martes, 14 de octubre de 2008

Rusia 1- OTAN 0

Número 11/octubre-noviembre 2008
Glen Ruffle

La guerra ruso-georgiana en Osetia del Sur puede haber acabado, pero sus efectos a largo plazo podrían resultar monumentales. Rusia salió victoriosa, la Unión Europea se ha fortalecido, el poder de los Estados Unidos se ha debilitado, y la OTAN, el mayor propósito de la política exterior de Georgia, podría haber quedado seriamente socavada.

La primera víctima de la guerra es siempre la verdad. Cuando los tanques rusos entraron en tropel en Osetia del Sur el 8 de agosto, los rumores hablaban cientos de muertes, limpieza étnica y genocidio. En su mayor parte, los medios de comunicación de Europa y Estados Unidos empezaron inmediatamente a recordarnos la Guerra Fría y a comparar esta intervención con la represión soviética durante la Primavera de Praga de 1968.

Fue fácil decidir quiénes eran los buenos y quiénes los malos: el grande, enojado y agresivo oso ruso estaba invadiendo a la Georgia diminuta, indefensa y amante de la paz. Rusia estaba equivocada; Georgia tenía razón. Esta imagen se reafirmó por el misterio ruso sobre la operación mientras que el presidente georgiano Saakashvili aparecía personalmente en entrevistas de televisión en los principales canales televisivos de occidente, comenzando una espectacular agresión de las relaciones en público.

Sin embargo ahora, mientras se restablece la paz, podemos empezar a evaluar las pruebas. Trágicamente, cientos de personas han muerto, pero el genocidio sobre el que hablaba Saakashvili era pura imaginación. Y la especulación de que el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan que pasa por el sur de Georgia iba a constituir un objetivo para los rusos, se quedó en eso: especulación.

La guerra de Rusia

La respuesta rusa al ataque georgiano significó la culminación de meses de creciente tensión. Rusia había agitado la situación al dar pasaportes rusos a gente de Osetia del Sur si ésta los quería. Y muchos sí los quisieron. Es importantísimo entender que Osetia del Sur era una región dividida, y mucha gente respaldaba la campaña terrorista que quería liberarse de Georgia.

Rusia también situó tropas en Osetia del Sur para «mantener la paz». Parece probable que el apoyo encubierto que Moscú daba al movimiento rebelde les alentó y dio valor para alejarse de Georgia. Finalmente, los georgianos atacaron, pensando que obtendrían una fácil y rápida victoria y acabarían con los ataques terroristas. En lugar de eso, se encontraron con el aplastante poderío del ejército ruso, enviado para proteger a los habitantes osetios que escogieron la nacionalidad rusa y no querían ser gobernados por Georgia.

Las medidas tomadas por Rusia no tenían mucho que ver con el petróleo ni la OTAN, sino con cuestiones de nacionalidad. Rusia mandó una clara señal manifestando la protección de sus connacionales, sin importar dónde estuvieran. Durante mucho tiempo Georgia se ha comportado de una manera provocativa y poco dispuesta a colaborar con Rusia, por lo que éste ha sido el momento perfecto para dejar claro quién manda.

Durante mucho tiempo, Rusia se estaba inquietando por la continua expansión de la OTAN hacia sus fronteras. La realidad es que el compromiso de EE.UU. con la OTAN no es tan fuerte como a muchos en Europa les gusta creer. Para los Estados Unidos, la OTAN es un instrumento de su política exterior, que permite establecer bases militares estadounidenses por todo el mundo, y por lo tanto para que los Estados Unidos estén en una posición fuerte para conseguir dominar todo el espectro no debería estallar ningún conflicto.

Los Estados Unidos han establecido puestos militares en Noruega, Europa del Este, Turquía, Kazajstán, Japón, Tailandia, Indonesia, Australia, Corea del Sur y las Filipinas, por nombrar algunos de los estados que acogen fuerzas estadounidenses. No hay duda de que tanto Rusia como China están, hasta donde se puede, rodeadas.

