jueves, 3 de junio de 2010

Corrupción en Cuba: algo huele mal en la Habana

Número 20/abril-junio 2010
Juan Luis Dorado Merchán

La noticia corrió como la pólvora por las redacciones de medio mundo el pasado mes de abril. Raúl Castro hablaba de corrupción. ¿Algo estaba cambiando? ¿Por fin empezaría a limpiar los fallos del sistema cubano? Nada más lejos de la realidad. Cuba sigue igual, y lo que era algo conocido por todo el planeta, simplemente, ahora es oficial.

Se podría decir que el Gobierno castrista siempre ha tenido la mano abierta con la corrupción a pequeña escala. Es decir, permitir que los ciudadanos y ciudadanas de a pie pudieran "trapichear" de alguna forma para poder llegar a fin de mes (o a fin de año). Pero ahora ha llegado a las altas esferas.

Desde su llegada por la enfermedad de su hermano, Raúl Castro (aparentemente y de cara a la galería) ha intentado avanzar en un proceso de institucionalización que afianzase su poder dentro del Régimen. Tras conseguir cierto apoyo internacional, especialmente de los países del entorno bolivariano, se dispone ahora a hacer fuerza para luchar contra la corrupción instalada en la jerarquía del Partido.

Desde algunos foros ya se apunta a esta situación como la mayor amenaza a la estabilidad del Castrismo. Mucho más, sin duda alguna, que una disidencia interna coartada y cuyos principales valores pasan los últimos días de su vida (ya que hablamos de personas de avanzada edad en su mayoría) entre rejas.

Y es que los disidentes están aislados, bien en sus celdas, bien sin apoyo internacional claro para poder llevar a cabo una labor. En cambio, los corruptos están en puestos importantes de la Administración cubana. Y es esto, lo que podríamos llamar la "disidencia corrupta", el mayor temor de Raúl Castro desde hace un tiempo.
Pese a predicar el comunismo desde tiempos inmemoriales, las desigualdades en Cuba siempre han estado a la orden del día. Y en los últimos años (sobre todo en estos duros tiempos de crisis que a la Isla le ha afectado si cabe más que a otros países) son muchos los que tratan de salvar su estatus por si la Revolución algún día es algo del pasado.

La URSS será siempre el ejemplo perfecto para cualquier país que algún día trate de realizar una transición del comunismo al capitalismo. Nadie quiere perder lo que tiene. Y mucho menos en un lugar como Cuba, donde nadie tiene demasiado.

Volviendo al "trapicheo" típico de los ciudadanos cubanos, es necesario señalar que lo que era algo simbólico se ha convertido en toda una economía sumergida que ha ido afectando a todos los sectores del Régimen cubano. Y sin en un país con unos desequilibrios oferta-demanda brutales, unos pocos empiezan a controlar a su antojo el mercado, todo se transforma en algo más desproporcionado.

El Secretario General de la ONU,Ban Ki-moon, se reúne con Raúl Castro, Presidente de Cuba. UN Photo/Mark Garten


Y es que lo que era una anécdota, una gracia inherente al pueblo cubano, ahora es corrupción. Ha llegado a las altas esferas y se han empezado a descubrir favores, intercambios interesados,... Vamos, algo muy occidental en un país que trata de subsistir contra viento y marea como paraíso y oasis comunista.

Ante las noticias y los rumores crecientes de este aumento de la corrupción a todos los niveles, el Gobierno de la Habana (no se sabe si de cara a la galería o por miedo real) ordenó a finales de abril una serie de auditorias coordinadas bajo batuta estatal, dentro del proyecto de control férreo sobre la economía que trazó Raúl Castro cuando tomó el poder.

Y es que las amistades se remontan al mismísimo Fidel Castro. Situemos. Encuentran el cadáver de un empresario chileno gerente de una empresa mixta situada en Cuba. El Gobierno confirma la investigación de otro empresario chileno, propietario de empresas mixtas, muy próximo a Fidel.
Al ir deshilando la madeja, el Gobierno de la Habana empieza a ver la realidad. La corrupción no sólo toca a estas empresas mixtas. Pasa por altos funcionarios, militares,... Solución: como hemos dicho anteriormente, auditoria a gran escala y el discurso revolucionario de siempre.

