viernes, 14 de diciembre de 2007

Sistema de partidos chileno: bajo el prisma de los cleavages

Número 6/Diciembre-Enero de 2008
Mauricio Rojas Casimiro

Este artículo (1) pretende mostrar, de forma somera, el proceso de formación del sistema de partidos chileno a partir de los cleavages. Explica como la presencia de estas fisuras sociales ha determinado la creación de los partidos políticos, los cuales a su vez representan tres líneas ideológicas claramente definidas: derecha- centro- izquierda.

Introducción al caso chileno

“En Chile, los partidos tienen y han tenido una posición privilegiada con respecto a otras normas asociativas en la sociedad o en el Estado. Los partidos funcionaron como agentes centrales del sistema político, al punto de que todo el sistema funcionó como sistema de partidos”(2)

La cita anterior hace referencia al rol que los partidos políticos han desempeñado en la construcción y desarrollo del sistema de partidos chileno.

El sistema de partidos en Chile se ha caracterizado por la presencia continua de los cleavages y por la formación de los tres tercios (izquierda – centro – derecha). Desde una mirada general el sistema político chileno ha tenido un desarrollo estable, dentro de los marcos institucionales que el propio sistema ha generado desde su germinación a principios del siglo XIX. Algunos estudiosos destacan las similitudes que alcanza con algunos sistemas europeos (3) de larga tradición.

Además de estas características debemos señalar el alto grado de institucionalidad presente en el conjunto del sistema político. La incorporación de varios sectores socio-económicos en la cuestión partidista y en la toma de decisiones, sumado a un proceso ascendente de democratización permitió un aceptable proceso de institucionalización: “Cuando surgía el conflicto, este ya se encontraba institucionalizado, y existían unos mecanismos de negociación a los que acogerse. Institucionalmente existía una distribución contrabalanceada de atribuciones que parcelaba minuciosamente la capacidad de acción entre las diversas instancias del Estado”(4).

El sistema de partidos chileno debió enfrentar exigentes cambios por las coyunturas políticas, algunas de las cuales fueron de un impacto ideológico de gran envergadura. Ejemplo de ello es lo que ocurrió en la década de los setenta cuando la dictadura militar golpeó las instituciones políticas para borrarlas del mapa político, y relegarlas al más oscuro de los pasajes de la historia.

La evolución del sistema de partidos está constituida por una singularidad basada en un sistema tripartito que se desarrolló desde el inicio de la formación política, inmediatamente después del proceso de independencia (5), y que ha permanecido, casi infranqueable, según algunos autores, inclusive después de acabada la dictadura de Pinochet y retomada la democracia.

Este constante devenir tripartito es producto de tres grandes fisuras sociales: conflicto religioso, el de la clase urbana y el de la clase rural (6). Lo importante es que cada una de estas fisuras sociales fue interpretada por los políticos o las elites desde el ámbito de la sociedad para, posteriormente, incorporarlas al campo político (7).

Arturo Valenzuela caracteriza al sistema de partidos chileno por la constitución de diversas fuerzas políticas que se localizan bajo un amplio margen de distancia, que al igual que Timothy Scully concuerda en el número de cleavages, pero difiere en el carácter temporal y temático de las escisiones. Para Valenzuela el sistema está determinado por tres fisuras o “escisiones generativas” (8) principales: Centro – Periferia, Religioso (estado contra iglesia) y de Clase (trabajador contra empleador).

Para Scully la génesis del sistema de partidos políticos chileno se estructuró, de manera consciente, por las autoridades políticas de la época, que dieron por resultado en cada uno de los conflictos dualistas un sistema tripartito; por lo que podemos destacar el esfuerzo por mantener un centro político constante entre los dos polos que dibujan la fisura. En este sentido, como señala el mismo autor, el centro no debe ser entendido como una cuestión equidistante de forma matemática, sino como el punto intermedio dentro de la coyuntura política entre las dos posturas ideológicas de derecha e izquierda, que además de ser el punto de encuentro o resolutivo, puede, inclusive, llegar a transformase en alternativa ante la polarización del conflicto.

