miércoles, 25 de agosto de 2010

Presidenciales Colombia 2010: ¿Eligiendo al más Uribista de todos?

Número 21/julio-septiembre 2010
Juan Carlos Triviño Salazar

Las elecciones presidenciales colombianas de 2010 serán recordadas por haber tenido una campaña fugaz e intensa marcada por un discurso que nunca dejó de gravitar alrededor de dos cosas: la importancia de mantener el legado del presidente saliente Álvaro Uribe y cuál candidato sería el más capacitado para ello. Con niveles de aceptación de casi un 70% (1), el presidente saliente de Colombia se ha caracterizado por su obsesión de poner al Estado a la delantera en la lucha que éste ha tenido por más de 50 años contra las guerrillas izquierdistas y todo lo relacionado con éstas. El 2010 marca el fin de la era Uribe y la elección como presidente de Juan Manuel Santos,  ministro de defensa durante su gobierno, es la confirmación de que su impronta llegó para quedarse. Más allá de la elección de Santos como presidente, estos comicios confirman que el país se ha unificado en torno al discurso Uribista, que la seguridad interior aún está en la mente de los colombianos a la hora de votar, por encima de otras prioridades, y que un reto importantísimo del gobierno entrante es lograr corregir los excesos cometidos durante la era Uribe.


Con la promesa de acabar con los grupos armados ilegales que acechaban al país, el presidente Uribe basó su mandato en mostrar la figura del hombre fuerte y con los pantalones bien puestos; algo que muchos colombianos creían necesario para acabar un conflicto interno de décadas. Con una política denominada ‘seguridad democrática,'  dirigida a fortalecer al estamento militar con cooperación de los EEUU e involucrar a los civiles como informantes de los servicios de inteligencia, su gobierno se orientó a reducir el conflicto armado a una lucha frontal contra las guerrillas izquierdistas de las FARC y el ELN y a recuperar el control territorial del Estado (2). Por otra parte, su política también se concentró en disuadir a grupos de autodefensas-  vinculados a élites rurales, políticos regionales y grupos de narcotraficantes- a abandonar  las armas y entregarse a la justicia bajo una salida negociada (3). Basado en este esquema, la política Uribe dio resultados al bajar los índices de inseguridad en amplias zonas del país y concentrar el conflicto en otras más apartadas y menos cercanas a los centros urbanos (3). Este relativo éxito militar le valió ser reelecto para un segundo período, al  lograr cambiar la constitución y ser candidato en las elecciones de 2006. En el 2010 Uribe intentó ser nuevamente candidato convocando un referéndum para reformar la Carta Magna y lograr un tercer mandato;  sin embargo, la Corte Constitucional, en febrero de este año, frustró esta intención al determinar que dicho referéndum era inconstitucional.

Aunque la decisión de la Corte dejó a Uribe fuera de la contienda, su influencia en estos comicios se mantuvo intacta. La gran popularidad del presidente y su enorme capital político convirtieron los comicios en un proceso no para decidir cuáles eran las mejores propuestas políticas, sino cuál candidato era el más idóneo para continuar su legado. Sólo los candidatos del partido Liberal (centro-izquierda) y Polo Democrático (izquierda moderada) trataron de desmarcarse claramente de la línea dura y conservadora que para muchos el Uribismo (4) representaba.

"Alvaro Uribe Vélez, ex Presidente de Colombia. Fuente: UN Photo/Ryan Brown

En medio de la búsqueda de los afectos de Uribe, no dejó de sorprender el segundo lugar de Antanas Mockus, dos veces alcalde de Bogotá y candidato por el recién formado partido Verde. Logrando una importante votación y sin alianzas políticas relevantes, su éxito fue consecuencia del crecimiento paulatino del voto de opinión o independiente y su invitación a repensar la institucionalidad democrática más allá de la seguridad democrática. Mockus vino a responder a la llamada de amplios sectores de la población, que pedían una depuración de las costumbres políticas tradicionales del país y exigían la presencia de una clara política social de Estado que fuese más incluyente y respetuosa con los menos favorecidos. La propuesta del candidato verde se cimentó en la educación y en la aplicación de la ley como salto cualitativo hacia una sociedad moderna.

A la postre, Juan Manuel Santos, ex ministro de defensa del gobierno Uribe y responsable de éxitos militares sin precedentes en la lucha contra las guerrillas izquierdistas, fue quien supo interpretar mejor la búsqueda del electorado de una figura que diese la confianza de continuar las políticas de un gobierno Uribista sin Uribe. El reconocimiento de Santos como gestor eficaz en todos los cargos que ha ocupado y su manejo casi perfecto de los hilos del poder, le dieron méritos suficientes para ser electo en segunda vuelta como sucesor de Uribe (4). Proveniente de una de las familias políticas más tradicionales de la élite capitalina y preparado en universidades de renombre de los EEUU, el presidente electo se destaca por su pragmatismo y adaptabilidad a cualquier escenario, cosa que lo ha llevado a ser un hombre de grandes apuestas a la hora de las decisiones.

