viernes, 15 de agosto de 2008

Un Nuevo Orden mundial: ¿Qué revela realmente el No irlandés?

Número 10/Agosto-Septiembre 2008
Glen Ruffle

13 de junio: recuerda la fecha. En aquel día a los únicos a los que se les permitía convocar un referéndum sobre el Tratado de Lisboa (el cual es alrededor de un 90 por cien idéntico al Tratado Constitucional rechazado por los votantes holandeses y franceses) votaron no. Y votando no legalmente mataron el tratado.

Lo que ocurrió desde entonces ha sido revelado más de lo que hubiésemos querido. Parece como si hubiera una nueva tendencia global emergente, una donde las formas directas de democracia empiezan a ser respuestas anticuadas a los problemas políticos. Resumiendo, el voto negativo irlandés nos ha mostrado un nuevo orden mundial.

Ha habido muchos intentos para explicar el no irlandés. El presidente Sarkozy de Francia culpó al comisario de Comercio de la UE Peter Mandelson; mientras que el ministro francés de Europa Jean-Pierre Jouyet culpó a los neo-conservadores americanos, aunque fue incapaz de dar ninguna razón para tal acusación.

Sin duda alguna hay mucha confusión y miedo: el diputado irlandés se quejó de que los que hacían campaña del “no” estaban difundiendo mentiras respecto del Tratado de Lisboa forzando a la negativa de los irlandeses católicos. Sin embargo los resultados de las urnas sí mostraron algunos hechos básicos incómodos: el lado del No simplemente fue más convincente.

Declan Ganley, líder irlandés de la campaña por el No, señaló que fueron sus seguidores quienes dieron copias del tratado mientras que los favorables al sí intentaron parar el acceso popular a dicho documento. Fue su lado el que pudo darle a la gente razones precisas de porque el tratado era malo mientras que los militantes del Sí admitieron que ni siquiera habían leído el tratado.

Cuando los irlandeses votaron no al tratado de Niza, fue legítimo pedirles que votasen otra vez. La participación fue baja y por lo tanto no representativa de la opinión general. Pero esta vez la participación fue alta. Fue una votación democrática y legal. Y el voto fue no.

Sería de ayuda clarificar la situación legal. El tratado sólo puede entrar en vigor legalmente si cada uno de los miembros que lo firmaron también lo ratifican. La constitución irlandesa exige que Irlanda celebre un referéndum por las transferencias de soberanía de Irlanda a la Unión Europea que el tratado contiene. Ya que la población voto no, sólo 26 estados pueden firmarlo y por lo tanto el tratado no puede ser legalmente viable.

A pesar de este hecho, cabe destacar que las élites políticas han decido ignorarlo y continuar con sus propios procesos de ratificación. Axel Schäfer, el líder del partido alemán SPD en el Bundestag fue citado el 14 de junio en el Times irlandés afirmando: “Con todo el respeto al voto irlandés, no podemos permitir que la inmensa mayoría de Europa sea ignorada por una minoría de una minoría o simplemente una minoría”. También describió a los irlandeses como que tienen “mucha cara” ya que son capaces de votar por el no al tratado después de haberse beneficiado tanto de la ayuda monetaria europea.

El ministro exterior esloveno Dimitrij Rupel, más que centrarse en el no irlandés, habló del “apoyo a una Europa fuerte” el cual ha quedado patente por numerosas ratificaciones que habrán en las próximas semanas.

El ministro exterior alemán, Frank-Walter Steinmeier insistión en que “el proceso de ratificación debe continuar”, mientras que el ministro de interior Wolfgang Schaeuble dijo “… unos pocos millones de irlandeses no pueden decidir en nombre de los 495 millones de europeos”.

El presidente checo, Vaclav Klaus, señaló correctamente que el tratado está muerto legalmente, sin la ratificación irlandesa las reglas de la UE no pueden ser cumplidas. Aunque su propio Primer Ministro, Mirek Topolanek insistió en que los checos continuarán con la ratificación del tratado como si nada hubiese ocurrido.

