martes, 23 de marzo de 2010

El disidente paciente

Número 20/abril-junio 2010
Juan Luis Dorado

Cuba. Año 2010. Fallece el disidente cubano Orlando Zapata tras una huelga de hambre. Ha tenido que morir una persona para que el mundo entero se dé cuenta de que nada ha cambiado en la Isla con Raúl Castro en el poder. Absolutamente nada. Bueno, algo sí: Cuba ya no está aislada en su locura... ahora tiene a Hugo Chávez.

Pero ahora ha pasado algo nuevo. La muerte de Zapata ha abierto los ojos en Europa, sobre todo a gran parte de la izquierda, de lo que está pasando en Cuba. Tras este dramático acontecimiento, la izquierda europea -salvo excepciones y actorzuelos varios- ha visto claro que el sueño del comunismo cubano va a quedar en un simple espejismo. El problema es que se han dado cuenta demasiado tarde.

La sociedad cubana que aún resiste en la Isla lleva muchos años inmersa en una dinámica que podríamos denominar tranquilamente "inmovilista". La disidencia cubana ha estado muy mal organizada (todo lo contrario que el exilio) y le ha costado mucho ir sacando la cabeza.

Ha sido la aparición de Internet en la vida de Cuba -aunque en condiciones precarias y el surgimiento de numerosos blogger, lo que ha hecho que el resto del mundo conozca la realidad de personas que, día a día, sufren una persecución que sería intolerable en cualquier Estado democrático.

Pero los hermanos Castro no dudaron en zanjar rápido ese resquicio de libertad que suponía la Red. Siguiendo el ejemplo de Hugo Chávez, la censura cubana se modernizó y el ciberespacio quedó bajo sus influencias. Una nueva muestra más de que la libertad de expresión en Cuba es inalcanzable.

Cuando Raúl Castro llegó al poder, abrió la mano. Era evidente que, tras décadas debajo de la alargada sombra de Fidel Castro, el menor de los hermanos revolucionarios tenía que ganarse la estima, no sólo de la clase política cubana y el Partido, sino también del resto del mundo.

Raúl Castro siempre ha destacado por ser el más reservado de los dos. Y quizás el más inteligente políticamente. Sabía que tenía que dar ciertos pasos hacia delante para luego poder volver al punto de partida: Cuba iba a continuar como hasta ahora, pero había que fingir cierta apertura. Había que disfrazar un presunto cambio.

Quizás, en ese momento, la sociedad internacional abrió algo la mano, disminuyeron las sanciones -sobre todo desde la Unión Europea- e incluso en Estados Unidos, sobre todo con la llegada de Obama, las voces favorables a una nueva política hacia la Isla se extendieron y se hicieron más presentes que nunca en Washington.

El Secretario General de la ONU junto con Raúl Castro, Presidente de Cuba. UN Photo/Mark Garten


Además, como hemos citado en el primer párrafo de este texto, Chávez estaba ahí. Y según parece estará mucho tiempo más. Y con un aliado así, Raúl Castro podía volver a ejercer el poder como le ha gustado siempre a la clase dirigente cubana. Con aliados, Cuba se siente más fuerte.

La Habana sigue siendo la referencia de la nueva izquierda latinoamericana que quiere instaurar el dictador venezolano. Para la Revolución Bolivariana, el ideal es Cuba. Para Hugo Chávez, el referente es Fidel Castro. Y Raúl ha sabido aprovecharse de eso, fomentando los encuentros entre el convaleciente Fidel y el camarada Chávez. Cuba necesita a Caracas más que nunca.

Antes y después de Orlando Zapata

A lo largo de los años, el régimen de Fidel Castro supo controlar muy bien a la disidencia interna. Nunca tuvieron voz y apenas peso político en el contexto internacional. Ha sido siempre el exilio, preferentemente el de Miami, quién ha llevado la voz cantante en las denuncias a la dictadura castrista.