"Señor Presidente Álvaro Uribe: éste es su triunfo y el de todos quienes queremos conservar su legado" (5).  Tal y como dijo en su discurso al ganar la primera vuelta presidencial, el presidente electo le debe mucho a Uribe; este a través de su mandato logró abonar el terreno para que Santos llegase a la primera magistratura.

La elección de Santos y su cercanía a Uribe demuestran que una política de seguridad exitosa en un país como Colombia tiene altos réditos políticos pese a los escándalos y excesos cometidos en el ejercicio del poder. A pesar de las serias investigaciones al gobierno saliente, por los casos de los falsos positivos (civiles muertos presentados como combatientes guerrilleros por las FFAA), los contratos a allegados del presidente, la parapolítica (6), entre otros, los colombianos hicieron la vista gorda y avalaron al uribismo a través de la elección de Santos. La lectura simple de esto, es la percepción de que el flagelo de la guerrilla y el tratamiento severo a ésta por parte del gobierno merece todo el apoyo posible, incluso si el gobierno utiliza su posición de poder para beneficio propio o se cometen excesos contra ciertos sectores de la población civil en la lucha contrainsurgente. Es la visión de que el beneficio de la seguridad es mayor, si es visto así, que el costo de la institucionalidad o la legalidad.

Parte de la  popularidad de Uribe se debe a  que supo unificar muy bien al país ante un enemigo común como las guerrillas y cualquier actor que les avalaran. Éxito a su vez capitalizado por sus aliados políticos. Con esto logró tener un respaldo de casi  todos los sectores políticos, económicos y sociales para así avanzar una agenda política caracterizada por su conservadurismo en temas sociales, su liberalismo en temas económicos y su firmeza ante cualquier postura divergente. En este último punto, el presidente saliente consiguió a través de la estigmatización de algunos sectores  críticos a su gobierno, que la ciudadanía se homogenizara y cohesionara en torno a su proyecto de país. Esto generó una simplificación y polarización entre ser Uribista patriota o anti-Uribista apátrida bajo la interpretación de su gobierno del significado de  cohesión social (4).

Adicionalmente a esto, el fenómeno Uribe trastocó el panorama partidista en Colombia al convertir los partidos tradicionales en camaleones que con tal de sobrevivir han apoyado el proyecto político uribista en pos de tener participación en el reparto de poder. Claro ejemplo de esto es el acompañamiento durante el gobierno saliente del Partido Conservador y la adhesión del Partido Liberal al Gran Acuerdo de Unidad Nacional propuesto por el presidente entrante. Aunque se quisiera creer que la lógica detrás de estos acuerdos es facilitar la gobernabilidad del país al alcanzar grandes consensos, la realidad histórica - i.e. Pacto Nacional (7)-  desdice los mismos.

Es indudable que Santos es Santos y Uribe es Uribe. Santos al obtener 9 millones de votos (8)  y lograr el Gran Acuerdo de Unidad Nacional con los grupos políticos del legislativo, consiguió apoyos que rondan el 80% del Congreso (9) y una plataforma para continuar con la esencia del Uribismo sin tener que seguir al pie de la letra lo que Uribe dice. A su vez, el estilo Santos, más dialogante y menos combatiente, asegura diferencias en el abordaje de diferentes temas espinosos de la administración saliente. Un punto que ha dejado muy claro el gobierno entrante, es que su agenda internacional  priorizará el restablecer y consolidar las relaciones con los vecinos y poner a Colombia en una posición de liderazgo regional. Por otra parte, la agenda económica será profundizada y basada en principios que busquen la internacionalización del país como destino de inversión.
Lo que sí es innegable es que la marca Uribe en un tema tan delicado para Colombia como el de seguridad tendrá un amplio espacio en el espectro político colombiano por mucho tiempo. La idea del Estado fuerte que no abdica ante terroristas y la interpretación y respuesta al miedo del colombiano promedio ante el conflicto armado fueron claves en la consagración de la política de seguridad de su gobierno. La concepción del Estado fuerte con unas fuerzas armadas igual de fuertes se convirtió en dogma durante el gobierno Uribe y es algo que los colombianos hoy en día asumen ya en cualquier gobierno venidero.

Las tareas de Santos no son fáciles pero sí diferentes a las que Uribe tuvo que afrontar en su primer mandato. Entre ellas estarán, recuperar la credibilidad en el respeto a los pesos y contrapesos de las ramas del poder afectadas por las extralimitaciones del ejecutivo saliente, asumir una gerencia del estado eficaz y no basada en el intercambio de favores y prebendas, reestablecer la maltrecha relación con Venezuela y consolidar la recuperación de las relaciones con Ecuador. Por otra parte, el nuevo presidente deberá establecer un andamiaje económico que traiga crecimiento acompañado de una política social de Estado redistributiva que vaya más allá del asistencialismo (10).

