Número 12/Diciembre-Enero 2009
María Scetta Traffano
Thailand, la versión inglesa de Prathet Thai, significa país de gente libre según su traducción del idioma thai. No se trata de un estado libre, o armónico, sino de la interacción de personas libres dentro de un territorio. La elección del nombre no se debe al azar, sino que refleja una ideología, una perspectiva de vida.
De esta manera la crisis política actual, no es más que el resultado de un legado; no es simplemente producto de la desafección, sino que Tailandia se halla inmersa en un proceso de ideologización que afecta incluso el campo de su cultura y su religión.
Históricamente Tailandia, antes llamado Siam, ha intentado mantenerse al margen de alineaciones. Se trata del típico estado tapón que se hallaba entre Indochina (posesión francesa) e india y Birmania (posesión de Gran Bretaña), pero que pudo salvar su independencia y su libertad. Éste ultimo principio se transformó en guía fundamental y patrón absoluto de conductas; incluso llevó a la concesión de tres provincias meridionales de Tailandia (que forman parte en la actualidad de Malasia) ante la posibilidad de su disminución.
Poco a poco, los integrantes del estado incluirían este principio dentro de sus prioridades, ubicándolo por encima de otros patrones como el orden, la armonía. La “liberación tailandesa” supone además la individualización, la disminución en importancia de aspectos comunes (como el antes mencionado orden) y hasta la pérdida progresiva del significado de comunidad.
Este aspecto se halla además en la flexibilización de la religión, de las costumbres de los Thai (grupo étnico mayoritario). Su principal característica (desde la perspectiva occidental moderna) era la rigurosidad de sus normas, impuestas desde los padres que incluso negociaban la unión de sus hijos. Pero esta costumbre fue disolviéndose, hasta desaparecer por completo. Lo llamativo no es que se suprima esta conducta sino que ésta no vaya acompañada de una disminución del interés en la religión que sigue intacta en todos los demás aspectos, como ha ocurrido a lo largo de la historia con otras religiones.
Otro aspecto que según mi perspectiva es digno de resaltar; y que ejemplifica aún más mi tesis de que la actual crisis política tailandesa es producto de una ideologización (resultado de un proceso histórico) de la sociedad que supone como directiva fundamental la búsqueda de la libertad individual, es la diferencia de rituales propios de cada familia. Se trata de una misma religión, que es encarada de manera distinta dependiendo del linaje. Existe una religión, que supone valores comunes, pero que principalmente supone libertad al llevarla a cabo (aunque no es individual, sino familiar); supone la disminución del conjunto comunidad, que sólo abarca a los miembros de la familia, y que los hijos podrán reconstruir luego del matrimonio.
No se trata de una misma sociedad, sino de diferentes comunidades (o hasta individuos) libres.
Los conflictos desatados en la región no son más que el traslado de esta ideología al plano político. Se trata de dos partidos políticos que representan a dos sectores de la población: Por un lado el partido Poder del pueblo (PPP) que representa mayoritariamente a los miembros de masas rurales pobres, y por el otro Alianza Popular para la Democracia (APD) que representa a individuos de clases medias urbanas, el sector militar, la élite adinerada y sectores monárquicos que desde mayo dictan en la calle la agenda política nacional. Particularmente llama la atención que sea el partido defensor de la democracia, quien se haya manifestado en contra de los dos últimos ministros que son producto de la elección de la cámara de representantes elegidos democráticamente (teniendo en cuenta que se trata de una monarquía parlamentaria).
No se trata tampoco de una disconformidad con este sistema político parlamentario sino simplemente un rechazo a la figura del partido opositor. Sus fundamentos son la crisis y el deterioro del sistema político junto con las irregularidades financieras durante el gobierno de Thaksin Shinawatra; es esta imagen de corrupción y mal desempeño que hereda el ex primer ministro Samak Sundaravej simplemente por pertenecer al partido surgido de Thai Rak Thai (luego de ser disuelto por el golpe de estado, configura el PPP) y actualmente a Somchai Wongsawat.