Las posturas adoptadas por las elites políticas, en cada uno de estas tres fisuras, trajo como consecuencia la promoción de nuevas opciones políticas a través de la instauración de nuevas alianzas partidistas, como también la creación de nuevas alternativas de partidos políticos. Siguiendo el planteamiento anterior podemos observar que, independiente de las diferencias temporales y temáticas que plantean los autores consultados sobre los cleavages, nuestra visión analítica sobre el origen y evolución de los partidos políticos en Chile sigue, a grandes rasgos y con las particularidades que presenta el caso chileno, la línea teórica planteada por Lipset y Rokkan.

Lo anterior no pretende ser una generalización, ya que los sistemas de partidos no son producto exclusivamente de las particiones societales. Por el contrario, en otros Estados se han producido los mismos cleavages (religiosos o de clase) con consecuencias diametralmente diferentes. En este sentido lo concluyente no es sólo la presencia de escisiones en la sociedad, sino el contexto (el cómo y cuándo) donde ellas se revelan políticamente (9).

Como señalamos anteriormente el rol del centro político es una cuestión significativa para entender el sistema pluripartidista de Chile. Los tres conflictos críticos que modificaron el sistema de partidos, presentaron a la par tres procesos de reordenamiento del centro político, reflejado en la redefinición de los partidos y su papel dentro del sistema. Éste es por ejemplo el caso del siglo XIX, en la cual el partido liberal ocupó un nuevo espacio ideológico (el centro) dentro del sistema (10).

La discusión avanza en este sentido, entre los entendidos, sobre el verdadero rol de los partidos de centro y su función en cada una de las fisuras sociales que se presentan dentro de un sistema de partidos determinado (11). Para el caso chileno la participación de este centro político, independiente del partido que ocupara esta plaza, significó hasta antes del quiebre institucional de 1973 el equilibrio y la caracterización misma del sistema. Algunos autores han destacado este hecho: “Chile es único, no sólo en cuanto al número de partidos políticos, sino al alcance de éstos, su alto grado de impersonalismo y la manera en que calzan dentro de tres ideologías principales”. (12)

Los cleavages como ejes de desarrollo del sistema de partidos

Los primeros vestigios del sistema de partidos en Chile se originaron inmediatamente después del proceso de independencia a comienzos del siglo XIX. De ahí en adelante se desarrolló un incipiente sistema de reacomodación y de aprendizaje político en los nuevos espacios de participación a través de los cuales elaboraron, no sólo, las bases del sistema partidario, sino que también los pilares del Estado.

El período posterior al proceso de independencia había acabado con la antigua estructura colonial, la cual debía dejar paso a un nuevo “proyecto” político-administrativo. Sin embargo, hubo un factor que precipitó el desenlace: la oligarquía rural, como pivote de la armazón societal, perduró a esta etapa de cambios y emergencias, lo que ayudó a una - relativa - expedita transición, “La presencia imponente de una oligarquía rural relativamente homogénea ayuda a explicar la transición comparativamente expedita a un régimen políticamente estable bajo la Constitución de 1833, la que proporcionó el principal marco legal para el desarrollo político…” (13)

Si seguimos la visión de Arturo Valenzuela, la principal caracterización del sistema de partidos en Chile estuvo basado en el desenlace de la primera escisión que él denominó Centro – Periferia. Este quiebre está condicionado por la reticencia, de ciertos estructuras de influencia en la sociedad chilena, por desarrollar un estado laico y centralizado. Estas reticencias tenían su origen en rivalidades regionales, de carácter familiar y personal, por intereses económicos en las distintas zonas geográficas del país que intentaban privilegiar sus opciones ante las élites terratenientes de clara tendencia conservadora (14).