El Presidente del Parlamento europeo, Hans-Gert Pöttering, se centró en la situación de ratificación en el resto de Europa más que en Irlanda. “El rechazo al texto del tratado por un país de la Unión Europea no puede significar que las ratificaciones que han tenido lugar en los 18 países de la UE no sean válidas” dijo. A pesar del hecho de que su precisión era incorrecta, y los otros 18 países cuando él habló no habían completado los procesos de ratificación, en su discurso se deducía que el no irlandés no tenía la misma importancia que el no francés o el holandés a la Constitución europea. En efecto, estaba diciendo que los irlandeses son ciudadanos de segunda clase en Europa: Europa puede ser parada por los ciudadanos franceses u holandeses pero no por los irlandeses.

La cita más famosa de todas son las palabras de Nicolas Sarkozy, el presidente francés, refiriéndose al voto negativo como “un incidente irlandés”, como si fuese algo que puede ser corregido, un mero inconveniente a la ratificación del tratado.

Aunque fue la respuesta del eurodiputado finlandés Alexander Stubb la más elevada. Dijo “… el tratado no está muerto. La UE está en un proceso de crisis constante, vamos de una crisis a otra y finalmente encontramos una solución”. Confirmando esto el Primer Ministro polaco, Donald Tusk, dijo “Europa encontrará una manera de implementar este tratado”.

Esto nos muestra algunas verdades cruciales sobre las relaciones internacionales y la integración europea. Más importante revela que la política y la capacidad de elegir y decidir vienen antes y son superiores a la ley.

Sólo porque el tratado de Lisboa está legalmente muerto no significa que en el mundo de la política también sea un difunto. De hecho, el presidente de la Comisión, Jose Barroso dijo “El tratado no está muerto. El tratado está vivo e intentaremos trabajar para encontrar una solución”.

Esto es bastante sorprendente, especialmente para aquellos que creyeron en las palabras del tratado, que claramente dice en su artículo segundo de los textos consolidados de los tratados de la UE enmendados por Lisboa, que “La Unión se fundamenta en…la ley…”. Tal y como el profesor Willem Buiter escribió “Cambiar las reglas cuando se está perdiendo es una violación al imperio de la ley. El respeto por la autoridad de la ley es incluso más importante que el destino del Tratado de Lisboa”.

Aparentemente esto no es cierto en las mentes de las élites europeas. No quieren escuchar a la gente, no quieren luchar por un tipo de Europa diferente. Sólo quieren lo que había en Lisboa y de esta manera están dispuestos a ignorar la democracia y la ley para cumplir con su objetivo.

Entonces ¿qué solución están buscando? Quizá desguacen el tratado en pequeñas secciones e intenten ponerlas en vigor en pequeñas porciones que en si mismas no son dignas de un referéndum. O quizá negocien algunos aspectos específicos para Irlanda. O quizá Irlanda sea rechazada de la UE. La sugerencia más escandalosa es que puede que a los irlandeses se les pida votar otra vez hasta que voten por la respuesta correcta. Aunque ya han hecho esto con el Tratado de Niza, incluso el más europeo pro federalista sería incapaz de sugerir esto como una forma de avanzar.

Ocurra lo que ocurra, ya se ha causado mucho daño. La Unión Europea ya ha perdido credibilidad. Hay un serio problema con la democracia en la UE, lo cual menoscaba su capacidad para acercarse a países como China y la lectura que hace sobre las virtudes de la democracia. El profesor en Derecho Público, Karl Albrecht Schachtschneider, destaca numerosos problemas. El Parlamento Europeo asegura representar al “Pueblo Europeo” pero el “Pueblo Europeo” no existe, en su lugar hay diferentes naciones que votan por muchas razones diferentes. El “Pueblo Europeo” sólo puede ser creado con el consentimiento de la gente, todos votando para acordar que son europeos y acordando una constitución. La afirmación del Parlamento Europeo también es menoscabada por las normas de elección de los eurodiputados, siendo diferentes en cada país europeo, negando consistencia y justicia al proceso, así como los bajos índices de participación en muchos estados en las euroelecciones.

