viernes, 27 de noviembre de 2009

Encontrando en el liberalismo mesurado una herramienta para hacer de Latinoamérica un polo generativo y ordenado de comercio internacional

Número 17/octubre-noviembre 2009
Andersson Cubillos Quintero

Latinoamérica debe estar preparada para responder a los distintos retos que trae consigo la globalización,  quien  intenta responder a una etapa de la historia única en la que siempre se está en busca de nuevas tecnologías, intentos de unificación de mercados y la solución de los conflictos sociales que generan los diversos procesos de la realización humana.

El desarrollo de las economías de países andinos en la última década, si se mira en relación con el desarrollo de la economía latinoamericana y de la economía mundial y más allá de las diferencias políticas de sus gobernantes, ha sido sin duda sorprendente.

Las reformas internas de la estructura económica, por otra parte, han sido tan rápidas que aún no nos percatamos perfectamente de la profundidad adquirida por el aparato económico, y más aún si conservamos todavía la imagen mental de una economía pobre y subdesarrollada con limitadas posibilidades de crecimiento. No obstante los logros que hemos alcanzado no han sido suficientes para lograr esa solidez económica tan anhelada, prueba de ello es la vulnerabilidad a la que nos vimos expuestos en estas últimas semanas producto de los problemas políticos que tuvieron  países "hermanos" de Venezuela, Ecuador, Colombia y Nicaragua que trascendieron al ámbito económico, como era de esperarse.

Aún cuando liberalismo y globalización parecen ser dos términos forzosamente ligados,  sus procesos históricos no podemos ubicarlos en las mismas dimensiones, por un lado los dos principios más importantes sobre los que se establece el liberalismo son la igualdad y la libertad, y se deben asegurar unas políticas públicas capaces de profesionalizar a los habitantes para que con conocimientos técnicos o profesionales logren agruparse o proponer un libre desarrollo empresarial en aras al aumento de la calidad de vida de las sociedades latinas.

En cuanto a la libertad, ésta se refiere a que todos pueden hacer uso de los derechos que les confiere la ley, pero la dimensión de la libertad desde la concepción de la doctrina del liberalismo está manifestada en la autonomía de las acciones de los individuos, que naturalmente están garantizadas a través de las leyes que la propia sociedad instaura, bajo una concepción idealista y sin duda posible.

Paralelamente y en parte como una respuesta a las nuevas necesidades,  la concepción liberal se ha limitado al enfoque puramente económico, frente a una sociedad profundamente desigual, las oportunidades económicas se restringen debido a la tendencia de apropiación desmedida del capital que el neoliberalismo económico se ha encargado de expandir por todo el mundo. Las condiciones de miseria de la mayoría de la población latina  no permiten pensar en un legítimo uso de la propiedad privada porque en esta libertad está presente el uso excesivo de la racionalidad de los individuos, en la que sus acciones se miden en función meramente de sus costos y beneficios, lo que conocemos como racionalidad maximizadora donde se busca, ganar lo más posible a cambio de perder lo menos. Es por esta razón por la que el  liberalismo a ultranza económico transforma a los individuos en elementales instrumentos de intereses particulares, que, en ocasiones modifica el propósito del poder de decisión individual en una cuestión corriente, olvidándose de las responsabilidades individuales y colectivas que hay detrás de sus decisiones.

En términos generales, el liberalismo político parece ceder terreno al liberalismo económico de mercado. Dos concepciones del liberalismo se contraponen: "Una defiende la multiplicidad de de las elecciones que el consumo y las comunicaciones proponen a la gran mayoría de los individuos [...]. La otra opone a esta concepción la de un sujeto colectivo, depositario de una herencia cultural. De un lado habla de libre elección, de otro de identidad y experiencia de vida" (1).

Estamos ante las dos caras de un mismo proceso: un acelerado y actualmente descontrolado crecimiento capitalista en conjunto a  un acelerado empobrecimiento de las masas en donde éste es la condición de aquellas. Esta es la primera cuestión que debe plantearse si se quiere comprender no sólo las características básicas del modelo de crecimiento económico vigente, sino el cambio de énfasis en el intervencionismo estatal, la significación económica y política de las modalidades de intervención y sobre todo el modelo político de Estado, el modelo de poder que da curso a esa intervención estatal en la economía siendo esta una apreciación compartida con Bejarano (2).