Fue en 1996, con una serie de tímidas reformas de Castro por el periodo especial, cuando la disidencia interna comenzó a encontrar su espacio político. Algunos grupos comenzaban a sonar fuera de la Isla y la persecución se detuvo. Hasta el año 2003, en que Fidel volvió a la carga y nuevos presos políticos -un total de 75- volvieron a poblar las cárceles cubanas.

La labor de la disidencia ha sido siempre considerada como fundamental por los teóricos a la hora de plantearse un futuro de la Isla sin Fidel Castro.  Y esto es cierto: conocen la auténtica realidad cubana y aunque pueda parecer lo contrario, la mayoría de los disidentes internos de Cuba abogan por el diálogo y la reconstrucción nacional. Pero estas intenciones siempre acaban topando con el mismo freno: la represión castrista.
Es necesario recordar, el llamado Proyecto Varela. Oswaldo Payá, un disidente histórico, presentó en el año 1998 las 11.000 firmas que, según la Constitución de Cuba de 1992, eran necesarias para modificar la Constitución. Fue un palo para Fidel. No se esperaba que 11.000 cubanos se atraviesen a pedir eso. Aceptó una votación, hizo un referéndum y los ciudadanos aprobaron en un 99 por ciento la Constitución castrista. Hagan ustedes sus propias reflexiones.

Tras el proyecto Varela, Fidel se dio cuenta de que tenía que volver a atar en corto a los disidentes. Tras la polémica con las detenciones de 2003, la voz de la disidencia volvió a apagarse en los foros internacionales. Cada cierto tiempo, había algunas noticias, pero la censura cubana funcionaba bien.

Además, el castrismo juega con algo a su favor: la edad media de los disidentes políticos. Muy pocos jóvenes han tomado el relevo y no hay ningún líder destacado que en un futuro pudiera ser capaz de aglutinar la mayoría de todo el peso político -ajeno al comunismo- en la Isla. Sin olvidar que la represión es menos costosa para el Gobierno, políticamente hablando, que tolerar las actividades de la disidencia.

Pero ahora ya hay un cadáver sobre la mesa del futuro de Cuba. La muerte de Orlando Zapata supone, sin ninguna duda, una nueva etapa en la vida política de Cuba. Como recordó en un artículo en El País el presidente de Costa Rica: "En una democracia no hay presos políticos". Y en Europa, ya va siendo hora de que Cuba deje de estar en un pedestal ideológico y lo que ocurre en la Isla sea llamado, de una vez por todas, por su nombre: es un régimen autoritario, una dictadura. Y es que a veces, sobre todo en algunos países, parece que cuesta...

¿En qué democracia hay disidentes políticos?

Retomamos aquí las palabras de Oscar Arias -recordemos que es un Premio Nobel de la Paz- en su artículo en El País. Arias recuerda que las huelgas de hambre son "un arma delicada como herramienta de protesta". Es evidente, ningún Estado de derecho debe ser condicionado por una huelga de hambre.

Pero se muestra tajante Arias al asegurar que los presos políticos cubanos "no son como los demás y Cuba no cumple las condiciones de un Estado de derecho".  Blanco y en botella. Pero da un paso más el Presidente de Costa Rica al señalar que "no han cometido otro delito más que oponerse a un régimen siendo juzgados por un sistema judicial de independencia cuestionable".

Son palabras de un Premio Nobel de la Paz  y por encima de todo, del actual Presidente de un país latinoamericano. Quizás no habría nada más que añadir. Pero es evidente que a esta condena deberían sumarse otras muchas más. Igual de tajantes.

Mucho se ha escrito del embargo norteamericano a Cuba. Injusto. Y lo es porque los principales damnificados no son los dirigentes de la Isla, que siguen viviendo a cuerpo de rey. No. El perjudicado es el pueblo cubano. Como siempre. Un pueblo dormido, anestesiado por el veneno que el Castrismo ha ido inoculando en esas gentes durante más de 50 años.

