domingo, 4 de abril de 2010

La isla donde el futuro se ha puesto viejo

Número 20/abril-junio 2010
Natalia D. Pérez Riveros

"La Revolución cubana nació para ser diferente.
Sometida a un acoso imperial incesante, sobrevivió como pudo y no como quiso.
Mucho se sacrificó ese pueblo, valiente y generoso, para seguir estando de pie en un mundo lleno de agachados.
Pero en el duro camino que recorrió en tantos años, la Revolución ha ido perdiendo el viento de espontaneidad y de frescura que desde el principio la empujó. Lo digo con dolor. Cuba duele."
Eduardo Galean


El sueño de Fidel Castro se hizo realidad: la Revolución cubana ya cumplió cincuenta años. Contra todo pronóstico la Revolución no sólo sobrevivió a diez presidentes estadounidenses, sino también a la salida del poder de su propio símbolo revolucionario Fidel Castro, quien retirado de la política, sigue actuando a la sombra y al margen de las instituciones. Fidel Castro continúa siendo el gran timonel de Cuba. Ha renunciado a la Presidencia del Consejo de Ministros (Primer Ministro) y al cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; pero continúa siendo una importante influencia, debido a que es el Primer Secretario del Partido Comunista y ese no es un cargo menor en un sistema político de partido único.

Fidel y su Revolución forman una unidad inseparable.

Su hermano, Raúl Castro, no hace más que reflejar esta continuidad. La política como un proyecto personal y como símbolo del mito creado hace poco más de cincuenta años.

Personalmente, considero al régimen político cubano, como no democrático. Si bien esta opinión pueda parecer, cuanto menos,  ingenua  a los ojos de analistas políticos norteamericanos, lo cierto es que Cuba no cumple con el requisito de base para caer dentro de la definición de lo que es un régimen democrático.

Desde el punto de vista de los procedimientos políticos, Cuba no cumple con la característica de una sociedad política en la cual  existe una competencia libre y pluralista por el manejo del aparato estatal. De todos modos me parece importante tener en cuenta la concepción de la realización del bien común como prioridad y la efectividad del manejo de la pobreza, aunque falla en la creación de riqueza (1).
Actualmente, la Revolución atraviesa un período de transformación. Está pasando de ser un proyecto personalista altamente arbitrario a una Revolución institucionalizada sin liderazgo emblemático. Raúl Castro carece de carisma y representa las dos instituciones clave en Cuba: las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Partido Comunista de Cuba (PCC).

La continuidad de Fidel y Raúl Castro en el poder contrasta con la diversidad ideológica y la flexibilidad de una Revolución que supo adaptarse a todos los tiempos y contratiempos.

El Secretario General de la ONU,Ban Ki-moon, se reúne con Raúl Castro, Presidente de Cuba. UN Photo/Mark Garten


En los primeros años fue un proyecto autóctono que prometió restaurar la democracia. Más adelante se convirtió en un socialismo tercermundista con un gran activismo en África y Centroamérica. En las décadas de los años 70 y 80 siguió el camino soviético para beneficiarse del lucrativo intercambio de azúcar por petróleo. Después de la Perestroika, Cuba se refugió en un férreo nacionalismo anti-imperialista y durante los últimos años de Fidel, se afianzó la relación con el Presidente venezolano Hugo Chávez, sustituyendo otro proyecto hermano, la vieja alianza con la URSS. Finalmente, la fase post-fidelista representa una transición, en el mejor de los casos, hacia una mayor apertura económica interna y externa.

En definitiva, parece ser un proyecto nacional aunque sostenido y financiado por otros: una Revolución subvencionada en términos económicos por la Unión Soviética, China y Venezuela.

En estos cincuenta años han pasado muchas cosas en el mundo.

En 1959, cuando los revolucionarios cubanos entraron en La Habana, Franco gobernaba en España, la Comunidad Económica Europea había sido creada sólo con  seis miembros, Estados Unidos y la Unión Soviética habían iniciado un largo período marcado por  tensiones y distensiones, la revolución popular de Mao Tse Tung en China cumplía diez años y  Nikita Kruschev gobernaba en Moscú.

Hoy, en cambio, España es una democracia, la Unión Europea tiene 27 miembros y futuros candidatos, la Guerra Fría terminó, la Unión Soviética desapareció y la revolución china se transformó en un capitalismo de Estado.
Sin embargo, en Cuba poco ha cambiado. Quien visita hoy la isla tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido. Existe una memoria colectiva de otros tiempos, del icono y mártir Che Guevara, de Camilo Cienfuegos, de Fidel y Raúl Castro como únicos sobrevivientes de una rebelión que inicialmente no fue liderada por los hermanos Castro, sino por un grupo de jóvenes que se sublevaron contra la dictadura de Fulgencio Batista. En aquellos años prometieron un futuro mejor, la libertad y el fin de la ocupación externa.

