Número 2/ Abril-Mayo de 2007
Carolina Ferreiro
En los últimos años Brasil ha hecho una fuerte apuesta por la reducción del hambre y el acceso igualitario a la educación de millones de ciudadanos. Todo este avance ha sido posible gracias a “Hambre Cero”, la estrategia social del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. El programa fue anunciado en el año 2003 cuando Lula asumió la presidencia y, desde entonces ha sido promovido como una iniciativa que merece ser copiada por otros países. Pese a ello…aún falta mucho para resolver un drama de siglos en el que actualmente es el país más populoso de América Latina…
En 1900, Brasil tenía una población de 17,4 millones de personas con 65,1% de analfabetos; la mortalidad infantil alcanzaba 162,4 por mil nacidos vivos; la expectativa de vida era de 33,6 años y el ingreso medio por persona era de 516 reales (unos 186 euros). Ciento cinco años después, en 2005, cuenta con una población de 180 millones de personas, el analfabetismo ha caído al 11,8%; la expectativa de vida ha aumentado hasta los 71,3 años; la mortalidad infantil es de 27,5 por mil nacidos vivos; y el ingreso medio por persona ha aumentado a más de 8 mil reales (2800 euros aproximadamente). ¿Y como ha sido posible todo este avance???
Esta sorprendente evolución tiene en el avance de la educación su explicación principal. El acceso a la educación en Brasil ha dejado de ser restricta a la elite, con lo que se ha conseguido una “casi universalización” en la enseñanza primaria. Si en 1940 apenas 21% de los jóvenes de 7 a 14 años estaban matriculados regularmente, en 2004 cerca del 98% se hallaban en la sala de clases.
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) comprobó en el año 2005 que Brasil invierte cerca del 6% de su Producto Interno Bruto (PIB) en Educación, índice semejante al practicado por Francia, Suiza y Alemania. Proporcionalmente a la economía, para cada 16 reales generados en riqueza, 1 real es aplicado en la enseñanza. Entonces… ¿Podemos equiparar Brasil con cualquier otro país desarrollado en la aplicación de políticas sociales?
Estos asombrosos avances se han conseguido gracias a la estrategia social puesta en macha por el Gobierno de Brasil en el año 2003. El presidente Luis Inazio Lula da Silva hizo una fuerte apuesta por la reducción del hambre y por el acceso igualitario a la educación de todos los brasileños. Por ello se puso en marcha el programa “Bolsa Familia” incluido dentro de la iniciativa Fame Zero (Hambre Cero). Además de proporcionar cada día lotes alimenticios a 750.000 familias el programa también incluye una propuesta de alfabetización masiva, enseñanza de oficios y creación de estructuras para los más ciudadanos más pobres del país.
El plan de alfabetización ya alcanza a 20.000.000 de brasileños y es que el propósito de este programa es acabar con el hambre y el analfabetismo en Brasil en cuatro años y sentar unas bases firmes para reducir la desigualdad.
Con el programa Bolsa Familia, cada familia recibe un total de 540 dólares anuales (unos 45 dólares mensuales). A cambio de esta ayuda, las familias deben comprometerse a una serie de condiciones impuestas por el Gobierno. La primera de ellas es adquirir el firme compromiso de enviar a todos los niños y adolescentes a la escuela especialmente si están en una edad comprendida entre los 9 y los 15 años. La segunda condición es que en el núcleo familiar de cada una de ellas no exista ningún analfabeto. Para ello el Gobierno pone en marcha cursos de alfabetización gratuitos disponibles para ciudadanos de cualquier grupo de edad. La tercera condición establece que los padres deben seguir con sus hijos un programa de salud en el que se incluyen las vacunas, la atención prenatal y la postnatal para gestantes y madres que amamantan.
La Bolsa Escola, una iniciativa muy efectiva:
La Bolsa-Escola es una idea simple que permite proteger el futuro de Brasil mediante la protección del presente de los niños brasileños, al colocarlos en la escuela en lugar de permitir que estén en las calles o en el trabajo. Esta iniciativa parte de la necesidad urgente de resolver el problema de la niñez abandonada fuera de la escuela sobre la base de una idea simple: “si los niños no estudian porque sus familias son pobres, paguemos a sus familias para que los niños estudien”.
