lunes, 27 de julio de 2009

África en venta

Número 15/junio-julio 2009
Aurora M. Alcojor

Durante años han corrido ríos de tinta sobre la importancia mundial de recursos naturales escasos como el petróleo o el coltán y su importancia a la hora de marcar la geopolítica de las potencias mundiales, diseñar guerras y mover los dictados de los gobernantes. Pero, ¿y si al final lo que termina moviendo el mundo es simple y llanamente la tierra cultivable y los alimentos que en ella se producen?

Desde que en el siglo XVIII Robert Malthus expusiera su teoría sobre la Población, según la cual ésta crecía a un ritmo mayor que la capacidad para producir alimentos, estudios y análisis de todo tipo la han rebatido dejando claro que la Tierra es lo suficientemente grande como para abastecer a todos sus habitantes, y que los nuevos avances científicos permiten mejorar la agricultura obteniendo mayores cosechas. Pero  la insuficiencia no es el problema. La verdadera cuestión es, como siempre, ¿a qué precio?

Por supuesto que se puede cultivar en las zonas áridas de la Península Arábiga,  pero ¿es económicamente viable, se preguntan los  gobernantes de Arabia Saudí? Claro que se pueden importar alimentos baratos de otros países, pero ¿qué pasa cuando los precios se encarecen un 78%, como sucedió en la primera mitad de 2008?, piensan los dirigentes de países pequeños y superpoblados como Japón o Corea del Sur.

Muchos países emergentes y otros tantos del llamado mundo desarrollado no son autosuficientes en alimentos, algo que hasta hace poco no parecía preocupar a nadie, pues se exportaban bienes de alto valor añadido -precio mayor- y se compraban materias primas, alimentos entre ellos, a bajo precio. Pero en 2008 la cosa cambió.

A mediados de ese año, los precios reales de los alimentos se situaron un 64% por encima de sus niveles de 2002, una brutal subida que sólo se había producido una vez con anterioridad en la Historia: a comienzos de los 70, debido a la crisis internacional del petróleo (1).

En esta ocasión, buena parte de la culpa también fue del crudo, pero además influyeron otros factores. El alto precio del petróleo en 2007 y 2008 tuvo dos efectos graves: por un lado, supuso un aumento del precio de los fertilizantes y el transporte, lo que se trasladó a los alimentos en el punto de venta; y por otro, llevó a miles de agricultores a cambiar sus cultivos tradicionales por biocombustibles (por ejemplo, maíz o soja para producir etanol).

Por otro lado, millones de personas en países en desarrollo como India y China vieron mejorar sus niveles de vida, lo que hizo aumentar sus niveles de consumo, sobre todo los referidos a la carne y los productos lácteos (bienes que a su vez dependen de insumos cerealísticos).

Por último, y aunque su importancia no ha sido exhaustivamente estudiada, influyeron también los mercados financieros. Muchos inversores de bolsa miraron hacia la agricultura como un salvoconducto fiable cuando otros bienes empezaban a hacer aguas en el parqué, y algunos productos financieros como futuros y opciones planearon sobre el arroz o la soja; especulación que impulsó también la subida de los precios.

A día de hoy, la población mundial es de 6,7 billones de personas y el número sigue creciendo. Aunque lo hace a un ritmo menor que en décadas anteriores, las predicciones son que seguirá aumentando hasta 2050, cuando se alcanzará el número de 9 billones. Según la FAO, para alimentar a toda esta población, la cantidad de alimentos debería doblarse en los países en desarrollo, lo que supondría un aumento del 70% de la producción mundial (2). Para ello será necesario cultivar, de manera efectiva, miles de hectáreas hasta ahora desaprovechadas, sobre todo en países subdesarrollados. Según el informe Land Grab or development opportunity?(3), "el 80% de las reservas agrícolas del mundo se encuentran en África y Sudamérica".

En medio de esta situación, y con los países productores limitando la exportación para evitar las revueltas entre su propia población, fue cuando los países importadores de alimentos miraron hacia fuera para asegurar su producción.

Según publicaba la Agencia Efe en mayo de 2008 (4), "el Gobierno chino está estudiando un plan para estimular a sus empresas a adquirir terrenos de cultivo en regiones en desarrollo para asegurarse así el suministro de cereales". Con un 40% del campesinado global y tan sólo un 9% de la tierra arable del planeta (de todo su territorio, sólo el 13% es viable para la agricultura), China es uno de los países más dependientes del mundo en lo que a agricultura se refiere e importa, por ejemplo, el 60% de la soja que consume. De hecho, ya antes de la crisis de los alimentos de 2008, Pekín había realizado inversiones en terceros países: en 2005, por ejemplo, compró 1.000 hectáreas de tierra en Mozambique para el cultivo de arroz y maíz.

