viernes, 13 de abril de 2007

Taoísmo, desarrollo sostenible y derechos humanos

Número 2 /Abril-Mayo 2007
Belén Dorado

Las llamadas Cien Escuelas de Pensamiento (Baijia) engloban a la cantidad de ramas filosóficas que se sucedieron en China durante las diferentes dinastías, que se conformaron con ideas del pensamiento original, y que fueron aplicados a diferentes esferas del intelecto, el confuciano con Kong Fu Zi a la cabeza que estuvo dirigido a la sociedad, y el taoísmo con Zhuang Zi y Lao Zi por su parte, concretado como un pensamiento individual, como cultivo de y para el individuo.

Ambas esferas del pensamiento, el social y el individual, se concretan como la base filosófica de los chinos, y beben indiscutiblemente del pasado de esta gran civilización, de esos periodos ancestrales en los que los chamanes podían comunicarse con el Cielo y mediar con la Tierra.

En estas épocas se gestan los rasgos que caracterizarán el pensamiento de los chinos de entender el mundo, quienes tomando como modelo los elementos que les rodeaban fueron capaces de crear los primeros caracteres de la lengua china, aquellos interpretados por los chamanes sobre caparazones de tortuga y huesos de animales.

Estos primeros momentos de la sociedad los chinos comprendieron que de la misma manera que el Universo tiene sus propios ritmos a los que se debe para el óptimo desarrollo y evolución de los elementos, y que el individuo como elemento más del entorno se debe a ese mismo movimiento. La jerarquía natural de todas las cosas vivas debe ser mantenida en la naturaleza, con conceptos como Yin-Yang o como Wu-Xing ( Cinco elementos o fuerzas) que afianzan aún más la importancia de no ir contra-natura.

El yin y el yang, que fueron vistos como contrarios no opuestos, se encuentra en todas las cosas del entorno; mujer-hombre, frío-calor, luna-sol… todos los elementos poseen un contrario que se sucede en un ciclo cerrado de cambios. Todas las cosas vivas se mutan y en ese estado de mutación se convierten en su contrario, que no opuesto. El ser humano, como otro elemento más del entorno, debe desarrollarse naturalmente, o como dirían los taoístas… el agua no puede ascender y si lo hace es porque hubo intervención humana.

El conflicto, inherente a la especie humana, surge por la mala gestión de los recursos y por los deseos de los individuos, que en su afán por lograr su objetivo se enfrentan con el resto de individuos que les rodean. Si bien en cierto que no podemos desprendernos del conflicto en nuestras sociedades, por nuestras propia naturaleza de seres conflictivos, lo que sí está en nuestras manos es la manera de regularlos; por la vía violenta o la pacífica, lo que conllevará a unos u otros fines.

En este sentido los taoístas, considerando que el individuo debe desprenderse de todo deseo, algo ya comentado por los Confucianos, y que debe olvidar todo conocimiento previo de las cosas para conocer y no re-conocer las cosas, elevan la posición de sus teorías a esferas de máxima actualidad como la relacionada con problemas medioambientales, sociales y humanos.

En el pensamiento taoísta cuando se ha comprendido que todo está al mismo nivel, y cuando el individuo es “Uno” con lo que le rodea, estamos en condiciones de ascender a los cielos y alcanzar el tan ansiado reino de los inmortales aquellos que, fusionados con el resto de elementos y habiéndose desprendido de todo condicionamiento previo, pueden elevar su mente y su espíritu y alcanzar las nubes. Ellos podrán volar entre ambos mundos, sencillamente porque alcanzaron a vaciar la mente y cultivar el espíritu, como le ocurrió al legendario Emperador de Jade, un inmortal que se hizo cargo de la administración del cielo.

Este dios del panteón taoísta es el máximo representante del taoísmo, pero que a diferencia de nuestros dioses, al Emperador de Jade no se le dotó de la categoría de creador del mundo, sino de un mero administrador del cielo, ya que el mundo en el pensamiento taoísta es creado por la propia naturaleza, tal y como se recoge en los textos.

Los pensamientos de estos primeros filósofos chinos concedieron importancia a la necesidad de preservar el equilibrio, lo que conllevará a la consecución de la ansiada armonía, tan necesaria para el óptimo desarrollo de todas las cosas.

En la actualidad uno de los problemas que más se reclama a los países es el cumplimiento de leyes relacionadas con el medio ambiente, el respeto de los derechos humanos y la igualdad entre las personas, sin distinción de raza, género o creencia. Algunas de los preceptos del desarrollo sostenible, como forma más idónea de preservar los recursos del planeta podemos, fueron ya planteadas por Lao Zi y Zhuang Zi en el siglo V a.n.e.

En este sentido podríamos considerar a los taoístas como los primeros ecologistas, como los primeros comprometidos por el medio ambiente, como los pioneros del desarrollo sostenible, tan en boga en estos años, al comprender que el individuo es otro elemento más de la naturaleza al mismo nivel que los ríos y que los lagos, y que de esta manera debe desarrollarse. Al entender y dejar constancia de la necesidad de no romper el ritmo natural de las cosas, que sería romper con el propio Dao de la naturaleza.

Considerar que los contrarios no son aspectos negativos y aplicarlo a la sociedad como mecanismo de las relaciones sociales, contribuye a crear un corpus moral y humano, en el que la mujer y el hombre sean vistos como necesarios que se suceden, comprender que los individuos somos iguales ante el resto de cosas vivas, y que debemos preservar lo que nos rodea si pretendemos preservar nuestra especie… y así se alcanzará la Gran Paz de todo bajo el cielo (como se cita en el Yijing).

Belén Dorado
Licenciada en Historia del Arte y miembro del grupo de investigación del FEIAP (Foro de Investigación Asia Pacífico)

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