sábado, 14 de abril de 2007

Guinea Ecuatorial: medio siglo de dictadura ininterrumpida

Número 2 / Abril-Mayo de 2007
Aurora M. Alcojor

El 15 de noviembre del año pasado, el dictador guineano Teodoro Obiang visitaba España y era recibido por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con el que mantuvo una reunión de casi una hora y media. En la misma visita, el ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, aseguraba, y así lo recogían varios periódicos, que “la obligación de España es ayudar, acompañar e incentivar” a Guinea Ecuatorial en sus reformas “les guste o no a ciertos sectores” de la sociedad española . El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, se reunía también con el dictador y aseguraba que “los gestos [de Guinea a favor de las reformas democráticas] apuntan en la buena dirección”, aunque son “claramente insuficientes”. El resto de grupos parlamentarios, mientras tanto, se limitaban a impedir que Obiang fuera recibido en el Congreso y que firmara en el libro de honor. El dictador, por su parte, se comprometió con el presidente Zapatero a liberar a todos los presos políticos, aunque no fijó para ello una fecha concreta.

Teodoro Obiang lleva dirigiendo Guinea Ecuatorial–el único país de África donde el español es idioma oficial– 27 años, desde que el 3 de agosto de 1979 encabezara un golpe de Estado contra su tío, el también dictador Francisco Macías Nguema. Desde entonces, ha ganado todas las elecciones que se han celebrado en el país con porcentajes que rozaban el 100% de los votos, ha acabado con los opositores o ha conseguido que éstos se pasaran a su partido y ha acumulado una gran cantidad de riqueza para él y para sus familiares. Pero todo esto no parece suficiente para condenar su política ni para presionar a favor de cambios en la misma.



En lo económico, basta con echar un vistazo al Informe sobre Blanqueo de dinero y Corrupción en el extranjero presentado por el Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado de Estados Unidos el 15 de julio de 2004. Dicho informe, copiosamente documentado y disponible en varias páginas web íntegro y en español , dice literalmente: “Entre 1995 [casualmente el mismo año en el que comienzan las primeras explotaciones petrolíferas en Guinea] y 2004, el banco Riggs gestionó más de 60 cuentas y certificados de depósitos a nombre del Gobierno de Guinea Ecuatorial, miembros de ese Gobierno o de sus familiares.

En 2003, las cuentas de Guinea Ecuatorial eran ya las más importantes del banco, con saldos que oscilaban entre 400 y 700 millones de dólares”. El documento asegura también que el “Riggs había abierto múltiples cuentas personales a nombre del presidente de Guinea, su esposa y otros familiares, ayudó a crear empresas fantasmas” y “en dos ocasiones aceptó, sin el preceptivo control, ingresos de al menos tres millones de dólares en efectivo para una cuenta abierta a nombre de una empresa del presidente de Guinea Ecuatorial denominada Otong, S.A.”.

Entre otras cosas, por citar sólo algunas irregularidades, el informe señala también “un número importante de pagos hechos por las empresas petroleras que operan en Guinea a altos cargos del Gobierno de Guinea, a sus familiares o a entidades controladas por estos”. En ocasiones, estos pagos superaron el millón de dólares y como concepto figuraban los “gastos de la embajada de Guinea, los servicios de seguridad o pagos destinados a guineanos que cursaban sus estudios en el extranjero”.

En total, decenas de cuentas abiertas a nombre de los más inverosímiles proyectos que no fueron cerradas, (por parte del banco) hasta el mes de julio de 2004 –un mes antes de la publicación del informe, debido precisamente a las presiones de numerosos organismos nacionales e internacionales con los que el Subcomité informó del asunto.

Tal y como explica el periodista Pablo Pardo en El Mundo (16 de julio de 2004), basándose en los cálculos de la CIA sobre la economía guineana –el Fondo Monetario Internacional no publica estadísticas sobre este país desde que en los 90 dejara varios créditos sin pagar a este organismo–, “la familia Obiang y sus allegados tienen en el Riggs depósitos equivalentes al 58% del PIB del país”. Pardo asegura también que, según estos mismos datos, “esos fondos podrían pagar casi tres veces la deuda externa guineana, que la CIA estimaba en 248 millones de dólares hace cuatro años [en 2000]”.

Todo esto no es sino una prueba más de la rampante corrupción que asola Guinea Ecuatorial y ratifica, además, la idea de que el gobierno de Malabo es un auténtico régimen familiar: los principales cargos del Estado están ocupados por los miembros de la familia del dictador, proveniente del distrito de Mongomo.

Según explica Alicia Campos Serrano, investigadora en la Universidad Carlos III de Madrid, en un artículo publicado el 14 de enero de 2004 en la revista Nova África , en los primeros meses de su llegada al poder “Nguema fue sustituyendo a la elite nacionalista que había protagonizado la descolonización por miembros de su propio clan. La pertenencia a la familia Nguema se convirtió desde entonces en condición imprescindible para participar en (…) el primer círculo del poder”, lo que supone, en palabras de Campos, el “secuestro del Estado por una pequeña elite”.

Que todos estos datos sean de dominio público y que no se haya tomado ninguna medida contra Obiang y su régimen dan una idea de cuál es la situación del país desde que en 1995 se descubrieran yacimientos petrolíferos en su territorio. Además, a las noticias de corrupción se suman a las que hablan de fraude electoral y de falta de respeto a los derechos políticos.