Las razones que da Estados Unidos sobre la instalación de los misiles en Polonia es protegerse de estados enemigos como Irán. Estos argumentos pierden fuerza tras el conflicto, ya que Polonia y los EE.UU. firmaron un rápido acuerdo a raíz de los movimientos de Rusia. Hay que tener clara una cosa: Rusia fue la que motivó el acuerdo, no Irán.

A pesar de todo, es crucial entender bien lo que Putin y Medvedev quieren. No quieren reconstruir la Unión Soviética. Simplemente son nacionalistas, están orgullosos de su país y su impresionante historia, y quieren restablecer su poder e influencia en el mundo. En el fondo, si decimos la verdad, la mayor parte de la gente comparte el sentido de pertenencia y orgullo por su propio país y sus logros. Es parte de lo que nos confiere identidad. De este modo, sería erróneo acusar a los líderes rusos de comenzar una maléfica cruzada por desear sencillamente lo mejor para su estado, y para sus habitantes.

Putin empleó sus años como presidente para promulgar reformas económicas que han ayudado al país a adaptarse a una economía de mercado y trató de establecer una zona de seguridad alrededor de las fronteras rusas. Intentó firmar tratados con todos los países que tenían frontera con Rusia. Éstos no son actos de un hombre desesperado por revivir la URSS.

Cuando se declaró el estado de guerra (por parte de Georgia), Rusia hizo lo que se suponía que tenía que hacer en caso de guerra. Nadie va a la guerra para perderla. Rusia luchó para ganar. Y lo hizo venciendo al enemigo en Osetia del Sur, y luego instaurando un perímetro alrededor de la región (en territorio georgiano), incluyendo el ataque a Gori, donde había una gran presencia militar georgiana. Rusia hundió la marina de Georgia, e intentó eliminar también la fuerza aérea georgiana. La razón es sencilla. Rusia quería ganar. Es inútil ir a una guerra y permitirle al enemigo hacerse con la mayor parte de tu armamento, que lo utilizará en tu contra.

La respuesta de la OTAN

El 19 de agosto, los miembros de la OTAN se reunieron para analizar y evaluar el conflicto. El comunicado que dieron era de siete párrafos, y sólo en el sexto se mencionó a Rusia como objeto de cualquier crítica formal.

La declaración afirmaba la integridad territorial de Georgia, y hacía un llamamiento a ambas partes a declarar el alto el fuego y retirar las fuerzas militares a los puestos que ocupaban antes del conflicto. En referencia a Georgia, se hicieron vagas y enrevesadas referencias a sus «aspiraciones euroatlánticas» (clave de su ambición por adherirse a la OTAN) y promesas para establecer una comisión que ayudara a Georgia a recuperarse.

El secretario general Jaap de Hoop Scheffer alegó que las relaciones entre Rusia y la OTAN no seguirían siendo iguales. La represalia que la OTAN le dio a Rusia fue la suspensión de los encuentros OTAN-Rusia que se han venido celebrando desde 2002. En resumen, la OTAN ha proporcionado una pequeña ayuda a Georgia y le ha pedido a Rusia que no sea desobediente y respete a Georgia. No impresiona mucho.

De manera individual, los miembros de la OTAN discreparon mucho más. El ministro de Asuntos Exteriores británico, David Miliband, clamó con impotencia que «Simplemente, no es la forma bajo la que las relaciones internacionales deben circular en el siglo XXI», pareciendo olvidar que es así cómo precisamente se han desarrollado las relaciones internacionales en el siglo XXI.

En contraste directo, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Bernard Kouchner, declinó la idea de atribuir cualquier culpa, insistiendo en que «lo importante es la política», y el presidente Sarkozy fue más lejos al decir que «Es perfectamente normal» que Rusia quisiera defender sus intereses.

En el encuentro de la OTAN, los ministros se han debido alegrar de que Georgia no fuera miembro. Si Rusia hubiera invadido a un miembro de la OTAN, se habría apelado al artículo 5 del Tratado Atlántico, que declara que «un ataque armado contra uno o más de ellos, que tenga lugar en Europa o América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todos ellos [1]». Si Georgia hubiera sido miembro de la OTAN, toda Europa se habría visto involucrada en una guerra contra Rusia. Y eso es algo que nadie desearía, especialmente dada la manera en cómo el presidente georgiano propició que empezaran los acontecimientos.