Es necesario que las resoluciones internacionales comiencen a mostrar mayor dureza hacia la Isla. Es necesario que la sociedad internacional se involucre en la derrota -siempre por vías pacíficas, por supuesto- del castrismo.
El problema, insisto, es que la sociedad cubana va a tener muy complicado reaccionar. Primero por el control a que es sometida. Segundo, por la ayuda que está recibiendo el Régimen de Raúl y Fidel Castro de Venezuela (junto a Bolivia y Nicaragua).

Y sobre todo, un tercer punto dramático, que habla de cómo funcionan las relaciones internacionales en este siglo XXI: Cuba no interesa. No tiene petróleo, no tiene grandes materias primas, no tiene una enorme extensión. La principal explotación, el turismo, funciona a las mil maravillas con la complacencia del régimen. Los inversores extranjeros son tratados exquisitamente por las autoridades cubanas. Y están muy cómodos así.

Y los gobiernos que invierten en Cuba, también están cómodos. Condenar políticamente es muy fácil, sobre todo a nivel institucional. En este sentido, para Europa por ejemplo, la Unión Europea se ha convertido en un refugio para este tipo de iniciativas. La Comisión Europea actúa sobre Cuba y bajo ese amparo, los países miembros pasan de rositas, sin implicarse políticamente y sin mancharse de cara al Régimen de los Castro... y a Venezuela.

Pero con la muerte de Orlando Zapata, las cosas pueden dar un giro radical. Ya lo hemos citado en este texto: ahora hay un muerto sobre la mesa a la hora de tratar con Cuba. Un muerto con nombres y apellidos, cuya agonía fue seguida en todo el mundo. A través de las redes sociales, en Internet, la noticia y la condena se extendió como la pólvora. Por primera vez, pensadores de derechas y de izquierdas parecen estar de acuerdo en que Cuba se ha alejado -ya definitivamente- de esa imagen utópica y algo mística que pretendió tener algún día.

En el momento de ser escritas estas líneas, la comunidad internacional estaba en vilo por el estado de salud de otro disidente, también en huelga de hambre. Guillermo Fariñas, nuevamente con el beneplácito del Gobierno de la Isla, podría seguir el triste camino de Zapata. Nuevamente habrá reacciones, la prensa hablará de ello en portadas pero... ¿se hará algo realmente práctico para la situación de la disidencia interna?

Viendo los precedentes parece sencilla la respuesta. Nada cambiará. Y aquí tiene un papel fundamental la prensa internacional. Durante muchos años, periódicos de uno y otro signo político han ignorado la realidad de la disidencia cubana. Críticas al régimen o a los Estados Unidos. Páginas para el exilio de Miami o periódicos controlados directamente por ellos. Pero el espacio que ha tenido la disidencia interna ha sido mínimo.

Si los Gobiernos no hacen nada con Cuba tras estos acontecimientos -lo que es bastante probable- tendrá que ser la prensa internacional la que de un golpe sobre la mesa. La situación en Cuba podría ser trágica en poco tiempo ante un régimen que no puede atender las necesidades de la población. Y no hablamos sólo de necesidades como comida o buenas condiciones de vida...
Si algo ha tenido Internet ha sido llevar a todo el mundo la libertad de expresión. Y el contacto con ella, hace que las sociedades reprimidas se revelen. En Cuba, los blogger han ido surgiendo poco a poco, pero ya son todo un actor de peso en la sociedad cubana. Un gran ejemplo es Yoani Sánchez con su blog Generación Y.

Pero hace falta que los medios de peso en la sociedad internacional se impliquen de una vez en la lucha por la libertad de expresión y de prensa en la Isla. Y poco a poco, será la sociedad cubana la que despierte tras años dormidos con las inyecciones propagandísticas que los Castro han ido inoculando a los cubanos y cubanas durante décadas.

¿Hacia dónde irá la disidencia cubana? El papel del exilio y la sociedad internacional

Sería engañoso pensar que todo lo que está pasando estos días alrededor de los disidentes cubanos cambiará en algo la actitud del Gobierno cubano. Tanto Raúl como Fidel no pueden ceder a ninguna de las pretensiones de la disidencia. Perderían todo. La primera reivindicación resuena alta y clara desde hace décadas: democracia.