Así, al tiempo que se crean ingresos, también se alimenta mejor a los niños y a sus padres, se provoca una dinámica económica local y, lo que es más importante, se mantiene a los niños en la escuela.
Se trata de una idea formulada muchos años atrás, que se puso en práctica en Brasilia desde 1995 y se fue difundiendo poco a poco hacia otras ciudades y países. Hoy el programa se aplica en el ámbito nacional mexicano desde 1997, en todo Brasil a partir de 2001 y esta en fase de implantación nacional en Bolivia. En otros países latinoamericanos el programa existe en carácter estadual o municipal. El resultado del programa ha sido un éxito dado que el número total de niños beneficiados se puede calcular en cerca de 20 millones.
Esta iniciativa ha sido evaluada por diversas instituciones nacionales de los referidos países y por entidades internacionales como el Banco Mundial y ha recibido el apoyo y el incentivo del BID, UNICEF, UNESCO, OIT y del propio Secretario General de las Naciones Unidas. No hay dudas de que poco a poco la Bolsa-Escola se Va convirtiendo en un programa mundial y que en breves años podrá cambiar la realidad de la infancia pobre, abandonada o trabajadora
El inconmensurable valor de la educación:
Según la Real Academia de la Lengua “educación” es el proceso bidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, va mucho más allá y está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.
Pero no debemos olvidar que la educación encierra un significado mucho mayor ya que también es un derecho fundamental de toda persona suficientemente reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989; es el derecho humano que más ratificaciones ha recibido en toda la historia.
La educación es, por lo tanto, una responsabilidad internacional compartida y reconocida como motor de desarrollo humano porque salva vidas, favorece el crecimiento económico y porque permite a los ciudadanos participar en la vida pública y defender sus opiniones y derechos.
Al igual que no podemos asegurar que la riqueza es algo solo sólo material, sino también cultural, lingüística o ecológica, el desarrollo tiene que ir más allá. La educación es el puente que une a las personas de diferentes culturas que nos ayuda a reconocernos mutuamente y es también el camino hacia un desarrollo humano sostenible.
Ejemplo del inmenso valor que encierra la educación lo vemos claramente en Alemania. Después de la II Guerra Mundial, este país quedó totalmente destruido. Sólo una fuerte apuesta por la educación, unida a una población luchadora, hizo que a medio plazo este país se volviese a situar en pleno desarrollo.
Panorama mundial de la educación:
Reflexionemos durante un momento sobre estos estremecedores datos:
-Más de 120 millones de niños en el mundo son víctimas del absentismo escolar
-Uno de cada cuatro sobrevive con menos de un dólar al día
-Uno de cada 12 muere antes de los cinco años
-20 millones son refugiados
-Más de 100 millones son explotados
-Otros muchos son esclavos o utilizados para la guerra.
Muchos Organismos internacionales como el Banco Mundial han demostrado que ningún país ha conseguido progresar sin invertir antes en los niños. Se ha demostrado a lo largo de los años que la clave fundamental para romper el círculo vicioso de la pobreza se encuentra precisamente en el acceso a la educación de los pueblos. Los países que se han preocupado por su salud, su educación o la nutrición de los menores consiguen mejorar sus valores de desarrollo.
La población menor de 16 años supone el 16 % de la población total del planeta. Después de este planteamiento expresado aquí, se demuestra el tremendo valor tiene la educación y por ello debería ser tema prioritario en las agendas de los gobiernos y de las principales organizaciones internacionales.
La alfabetización no es sólo cosa de niños….
Unos 870 millones de adultos no saben leer ni escribir, y de ellos, dos tercios son mujeres. Además, hay 115 millones de niños sin alfabetizar, dos de cada tres, son niñas. Estas conmovedoras cifras movieron a las Naciones Unidas en el año 2000 en el Foro Mundial de la Educación celebrado en Dakar, Senegal a nombrar los diez años siguientes como la "Década de la Alfabetización". Previamente, en el mismo foro celebrado en Jomtien (Tailandia) en 1990, se había fijado un plazo para alcanzar la escolarización primaria de todos los niños del mundo. Pero como este objetivo no se materializó en dicho plazo, se buscó la fecha del 2015 como nuevo horizonte para lograrlo.
