Número 11/octubre-noviembre 2008
Kim Young
Desde la presidencia de Richard Nixon, o quizá el escándalo Clinton/Lewinsky, ningún otro presidente se ha visto tan envuelto en polémica. Desde destapar a la antigua espía encubierta de la CIA, Valerie Plame, hasta la guerra más impopular de la historia de los Estados Unidos, el presidente George W. Bush ha sido declarado el peor presidente de los EE.UU. de todos los tiempos por algunos historiadores, ciudadanos e, igualmente, países extranjeros. Intentar comprimir la presidencia de ocho años en un artículo es casi imposible, por lo que mencionaré algunos puntos.
Todo desde la educación hasta el empleo y los actuales desastres prestamistas de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac continúan atormentando a la administración Bush y la economía de los Estados Unidos. Simplemente parece que el presidente Bush no puede evitar ser el blanco de todas las críticas en casi todos los temas importantes para los estadounidenses. Incluso los miembros del Partido Republicano están disgustados y el GOP (Grand Old Party) espera decididamente que el programa de John McCain y Sarah Palin pueda llevarles de la era Bush/Cheney a una nueva administración en política interior y mundial. Bush es muy poco popular en Europa.
En un artículo escrito por el célebre historiador Sean Wilenz en la revista Rolling Stone comenta: «no hace mucho, poco menos de tres años después de que Bush declarase alegremente “misión cumplida” en Irak, sus índices de desaprobación habían estado subido bastante más que los de Johnson, cerca del 6%. Más de la mitad del país considera hoy a Bush deshonesto y de poca confianza, y una mayoría decisiva lo considera menos digno de confianza que a su predecesor, Bill Clinton, un personaje al que aún atacan los fanáticos conservadores llamándolo “Slick Willie” (Willie el Escurridizo) [1]».
Bush no ha sido capaz de salir de la marea de índices en desplome. Según la GALLUP (2), la aprobación del trabajo del presidente Bush se ha hundido hasta el 28%, incluso más bajo que el del presidente Richard Nixon durante el caso Watergate (3), un nuevo récord bajo para su administración y uno de los índices de aprobación presidencial más bajos en la historia de Gallup.
Existen numerosos factores que contribuyeron a estas pésimas calificaciones, entre las que descolla la guerra de Irak. La desaprobación norteamericana de la guerra de Irak se mantiene alta en todo momento. Justo en los primeros meses de su presidencia en 2001, en un día por lo demás normal en Nueva York, sucedió algo inconcebible. Tres aviones de la American Airlines despegaron de varios aeropuertos de los EE.UU., secuestrados por miembros islamistas radicales de Al Qaeda y estrellados contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre (4). El World Trade Centre se derrumbó reduciéndose a cenizas en llamas mientras que otro avión se desvió hacia el Pentágono. Cuando se contó el número de víctimas mortales, más de 3.000 personas habían fallecido en el peor ataque de la historia en tierra estadounidense. El vuelo 93 fue asaltado por los pasajeros y se estrelló en Pittsburg. Estos nobles ciudadanos pensaron que los pilotos se dirigían a la Casa Blanca.
Sin embargo, muchas personas, incluyendo la fama de la película Fahrenheit 9/11 del director Michael Moore, continúan estudiando la posibilidad de que los EE.UU. pudiera haber participado en los eventos de aquel triste día.
Después Bush acusó al entonces dictador de Irak, Saddam Hussein, de tener armas de destrucción masiva y esconder a islamistas radicales aliados de los talibanes y Al Qaeda, y pasando por encima de la Convención de Ginebra, el ejército estadounidense marchó entraron en Irak y Afganistán, en un golpe preventivo contra los gobiernos de estos países. Irónicamente, los estadounidenses empezaron a ver esta guerra como una guerra por el petróleo, el negocio interminable del presidente George Herbert W. Bush, quien había invadido Kuwait unos años antes pero que no pudo asesinar a Saddam Hussein y sus lugartenientes. La región vio entonces un cambio de guardia cuando el presidente de Afganistán se hizo pro demócrata, Musharraf (ya fuera del poder) defendiendo los beneficios de la democracia y el primer ministro de Irak, Maliki, mostrando aún oposición y enfrentamiento.
En el ínterin, Irak hizo miles de millones en beneficios procedentes del petróleo mientras que los Estados Unidos tienen una deuda de miles de millones de dólares debido a la guerra de Irak. ¿Qué pasa? Mucha gente cree que la administración Bush/Cheney tiene intereses personales en las naciones productoras de petróleo, lo cual podría explicar la tensa relación entre la Venezuela rica en petróleo de Hugo Chávez y Bush. Aún no hay señal de Osama Bin Laden, de quien Bush dijó «se busca, vivo o muerto».