Para facilitar la comprensión del desarrollo político en los últimos años sugiero el siguiente punteo:
- El 19 de septiembre de 2006, las fuerzas del Real Ejército Tailandés tomaron Bangkok en un golpe de Estado que derrocó al Primer Ministro Thaksin Shinawatra (PPP). La Junta Militar que formaron los golpistas estuvo presidida por el general Sonthi Boonyaratglin que abolió la Constitución.
- Durante el 2006 entró en vigor un texto constitucional provisional que mantiene la monarquía, si bien reserva para la Junta Militar, ahora denominada Consejo de Seguridad Nacional, la facultad de modificar el gobierno y el propio Primer Ministro y elegir la Asamblea Constituyente para que en el plazo de un año presente un nuevo texto constitucional.
-Durante el 2007 se aprueba la constitución definitiva, que otorga a las fuerzas armadas capacidades y poderes extraordinarios. Luego se llama a elecciones, las que gana Samak Sundaravej (PPP).
-El partido APD teme modificaciones en la constitución; motivado por la inclusión del primer ministro en un programa gastronómico (penado por la constitución) protesta en su contra generando graves incidentes que desembocaron en muertos, tras enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Ante el caos generado, el gobierno impuso un estado de excepción con el fin de regularizar la situación. Sin embargo en septiembre del año presente, es destituido del cargo después de haber sido declarado culpable de faltar a la constitución a raíz de su participación del programa televisivo.
- La cámara de representantes nombra a Somchai Wongsawat como nuevo primer ministro. Pero al ser del mismo partido hereda el odio del partido opositor, que sigue generando disturbios con el fin de cambiar la constitución basado en que solo un 30% de los legisladores sean elegidos democráticamente y el 70% restante sea designado -Propuesta del partido Alianza Popular para la DEMOCRACIA.
La crisis se manifiesta en la desafección, pero por sobre todo inseguridad, en los enfrentamientos constantes, en los heridos y muertos.
Se trata de -para continuar con el análisis- una búsqueda desmedida por los fines personales (o de clase, pero justamente como la suma de iguales pretensiones individuales) que dejan de lado los fines sociales o comunes; no me refiero a medidas socialistas, sino a medidas básicas para la organización de un estado, como la seguridad o el simple respeto a una constitución como documento formal inviolable y que no sea propenso al cambio según el contexto. Esta observación se halla tanto en el partido opositor al buscar modificar leyes por medio del disturbio, pero también desde el gobierno al imponer un estado de excepción.
Un dato interesante es el modo de accionar dentro de un disturbio de la Alianza popular para la democracia; se juntan en masa, generan disturbios, pero luego se separan y actúan individualmente hasta reunirse nuevamente en algún punto de encuentro.
En el ámbito internacional, también se desarrolla esta patología tailandesa, dirigiéndome al conflicto con Camboya por la posesión del territorio próximo a un templo religioso que data del siglo XI. El templo hindú de Preah Vihear y los 4.6 km en disputa eran propiedad de Camboya hasta ser proclamados patrimonio de la humanidad por la UNESCO; desde entonces Tailandia reclama sus derechos sobre éstos. Llegaron a enfrentamientos armados desde ambas fuerzas armadas finalizados con víctimas fatales. Una vez más, el país de gente libre, reclamando sobre estos territorios justo ahora, propone una prioridad superior a cualquier bienestar en la zona (últimamente parece que se pone énfasis en la vía diplomática tras ser disminuido por las fuerzas de Camboya).
Es evidente que si no se modifica la constitución seguirá asumiendo el cargo de ministro algún representante del PPP; y en consecuencia seguirán generándose disturbios. La clave no está en el dirigente político, o en su accionar (aunque puede influir) sino en la ideologización de los individuos, en esa búsqueda por el beneficio personal más allá de cualquier otra cosa. Estamos hablando de un estigma que no es solo político sino que nace de otros aspectos y que por lo tanto, buscar una solución unilateral no hará más que encubrir el verdadero problema.
María Silvia Scetta
Relaciones Internacionales en la facultad de El Salvador
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