Cincuenta años después, hay que reconocer que lograron ser soberanos. Desafiar a la superpotencia a noventa millas de su costa sigue siendo el mayor atractivo de una Revolución que vive y se desarrolla en una pequeña isla del Caribe de once millones de habitantes.

¿Qué queda de la Revolución cincuenta años después?

Fuera de Cuba solo se mantiene su anti-imperialismo, su modelo social y una cooperación Sur-Sur limitada a la exportación de médicos, maestros y asesores militares. En el exterior, la llama de la Revolución se mantiene viva, quizás por simpatizantes melancólicos de su ideología.

En Cuba, queda un estado fuerte pero autoritario, que ofrece un servicio de educación y salud a cambio de lealtad y subordinación política.

La resistencia es la gran fortaleza y el principal mensaje del proyecto de Fidel Castro. Cuba resistió el embargo de Estados Unidos, resistió el derrumbe del bloque socialista, resistió la hostilidad y las sanciones adicionales de los sucesivos gobiernos estadounidenses, resistió también innumerables huracanes y dos décadas de austeridad y escasez. Resistió incluso la salida de su símbolo político Fidel Castro.

Desde hace tiempo, los cubanos conviven con una Revolución que les exige sacrificios sin límite pero ésta ha dejado de prometerles una vida mejor.

Mientras que la paciencia de la generación histórica que hizo la Revolución y de la intermedia que la vivió parece infinita, los jóvenes que hoy tienen entre veinte y treinta años la identifican con la austeridad, con el período especial en tiempos de paz y con la falta de libertad.

¿Qué les puede ofrecer una Revolución que no es suya? o ¿qué representación pueden sentir por una cúpula política cuyo promedio de edad es de 74 años?

Un altísimo  70 % de la actual población cubana nació con el triunfo de la Revolución de Castro, de modo que han vivido siempre bajo el modelo político liderado por él y repudiando la dictadura de Fulgencio Batista.

Adicionalmente, el inexorable envejecimiento y desaparición del escenario político de la generación fundadora de la Revolución cubana representa también un claro desafío para la continuidad de la Revolución. Las transiciones generacionales, constituyen una prueba determinante, a fin de saber si un régimen post revolucionario se ha institucionalizado y es suficientemente legítimo para sobrevivir después de la partida de las personalidades que lo han forjado.

Una gran debilidad es la incapacidad de las instituciones cubanas de afrontar dicha transición. "Cuba declara en su propia Constitución que el individuo que encabeza su Gobierno, además de fungir como Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista, asume los cargos de Presidente del Consejo de Estado (Poder Legislativo), Presidente del Consejo de Ministros o de Gobierno (Poder Ejecutivo) y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de la nación. Además hay un elevado grado de dependencia institucional y orgánica del Tribunal Supremo con respecto al Estado, lo que significa que es el Jefe de Gobierno quien imparte Justicia". (2)
Desde que asumió como Presidente, Raúl Castro ha avanzado con gestos en lo político y en lo diplomático. Éstos demuestran que Cuba busca cambios por lo menos en lo que respecta a la inserción cubana en el mundo.

Un ejemplo de importancia es la visita del Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de la Santa Sede, se convirtió en el primer alto representante de un estado extranjero que se encuentra con el nuevo presidente cubano, tan solo dos días después de asumir como mandatario.

Otro gesto de cambio en lo político inmediatamente después de convertirse en Presidente fue la firma en las Naciones Unidas, de dos de los principales acuerdos internacionales sobre Derechos Humanos: los pactos de la ONU sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales y de los Derechos Civiles y Políticos. Cuba realizó reservas sobre los artículos sindicales y de educación libre, pero es un avance que se firmen dichos tratados, después de 31 años de vigencia.