El Parlamento británico, a menudo llamado el “padre de los parlamentos”, ratificó el tratado, José Manuel Barroso afirmó que esto era “otra aprobación al tratado” y que probaba “que todavía es un documento vivo”. Estos cometarios ignoraban los desafíos legales hechos en contra del gobierno y los métodos engañosos utilizados por el partido laborista para promover el tratado en el parlamento. Después de prometer 20 días de debate, el gobierno en Gran Bretaña los redujo a alrededor de 13 e impuso debates en asuntos que no eran polémicos (por ejemplo, un día entero fue dedicado a debatir las seis extra palabras añadidas en el Tratado sobre el Cambio Climático, lo cual no producía ninguna diferencia legal y efectiva en el funcionamiento de la UE).

La visión federal de una entidad política unida llamada Europa, parecida a los Estados Unidos ha sido democráticamente bloqueada por los votantes de Francia, los Países Bajos y ahora Irlanda. Todo el mundo sabe que los británicos y muchas otras naciones también hubiesen rechazado dichos tratados si hubiesen tenido la posibilidad de hacerlo. Aún así los políticos, tal y como demuestran las citas anteriores, no escuchan. Y la única lección que parecen haber aprendido es que nunca deben celebrar referéndum y dejar a la gente decidir.

Todo esto apunta hacia una nueva dirección. El crecimiento de la democracia a lo largo del mundo ha sido, esto es debatible, el gran logro del siglo XX. Aunque en el siglo XXI, nos encontramos con la democracia amenazada por los países en donde nació. Europa ha decidido seguir un nuevo camino, uno donde las personas sólo podrán decidir si es probable que elijan la opción “correcta”, parecido a las elecciones rusas, donde el resultado es a menudo una conclusión previsible.

El Tratado de Lisboa, si sigue adelante, dará a Europa un presidente que no será elegido. Hará de la UE una entidad legal. De esta forma dará a todos los europeos un presidente no elegido. Sí, hay también más poder para el Parlamento Europeo pero dado los bajos índices de participación en dichas elecciones y la vasta ignorancia sobre lo que ocurre en Bruselas, el tratado difícilmente promueve la democracia.

Y así nos encontramos frente a un nuevo orden mundial que emerge. Se basa en una versión de la filosofía de Aristóteles donde un grupo de élite gobierna al resto. La élite es sabia y virtuosa, y es capaz de tomar decisiones y gobernar sabiamente en nombre de todos. Esta “democracia soberana” también funciona en Rusia, donde Putin y Medvedev gobiernan el país en nombre de la población permitiéndoles opinar sobre el gobierno del país en ocasiones muy escasas. Y en China, el país más poblado del mundo, encontramos una versión similar de gobierno: sólo los miembros del partido comunista pueden influir en cómo es dirigido el país.

Y de esta manera, en los albores de este nuevo milenio, nos encontramos con una nueva tendencia en política internacional. La Unión Europea quizá no sea tan estricta como Rusia y definitivamente no se encuentra en la misma categoría que China pero debemos preguntarnos ¿hacia qué dirección se mueve? ¿Nos acercamos a un estado más descentralizado con menos influencia política o de hecho estamos siendo testigos de la creación de un nuevo grupo de políticos de élite todopoderosos que no dan cuenta de sus decisiones, los cuales tomarán las decisiones en nuestro nombre? ¿Es esto una nueva tendencia global? Podemos ver el principio de un “mundo feliz” donde los políticos de élite gobiernan y toman las decisiones por todos, sólo ocasionalmente permiten a los votantes expresarse.

Glen Ruffle
MA University of Southampton, researcher for Global Vision.

Bibliografía

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