Pero la decisión gravitacional en esta etapa la marcó la nueva clase política emergente que logró desplegar, con las limitancias propias del marco coyuntural, un embrionario desarrollo económico. El impulso de este nuevo sector provocó un incipiente grado de poder, que fue capaz de afianzarse en el entorno político-social del país (15), relegando a las antiguas esferas a un plano de menor envergadura.

Podemos decir, con relación al ámbito social, que en términos generales existió una cierta homogenización que ayudó a pavimentar el camino para desarrollar unos gobiernos relativamente estables y eficaces. Otro aspecto fue el proceso de aproximación entre las clases de fuerte poder económico que convergieron en favor del desarrollo del Estado. “El principal hecho que estableció el Estado fue la unificación política de los sectores agrarios y comerciales de las clases dominantes alrededor del poder de los latifundistas del valle central” (16).

De esta manera podemos hablar de una relativa estabilidad política con participación de unos incipientes partidos que permitieron poner en marcha y, posteriormente, desarrollar proyectos de gobiernos. La constitución de 1833 introdujo y definió un sistema presidencial que permitió engrasar un marco político que acompañó varias décadas más. La formación del parlamento se transformó, desde su creación, en la figura central de la autoridad política, eligiendo, virtualmente, entre 1830 y 1970 a los presidentes y parlamentarios según las normas electorales que regían en cada época (17).

La segunda escisión se refiere al aspecto religioso. Si bien esta fisura está comprendida a principios de la segunda mitad del siglo XIX, sus orígenes los podemos encontrar muchos años antes, y no sólo como un aspecto que atañe a Chile, sino que interpretaba a todo el continente (18).

El avance de las fuerzas laicas en variados ámbitos de la sociedad chilena y el impacto que sus decisiones provocaron en las políticas de los gobiernos, motivó a los sectores religiosos de tendencia conservadora a aumentar su posición en los espacios de participación. Se fraguó, con el tiempo, una élite anticlerical con fuerte presencia en la toma de decisiones con el objeto de generar un proceso de laicización en círculos de fuerte influencia conservadora, como por ejemplo, el campo educacional. Estas disparidades políticas generaron un mayor avance de las actividades en el parlamento y de los propios partidos políticos, en orden a organizar acuerdos y pactos que favorecieran los intereses que representaban las partes. Por ello, no es raro observar acuerdos entre radicales y conservadores con el objeto de promover políticas privadas y públicas. En este marco las fuerzas políticas de la época, después de sufrir los desequilibrios institucionales de 1891, acuerdan realizar una importante reforma general al sistema político chileno, dando por terminado la fase presidencialista para inaugurar un período parlamentario.

Este nuevo sistema político recalcó el papel de las políticas legislativas. Los individuos y los grupos de interés, como las propias élites, expresaron sus exigencias y necesidades por intermedio de los partidos políticos y facciones legislativas, lo que provocó que los partidos se trasformaran en el engranaje de la construcción política del Estado (19).

Finalmente Arturo Valenzuela presenta el cleavage de Clase como tercera y última escisión. Esta fisura estuvo bajo el prisma de una política más competitiva y masificada, representada por un mayor número de partidos. Otro factor de indudable trascendencia fue el proceso de industrialización del cual Chile no era ajeno y, por el contrario, participaba activamente, tanto desde el sector patronal como del amplio sector proletario. Este auge industrial aprestaba un proceso paralelo de urbanización que adjunto generó un reordenamiento del mapa político.

Los partidos de la época, especialmente el Partido Radical, intentaron por diversas estrategias captar la militancia y el voto de este emergente sector proletario, acercando sus posiciones ideológicas a las demandas e intereses que los trabajadores reivindicaban. La elite patronal ante este emergente evento optó, en la mayoría de los casos, por reprimir el movimiento obrero, lo que provocó una mayor grieta de las posturas y radicalización de los movimientos.

La dirigencia obrera, ante este contexto, se inclinó por reforzar la organización interna del movimiento obrero con el objeto de presentar candidatos a cargos públicos. Sin más, la emergente clase proletaria industrial formó el primer partido obrero (1887) y dentro de unos años eligió a su primer candidato al parlamento (20).

