jueves, 12 de agosto de 2010

El inesperado triunfo de Fidel y Raúl Castro

Número 21/julio-septiembre 2010
Juan Luís Dorado Merchán

Tras varios años en prisión, urgía una solución para la salida de los presos de conciencia que el Gobierno cubano había encarcelado en los últimos años. Protestas a nivel internacional, intenciones de los Gobiernos europeos, acercamientos con la Iglesia Católica,... En el fondo, eran palabras, palabras, palabras,...

Pero este verano, sorprendentemente, una visita de Miguel Ángel Moratinos cambió las cosas. Consiguió la liberación de los presos políticos a cambio de su salida -junto a sus familiares- a España. ¿Resulta que el bueno de Moratinos había sido capaz de tocar la fibra sensible del ala más dura del castrismo?

Nada más lejos de la realidad. Si por algo destaca Fidel Castro -que ha vuelto a la vida pública en los últimos días apagando el eco de estas liberaciones a nivel internacional- es por su capacidad de tomar decisiones que puedan perjudicarle a él, a su hermano Raúl y a todo el Régimen comunista.

Analicemos la situación. Durante los últimos años, con Cuba de nuevo en la brecha de la coyuntura política internacional de la mano de la Venezuela chavista, ha sido la presión de estos presos, sus peticiones de libertad y la acción de sus esposas y familiares, los únicos capaces de ir recordando de forma permanente que las cosas en la Isla seguían como siempre.

Es evidente que los años en la cárcel desgastan -además recordamos las huelgas de hambre de algunos presos- por lo que, estos miembros de la disidencia interna no han tenido más remedio que ceder, dar su brazo a torcer, y aceptar la mejor solución para su familia y para ellos mismos: salir de prisión y exiliarse en España, dónde ni siquiera han conseguido el estatus de refugiados políticos.

Todo es un poco extraño. Sin embargo, la operación ha sido vendida como un éxito diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, del Gobierno de Zapatero y de paso, de la diplomacia europea. Pero ¿es un triunfo auténtico? ¿Quedan voces en Cuba que puedan ayudar a conseguir el cambio que necesitan los cubanos y cubanas?

Es evidente -y sobre todo humano y humanitario- la necesidad y la importancia de la libertad de estos presos de conciencia cuyo único delito ha sido no estar de acuerdo con una dictadura que lleva más de medio siglo minando la moral de personas que han discrepado de Fidel Castro y se han atrevido a expresarlo en voz alta.

Protesta contra los presos políticos cubanos. Fuente: Comité Cubano de Apoyo a Presos políticos



Por ello, su libertad debe ser un motivo de alegría en la comunidad internacional. Pero esta extraña salida, su rápida llegada a España da que pensar que más que un logro, se ha hecho un favor al Régimen de los Castro. El Gobierno de La Habana se ha quitado un problema de encima, dando un golpe muy fuerte a una disidencia que cada vez está más debilitada.

El éxito diplomático llega hasta el punto en que es importante conseguir la libertad de seres humanos que estaban encarcelados de una manera totalmente injusta. Pero de cara a conseguir avances en el camino de Cuba hacia la libertad, hacia la emancipación definitiva del Castrismo, nada de nada. Como siempre, agua de borrajas.

Probablemente alguno de los disidentes excarcelados no haya tenido más remedio que aceptar lo que le han ofrecido. Tanto por su bien como por el de su familia. Ahora bien, seguro que muchos de ellos no quieren dejar a Cuba en la misma situación que en los últimos 60 años. Todo su trabajo, todos sus esfuerzos, sus miedos y sus ilusiones no podrán ver fruto de manera directa. Y la pregunta es clara, ¿quién cogerá su testigo?

¿Quién alzará la voz en Cuba?

Durante muchos años, la voz del rechazo a Fidel Castro venía desde Estados Unidos. Tanto desde Washington por la confrontación gubernamental directa, como desde Miami, con un exilio que había sido expulsado directamente por el comunismo de la Isla, siendo desposeídos de todo cuanto tenían. Había rabia hacia el Gobierno cubano.
Con el paso de los años, la actitud hostil del Gobierno de Estados Unidos hacia Cuba fue decreciendo hasta llegar a un clima de ignorancia mutua, casi de apatía y dejadez. Siendo vecinos había cosas que tratar, pero incluso se llegó a una situación de cierta "cordialidad".

Salvo algunos momentos como la crisis de los balseros, el ‘caso Elián' o el problema de los carteles, Cuba dejó de ser objetivo prioritario de la política exterior de Estados Unidos. No interesa a nivel económico y todo aquello del enemigo soviético y su peligroso aliado cubano ya es un vestigio del pasado.

Incluso con la llegada de Obama, la situación ha tendido a mejorar, sobre todo en cuanto a la posibilidad de que los cubanos que viven en Estados Unidos puedan tener más flexibilidad a la hora de visitar a sus familiares en la Isla. Poco a poco, se han ido dando pasos naturales hacia la normalidad. Pero, está claro, que mientras Fidel y Raúl Castro sigan en su rica poltrona de La Habana, nada va a cambiar a grandes rasgos.