Y no es sólo China. Según una estimación de The Economist, "en los últimos dos años, hasta 20 millones de hectáreas de tierra arable, un área tan grande cómo toda la superficie agrícola de Francia, ha sido adquirida por países como Arabia Saudí, Kuwait y China" (5).

También India, otro de los países que más sufrió la subida de precios de los alimentos, ha comenzado su carrera en pos del ‘outsourcig' agrícola. Más de 80 compañías indias han invertido en enormes plantaciones en Etiopía, Kenia, Madagascar, Senegal y Mozambique para cultivar grano destinado al mercado doméstico (6).

Los Estados del Golfo, por su parte, compran tierras, pero lo que de verdad necesitan es agua. Construidos muchos de ellos en el desierto, sus tierras no son lo suficientemente fértiles como para ofrecer alimentos a todos sus ciudadanos, y los multimillonarios programas de irrigación, que hasta ahora han dado resultados, son difíciles de mantener a largo plazo. Así las cosas, por ejemplo, Arabia Saudí decidió que es mucho más rentable dejar de producir trigo en sus tierras para hacerlo en algún otro lugar y luego trasladarlo a casa. Para ello han comenzado a firmar acuerdos, particularmente con otros países islámicos por los cuales ellos ofrecen capital y petróleo a cambio de acceso a tierras para sus compañías. En África, el país que encaja a la perfección con sus intereses es Sudán, país de gobierno islamista y al que, por las sanciones de las Naciones Unidas, no le es fácil comerciar con nadie más (aparte de China, claro está).

También Corea del Sur y Japón, dos pequeños países superpoblados que durante años han dependido enteramente de la importación de los alimentos (en el caso de Corea, excluyendo el arroz, el 90% de sus alimentos provienen del extranjero) vieron cómo su balanza exterior sufría un severo revés cuando los precios de los alimentos se multiplicaron.

Y no fue sólo el precio. Además, muchos de estos países entraron en verdadero pánico cuando vieron cómo los estados productores restringían sus exportaciones para asegurarse alimentos en el interior, cuando comenzaron las primeras revueltas. Unas turbulencias que han vuelto a producirse cuando han comenzado a conocerse datos de las ingentes ventas de tierras llevadas a cabo por algunos gobernantes.

El caso más llamativo ha sido el de Madagascar, donde las manifestaciones callejeras contra el presidente, Marc Ravalomanana, terminaron con un golpe de Estado apoyado por el Ejército y la formación de un nuevo Gobierno liderado por Andre Rajoelina. Entre las causas que exacerbaron la protesta se encontraba la firma de un contrato con la coreana Daewoo, por la que el Estado malgache arrendaba a la compañía asiática 1,3 millones de hectáreas -prácticamente la mitad de su territorio arable- durante 99 años a cambio, única y exclusivamente, de trabajo para sus ciudadanos (7). Todo ello en un país en el que unas 600.000 personas (el 3,5% de su población) dependen del  Programa Mundial de Alimentación de la FAO.

"Queremos plantar maíz allí para asegurarnos los alimentos. Los alimentos pueden ser un arma en este mundo", dijo Hong Jong-wan, uno de los managers de Daewoo a los periodistas del Financial Times, el primer periódico en publicar la noticia. "Desde allí, podemos exportar las cosechas a otros países o traerlas a Corea en caso de crisis alimentaria".

En respuesta a quienes acusan a los compradores de ‘neocolonialistas', la empresa aseguró que la isla se beneficiaría de inversiones en carreteras, programas de irrigación y naves para almacenar el grano. Además, explicó Hong a los autores del reportaje, "la tierra que vamos a adquirir está totalmente infrautilizada, ha sido abandonada, y nosotros ofrecemos trabajos para los agricultores".

Fuera y dentro de África, otros muchos países han sufrido las iras de la población por la subida del precio de los alimentos y las ventas de tierras. Hace tan sólo unos meses, Uganda se enfrentó a una revuelta popular cuando Reuters (8) informó sobre las conversaciones que estaba manteniendo el Gobierno con el Ministerio de Agricultura egipcio, sobre el alquiler de tierras destinadas a la producción de trigo y maíz para El Cairo. El Ejecutivo ugandés negó el acuerdo, pero el Parlamento del país tuvo que dedicar una sesión de emergencia a investigar el asunto (9).

