prioridades la erradicación del narco que proviene de México. En este sentido es clave la política del nuevo presidente de  EEUU quien, recién llegado al poder prometió enfocar muchos de sus esfuerzos en el Sur, en Latinoamérica, y principalmente en México, su vecino, sabedor de que la poderosa nación de los EEUU es la causante de muchos de los estragos que acaecen en México y sabedor también de que una política de hermanamiento con estos países lograría alcanzar metas hasta ahora nunca alcanzadas por ninguno de sus antecesores, algo que posibilitaría que los millones de mexicanos que trabajan en EEUU fueran partidarios de su gabinete, con lo que ello conlleva. Si existe una verdadera intención de causa en las palabras de Obama, o si sólo se está buscando el apoyo de los millones de mexicanos que habitan en EEUU es algo que no sabremos in facto, pero el mero hecho de plantear este escenario es un indicativo a tener en cuenta en las relaciones bilaterales entre ambos países.

Muchos de los integrantes de estas tramas del narcotráfico que ambos países quieren erradicar, gozan de las prioridades de vivir en el  otro lado, -ya son 230 ciudades de EEUU las que están tomadas por los carteles mexicanos-, y se pasean desde hace años con documentos en regla como ciudadanos de pleno derecho por las calles estadounidenses, utilizando la frontera para ir a cumplir con "trabajitos" que les son encargados desde grandes mansiones y por señores poderosos, como poderoso es su poder tanto en uno como en otro lado del Río Grande.

Actualmente cuatro son los carteles de la droga que se reparten las plazas del país mexicano, cuatro carteles de los cuales surgieron diferentes brazos independientes, que quisieron hacerse autónomos en la lucha por el poder. Entre estos brazos armados, como se les denomina, operan principalmente los que se hacen llamar como zetas, considerados por el gobierno mexicano como una grave amenaza a la estabilidad del país, debido principalmente a su modus operandis, de gran crueldad. Los tentáculos de los zetas ya no están anclados únicamente en México, sino que están abriéndose camino en otros países, como Guatemala, donde recientes comunicados el gobierno de este país han dado la voz de alarma acerca del reclutamiento de sicarios y maras por parte de los zetas, para ser incorporados a sus filas, convirtiendo en muchos casos en criminales y asesinos a jóvenes. Ahora, y por la cantidad de 6.000 pesos, según declara el gobierno de Guatemala, estos jóvenes acaban con la vida de una persona. La vida no vale nada... diría el popular José Alfredo, ya que por algo menos de 300 euros se termina con la vida de una persona, cantidad ridícula en las arcas del narco.

Pero el problema del narcotráfico parece tener ciertas soluciones hasta ahora impensables entre la población mexicana, y que se están barajando estos días entre los dirigentes e intelectuales del país, ideas que se han convertido en bandera de algunos partidos en estas últimas elecciones estatales del 5 de julio. Hablamos de la legalización de la marihuana en México, principal exportador de esta droga al resto del mundo, sobretodo a EEUU, su principal comprador. La legalización de esta droga, considerada blanda en muchos países, podría erradicar el problema del narcotráfico en México, ya que al legalizar el producto se está legalizando la propia actividad, así como se erradicaría el tráfico a menor escala, lo que se conoce como menudeo, y el narcotráfico de marihuana dejaría de ser un negocio que cubriera la demanda del producto por parte de los países del primer mundo.

La impunidad con que opera el narcotráfico en México, convive directamente con otras redes que, aunque a menor escala, suponen un agravante a la estabilidad del país; nos estamos refiriendo a las tramas de secuestradores que operan indiscriminadamente en todo el territorio de la República y que, con métodos de gran frialdad son los causantes de gran parte del miedo que sufre la sociedad mexicana. Si el narco afecta a capas muy concretas de la sociedad, a aquellos que están de una u otra forma ostentando algún poder o en el halo de la criminalidad, por decirlo de alguna manera, los secuestros a manos de este tipo de bandas ocupan el día a día de la población, extendiéndose el sentimiento de que nadie está libre de ser secuestrado, llegando incluso a darse casos en los que un frigorífico o un televisor se convierte en el rescate por la entrega de un familiar retenido.