Ahora Saakashvili está en serios problemas políticos. La OTAN no quiere miembros que puedan poner en riesgo la entrada de la alianza en una guerra. Fue adecuado apelar al artículo 5 el 11 de septiembre de 2001, porque el enemigo era un pequeño e insignificante grupo terrorista que se escondía en las montañas. Pero tener que llegar a invocar el artículo 5 en una situación real, contra una guerra nuclear, es algo que ningún miembro de la OTAN quiere. La alianza es fuerte, pero ¿cuántos estados realmente irían y respaldarían a Georgia? Hablar es fácil, pero actuar es caro.

Occidente reconoce que si Georgia ha de ingresar en la OTAN, Saakashvili deberá irse. Cuando el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Miliband viajó a Georgia, trató de reunir a los políticos de la oposición así como al presidente. Plantearon los asuntos de cómo gobierna Saakashvili. A pesar de reivindicar ser un demócrata, la independencia de los tribunales de Georgia es cuestionable, y es complicado disponer de tiempo en los medios de comunicación para los políticos de la oposición. Estos son los mismos problemas de los que Saakashvili y Occidente acusan a Rusia.

Naturalmente, si Georgia hubiera sido ya miembro de la OTAN, Rusia no podría haber invadido Osetia del Sur. Rusia no desea una guerra nuclear más de lo que quiere la OTAN. Pero Rusia tendría sumo interés en probar cuál es el poderío de la alianza, y cualquier debilidad resultaría fatal para la OTAN.

La UE debilita a la OTAN

Lo que salió en claro del encuentro de la OTAN fue su división interna. Los tradicionales «halcones» de los Estados Unidos, el Reino Unido y los estados de Europa del Este ejercieron presión mediante actos airados y agresivos en contra de Rusia. Pero los otros miembros, como Alemania y Francia, sabían que cualquier respuesta únicamente les perjudicaría. Tanto Alemania como Francia saben que su energía depende en alto grado del gas ruso. Al igual que saben que los rusos son incapaces de cortar el suministro de gas por razones políticas. Y hay fuertes relaciones, en los niveles más altos del gobierno, entre los alemanes y los rusos por la construcción del Nord Stream, un gasoducto que va desde Rusia a Alemania que excluirá a muchos estados que hay en medio. El director del comité de accionistas para el grupo constructor interesado en el proyecto Nord Stream es Gerhard Schöder, el ex canciller.

El Tratado de Lisboa desempeña dos importantes funciones en este caso: en primer lugar, repite el Artículo 42.7 de las disposiciones de Política Común de Seguridad y Defensa («Si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance»), y en segundo lugar, ejerce presión para una mayor competencia de la U.E. en el área de energía en los artículos 122 y 194. Con la liberalización del mercado en provisión de energía, Europa se está haciendo más interdependiente y por lo tanto necesita una postura común. En vez de que cada estado se base en sí mismo, los estados se encuentran dependientes unos de otros, y dependientes de los proveedores exteriores. Como principales potencias europeas, Alemania y Francia pueden utilizar su influencia en las negociaciones y posturas políticas para conseguir un acercamiento más conciliador hacia Rusia por necesidad, mientras apaciguan la situación ofreciendo protección militar por medio de la defensa europea común. De hecho, el ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido anunció, de una manera bastante extraña, que «la necesidad de una política común de energía, en mi opinión, ha sido fortalecida como resultado de los eventos que hemos visto».

Rusia se alegraría más de que Georgia ingresara en la U.E. que de que ingresara en la OTAN. Debido a que la política rusa está dirigida al debilitamiento del poder estadounidense allí donde éste se encuentre, la OTAN constituye un objetivo mayor que la U.E., particularmente porque la U.E. tiene que ser cordial con Rusia ya que necesita la energía.