Las perspectivas no dan ninguna esperanza para pensar que esto se pueda lograr ya que según las últimas estimaciones de la UNESCO, para el año 2010, la población adulta analfabeta estará en torno a los 830 millones de personas. Es decir, uno de cada seis seres humanos no sabrá leer ni escribir. Para entonces, aún habrá 75 millones de niños sin escolarizar y tres de cada cuatro serán africanos.
La educación todavía no es considerada en muchos países como una “inversión” importante, y sin embargo se está demostrado con el paso del tiempo que es la primera piedra en la lucha contra la pobreza y es la clave fundamental para el desarrollo. Y si la clave del desarrollo es la educación, el analfabetismo generalizado resulta ser una traba para el progreso de los países más subdesarrollados.
De los 870 millones de analfabetos que existen en el mundo, 860 viven en países pobres. El 70% son mujeres. La espiral de pobreza que origina esta falta de formación condena a 125 millones de niños y niñas a no ir a la escuela, porque tienen que trabajar todo el día; y a 150 millones a abandonarla antes de acabar la primaria.
El panorama de la educación en América Latina:
La principal labor, y quizá la más urgente, que tienen los Gobiernos latinoamericanos en este momento es la alfabetización ya que en América Latina aún hay 43 millones de analfabetos. Esto exige un incremento significativo del gasto público en educación así como mejorar las condiciones laborales y la profesionalidad de los maestros.
La situación en la que se encuentra la educación actual en Latinoamérica, quedó perfectamente plasmada en El Informe Subregional de América Latina: Evaluación de Educación para Todos, elaborado por los organismos de Naciones Unidas en el año 2000. Este documento ofreció un panorama lleno de luces y sombras. El informe aludía a que no existen problemas alarmantes de equidad de género en el acceso a la educación y a que se ha reducido el analfabetismo en todos los países de América Latina. Pero detrás de estos datos tan positivos existe una realidad mucho menos alentadora y, es que aún hay 43 millones de ciudadanos analfabetos en toda la región latinoamericana.
El informe recoge que esta población se encuentra en una edad superior a los 24 años, en las comunidades indígenas, zonas rurales y núcleos marginales urbanos. Estos datos apuntan la existencia de un importante problema de desigualdad de oportunidades e indica que la educación de adultos no ha sido un objetivo prioritario en las políticas nacionales, igual que los programas de educación de la primera infancia (0-5 años) o los orientados a niños con necesidades especiales.
Como conclusión, este informe “Evaluación de la Educación para Todos”, aludía a que el principal esfuerzo de los gobiernos latinoamericanos se ha dirigido a ampliar la cobertura de educación primaria, y aunque no ha logrado universalizarla, ha elevado la tasa por encima del 85%. Esta cifra no es mala, pero la eficiencia y la permanencia de los niños en las aulas sigue aún siendo un importante reto ya que una parte importante de los niños que llegan al cuarto curso tiene dificultades para comprender un texto sencillo y realizar cálculos elementales.
Es urgente que aparte de la universalización de la educación primaria se garantice la existencia de unos mínimos de calidad en la misma. Para ello es imprescindible mejorar las condiciones laborales y la profesionalidad de los maestros, y asegurarles formación, infraestructura y una remuneración aceptables. Esto exige un incremento del gasto público en educación. Para conseguir esto es básico que los gobiernos nacionales vean liberados sus presupuestos de la carga que les supone el pago de la deuda externa. No se puede concebir, por ejemplo, que un país tan castigado como Nicaragua tenga que destinar un 50% de sus presupuestos al servicio de la deuda, mientras que a la educación le dedica sólo un 5%.
Durante los últimos años, los proyectos educativos de distintas Organizaciones No Gubernamentales han jugado un papel relevante por su conocimiento directo del terreno. "Educadores Sin Fronteras" impulsa programas en siete países latinoamericanos orientados a facilitar el acceso a la escuela a niños de comunidades rurales lejanas, a la educación primaria nocturna para los niños que trabajan o a la concienciación de los padres sobre la necesidad de mandar a sus hijos a la escuela. Pero a parte de la importante labor que acometen las ONG, hace falta una verdadera implicación de los gobiernos nacionales y de los organismos internacionales para que la educación deje de ser una asignatura pendiente. El futuro y la vida digna de millones de personas dependen de ello.
Carolina Ferreiro
Periodista especializada en Relaciones Internacionales
Global Affairs no es responsable de las opiniones vertidas por su colaboradores/as