jueves, 14 de junio de 2007

Yijing el libro de los cambios

Número 3/ Junio-Julio 2007
Belén Dorado

El Yijing, el libro más antiguo de la historia de China, del siglo XX a.n.e., también es conocido como Zhouyi o Mutaciones de los Zhou, por haber sido recopilado en esta dinastía (Dinastía Zhou 1027-256 a.n.e.) a manos del Rey Wen de los Zhou y de su hijo, el Duque Zhougong Dan.

Como documento adivinatorio, cosmológico y moral, forma parte de los conocidos como Wu Jing o Cinco Clásicos del pensamiento chino, entre los que se encuentran también el Libro de las Odas, de gran valía para el estudio de la corriente poética china, el Libro de las Crónicas que contiene los documentos relativos al Emperador Amarillo y a los reyes legendarios de la mítica dinastía Xia, y el Libro de los Ritos como documento clave en el estudio de las costumbres rituales de las primeras épocas, y los Anales de Primavera y Otoño en el que se recogen las crónicas de la época histórica del mismo nombre.

El contenido del Yijing puede ser resumido en las palabras del historiador chino Sima Qian (145-86 a.n.e.), quien dejó escrito en el Libro de la Historia: el libro de las mutaciones que trata del cielo y de la tierra, del Yin y del Yang, de las cuatro estaciones y los Cinco Elementos es el estudio por excelencia del devenir

En un principio fue creado como un libro de adivinación con el cual se podían predecir los acontecimientos venideros de manos de aquellos Fangshi o adivinos. En un principio estos actos consultivos se hicieron sobre caparazones de tortuga o huesos de animales (lo que a su vez dio nacimiento a los primeros pictogramas, antecedentes de los caracteres de le lengua china), luego fueron sustituidos por tallos de milenrama, hierba a la que se le otorgan propiedades mágicas, y más tarde por monedas. Tras la consulta el adivino otorgaba un número negativo o positivo que iba indicando las líneas del hexagrama resultante, que posteriormente era interpretado.

Pero lejos de explicar el del Yijing como documento adivinatorio, debemos centrarnos en su aspecto cosmológico. Basados en la observación de las cosas del entorno surgió la idea de Yin-Yang, como las dos fuerzas originales que engendran todas las cosas que hay bajo el cielo, y que deben verse como los opuestos y complementarias, como la dualidad de todo lo que existe. Pero esta dualidad lejos de ser concebida como conflicto es vista como necesaria. El Yin necesita del Yang, el Yang necesita del Yin; donde hay Yang hay Yin y el Yin alberga el Yang… ya que todas las cosas que existen se encuentran en continuo movimiento, todo se transforma, nada es inmutable.

Partiendo de la noción de que todo posee un ciclo de cambios, el Yin y el Yang cumplirán la función de alternar sus fuerzas para posibilitar un correcto movimiento que desembocará en un cambio, como hacen el resto de los elementos del Universo que están en continuo movimiento y se rigen por un orden dinámico, donde los astros y fuerzas se mueven en todo armónico.

Mientras que el Yin se relaciona con la Luna, la oscuridad, lo femenino, el norte de una montaña, el sur de un río o los genitales femeninos, el Yang es todo lo contrario; es el sol, lo masculino, el sur de una montaña, el norte de un río y los genitales masculinos.

Si el Yin se representa con una línea dividida, el Yang lo hará con una entera, y partiendo de estas dos fuerzas se gestarán las 4 Formas (de dos líneas), los 8 Trigramas (de tres líneas) y los 64 Hexagramas (de seis líneas). De esta manera podemos adivinar que el trigrama por excelencia de Yin serían tres líneas divididas, Kun (Tierra), y el de Yang tres líneas enteras, Qian (Cielo).

Si seguimos el razonamiento de F. Youlan al respecto, Yin y Yang debe ser vistos como dos padres que engendran al resto de sus hijos, al resto de trigramas que componen el Yijing. Los hijos engendrados por Yin y Yang, por el sol y la luna son: el trueno, el viento, el agua, el fuego, las montañas, y los lagos.

