lunes, 15 de diciembre de 2008

Las elecciones estadounidenses y la periferia: independencia energética y los estados del Golfo

Número 12/Diciembre-enero 2009
Andrea Bonzanni

El mundo entero aclama al presidente Obama. El 44º presidente de los Estados Unidos de América representa un momento crucial en la historia del país y parece reinar el optimismo, aunque los asuntos a los que tiene que hacer frente son numerosos y complicados, particularmente en la palestra internacional. Desde Irán y sus planes nucleares, hasta el despertar de Rusia y el eje antiamericano en América Latina, la agenda presidencial ya parece muy ajetreada. Y otra vez Pakistán, Israel, Corea del Norte, Sudán…

Sin embargo, no es demasiado ingenuo pensar que un presidente como Barack Obama puede darle una nueva orientación a la política exterior de EEUU gracias simplemente a lo que representa, incluso antes de darse cuenta de lo que hace. Las percepciones cuentan en las relaciones internacionales. La gente de todos los continentes que se echaron a la calle ondeando la bandera de barras y estrellas para celebrar su elección el 4 de noviembre tendrán poco o ningún impacto en la política exterior, pero sus líderes no son inmunes a tal celebración.


Una zona geográfica donde este paradigma brilla por su eficacia es obviamente, Oriente Medio. El resentimiento y el antiamericanismo han jugado un papel significante en la política de la región, especialmente durante la última década. Culpar a la única superpotencia ha sido una herramienta útil para descargar la responsabilidad y conseguir consenso. Pocos gobiernos y elites gobernantes de Oriente Medio no se han beneficiado de ello y la Administración Bush no ha hecho nada para cambiar esta situación. En cambio, su postura unilateral, a veces arrogante, y su equivocada «prolongada guerra contra el terror» ha empeorado la situación alimentando y encendiendo la maquinaria política islámica, provocando así la desestabilización de la región.

Hablando claro, es probable que las propuestas políticas presentadas por Obama durante su campaña no produzcan el cambio per se [1]. Sin duda, representarían una mejora significativa desde la Administración Bush, pero en algunos asuntos Obama es tan duro como los republicanos. En particular, su plan de 72.000 reclutas y sus comparaciones entre la guerra contra el terror y la Guerra Fría son todo menos progresistas. Obama también señaló que actuará de forma unilateral «si fuera necesario» [2]. No obstante, será más difícil para los gobiernos de Oriente Medio protestar contra el Gran Satán o culpar a los poderosos lobbys judíos en Washington cuando el presidente es el hijo de un inmigrante keniata con Husseim como segundo nombre.

En este contexto de (seguramente no injustificado) optimismo, hay una parte de Oriente Medio que recibe poca atención, indudablemente menos de la que merecería. Hablo de los estados de la Península Arábiga y el Golfo Pérsico, en especial el reino wahabita de Arabia Saudí, el Sultanato de Omán, los emiratos de Kuwait, Qatar, Bahráin, y la federación de los Emiratos Árabes Unidos. De hecho, estos países son una zona de vital importancia estratégica para los Estados Unidos y, a diferencia de sus vecinos regionales, solían mantener buenas relaciones con los estadounidenses, en particular con la familia Bush. Administrados firmemente por monarquías archiconservadoras y bendecidos con enormes reservas petrolíferas en sus subsuelos, casi nunca discrepaban con los EEUU en las últimas tres décadas, y probablemente ésta sea la razón por la que la mayoría de los analistas no tienen en cuenta las consecuencias que la elección de Obama pueda tener sobre la estabilidad de esta zona.

Sin embargo, uno de los proyectos principales del presidente electo es el llamado «Nuevo Plan de Energía para Estados Unidos» [3]. Conocida comúnmente como la política de independencia energética, tiene como objetivo, entre otras cosas, acabar con las actuales importaciones de petróleo desde Oriente Medio y Venezuela en diez años. Las denuncias de inviabilidad no están injustificadas por completo; tras desarrollar la mayor parte de su campaña cuando el barril de petróleo estaba muy por encima de los cien dólares, se puede alegar que Obama utilizó este plan fantasioso como una efectiva herramienta propagandística. De hecho, el objetivo parece ser demasiado ambicioso. Sin embargo, hay suficientes pruebas para creer que al final Obama abordará el cambio climático de manera seria y que las importaciones extranjeras de petróleo disminuirán considerablemente. Por ejemplo, cuando en 2006 el secretario de energía Booman afirmó que George W. Bush «no quería decir literalmente» su famosa declaración acerca de la dependencia del petróleo de los Estados Unidos [4], Obama, por entonces un senador poco conocido por Illinois, ya propuso un plan de reducción de impuestos y préstamos para impulsar el uso de fuentes alternativas de energía [5].