No obstante, en un principio los estadounidenses se agruparon para vengar a su país de manera simbólica y en realidad, por ataques que reclamaban las vidas de sus ciudadanos. Apoyaron a Bush y el plan de su nueva administración para liberar a los Estados Unidos, y por supuesto al Mundo, del azote de Hussein y, efectivamente, a cualquiera que atacara la ideología y soberanía del Mundo libre.
Los árboles se envolvieron con listones amarillos (símbolo de las tropas que se encuentran temporalmente en otro país); se hicieron películas; documentales, informativos y medios de comunicación apoyaban, con mucho, la guerra. Eso fue hasta que se hizo «obvio» que no había armas de destrucción masiva y que unos cinco años o incluso tras anunciar la victoria, más de 4.100 hombres y mujeres soldados estadounidenses habían vuelto muertos a casa. Un público cansado de la guerra ha dejado ya de perder el tiempo con Bush y están pidiendo el fin de la guerra. Sin embargo, él «sigue» adelante. En 2004, el programa de Kerry y Edwards pugnaba con el titular en un esfuerzo por ganar la presidencia para los demócratas.
Éste es un extracto del debate:
Dhale: «Sr. Presidente, ayer admitía en unas declaraciones que Irak no tenía armas de destrucción masiva, pero justificó la invasión afirmando que, y cito: “(Saddam Hussein) tenía el conocimiento, los materiales, los medios y la intención de producir armas de destrucción masiva y podría haber traspasado este conocimiento a nuestros enemigos terroristas». ¿Sinceramente piensa que ésta es una justificación razonable para la invasión cuando esta declaración se aplica a muchos otros países, entre ellos Corea del Norte?
Bush: «Cada situación es diferente, Robin. Y obviamente esperamos que la diplomacia trabaje antes de usar la fuerza. La decisión más difícil que un presidente toma es usar la fuerza en algún momento.
Tras el 11-S, tenemos que mirar al mundo de manera diferente. Tras el 11-S, tuvimos que reconocer que cuando vemos una amenaza, debemos tomarla en serio antes de que nos haga daño. En días pasados, veríamos una amenaza y podríamos ocuparnos de ella si tuviéramos ganas o no. Pero el 11-S lo cambió todo. Yo juré a nuestros compatriotas que haría todo lo que pudiera para proteger a los estadounidenses. Por eso estamos llevando a Al Qaeda ante la justicia. El 70% de ellos han sido llevados ante la justicia. Por ello le dije a Afganistán: “Si das cobijo a un terrorista, eres tan culpable como un terrorista. Y los talibanes ya no están en el poder, y Al Qaeda ya no dispone de lugar para crear sus planes. Vi una amenaza especial en Saddam Hussein, al igual que mi oponente, porque pensábamos que tenía armas de destrucción masiva. Y la única amenaza era que podía darle armas de destrucción masiva a una organización como Al Qaeda, y el daño que nos infligieron con los aviones se multiplicaría en gran medida con armas de destrucción masiva. Y esa era la seria amenaza para nosotros. Así que lo intenté de manera diplomática, fui a las Naciones Unidas. Pero como supimos en el mismo informe que cité, Saddam Hussein estaba jugando con el programa “Petróleo por alimentos” para deshacerse de las sanciones. Estaba intentando librarse de las sanciones por una razón: quería volver a empezar con los programas de armas. Todos pensamos que había armas allí, Robin. Mi oponente pensó que había armas allí, por eso lo consideró como una grave amenaza. No me alegré cuando descubrimos que no había armas, y tenemos un inteligente grupo para entender por qué. Pero Saddam Hussein era una amenaza especial, y el mundo está mejor sin él en el poder. Y los planes de mi oponente me llevan a concluir que Saddam Hussein aún seguiría en el poder, y el mundo sería más peligroso».
El problema es que ya nadie cree o confía en Bush. No confiaban especialmente en el antiguo secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien finalmente dimitió. De hecho, la campaña presidencial de este año entre el senador Barack Obama y el senador John McCain, éste es veterano y antiguo prisionero de guerra, mientras la economía es la cuestión número 1, Obama ha ido un paso más allá al referirse a la guerra de Irak como la «guerra equivocada, en el momento equivocado, por razones equivocadas». Obama no votó a favor de la guerra y desde que empezó la guerra contra Saddam Hussein y sus supuestos secuaces, más de 4.100 bolsas con cadáveres de soldados estadounidenses han vuelto a los Estados Unidos en ataúdes envueltos en la bandera para entristecer a las familias. Con más de 30.000 veteranos heridos que vuelven al Hospital de Veteranos Walter Reid, Bush también se vio envuelto en un desastroso escándalo sobre el cuidado y las condiciones en ese hospital, calificado como de calidad inferior. Los males de Bush no acaban aquí.