Las siguientes están todas relacionadas: respeto a los derechos humanos, libertad de expresión,...  Es curioso que una palabra como libertad -tan usada por el comunismo a lo largo del siglo XX- se convierta en el principal caballo de batalla de los opositores a los regímenes comunistas que hasta ahora hemos conocido.

Pero no podemos olvidar que Cuba es algo más para esos ideólogos que aún creen en las bondades del castrismo. Para todos ellos, alguien dentro de la sociedad internacional debería dejar bien claro que el sueño de la Revolución se terminó en los primeros años de los Castro. Y para millones de personas pasó a ser una pesadilla.

Desde el régimen se ha intentado estabilizar la sucesión de Fidel en la figura de su hermano Raúl. Viendo que el inmovilismo se hacía latente por momentos, la disidencia tuvo que redefinir sus políticas dentro de la Isla. Pero las reformas que aventuró la llegada del menor de los Castro se han quedado en simples intentos. Nada ha cambiado.  Y nada parece que vaya a cambiar.
¿Cuál debe ser el camino a seguir por la disidencia cubana? Esta pregunta tiene una respuesta complicada, no cabe duda. Ahora, por desgracia, gracias a la muerte de uno de los pesos pesados de la disidencia -aunque para el régimen era sólo un obrero y un ‘delincuente común'- han ganado eco internacional, algo que quizás no haya tenido en los últimos años.

Pero la disidencia, cada vez mejor organizada, no puede olvidar que sus compatriotas, la sociedad cubana, siguen teniendo una enorme dependencia de Fidel Castro y del sistema. La Revolución sigue siendo una constante en sus vidas.

Por ello, los movimientos políticos opositores que se encuentran en la Isla deben establecer tres claros frentes de actuación. Por un lado, luchar por educar a los cubanos y cubanas en los valores democráticos. Algo complicado, pero que con la cooperación internacional, podría conseguirse poco a poco.

Segundo, avanzar en la desmilitarización de la sociedad. El Régimen sigue abusando de la movilización ciudadana. La figura del enemigo invasor sigue haciéndose presente a diario. Por eso, la disidencia se encuentra con una sociedad hastiada, cansada de política, que bastante tiene con sobrevivir día a día.

Y tercero, la labor internacional. Ha tenido que morir Orlando Zapata para que el mundo gire sus ojos hacia Cuba, pero por una vez, no hacia los Castro. Ahora miran a esos presos políticos y otros muchos perseguidos por todo el país. Aquellos que están siendo juzgados simplemente por no pensar igual y por desear en voz alta lo que todos los cubanos añoran -y la mayoría desconocen-, la libertad.
El trabajo será complicado, pero llegará el día en que la transición hacia la democracia sea inevitable en Cuba. El propio pueblo lo pedirá. Quizás el gran problema sea el gran desgaste psicológico de la disidencia. Son muchos años siendo las mismas personas y con el martillo pilón del Castrismo sobre sus cabezas. Sus actuaciones siempre estarán condicionadas y vigiladas. Y, como hemos dicho anteriormente, no hay un relevo joven dentro de la oposición interna a Fidel y Raúl Castro.

Se pueden seguir escribiendo miles de líneas sobre el futuro de Cuba. Pero una cosa tiene que seguir estando clara. El principal condicionante para alcanzar el cambio en la Isla no vendrá de fuera. Los Estados Unidos no intervendrán. El ‘amigo' ruso ya no existe.  Y Chávez, aunque él se lo crea, no tiene tanto poder.

El cambio, la democracia y el futuro emanarán de una sola fuente: el pueblo cubano. Algún día, tendrán que ser los propios cubanos los que despierten, planten cara al Régimen y exijan los cambios. Esta idea ya se ha escrito en innumerables ocasiones anteriormente. El problema es que, lamentablemente, pocos cubanos y cubanas podrán leer estas líneas. Se lo impiden.

Juan Luis Dorado
Periodista especializado en política latinoamericana

Blog Orlando Zapata

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