Por último, el gobierno Santos en el campo del conflicto armado deberá demostrar que la política de seguridad del Estado seguirá avanzando pero cuidando de no repetir las serias violaciones a los DDHH del pasado. Un reto de la administración entrante, es  definir qué dirección se le dará a la ofensiva contra las bandas criminales formadas por antiguos miembros de las autodefensas (11) y como tratará la creciente inseguridad urbana en parte producto de estas bandas. A su vez, su gobierno deberá empezar a pensar en un posible escenario de salida negociada con las guerrillas que incluya la cooperación de vecinos difíciles como Venezuela y Ecuador y organismos como la UNASUR e incluso la OEA.

Colombia desde su independencia sólo ha conocido una historia de sangre y fuego donde inocentes y figuras prometedoras han caído injustamente. El interpretar la solución del conflicto colombiano bajo una óptica de seguridad pasa por alto la raíz social, producto de la gran desigualdad imperante, del mismo. Los colombianos quieren tranquilidad y quieren instituciones sólidas que respondan a sus necesidades. Pero adicionalmente a esto, esperan medidas audaces que hagan de la educación tanto académica como ciudadana un mantra, una ley de reparación y reconciliación eficaz para un escenario de post-conflicto, una depuración verdadera de la clase política colombiana y un acuerdo real entre las élites por un proyecto de país que incluya a todos. Si Colombia quiere que en realidad la guerra pase a ser un capítulo en sus libros de historia deberá avanzar hacia la prosperidad democrática, lema de la campaña Santos, sin olvidar que la verdadera democracia es incluyente y basada en el respeto a la diferencia.

Juan Carlos Triviño Salazar
Asistente de Investigación, CIDOB-Barcelona

BIBLIOGRAFÍA

(1) EL UNIVERSAL "Asciende a 68% la popularidad de Uribe a meses del fin de su mandato." 6 mayo, 2010. http://www.eluniversal.com/2010/05/06/int_ava_asciende-a-68-la-po_06A3866851.shtml (Accesado 28/07/2010)

(2) INTERNATIONAL CRISIS GROUP. "Poner fin al conflicto con las FARC en Colombia: jugar la carta correcta" Latin America Report N°30,  26 marzo,  2009, Disponible en: http://www.crisisgroup.org/en/regions/latin-america-caribbean/andes/colombia/030-ending-colombias-farc-conflict-dealing-the-right-card.aspx?alt_lang=es (Accesado 28/07/2010)

(3) ORTIZ, Román,  "La estrategia de seguridad de la administración Uribe: un balance de oportunidades y retos", Instituto ElCano,  ARI Nº 46/2004, 2004

(4)  Basado en tres principios básicos: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social, el denominado Uribismo se ha ido posicionando como una amalgama de todo y nada donde una política enmarcada en la obsesión en fortalecer los estamentos de seguridad del estado y de colocar el interés nacional por encima de todo han sido puntas de lanza.  En pocos años y basado en su inmensa popularidad, amplios sectores de la clase política colombiana  se han unido a su proyecto permitiéndole al presidente Álvaro Uribe crear el partido de Unidad Nacional y alianzas que han facilitado notablemente el trámite legislativo a sus iniciativas.

GUTIÉRREZ, Gonzalo, "Uribismo, corriente sin "homogeneidad coherente", El Nuevo Siglo, 27 Mayo, 2010, Disponible en:  http://elnuevosiglo.com.co/politica/politica-nacional/3705-uribismo-corriente-sin-homogeneidad-coherente.html  (Accesado 28/07/2010)

(5) MENDOZA, Beatriz, "Santos: ‘Presidente Uribe, este es su triunfo'", El Mundo, 31 Mayo, 2010, Disponible en: http://www.elmundo.es/america/2010/05/31/colombia/1275269910.html  (Accesado 28/07/2010)

(6) EL ESPECTADOR, "Por parapolítica investigarán a senador Víctor Renán Barco",   23 julio, 2008, Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-parapolitica-abren-investigacion-preliminar-contra-victor-renan-barco (Accesado 28/07/2010)

(7) El Frente Nacional fue el acuerdo entre los dos partidos históricos de Colombia el Liberal y el Conservador para una alternancia en el poder después de la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Dicho Acuerdo duró desde 1958 hasta 1974.

(8) WIELAND,  Carsten, "El reto de Santos es la reconciliación de Colombia" DW World, entrevista, 21 junio, 2010, Disponible en: http://www.dw-world.de/dw/article/0,,5714886,00.html (Accesado 28/07/2010)

(9) REVISTA SEMANA, "¿Sin Oposición?", 27 Junio, 2010, Disponible en:
http://www.semana.com/noticias-nacion/oposicion/140896.aspx (Accesado 28/07/2010)

(10) EL TIEMPO, "Los 5 Grandes Retos Que Le Esperan Al Nuevo Presidente", 21 junio, 2010, Disponible en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-4019265 (Accesado 28/07/2010)

(11) VARGAS VELASQUEZ, Alejo, "El Problema es el conflicto armado", El Colombiano, 28 julio, 2010.

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