Esta última escisión significó la creación de partidos fuera del contorno de las elites políticas de la época y del ámbito legislativo, dando paso a partidos de fuerte inspiración de clase, generando una nueva competencia y un reimpulso de las antiguas asociaciones partidista con el objeto reconquistar el voto y por recuperar los espacios electorales que habían renunciado en las décadas anteriores “La escisión de clases acabó posicionando a los partidos chilenos, como sucedió en otros lugares, en el continuo que va de la derecha a la izquierda” (21)

Sin embargo, esta evolución y caracterización del sistema de partidos es una de las visiones. Existe la perspectiva desarrollada por Timothy Scully en su libro Los partidos de centro y la evolución política chilena, que ha dado la base analítica-histórica suficiente para iniciar una serie de estudios en este ámbito. En sus páginas observamos una gran similitud con respecto a la visión presentada por Valenzuela en orden a asignarle a las escisiones la responsabilidad en la formación de los partidos políticos inmediatamente después del proceso de independencia.

También se encamina por reconocer tres grandes fisuras. Pero la diferencia estriba en que Scully estructura a una de ellas en distinta época y a causa de otro proceso social. Específicamente, y para ser más claros, Scully no considera como cleavages el Centro - Periferia (la primera escisión según la visión de Arturo Valenzuela), pero si concuerda en el segundo, es decir, la escisión Clerical- Anticlerical a mediados del siglo XIX. Además coinciden en otro cleavage denominado de clases (que para Valenzuela sería el tercero y último, pero para Scully es el segundo) el cual se genera a principios del siglo XX. Ambos le asignan una trascendental importancia, coincidiendo, además, en la mayoría de las consecuencias.

Por lo tanto, la principal diferencia es la aportación de la tercera fisura de Scully que emerge a partir de la movilización y concienciación política de la clase obrera al campo, proceso ocurrido alrededor de los años cincuenta del pasado siglo. “El control de la oligarquía sobre el voto campesino había sido piedra angular del sistema de partidos. Una vez removida en la década de 1950 esta piedra angular, se produjo una reorientación importante del sistema de partidos” (22).

Para Scully esta fisura marcará el rumbo de la formación política en las décadas posteriores y un reordenamiento de las posturas y alianzas en los partidos. Este cleavage tendrá su génesis en medio de importantes cambios estructurales, como los desplazamientos demográficos y la aparición de nuevos e importantes actores sociales y políticos en las zonas urbanas que ampliaron y modificaron, por ende, el espectro político. Son muchas las variables que aparecen en esta coyuntura crítica: el papel y el conflicto al interior de la iglesia ante los sucesos de la época, la exclusión de partidos de izquierda, el reordenamiento del centro político y la movilización política urbana que se traslada al campo.

Ya expuestas, someramente, las fisuras críticas, o cleavages, del sistema de partidos en Chile es necesario reflexionar, brevemente, en torno a una de ellas.

En la fisura de Clases reconoceremos el surgimiento de partidos de representación de intereses de la clase obrera con una fuerte inspiración en los postulados ideológicos de corte marxista. Este sector con los años maduró su organización hasta establecerse en un extremo de la política chilena, hasta el punto de transformarse en opción viable de gobierno. Sin embargo, su experiencia será un tanto traumática viendo interrumpida sus actividades a comienzos de los años setenta. En otras palabras, los tres tercios del sistema de partidos generaron una izquierda de inspiración marxista a lo largo del siglo veinte.

Las causas del golpe de Estado de 1973 han llevado a replantear algunas consideraciones con respecto a la estructura del sistema de partidos. Una de éstas dice relación con las ideologías que emanan de los partidos y su grado de polarización ideológica que genera esta diferenciación política en todo el sistema (23).