Este panorama en el que está inmersa la población mexicana recae directamente en manos del gobierno que, como comentábamos anteriormente, tiene la erradicación del narcotráfico como una de sus prioridades electorales, así como lograr la estabilidad en materia de seguridad para sus ciudadanos. Esta labor, entendida como prioridad, parece estar sobrepasando las expectativas del gobierno del actual presidente Felipe Calderón, que está viendo cómo el hampa ya se le coló en su patio trasero, haciéndose hueco entre sus propios seguidores; alcaldes, gobernadores, jueces, policías y empresarios ya están de ese lado, del lado de la corrupción que amenaza sin parangón a México.

Pero si el narco y los secuestros son los problemas más sonados que acontecen en el país mexicano la crisis, que azotó primero a EEUU y luego al resto de países del mundo, provocó que muchos mexicanos se vieran obligados a abandonar sus propiedades en EEUU para regresar con las manos vacías a sus tierras de origen, a sabiendas de que nunca recibirían la comprensión por parte de su pueblo al verlos regresar de esa manera, pueblo que en muchos casos no es consciente de la realidad por la que debieron pasar sus compatriotas ante la subida de precios o la falta de trabajo que les impidió afrontar unas deudas cada vez más altas.

Esta situación, unida a la realidad del narcotráfico y a la violencia interna de la sociedad mexicana hace que el actual gobierno se encuentre entre la espada y la pared a la hora de acatar la realidad que se le presenta. Erradicar estos problemas en México es una ardua tarea que requiere en primer lugar de una responsabilidad por parte de sus dirigentes que, desde hace varias décadas hundieron al pueblo mexicano en un estado de decepción política y gubernamental, pueblo que pide a gritos que los mismos que ostentan el poder sean consecuentes con los actos que conlleva estar en el poder, y al mismo tiempo claman por una nación unida entre todos sus ciudadanos y ciudadanas, de la misma manera que su unión se aprecia bajo los cánticos de su himno, ahí es donde se demuestra la unión de este pueblo, bajo su bandera y cantando al unísono su propio himno, y como dice en su primera estrofa... mexicanos al grito de guerra... podría ser esta guerra la guerra contra la inseguridad, contra el hampa y contra la corrupción para, de esta manera, lograr esa unidad que reclaman desde todas las esferas de la sociedad.

En este país de paradojas y donde nunca pasa nada, porque siempre pasa algo más grave que solapa lo anterior, donde el narcotráfico es portada de la prensa a diario, donde los secuestros se dan por doquier, paradójicamente alberga los mejores destinos turísticos de la zona, a la que anualmente llegan a veranear millones de turistas de todos los rincones del mundo. Paradójicamente es este país el que acaba de recibir, de manos del Príncipe de Asturias, un galardón otorgado a una de las Instituciones más importantes de habla hispana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considerada como la institución más querida por los ciudadanos mexicanos, a la que tanto deben la gran mayoría de intelectuales españoles exiliados y acogidos por el presidente Cárdenas, y por la que al mismo tiempo han pasado todos o casi todos los personajes más influyentes del país, desde el Subcomandante Marcos hasta el hombre que en 2008 se situó como el segundo más rico del mundo, Carlos Slim.

Esta es la paradoja de México y ésta la realidad en la que siguen envueltos sus ciudadanos. Pese a la inseguridad que asola el territorio mexicano, la cultura no deja de ocupar el primer lugar entre el resto de países de Latinoamérica, otra de las paradojas de este México Lindo.

Dra. Belén Dorado
Doctora por el "Instituto de la Paz y los Conflictos" de la UGR

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