Podemos situarnos en un caso particular, como el colombiano en donde han sido muchos los esfuerzos que se han hecho para hacer más dinámica la economía colombiana, por ejemplo en 1976, el presidente López escribía a su Ministro dimitente Rodrigo Botero: "Siempre acaricié desde las épocas del M.R.L. (Movimiento Revolucionario Liberal), la impresión de crear un pensamiento liberal para este último cuarto de siglo XX en materias económicas y es lo que parece hemos conseguido con su gestión''. Al mismo tiempo, desde los comienzos de su gobierno, hacía explícita la intención de renunciar a la estrategia de sustitución de importaciones para adoptar "la vía del desarrollo por el crecimiento hacia afuera... dándole preponderancia a la dinámica de las exportaciones a lo que yo he llamado hacer de Colombia el Japón de Suramérica" (3). Se trataba, en efecto, de dar paso a políticas económicas de rasgos marcadamente liberales, cuyas tendencias están sustentadas en los principios de la doctrina del liberalismo político y del liberalismo económico quien promueve el mismo ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos (individuales y colectivos) para que la sociedad forme un mercado en el que los individuos puedan ser competidores, clientes, socios, etcétera, de forma vinculante y atrayente.

Las raíces del liberalismo económico se circunscriben bajo los principios del liberalismo político de la libertad y la igualdad, desde la perspectiva económica, la libertad se entiende como un mecanismo que garantiza el pleno disfrute de derechos individuales sustentado en la propiedad privada y en el libre mercado. ¿Entonces por qué tanto en Colombia como en Latinoamérica no se experimenta dicho disfrute?, si el gobierno debe garantizar el carácter igualitario en el que los ciudadanos, en teoría, cuentan con las mismas oportunidades, para participar en el mercado, no es descabellado pensar que si el estado cumpliera a cabalidad con su papel de ente regulador, no viviríamos con la zozobra de despertarnos un día con las puertas del comercio internacional cerradas o con una implosión del consumo, gasto excesivo o enormes deudas públicas o privadas impagables.

De acuerdo con estas condiciones, el liberalismo "además de defender la institución de la propiedad privada como condición y, a la vez, parte integrante de la propiedad individual se planteará que los mercados libres representan el único medio no coercitivo de coordinar la actividad económica en una sociedad industrial compleja" (4) pero que comienzan a degradarse cuando algunos estados sobreproteccionan su mercado más que otros, perdiéndose el equilibrio económico a nivel mundial y reflejándose en  mayor inequidad junto con mayores desproporcionalidades en cuanto a la distribución de la riqueza y la calidad de vida humana global.

Tal vez, no estábamos preparados para dejar la economía colonial, y enfrentarnos a teorías como la de "La Ventaja Comparativa" de David Ricardo, para unirnos al comercio internacional, "la malicia indígena" de la ya venimos dotados los que nacimos en ésta parte del mundo, no nos bastó para entrever que seríamos tan solo los proveedores de los países que sí estaban avanzando a pasos agigantados hacia la industrialización, y que como consecuencia nos dejaron inmensos rezagos tecnológicos, educativos, culturales, en los procesos productivos y por qué no, hasta en la forma de ver el mundo de manera más utilitaria pero en donde se debe reconocer las nefastas consecuencias para un sistema de biodiversidad planetaria, compleja y frágil.

Cómo habrá sufrido el padre del liberalismo económico, Adam Smith, en el aspecto puntual en donde señalaba que, en cada uno de los individuos debe existir el interés por el cuidado en si mismo, lo que constituye una razón que habrá de manifestarse en la propia organización social. En otras palabras la preocupación del individuo por su realización personal será un elemento determinante para alcanzar el bien común, en el sentido de estimular la satisfacción colectiva de los bienes libremente disponibles.

Pese a esto, los principios del liberalismo económico no son extensivos a todos los órdenes del actuar humano, sino que es necesaria la intervención del estado como ente regulador de la conducta social y garante en el establecimiento de las obras que los individuos no se interesan en cubrir. De esta manera la función mínima del estado se circunscribe al orden social y como actor de segunda instancia, ante el escaso interés de los individuos, en ciertos espacios de actuación social.