El Yijing, al igual que la Biblia, tiene un origen legendario que explican su nacimiento. En un pasaje del documento se cuenta que el Río Amarillo (Huang He) entregó al mítico Fu Xi el mapa (conocido como Diagrama del Río) que sirvió a éste en la creación de los Ocho Trigramas, que en Anotaciones de los Ritos (notas del Maestro Kong Fuzi al Libro de los Ritos) se dice que fue entregado por un caballo y que en el Libro de la Historia es un caballo dragón el encargado de mostrar los Trigramas a Fu Xi.

Pero si hemos dicho que el Yin y el Yang marcan el nacimiento en la forma de comprender el mundo por los chinos, el otro concepto clave en la comprensión de tal pensamiento son los Wu Xing o Cinco Elementos. Si dijimos que el Yin y el Yang son los dos elementos originales, opuestos y complementarios, a los que luego Lao Zi se referirá como el Uno y el Dos que se engendran a partir del Dao, los Wu Xing se corresponden a los elementos o esencias, relacionados con los cinco colores y los cinco puntos cardinales (entre los que se incluía el centro).

Los Cinco Elementos son: Agua, Tierra, Madera, Metal y Fuego que se corresponden con los Cinco Colores Amarillo, Verde, Blanco, Negro y Rojo. En base a esta creencia, las distintas dinastías que se sucedieron en China otorgaron un color y un elemento a su reinado. De la misma manera que los dos pares (Yin y Yang) poseen una categoría, los Cinco Elementos tienen la suya. Así la naturaleza del agua es humedecer y descender; la del fuego, quemar y ascender; la de la madera, ser encorvada y enderezarse; la del metal, ceder y ser modificado; la de la tierra, servir para la siembra y la cosecha. (F. Youlan “Breve Historia de la Filosofía China).

El Yin y el Yang sientan las bases en la forma de percibir y comprender las cosas para los chinos. Si tomamos como positiva la visión de los dos opuestos que se necesitan para posibilitar un correcto funcionamiento de todas las cosas estaremos en condiciones de asimilar que, al igual que el sol y la luna se suceden en ciclos de cambios, y de la misma forma que es la luna la responsable del movimiento de las mareas y el sol del la mutación de la semilla en fruto, los seres humanos necesitan comprender la importancia de estos aspectos que, propios de la cultura y el pensamiento más ancestrales de China, perviven inconscientemente en la mente de los chinos.

Todas las cosas tienen un ritmo que viene marcado por el Universo, algo similar a lo que decía Platón al plantear su noción de La Música de las Esferas, y en ese ritmo cada uno de los elementos, de los cuales nosotros formamos parte, se desarrolla y evoluciona en dos ámbitos, el del Yin y el del Yang. Habrá momentos en los que el Yang sea el dominante y otros en los que lo sea el Yin de la misma manera que la sombra que incide en una montaña no es la misma durante todo el día. La mitad de ella permanecerá en sombra mientras la cara opuesta recibirá la luz del sol, sin pertubar ni supeditar sus fuerzas.

Con la noción de Yin-Yang, y Cinco Elementos el pensamiento chino pudo abstraer, mediante la observación de lo que les rodeaba, las claves para comprender el funcionamiento de los Wan Wu (Diez Mil Cosas para referirse a todo lo que existe). Con un pensamiento en base a la propia naturaleza y creyendo que los contrarios se complementan y necesitan para el buen funcionamiento de todo, el pensamiento chino creará un corpus intelectual basado en la observación del ciclo cambiante de los elementos, algo que recuperarán los maestros confucianos, en el plano social del pensamiento, y taoístas en el individual, y que será visible en el resto de manifestaciones, tales como las artes, incluyendo aquellas como el Taichi o el Qigong, practicadas por los monjes en los escenarios de los monasterios albergados por las montañas.

Belén Dorado
Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Granada
y miembro del FEIAP (Foro de Investigación sobre Asia Pacífico).

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