Es fácil imaginarse a Fidel Castro en un púlpito acusando a Estados Unidos y al capitalismo-imperialismo de ser la influencia y el causante de este mal que ataca a Cuba. Y acabar su discurso con un "¡Revolución o muerte!". En realidad, hace años que los Castro no sorprenden a nadie.

¿Por qué este repentino miedo a la corrupción?

Vienen a la mente de todos los cubanos y analistas unas palabras pronunciadas por Fidel Castro hace unos años. "Sólo nosotros mismos podemos acabar con la Revolución". Quizás, Fidel (hombre inteligente por encima de todo) no hacía referencia ni al enemigo externo ni a la disidencia ni al exilio, se refería a la corrupción.

Y es que se podría decir que todo se ha descontrolado. Todos en la Administración castrista son conscientes de que existen transacciones ilegales desde el comercio a gran escala que se notan en la calle. Las cartillas de racionamiento llenan menos la cesta de la compra y unos pocos se enriquecen en exceso.

Pero esto es pura lógica. Es la supervivencia de la especie. Como hemos dicho anteriormente, el derrumbe de la URSS despertó inquietudes en la clase dirigente de la Habana. Sólo hay que sumar más poder y más aspiraciones. El resultado: se desea más y más comodidad, bienestar,... por lo tanto, corrupción a gran escala.

Según las últimas informaciones, afecta a todos los ámbitos, especialmente a los más necesarios de la población. Hablamos de la leche, el pollo, el arroz, el azúcar,... el mercado de bienes básicos ya está concentrado en pocas manos.

Hace pocas semanas, el propio Raúl Castro apelaba a la unión de la sociedad para luchar contra esta lacra a la que teme. El hermano pequeño aseguraba que "sin rechazo social de las ilegalidades, unos pocos seguirán enriqueciéndose, atacando directamente la esencia del socialismo".
Ante esto, sólo se puede emitir una reflexión: a la población cubana, si no tiene para comer, la Revolución y los valores no le importarán lo más mínimo. Y la pasividad de los cubanos para afrontar los cambios sólo podría ser avivada por el hambre. Nadie quiere ver sufrir a sus hijos. Por eso, Raúl Castro teme esta situación más que a los disidentes. Le aterra un panorama dominado por la corrupción y es consciente de que si la población pide explicaciones por no poder alimentar a sus familias, llegaría un momento temido para el castrismo: los cubanos podrían levantarse contra ellos.

Ha tenido que salir al quite también Fidel Castro en uno de esos artículos con los que ilumina y orienta a los teóricos del socialismo (y a Hugo Chávez) habitualmente. Fidel (lleva años avisando del peligro de la corrupción y comparando a Cuba con la URSS) señaló de forma tajante que "los que traicionan la ética tendrán menos posibilidades de engañar". Aviso a navegantes. No habrá medias tintas porque no está en juego el futuro de los ciudadanos y ciudadanos de Cuba. Está en juego la Revolución. Y tocar el "cortijo" de los Castro es algo impensable en la Isla.

Precisamente fue Fidel quien acuñó por primera vez en Cuba el concepto "nuevos ricos" hace algunos años. Algo teóricamente inviable en cualquier sistema socialista, pero que pasó en la Europa del Este y está pasando en China. Y aquí hay que precisar: los empresarios cubanos tienen múltiples relaciones con los empresarios chinos. Y han visto su nivel de vida. Antes era una quimera, pero ahora que lo han tocado, lo desean.

Y es que estas escisiones y mentalidades capitalistas son el terror de los Castro. No podrán apelar a la propaganda externa, ni a las presiones, ni a las locuras de los disidentes... serán amigos suyos, protegidos de antaño, los que planteen un cambio, porque han probado el lujo y no querrán bajarse del carro.