Frente a estas condiciones de la economía mundial, ya no nos es posible escoger entre el desarrollo hacia adentro y el desarrollo hacia afuera. Este surge como una necesidad impuesta por los cambios de la economía mundial. La internacionalización del capital para los países que persistan en un desarrollo nacional asociado a la industrialización sustitutiva y un marco propiciado con soberanía nacional para que a nivel global se formen unas pautas claras y reglamentarias de todo el sistema bancario y monetario, y así quedar al margen del proceso de integración internacional de la producción y por tanto del proceso colectivo de la acumulación mundial (5).  El  discurso principal que se expone aquí, es la necesidad de expansión del proceso tecnológico. El proceso de producción mundial tiende a concentrarse en rápidas innovaciones, que permiten acelerar los procesos de producción de formas inimaginables, y a las que los países rezagados tecnológicamente estamos forzados a aguardar. La jerarquización entre países es entonces relativa al desarrollo del producto y no al desarrollo tecnológico.

Desde este punto de vista, de la tecnología, la distinción entre centro y periferia tiende a desaparecer para ser reemplazada por una especialización de las naciones en términos del producto y coherencia con la subida de niveles de vida, desarrollo humano de la mano con el impacto ambiental así este sea contemplado como inevitables externalidades. Se hace necesario entonces, igualar las condiciones tecnológicas ecológicas, productivas, etcétera, mediante la redistribución de las instalaciones productivas del capital internacional y la "ventaja comparativa" que se busca en esta redistribución para que no se dependa totalmente del costo de la mano de obra y de la existencia de recursos naturales que abaraten el costo de las materias primas.

De este modo, los países que se empeñen en proteger sus mercados o sus industrias o interfieran de alguna manera en los flujos del comercio internacional de productos o de factores quedarán fuera de una coordinación y difusión tecnológica y de la redistribución del aparato productivo a escala mundial. Es decir, si Latinoamérica y las demás regiones mundiales no están a la altura de estas nuevas exigencias internacionales, no tendrán cabida en el nuevo orden económico mundial y estaremos condenados a depender de las insuficientes relaciones económicas que tenemos hasta el día de hoy.

Como La finalidad de una nueva conceptualización del liberalismo económico, este consistiría  en transformar los procesos de valorización social, adecuando la articulación y la disponibilidad mundial a las necesidades específicas dictadas por las modalidades tecnológicas, sociales, culturales y ambientales, en las que la competencia ya no ocuparía el máximo lugar preponderante. En términos llanos una vuelta a lo básico del liberalismo económico sería el promotor y legitimador de los nuevos contenidos y formas de procesos generales de acumulación (6). Podríamos acogernos a él para implantar mecanismos que nos lleven a seguir innovando, no sólo en los procesos productivos sino también en nuestras relaciones económicas internacionales para que los mercados internos no queden desprotegidos ante las diferentes eventualidades que como hasta este momento han acaecido.

Andersson Cubillos Quintero
Diplomado en Altos Estudios de Gobernabilidad, Gerencia Política y desarrollo de proyectos con Marco Lógico por la Universidad del Rosario (Bogotá - Colombia) en convenio con la Universidad George Washington, investigador y redactor del Centro de Estudios sobre integración (CESI - Universidad Javeriana).

Fuentes Bibliográficas:
(1)Touraine, A. (1999). "Los Movimientos Sociales", ¿ podremos vivir juntos?, Iguales y diferentes. México: Fondo de cultura económica, Artículo académico.
(2) Bejarano, J. A. (1980). La intervención del Estado en la Economía Colombiana. NUEVA SOCIEDAD (46), 17-28.
(3) Mora, L. "La política industrial: ¿hacia un nuevo modelo de desarrollo?". Rev. Cuadernos de Economía.
(4) Gray, J. (1992). LIBERALISMO. (M. T. Mucha, Trad.) México: Patria. (pag 133)
(5) Vuskovic, P. (Marzo de 1978). "La reestructuración del Capitalismo Mundial y el nuevo orden económico internacional". Comercio Exterior .
(6) Ceceña, A. E. (2000). "Los Fundamentos del Neoliberalismo en la contradictoria articulación Norte-Sur". En E. Concheiro, El Pensamiento único. Fundamento y Política Económica. (pág. 232). México: UNAM-UAM.
- Cruz, L. A. (Abril- Junio de 2002). "Neoliberalismo y Globalización Económica". Rev. Contaduría y Administración (205): UNAM.

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