Varios escándalos han asolado la administración Bush. Como antes mencionada, la administración Bush, incluido el gran artífice de la administración para las elecciones, Karl Rove, el marido de Valerie Plame los nombró, para su perdición como espía encubierta de la CIA, como reacción al libro de Joseph Wilson. La filtración de la identidad de Valerie Plame empezó una cadena de acontecimientos que ahora tiene a la Casa Blanca en el centro de la tormenta política, mientras algunos demócratas le exigen al presidente Bush que despida a su cercano asesor Karl Rove. Rove habló de la conexión de Plame con la CIA con un periodista de Time, Matthew Cooper, en 2003, aunque sin nombrarla, según el abogado de Rove. Al final, Scooter Libby fue el que pagó el pato, mientras Rove evitó la acusación.
Joseph Wilson no diría si su mujer fue destinada en el extranjero otra vez después de 1997, y dijo que ella no hablaría con el periodista. Pero, dijo Joseph, «la CIA obviamente cree que había razón para pensar que se cometió un delito» porque mandaron el caso al Departamento de Justicia.
Tanto el portavoz de la CIA como el del fiscal federal, Patrick Fitzgerald, quien investigaba si se había cometido un delito, no hicieron ningún comentario.
Aunque puede que esa ley clave no se haya roto al filtrar el nombre, Fitzgerald debe aún estar buscando pruebas de algún tipo de fechoría, dijo Victoria Toensing, otro de los abogados que ayudaron a redactar la ley de 1982. Al igual que Sanford, duda de Valerie Wilson, como puede verse en cómo se refiere ahora a ella, cualificada como «agente encubierta» bajo la ley. Ella y Sanford también dudan que Fitzgerald tenga suficientes pruebas para acusar a alguien bajo la Ley de Espionaje. Esta ley convierte en delito la divulgación de «información relacionada con la defensa nacional» que «el poseedor tenga razón al creerlo podría utilizarse para dañar» a la nación (6).
Aparte de la guerra y los espías, la presidencia de Bush se ha visto asolada por el fracaso de la Ley Que ningún Niño se Quede Atrás, una crisis hipotecaria de proporciones bíblicas, billones de dólares de deuda y recesión, las pérdidas de empleo más altas de la historia con un 6,1 de paro y más de 84 mil trabajos perdidos en semanas, una población sin salud médica adecuada y, según se dice, ningún plan energético alternativo y la dependencia del petróleo que tiene los Estados Unidos.
En el famoso libro del periodista Bob Woodward, La guerra dentro, Woodward entrevista a Bush.
En la última entrevista de Woodword en Larry King Live de CNN, el 9 de septiembre de 2008, Woodward dijo que la nueva administración que se inaugurará en enero de 2009, necesita arreglar su relación con el Ejército y también restaurar su relación con el resto del mundo. Bush no ha perdido su confianza pero ha perdido algunas bravuconadas, lo que es quizás aburrido e incluso con ilusión de acabar su puesto como presidente de los Estados Unidos.
Woodword culpa los males de Bush con profundo sentimiento sobre la guerra y la pobre comunicación entre civiles, ciudadanos, el mundo y el ejército.
«Ya no me sorprende nada en Washington», declaró en una entrevista en mayo de 2008 entre Bob Woodward y George W. Bush. Woodward ve las delegaciones del gobierno como disfuncionales. ¿Debe ser por tanto Bush totalmente culpado? Quizá no. Sin embargo, Woodward dice en su libro que a pesar de una presidencia brutal, Bush no hizo suficiente; pero podría haber hecho que la dinastía Bush se enorgulleciera de él.
Kim Young
Director of Communication, MA in Mass Communication from the University of Leicester, England.
Notas:
1. http://www.rollingstone.com/news/profile/story/9961300/the_worst_president_in_history
2. http://www.gallup.com/home.aspx
3. http://www.watergate.info/
4 http://edition.cnn.com/2001/US/09/11/chronology.attack/index.html
5 http://www.whitehouse.gov/nsc/nss.html
6. http://www.usatoday.com/news/washington/2005-07-14-cia-wilson_x.htm
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