La opinión generalizada sobre esta cuestión señala que la crisis política en Chile en 1973 se debió a un agotamiento, sin salida, del sistema de partidos, sumado a un alto grado de polarización. Siguiendo esta última reflexión el rol que jugó la variable del centro político -encarnado en aquella época por la democracia cristiana- que se había decantado por unas de las vertientes políticas abandonando su estratégico puesto de centro, había generando un enfrentamiento entre los dos polos claramente diferenciados en torno al gobierno de Allende.

Para otros la fragmentación política no fue por la ausencia de este centro partidario, sino por el contrario se debió al éxito de la estrategia de movilización electoral que la Democracia Cristiana llevó a cabo, y que a su vez definió eventualmente la disposición de opciones políticas a ambos lados del sistema político (24) . La discusión no está cerrada y es tarea de quienes están hoy por el estudio de los partidos de centro determinar los verdaderos aportes de estos partidos en la configuración del sistema de partidos, y en especial lo acontecido en el caso chileno.

En un segundo documento abarcaremos el desarrollo del sistema de partidos chileno a finales del régimen militar. La reinauguración de la democracia en 1989 produjo un reordenamiento de los partidos y coaliciones políticas de la época, lo que ha provocado un interesante debate, entre los politólogos chilenos, sobre la presencia de un posible nuevo cleavages denominado Autoritarismo / Democracia.

Mauricio Rojas Casimiro
Licenciado en Periodismo y Comunicación Social, Universidad de Playa Ancha, Chile. Master en Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense. Doctorando en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense

Notas:

(1) Este breve documento es parte de un trabajo de investigación denominado “Análisis de la izquierda radical chilena” realizado por este autor para optar a la defensa del DEA (diploma de estudios avanzados) (2007) en la UCM.
(2) Campo, Esther del; “Unas notas sobre el sistema de partidos en Chile y Argentina en tiempos de crisis” Revista de Estudios Políticos nº 74 Pág. 209.
(3) Ruiz-Rodríguez, Leticia; “El sistema de partidos chileno, ¿Hacia una desestructuración ideológica? Pág. 73. En: Alcántara, Manuel y Rodríguez, Leticia (Eds); “Chile: política y modernización democrática”, Ediciones Bellaterra, Barcelona 2006. Se refiere a esta similitud al resaltar algunos de los puntos de concordancia entre ambos sistemas en perspectiva comparada: El elevado grado de institucionalización (Mainwaring y Scully 1995; Pauyne et al., 2002) la participación de partidos que abarcan la totalidad del espectro ideológico, el contenido de los anclajes que se estancaron en el sistema de partidos (Scully, 1992; Torcal y Mainwaring, 2003), y por último, que el sistema chileno poseía un mecanismo menos elitista en comparación al resto del continente. Por ello la justificación de la relevancia de materializar su estudio.
(4) Campo, Esther del. Op. Cit. Pág. 189.
(5) La autora Esther del Campo señala que seguido al proceso de independencia se originaron los partidos políticos en Chile. Si bien estos partidos no representaban el concepto moderno del término, formaron grupos relativamente durables y que persistieron en un período de tiempo. Concluye que estos “partidos” eran más que simples agrupaciones que giran alrededor de personalidades o por conexiones familiares. Campo, Esther del; “Unas notas sobre el sistema de partidos en Chile y Argentina en tiempos de crisis” Revista de Estudios Políticos nº 74 Pág. 181.
(6) Scully, Timothy; “Los partidos de centro y la evolución política chilena” CIEPLAN – Notre Dame, 1992, Pág. 11.
(7) Sartori aclara que los partidos políticos y los políticos además de personificar y canalizar los conflictos que se presentan en la coyuntura político-social de un país, también realizan una elección de los conflictos, y que en algunos casos pueden llegar a distorsionar de acuerdo a sus motivaciones.
(8) Este término fue incluido originalmente por Valenzuela (1985) traducido de generatives clevages. También las denomina divisiones societales de fondo. En “Orígenes y características del sistema de partidos en chile: Proposición para un gobierno parlamentario” Arturo Valenzuela, Centro de Estudios Públicos (CEP); Chile, 1985, Pág. 5.
(9) Valenzuela, Arturo; Op. Cit. Pág. 6.
(10) El centro político lo ocupó en el primer conflicto a mediados del siglo XIX el Partido Liberal, ya que la presencia de una nueva postura de izquierda asomó en la arena política de la época. En los primeros años del siglo XX son los Radicales (de inspiración masónica) quienes se harán con el centro, una vez producido la coyuntura critica de clases que fraguó en el segundo gran conflicto dentro del sistema de partidos chileno. En aquella época el surgimiento en las ciudades de los movimientos sociales proletarios y grupos anarquistas, produjo que los radicales se desplazaran al centro, para dar paso a los partidos de clases de inspiración marxista. Y, finalmente, con la aparición de la tercera fisura social derivada de la clase rural en los años cincuenta, aparecen los democratacristiano como el nuevo centro político, desplazando asombrosamente a los radicales de ese puesto, ya que estos últimos, después de tres gobiernos seguidos, habían sufrido un desgaste político e ideológico que golpeó fuertemente sus aspiraciones centristas quedando en una posición claramente desventajosa. De ahí en adelante los radicales adoptaran una posición cercana a la izquierda, llegando a apoyar e integrar la Unidad Popular.
(11) Para Scully se debe repensar el rol de los partidos del centro político, y su importancia en los sistemas multipartidista, ya que para él cumplen una función importante y decisoria dentro de los sistemas de partidos, en contraposición a la teoría de Sartori.
(12) Kalman, Silvert, “Chile: yesterday and today”, Editorial New York, Holt, Rinehart and Winston, 1965, Pág. 99.
(13) Mainwaring, Scout y Timothy Scully; “La construcción de instituciones democráticas: sistemas de partidos en América Latina” Traducido de Building democratic institution party system in Latin America, Satanford University Press, Standford, 1995.Op. Cit. Pág. 84.
(14) Valenzuela, Arturo; Op. CIt. Pág. 6.
(15) Ibidem. En este sentido, el autor destaca además, que la nueva clase política logró aplacar los desafíos armados y posicionar una eficaz hegemonía sobre las fuerzas militares.
(16) Campo, Esther del; Op. Cit. Pág. 182.
(17) Valenzuela, Samuel y Arturo Valenzuela; “Los orígenes de la democracia. Reflexiones teóricas para el caso de Chile” Centro de Estudios Públicos (CEP) nº 12; Chile, 1983. Pág. 11.
(18) Scully, Timothy; Op. Cit. Pág. 49.
(19) Valenzuela, Arturo; Op. Cit. Pág. 8.
(20) Valenzuela, Arturo; Op. Cit. Pág. 9.
(21) Valenzuela, J. Samuel y Timothy Scully; “De la democracia a la democracia: Continuidad y variaciones en las preferencias del electorado y en el sistema de partidos en Chile”, CEP nº 51, Santiago de chile 1993. Pág. 200.
(22) Mainwaring, Scout y Timothy Scully; Op. Cit. Pág. 92.
(23) Para Ruiz-Rodríguez estas dos variables son susceptibles de ser investigadas para elaborar una teoría con respecto al análisis del sistema de partidos chileno. En este mismo sentido considera necesario estudiar la estructura ideológica del sistema chileno, ya que una de sus características es alto grado de ideologización política, reconocida siempre como un factor positivo por los estudiosos, porque permitía verificar y transmitir las distintas vertiente ideológicas de los partidos que componían el sistema. Sin embargo, para esta autora, esta misma caracterización ideológica fue excusa por quienes materializaron y apoyaron el golpe militar. Alcántara, Manuel y Ruiz Rodríguez, Leticia (Eds); “Chile: política y modernización democrática”, Ediciones Bellaterra, Barcelona 2006, Pág. 74.
(24) Scully, Timothy; Op. Cit. Pág. 221.

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