Un ejército de auditores

Es por todo esto que Raúl Castro ha dispuesto un auténtico ejército de auditores para llevar a cabo una auditoria bestial sobre las empresas mixtas, que son las grandes señaladas. Podríamos denominar todo este proceso como ‘Operación Contracorrupción'.

El actual presidente cubano señalaba hace unas semanas que son conscientes de estar ante "un asunto político y que la Revolución puede irse por ese agujero negro". Nuevamente destapaba sus cartas. No tiene en su mente a los grandes perjudicados de todo esto: sus compatriotas. Para nada. Hay que salvar la Revolución... o muerte.

El último jarro de agua fría vino de Cubana de Aviación, acusada del empleo extraoficial de aviones para transportar mercancías. Tras destituir al director general del Instituto de Aeronáutica Civil de Cuba, Rogelio Acebedo, por toda la Isla corría una única sensación: los directivos están haciendo muy suyos los valores del socialismo ya que todos se sienten dueños de todo pero en esa ecuación no parece entrar el pueblo cubano.

Va a tener difícil Raúl Castro solucionar el problema de la corrupción y más en un momento en que Cuba vive una situación económica más grave que en el "periodo especial" de los años 90 tras la caída del bloque soviético. Y quizás ni ‘Superman Chávez' pueda salvarle.
Ese agujero negro que citábamos anteriormente supone que las pequeñas reformas (pero reformas al fin y al cabo) iniciadas por Raúl cuando sustituyó a su hermano, se hayan estropeado por una corrupción que viene desde dentro, desde la intrincada burocracia del Partido. Algo con lo que seguro no contaba Raúl Castro, más preparado para el combate ideológico que para el político y el económico.

Ahora no existe la excusa del enemigo externo, no hay una Administración hostil en Estados Unidos dedicada a planear las 24 horas del día ataques contra La Habana. La disidencia no tiene fuerza y el exilio de Miami (todos más jóvenes y emprendedores) no tiene nada personal con los Castro como lo tenían sus padres.

Raúl Castro va a hacer frente a una empresa difícil. Atacar el mal de la corrupción en un sistema en el que todos los valores están viciados desde arriba. Una organización intrincada y burocrática como la de cualquier sistema comunista, en la que los que están más arriba tienen más poder adquisitivo y la ambición aumenta en ellos por momentos. Y hasta ahora sólo es económica. Raúl Castro sabe que el siguiente paso será la ambición política.

Nadie confía en nadie en la Habana. Parece que existe una voluntad del Gobierno cubano por erradicar la corrupción, pero es algo tan instalado en la sociedad cubana que nadie se considera culpable de ser corrupto. La diferencia es que antes la hacían en la calle con kilos de trigo, litros de leche... y ahora se hace con miles y miles de toneladas de productos básicos.

Todo está en tan pocas manos que parece ser que por primera vez el sistema castrista tiene miedo. El negocio montado hace tantas décadas se tambalea tal y como predijo su creador hace tiempo, desde dentro. Quizás una situación así sea la necesaria para que los cubanos y cubanas de a pie se rebelen y exijan cambios a un Gobierno que hace muchísimos años dejó de trabajar por el pueblo y pasó a beneficiarse y a atemorizar al pueblo.

Poco a poco crecen los enanos en el circo montado por los hermanos Castro. Tardó poco Raúl en llamar a Chávez y Morales para trazar un plan anticorrupción. Pero como siempre, parece ser de cara a la galería. Serán depuradas unas pocas empresas, se informará al pueblo como si se hubiera solucionado el problema y esperarán que la vida siga "a lo cubano".

Pero se quedan sin excusas y ahora el enemigo está dentro. El capitalismo no ha llegado desde el enemigo imperialista. Está naciendo dentro y le gusta la buena vida y los lujos. Quizás el epitafio de esta historia pase de ser "Patria o muerte" a ser "Corrupción... y muerte".

Juan Luis Dorado Merchán
Periodista especializado en política latinoamericana

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