Estas demostraciones de apertura política, han tenido sus consecuencias. La principal fue la unanimidad del Grupo Río en la aceptación de la entrada de Cuba como miembro. El mismo Raúl Castro en el discurso durante la Cumbre Extraordinaria del Grupo Río, el 16 de Diciembre de 2008, en Brasil reconoció que: "Es una gran alegría de nosotros que captó el pueblo, porque fue un reconocimiento a nuestra resistencia" (...)"Compartimos la aspiración de que el Grupo de Río sea cada vez más representativo, con la incorporación de todas las naciones que componen esta vasta región latinoamericana y caribeña. Nos incorporamos con el compromiso de ser fieles a los principios de la política exterior de la Revolución Cubana y participa compartiendo el apego mutuo al Derecho Internacional, a la Carta de las Naciones Unidas y a los principios fundamentales que rigen el desarrollo de las relaciones entre las naciones, sobre todo, la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, el rechazo a la agresión, a la amenaza y al uso de la fuerza, y al empleo de medidas coercitivas unilaterales, con el fin de impedirle a cualquier Estado el ejercicio del derecho a escoger su propio sistema político, económico y social. Ese es precisamente el propósito del cruel y vengativo bloqueo impuesto por el gobierno de los Estados Unidos, que nuestro pueblo ha tenido que sufrir"
Esta incorporación es una oportunidad que tiene Cuba para continuar exportando los valores revolucionarios y hacerlo desde una diplomacia de integración. Logra romper con el aislacionismo teniendo la posibilidad de crear vínculos de intercambio diplomático, político y económico, a partir de los cuales Cuba pueda hacer frente a los desafíos de los 50 años de Revolución con un nuevo dirigente.

Si bien desde el traspaso de poder ha habido algunas concesiones en relación a la sociedad civil en Cuba, la relación que ésta tiene con el estado cubano, parece configurar más una continuidad que un cambio. Durante toda la historia de la Cuba revolucionaria, hasta nuestros días, las facciones del Partido Comunista Cubano se han mantenido inactivas. "Castro ha suministrado el pegamento para sostener unidas a las facciones (3)".

La desaparición del bloque de Este significó la pérdida de subsidios económicos, apoyo militar soviético, la caída del paradigma de un campo socialista irreversible que nutrió la producción ideológica por décadas.
Estos cambios coyunturales dieron lugar a un tímido proceso de liberalización a partir de los años 90 pero no significó que hubiera un plan gubernamental aperturista que diera lugar a la sociedad, sino que se trató de una relajación de controles que se ha denominado "Tolerancia por Omisión" que abrió espacios a reformas en el orden de lo jurídico, político, económico y dio lugar a la emergencia de diversos actores (4). "En esta década hubo una actividad asociativa de gran envergadura" (5) que parecía burlar lo establecido por la Constitución cubana en los artículos 53, 54 y 62 (6). Fue la imposibilidad por parte del Estado de cubrir todas las necesidades lo que llevó a la aparición de nuevas formas asociativas. La escasez de recursos obligó a buscar mecanismos de descentralización para su utilización más eficiente (7).
El hecho de que Raúl Castro sea quien comande la Revolución,  pareciera no implicar un cambio político que permita la competencia política con nuevas voces y con el tiempo abandonar la estructura política de partido único. En esta época de transición que todavía está atravesando Cuba, las nuevas voces, los reformistas deberán hacer hincapié en el uso de los recursos simbólicos para poder continuar con el proyecto nacional socialista, a pesar de la introducción de cambios.

Este recurso es clave para afectar, no solo al apoyo que el aparato del Estado recibirá de la sociedad civil, sino también para aumentar su capacidad de sostener la hegemonía en términos Gramscianos.

La dinámica entre la sociedad civil y los recursos simbólicos, radica en que la primera, podría utilizar los recursos en su propio provecho, transformándolos para producir un consenso de reforma, sin rechazar los principios del proyecto socialista. La cohesión horizontal de la sociedad civil puede solidificarse en tanto ésta funcione como un espacio de legitimidad política para un proyecto democratizador que, por ejemplo, proponga recrear  la hegemonía socialista en Cuba. Es decir, que los recursos simbólicos del Estado y el fortalecimiento de redes sociales dispuestas a permanecer dentro del modelo socialista, puede ser un camino viable de fortalecimiento de la esfera pública en Cuba (8).

Con un gobierno más dispuesto a abrir el juego político, las restricciones legales y de facto podrían suavizarse y así, se dará lugar a nuevas oportunidades de asociación. Probablemente, estas asociaciones sean sencillas y circunspectas, pero con el tiempo podrán adquirir mayor número de adherentes y tal vez, imponer mayores demandas al gobierno.