Entonces, ¿cómo reaccionarán los estados que ingresan más del 60% de su PBI de las exportaciones de petróleo y gas a la elección de un presidente con semejante plan? Muy bien, ¡aparentemente! Esto puede ser muy sorprendente, pero uno de los pocos sondeos de opinión sobre las elecciones estadounidenses mostraba que los ciudadanos de las monarquías del Golfo Pérsico favorecían a Obama más firmemente que incluso el resto de Oriente Medio [7] y las bolsas de la zona, un indicador bastante útil del clima del país inmediatamente después del cambio político, registraron una subida notable [8].

Pese a este primer impacto, los estados del Golfo tienen buenas razones para estar preocupados por el futuro si es cierto que Obama habla en serio acerca de su plan. Mencioné arriba un dato sobre la relevancia del petróleo, pero no todo se reduce a mera estadística económica. La renta que genera este recurso natural ha modelado profundamente todo el sistema social y político de las monarquías del Golfo Pérsico. Algunos analistas sociales utilizan el concepto de estado rentista para describir la forma particular de gobierno en juego [9]. El petróleo es la varita mágica que permite a las monarquías tribales mantenerse en el poder. El sistema está completamente aislado ya que no necesita gravar a la población para subsistir. La presión de la sociedad civil es marginal también gracias a generosos beneficios debido a su pequeña población -el flujo masivo de trabajadores inmigrantes ni siquiera se tiene en cuenta- y la copiosa inversión en seguridad nacional.

Estos regímenes tradicionales han sido barridos y sustituidos por regímenes militares o estados islámicos en cualquier parte del Oriente Medio musulmán, por lo que es legítimo asegurar que una reducción drástica en la compra de petróleo por parte de los Estados Unidos desencadenará cambios significativos también en el Golfo. Los más aplicados comentaristas locales no son completamente inconscientes de las grandes consecuencias que puede tener la elección de Obama: por ejemplo, el Dr. Hisham al-Awadi esbozó la «vida sin los Estados Unidos» en un artículo en el Kuwait Times [10]. Tuvo una solución fácil asumiendo el reemplazo de los EEUU por una China emergente, que indudablemente estará tan sedienta de energía como lo estaban los estadounidenses. Centrado en los aspectos culturales de la unión entre los Estados Unidos y Kuwait, incluso mira con optimismo al futuro. Después de todo, China será menos intrusiva en asuntos como la democracia y el trato de los expatriados y no bombardeará el Golfo con los símbolos de su hegemonía cultural como ha hecho Occidente continuamente.

Sin embargo, hay un punto mucho más pragmático que al-Awadi pasa por alto: el papel de los Estados Unidos en el Golfo Pérsico no se limita sólo a la compra de petróleo y gas. Los EEUU son también el principal proveedor de seguridad internacional y estabilidad para las monarquías militarmente débiles. La infame invasión de Kuwait por Saddam Hussein en 1990 es el episodio más dramático y conocido de una serie de tensiones regionales, apenas sorprende que estados pequeños y –como en el caso de Arabia Saudí- militarmente vulnerables hayan sido a menudo objetivo del expansionismo de otros vecinos regionales. La mayor preocupación ahora la representa Irán, que aún reivindica la posesión de la zona de Bahráin bajo el domino de los persas y de las tres islas hoy controladas por los E.A.U. [11]. Por lo tanto, la sustitución de los petrodólares de los Estados Unidos por petrodólares de Extremo Oriente no será suficiente. Tampoco China parece tener la voluntad y capacidad de adoptar el mismo papel que en la actualidad desempeñan los Estados Unidos.