Con el exilio de Miami ha pasado algo parecido. Durante muchos años, las primeras generaciones de exiliados a causa del castrismo fueron los mayores combatientes para conseguir cambios en Cuba. Está claro que no destacaron, ni mucho menos, por su sutilidad y por querer el bien de todos los ciudadanos. Hablamos de gente que fue desposeída de todo lo que tenían y clamaban venganza.

Con los años, por causas naturales, la mayoría de esos primeros exiliados fueron desapareciendo, dando paso a generaciones menos combativas y sobre todo, más asentadas en Estados Unidos. Reconocían su país de acogida como suyo propio y sus necesidades de retorno a la Isla se desvanecían con el paso del tiempo.

Por lo tanto, era la disidencia interna la que se quedaba sola y desamparada, tratando de hacer campaña y conseguir objetivos políticos sin apenas medios económicos. Durante décadas, eran callados de maneras diversas, usados por el Régimen a su antojo en sus confrontaciones internacionales y humillados por sus conciudadanos cuando intentaban cualquier iniciativa. Todo ello orquestado desde lo más alto de la burocracia cubana.

No ha sido fácil el devenir de la disidencia interna. Y siempre han sido callados por completo por el Régimen, por lo que sus acciones -que fuera de la Isla sí han tenido cierta repercusión- dentro de Cuba han pasado completamente desapercibidas. Estos ciudadanos con inquietudes y ansia libertad, siempre han sido considerados como proscritos por el castrismo y vistos como "bichos raros" por el resto de cubanos y cubanas.

¿Cómo se dibuja el futuro de la disidencia interna?

Tras la salida de los presos políticos y su llegada a España, es evidente que la disidencia interna de Cuba ha sufrido un duro golpe, al menos en cuanto a número. Son pocos los disidentes que se atreven a dar el paso y salir al público. Y los que lo dan, suelen tener problemas de todo tipo.

Es cierto que Internet ha abierto muchas posibilidades para llegar al público extranjero, pero sus conciudadanos casi nunca captan ese mensaje. El pueblo cubano sigue dormido y con una disidencia reprimida y disgregada, es muy difícil que el mensaje de cambio, libertad  y democracia pueda calar algún día en el grueso de la población.
Uno de los grandes miedos de la disidencia es el relevo generacional. La mayoría de ellos, contando a los presos políticos que han sido liberados, superan de largo los 60 años. Y esto es la fuerza de Fidel, Raúl y toda la cúpula del Castrismo. El inmovilismo tiene pinta de seguir instalado en Cuba por décadas, ya que no hay ni el más tímido movimiento disidente que pueda siquiera molestar en La Habana.

Está claro que la labor de la disidencia no ha sido fácil y que los años de cárcel -en horribles condiciones- de los últimos liberados han frenado muchas intentonas que seguro se estaban preparando en la Isla. El Régimen ha sido tan duro que ni siquiera los momentos de mayor incertidumbre con la enfermedad de Fidel Castro fueron aprovechados por la oposición interna.

Y encarar al futuro sin un relevo claro hace que muchos y muchas pierdan las ganas de seguir luchando sin obtener ningún tipo de respuesta de sus conciudadanos. La mayoría de los jóvenes crecen pensando en salir a Estados Unidos o en conseguir un buen puesto en el entramado comunista de Cuba. No hay inquietud. El Castrismo los ha aletargado y no hay ningún tipo de inquietud que atisbe alguna muesca de esperanza en el futuro de Cuba.

Está bien la labor de mediación de España y era muy necesaria la libertad de los presos políticos que han pasado años muy duros en las cárceles cubanas. Pero, en el fondo, ha sido un doble favor a Fidel Castro.

Por un lado, se ha dado una imagen falsa de aperturismo, concediendo la libertad a estos "peligrosos" enemigos de Cuba. Y por otro, se han quitado de en medio a personas que, aunque fuera de la Isla concederán entrevistas, no podrán seguir intoxicando al resto de ciudadanos cubanos con ideas de democracia. Perfecto para los Castro.

Y sin jóvenes que puedan tomar el relevo, las cosas pintan tranquilas para el Gobierno de La Habana en los próximos años. Así se podrá encarar la muerte de Fidel y la sucesión total con tranquilidad. La disidencia ha recibido una estocada de muerte; tienen aliados externos como Venezuela y Bolivia que les proporcionan el petróleo y el gas que necesitan; y Estados Unidos está a otras cosas.

Este papel secundario permitirá a Cuba y al Castrismo seguir instalado en la Isla, aletargando a sus ciudadanos y cada cierto tiempo, aludir al enemigo exterior que quiere tambalear la estabilidad de la Isla. Y en esto, los cubanos seguirán pasando hambre, con cartillas de racionamiento y viendo como miles de turistas pasan a su lado y disfrutan de libertades que a ellos ni se les pasan por la cabeza. Ese es el futuro de Cuba. Ese es el futuro de los cubanos.

El cambio en la Isla tiene que llegar desde dentro. Los propios cubanos tienen que ser los que pongan las cartas sobre la mesa y expresen la necesidad de conseguir un cambio. Pero, esto cada día suena más a utopía. La disidencia interna ya no tiene fuerzas -y muy pocas ganas- de seguir haciendo esfuerzos inútiles. Y los jóvenes, sencillamente, están a otras cosas. Cosas como sobrevivir...

Juan Luís Dorado Merchán
Periodista especializado en política latinoamericana

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