El ministro de Agricultura egipcio, Abdelaziz el-Deeb, explicó a Reuters en una entrevista que "los países donde se encuentran nuestras granjas [el objetivo de El Cairo es diversificar la producción en diversos estados] se benefician de nuestra experiencia y aprecian la ayuda que les ofrecemos para aprender a utilizar sus tierras", pero lo cierto es que hasta la propia Unión Africana ha criticado las adquisiciones de tierras, asegurando que estas inversiones no ofrecen ningún beneficio para los países receptores.

Para la FAO, el mayor problema no es la compra de tierras en sí, sino la poca transparencia con la que se están firmando los acuerdos entre estados y empresas. Como explica la FAO, estos intercambios podrían ser positivos y abrir oportunidades en los países más pobres, creando salidas comerciales, empleo e infraestructuras, pero hasta el momento nada de esto se está produciendo.

No se conoce con exactitud a cambio de qué algunos de los países más pobres y corruptos de la tierra están vendiendo sus áreas agrícolas. Estados como la República Democrática del Congo o Etiopía han arrendado propiedades asegurando que estaban desocupadas, pero lo cierto es que cientos de pequeños campesinos las habían estado usando durante generaciones, aunque no tuvieran derechos de propiedad sobre ellas.

Según el citado informe de la FAO; Land Grab or Development opportunity? en el que se estudiaron exhaustivamente todo los casos de adquisiciones de tierras desde 2004 en cinco países africanos (Etiopía, Ghana, Madagascar, Mali y Sudán), la conclusión es que muchos países no tienen mecanismos suficientes para proteger los derechos de los campesinos locales y no tienen en cuenta sus intereses, "todos los contratos analizados por este estudio tienden a ser cortos y simples comparados con la realidad económica de la transacción. Elementos como la creación de mecanismos para reforzar las obligaciones de los inversores, maximizar los beneficios estatales y clarificar su distribución, promocionando modelos de negocio que permitan el beneficio local (con creación de empleo y desarrollo de infraestructuras), así como un adecuado balance para lograr la seguridad alimentaria tanto en el país vendedor como en el comprador, se tratan, en el mejor de los casos, con provisiones vagas".

De forma más clara, The Economist refleja, citando sin nombrar a un político camboyano, que "un contrato para alquilar cientos de acres de arroz contiene menos detalles de los que encontrarías en un contrato de alquiler de una casa" (10).

Mientras tanto, son ya muchos los que hablan de un nuevo colonialismo, similar al que protagonizaron en los siglos XIX y XX los estados europeos y Norteamérica. Si antes eran el petróleo y los minerales preciosos, ahora serán la tierra y sus alimentos. La misma historia y los mismos protagonistas, pero con realizadores diferentes.

Aurora M. Alcojor
Periodista

Bibliografía

1. El Estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2008. FAO. 2009. http://www.fao.org/docrep/011/i0291s/i0291s00.htm
2. The Economist. Whatever happened to the food crisis?. 2 julio de 2009.
3. Cotula, L., Vermeulen, S., Leonard, R. and Keeley, J., 2009, Land Grab or Development opportunity? Agricultural Investment and International Land Deals in Africa. IED/FAO/IFAD, London/Rome http://www.fao.org/docrep/011/ak241e/ak241e00.htm
4. EFE. Pekín. China estudia comprar tierras de cultivo en Latinoamérica y África para asegurarse el suministro de cereales. 5 de mayo de 2008.
5. The Economist. Land deals in Africa and Asia. 21 de mayo de 2009.
6. The Economic Times, suplemento de mercados de India Times. Indian farming companies buying land in Africa. 29 de junio de 2009.
7. Financial Times. Daewoo to cultivate Madagascar land for free. 18 de noviembre de 2008.
8. Reuters. Egypt, Uganda to sign wheat farm land soon. 5 de junio de 2009.
9. Seized. The 2008 land grab for food and financial security. Informe realizado por organización Internacional GRAIN, dedicada a promover la agricultura sostenible. http://www.grain.org/briefings_files/landgrab-2008-en.pdf
10. The Economist. Land deals in Africa and Asia. 21 de mayo de 2009

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