Por otro lado, si los países del Golfo Pérsico se vieran muy amedrentados ante la posibilidad de una «vida sin los Estados Unidos», también los EEUU tendrían razones para preocuparse. De hecho, la relación ha ido bien porque es intrínsecamente recíproca. Las monarquías debilitadas no son beneficiosas para los Estados Unidos. En especial tras el 11-S, su importancia estratégica ha aumentado. Como sus relaciones se solían describir como un arreglo tácito de «seguridad a cambio de petróleo» [12], se ha añadido otro elemento desde el comienzo de la guerra contra el terror. Las monarquías del Golfo han jugado ciertamente un papel fundamental en la lucha contra el fundamentalismo islámico y el terrorismo internacional. El despliegue de su fuerte servicio de inteligencia junto con planes innovadores han conseguido dar a supuestos terroristas oportunidades de reintegración después de su detención. Una reeducación religiosa es probablemente la parte con los mejores logros.

Los estudiosos musulmanes moderados (y, por supuesto, los que tienen el visto bueno del gobierno) dan clase en las cárceles y escriben en blogs extremistas empleando la persuasión y el mismo discurso religioso usado con efectividad por Al-Qaeda para persuadir a antiguos y terroristas en potencia y demostrar que están equivocados [13]. Además, las sentencias dictadas por tribunales de estados musulmanes tienden a ser consideradas legítimas y aceptadas por los extremistas más que por los occidentales. Especialmente la influencia moral de la que goza Arabia Saudí, cuyo rey es guardián de la tierra santa de la Mecca y Medina, hace que sus tribunales sean particularmente autoritarios [14]. Por otro lado, el ambicioso emir de Qatar controla la poderosa Al-Yazira y es por tanto capaz de influir fuertemente en el público árabe de todo Oriente Medio y, en menor medida, en Occidente [15]. Dado que la gran mayoría de los terroristas suicidas implicados en el 11-S eran del Golfo, la pérdida de tan apreciados aliados constituiría un gran error para el presidente que quiere ganar la guerra contra el terror.

La unión entre los Estados Unidos y el Golfo Pérsico es demasiado importante como para perseguir simplemente una política de independencia energética sin preocuparse por ella. Debe encontrarse un acuerdo diferente para la gestión de dichas relaciones. El plan de Obama es obviamente interesante, pero debería recibir un asesoramiento muy prudente acerca del asunto. Daniel Drezner afirmó que «toda la política es global», lo cual es especialmente cierto para los Estados Unidos dadas las grandes consecuencias que puede tener su agencia en todo el mundo. El último intento por reducir la dependencia estadounidense del petróleo condujo al auge de la industria de biocombustibles y provocó la crisis alimentaria. Todo el mundo espera que esta vez la elección sea más razonable.

Andrea Bonzanni
Licenciado en Estudios Superiores Internacionales, Ginebra.

[1] http://www.fpif.org/fpiftxt/4886
[2] http://middleeast.about.com/od/usmideastpolicy/a/me071202a.htm
[3] http://www.barackobama.com/pdf/factsheet_energy_speech_080308.pdf
[4] http://www.grist.org/topic/Barack_Obama/16
[5] http://www.cbsnews.com/stories/2006/04/03/politics/main1466288.shtml
[6] http://www.kuwaittimes.net/read_news.php?newsid=ODQ3MDk1Nzc2
[7] http://www.thenational.ae/article/20081027/FOREIGN/331534352/1002
[8] http://www.bi-me.com/main.php?id=26879&t=1&c=34&cg=4&mset=1101
[9] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/sa.html
[10] Beblawi, Hazeem and Luciani, Giacomo (1987), The Rentier State. London: Routledge.
[11] The Economist. Nov 8th-14th
[12] Gause III, F. Gregory (1994), Oil Monarchies: Domestic and Security Challenges in the Arab Gulf States. New York: Council on Foreign Relations Press.
[13] The Economist. Special Report. Jul 17th.
[14] The Economist. Oct 25th-31st
[15] Da Lage, Olivier (2005), The Politics of Al-Jazeera or Diplomacy of Doha. in Zayani, Mohamed, The Al-Jazeera Phenomenon. Critical Perspectives on New Arab Media.

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