Las próximas elecciones –locales, legislativas y presidenciales– están previstas para 2009, pero según algunas fuentes podrían adelantarse. En los últimos comicios, celebrados en abril de 2004, el PDGE (Partido Democrático de Guinea Ecuatorial) obtuvo el 98% de los votos. Antes, en diciembre de 2002 se habían celebrado las segundas elecciones presidenciales tras la reforma constitucional de 1991 que reconocía oficialmente el multipartidismo, a pesar de lo cual Obiang obtuvo también el 97,7% de los votos. Por cierto, que la Constitución aprobada recogía que “la persona del jefe del Estado es inviolable durante y después de su mandato”.

Frente a esta situación, se creó en España el Gobierno de Guinea Ecuatorial en el Exilio, liderado por el controvertido disidente Severo Moto. Según él, “la Convergencia para la Democracia Social (CPDS) señalada como la única fuerza de oposición en el interior del país estaba siendo laminada y reducida a las simples críticas del resto de partidos en el exterior, conminándoles a renunciar a los cantos de sirena y a las ofertas envenenadas que les hacía Obiang Nguema (escaños en el Parlamento y quizás algún cargo gubernamental).

La oposición no podía terminar. Había que salir al paso de ese vacío. Solución, un Gobierno de Guinea Ecuatorial en el exilio, donde la mano destructora de Obiang Nguema no pudiera llegar fácilmente, y que mantuviera la ilusión esperanzada de nuestro pueblo. Por otra parte, la situación de la tiranía de Obiang Nguema (…) sólo se sostenía a base de detenciones, encarcelamientos, torturas, juicios injustos y muertes en las cárceles-pudrideros del país”.

Alicia Campos Serrano corrobora esta opinión: “La arbitrariedad y el miedo, escenificada periódicamente en los juicios contra la oposición (…) constituyen elementos fundamentales de la práctica del poder”. Según Campos, “cuando alguna persona decide formar parte de la oposición explícita al gobierno, los costes personales de su decisión –pérdida de trabajo, ostracismo social y hasta represión física– son sufridos no sólo por él o ella sino por sus familiares”.

La presión es enorme y llega a todos los rincones del país debido a la poca población del mismo, poco más de medio millón de personas en total, de las que unas 95.000 viven en Malabo, la capital.

Según Campos, “no es inusual la visita de ministros y del propio Obiang a la principal cárcel del país (…) a veces para ofrecer a los opositores a quienes se tortura la posibilidad de entrar a formar parte de las redes clientelares del Estado y del mismo Gobierno.

Ante esta situación, y siendo Guinea un país tan ligado a España por razones históricas, tanto los partidos como los medios de comunicación y otras organizaciones sociales deberían implicarse de lleno en lo que sucede en este país africano.

Como es sabido, Guinea obtuvo la independencia de España el 12 de octubre de 1968 y Macías Nguema se hizo con el poder instaurando un sistema dictatorial. Una década después, el 3 de agosto de 1979, un golpe de Estado promovido por su propio sobrino Obiang Nguema, acababa con la dictadura de Nguema.

En un principio, tanto la población como la sociedad internacional vieron en Obiang un salvador, algo así como un hombre que iba a cambiar la marcha de su país. En 1980, el que sería ministro de Asuntos Exteriores Español entre 1982 y 1985, Fernando Morán, escribía en el libro Una política Exterior para España: “el golpe de Estado que derrocó al Régimen tiránico del presidente Macías abre la esperanza de la posible construcción de una nacionalidad adaptada a las condiciones de su cultura africana y que permita la modernización y el progreso para su pueblo”.

Efectivamente, estas eran las esperanzas que Obiang despertaba entre su pueblo y en el exterior. Pareció que era posible durante un tiempo, pero el propio nuevo presidente se encargó de desmentirlo. Como dice Albert Sánchez Piñol, autor del libro Payasos y monstruos, “una de las más destacadas habilidades de Obiang consiste en multiplicar los gestos democratizadores sin democratizar nada”.

Nguema era un militar educado en la Academia de Zaragoza que había tenido un papel destacado en la dictadura de Macías como responsable militar de la isla de Bioko (la antigua Fernando Poo). Ocho años después de su llegada al poder, decidió instaurar un tipo particular de democracia muy extendida en toda África: el sistema de partido único. En Guinea, el elegido sería el PDGE (Partido Democrático de Guinea Ecuatorial), que “encarnaría el vivo sentir del pueblo guineano” –según Nguema- y que en 1989 se presentó en solitario a las elecciones presidenciales, en las que el dictador es elegido con un 97% de los votos.

A partir de los años 90 cambia la situación debido a la presión de los países ricos que condicionan su ayuda a la existencia de un sistema democrático en los países que la reciben. Así, en 1991 se redacta la nueva Constitución y se abre paso el multipartidismo, lo que no impide que Nguema siga ganando las elecciones con porcentajes de apoyo que rozan el cien por cien.

Tan sólo cinco años después, se descubre petróleo en Guinea y la importancia del país comienza a crecer a nivel internacional, las presiones disminuyen y Obiang se asienta en la nómina de dictadores protegidos por los países ricos.

Aurora M. Alcojor
Periodista especializada en Relaciones Internacionales

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