Es probable que también Georgia vuelva a estudiar su postura. ¿De veras es la OTAN tan necesaria como lo fue anteriormente? El conflicto ha demostrado que los Estados Unidos no pueden hacer mucho en la región. Saakashvili esperaba el apoyo fuerte e intervención de los Estados Unidos. Estaba completamente equivocado. Dadas las cuestiones sobre el poder, la habilidad y el compromiso estadounidense, adherirse a la U.E. puede suponer, a largo plazo, una opción mejor que ingresar en la OTAN.

Vencedores y vencidos

Sería erróneo insinuar que los Estados Unidos han salido perdiendo. Los EE.UU. han jugado bien sus cartas. Los líderes de Polonia y Ucrania, principalmente por su historia, temen a Rusia. Manipulando este miedo, los Estados Unidos han conseguido instalar su sistema antimisiles en Polonia.

Por igual, la U.E. ha salido ganando. Los políticos han sacado partido de la oportunidad y usado los actos de Rusia como plataforma para tantear e impulsar la causa integracionista más allá. La U.E. necesita a Rusia, y la proximidad del vecino gigante requiere que la U.E. lo trate con respeto. Sin embargo, en lugar de ver la necesidad de que proveedores de energía independientes y diferentes protejan a sus propios habitantes, las élites políticas europeas han convertido la situación en un ejercicio de relaciones públicas para presionar a la U.E. para que tenga una política individual de energía más fuerte.

Irónicamente, Georgia podría ser más poderosa ahora. En cuanto despachen a Saakashvili, Georgia se librará de regiones problemáticas que le causaron graves fracciones internas. No sirve de mucho intentar retener a la gente en tu país si lo que quieren es ser independientes. Puede que ahora Georgia sea más pequeña, pero probablemente es más fuerte.

Rusia es sin duda la gran vencedora. Ha aumentado con eficacia el tamaño de su país, dada la experiencia bélica real de muchos de sus soldados, lo cual es valioso, y ha mostrado que está dispuesta a usar el diálogo y los hechos. Esto constituye un pequeño indicio de que el viejo mundo del aplastante poderío estadounidense está cambiando hacia un nuevo mundo de más centros de poder.

Pero los EE.UU. han dejado de manifiesto su debilidad: no respondieron a Rusia, y no estaban dispuestos a ayudar a sus aliados. Esto supone un contratiempo para la autoridad estadounidense en esa región, y la maniobra hacia un mundo multilateral en el que Rusia, China y la U.E. rivalizan con los Estados Unidos como iguales, está más cerca.

Hoy en día es más difícil una actitud hipócrita por parte de los EE.UU. Todo el mundo sabe que si Rusia o China instalaran misiles en México como parte de un escudo antimisiles, Washington se volvería loco. No obstante, los Estados Unidos piensan que pueden hacer exactamente lo mismo y Moscú lo aceptará sin más. Esta doble pauta se está haciendo más evidente, y junto con la guerra de Irak, debilita seriamente cualquier sentido de liderazgo moral que pudieran haber tenido los Estados Unidos.

La OTAN, como un instrumento del poderío estadounidense, también ha resultado perdedora. El derecho internacional dice que un estado es soberano, y que no debería permitirse ninguna intervención exterior. Así, Georgia no debería haber sido invadida porque Osetia del Sur forma parte legalmente de su territorio. Pero Kosovo, legalmente, formaba parte de Serbia, y sin embargo la OTAN intervino. E Irak era una entidad soberana que fue invadida y derrocada, socavando más aún la postura de los EE.UU.

Es complicado ver un futuro coherente a largo plazo para la OTAN. Como institución que relaciona a los Estados Unidos con Europa, es probable que siga existiendo, pero el contenido y la sustancia actuales serán absorbidas por la Unión Europea. La OTAN solamente será un armazón vacío. El conflicto de Georgia puede que haya fortalecido el poderío ruso más de lo que se piensa; puede que incluso haya acabado con la OTAN.

Glen Ruffle
MSc in Global Politics from the University of Southampton and worked in British politics for two years.

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