Este fenómeno asociativo, en caso de darse, tendría una lógica contradictoria. La flexibilización y las transformaciones, crearán un espacio donde se fortalezca y se organice la sociedad civil. Pero simultáneamente, los reformistas ejercerán control sobre estas asociaciones (sindicatos, organizaciones no gubernamentales, organizaciones comunitarias, actores del mercado, sectores intelectuales y profesionales, artistas, etc.) ya que todavía serán percibidas como amenazas. Y ante la ausencia de cambios políticos sustanciales, la esfera asociativa tiene pocas posibilidades de presionar por una transición democrática.
Por ejemplo, sin la presencia de partidos políticos que compitan por el control de Estado, la presencia de sindicatos de obreros o movimientos sociales de alcance nacional que sean capaces de agrupar diversos sectores y coordinar estrategias, permanecerán aisladas y ergo, incapaces de iniciar un cambio político. Es decir que, a pesar de la presencia de reformistas en diversas esferas del estado, será difícil que las asociaciones puedan interactuar, negociar y lograr introducir reformas con orientación democrática. La capacidad de influir en el régimen, en tanto y en cuanto, no haya interlocutores en el estado, será mínima.

El desafío para los reformistas será, identificar a la sociedad civil cubana como algo real, abandonando la concepción de homogeneización social y adoptar un enfoque centrado en la diversidad de los actores que vayan adquiriendo espacios.

El estado deberá también abandonar el afán de seguir fomentando ciudadanos fervientemente martianos, guevaristas y fidelistas para dar lugar a asociaciones que moldeen un nuevo esquema de ciudadanía dispuestos a expresarse y a desarrollar estrategias para poder ampliar su margen de maniobra.  Por si solos y por extensión las asociaciones, no van a ser capaces de lograr un cambio democrático genuino, pero por más débil que sea, es de por sí un triunfo.

Es paradójico que no se hable de transformación en Cuba, porque significa negar la esencia de su proyecto político. La Revolución significa cambio, transformación y ruptura del orden establecido. La Cuba actual representa todo lo contrario y la pérdida de adaptabilidad a las nuevas exigencias. Preservar lo mejor de la Revolución, la independencia y un Estado social, requiere la valentía de transformar la realidad para crear un futuro mejor. Esto y no la preservación del poder, debería ser la misión principal de la cúpula histórica que en aquel entonces hizo la Revolución para sustituir la dictadura de Fulgencio Batista por la libertad. Lo que cabe esperar de la Cuba raulista no son cambios democráticos, sino una transición gradual hacia un régimen socialista más eficaz.

Natalia D. Pérez Riveros
Licenciada en Relaciones Internacionales
Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz en el Ministerio de Defensa

Bibliografía

ARMONY, Ariel C. "Reflexiones sobre el estudio de la Sociedad Civil", Woodrow Wilson Center Reports  on the Americas, Nro 16

GRATIUS, Susanne, Programa de Paz y Seguridad, "Cuba: entre continuidad y cambio", Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior,  Marzo 2008

LEO GRANDE, William M, "El Partido Comunista de Cuba y la Política Electoral :Adaptación, Sucesión y Transición", Instituto de estudios para cubanos y cubano-americanos, Universidad de Miami.

DILLA ALFONSO, Haroldo, Actores larvados, escenarios inciertos y guiones crípticos ¿Hacia donde va la Sociedad Civil cubana?, Woodrow Wilson Center Reports on the Americas, Nro 16.

CORRALES Javier, "La Sociedad Civil en Cuba: El Exilio Interno", Woodrow Wilson Center Reports on the Americas, Nro 16, Capítulo 3,.

Constitución de la República de Cuba, Cap. VII, Derechos, Deberes y Garantías Fundamentales
Art. 53 "Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista. Las condiciones materiales para su ejercicio están dadas por el hecho de que la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad. La ley regula el ejercicio de estas libertades".
Art. 54 "Los derechos de reunión, manifestación y asociación son ejercidos por los trabajadores, manuales e intelectuales, los campesinos, las mujeres, los estudiantes y demás sectores del pueblo trabajador, para lo cual disponen de los medios necesarios a tales fines". Las organizaciones de masas y sociales disponen de todas las facilidades para el desenvolvimiento de dichas actividades en las que sus miembros gozan de la más amplia libertad de palabra y opinión, basadas en el derecho irrestricto a la iniciativa y a la critica".
Art. 62 "Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible".

ACANDA GONZÁLEZ, Jorge Luis, "Cambios en la Sociedad Civil y Pensamiento cubano", Wilson Center Reports on the Americas, Nro 16, Capítulo 7.

ARMONY,Ariel, "Reflexiones sobre el estudio de la Sociedad Civil", Woodrow Wilson Center Reports  on the Americas, Nro 16

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