Número 2/ Abril-Mayo de 2007
Roger Casas
Diversos actos oficiales han conmemorado recientemente en Taiwan el 60º aniversario del llamado “Incidente del 28 de Febrero (28-F)”, un levantamiento popular contra la administración del Partido Nacionalista (en mandarín Kuomintang, KMT) que tuvo lugar el 28 de Febrero de 1947 y fue brutalmente reprimido por las fuerzas armadas gubernamentales. Cientos de familiares de víctimas asistieron a la ceremonia solemne celebrada en el Parque Conmemorativo del 28-F en Taipei, y el propio presidente de Taiwan, Chen Shui-bian, junto con su gabinete, fue parte activa en los eventos oficiales, que este año han incluido la inauguración de un nuevo pabellón dedicado a las víctimas de la masacre. En declaraciones y discursos relacionados con el evento, Chen prometió justicia y compensaciones para aquellos que sufrieron la represión del KMT: “sin verdad, no habrá reconciliación”, dijo el presidente. Sin embargo, las exigencias de verdad histórica son sólo una parte del complejo juego político en que se ha convertido el 28-F.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, y después de 50 años de administración japonesa, la isla de Taiwan fue devuelta a la República de China (RC) del KMT, que en aquel momento se enfrentaba al Partido Comunista Chino (PCC) de Mao Zedong en el continente.
A comienzos de 1947, y tras casi dos años de gobierno nacionalista, la corrupción había penetrado hasta los últimos rincones de la administración pública y la tensión social de ello derivada era alta: cinco décadas de gobierno japonés habían acostumbrado a los taiwaneses a un gobierno autoritario pero eficiente, y el robo de propiedad privada, la malversación de ayuda internacional y el maltrato infligido por parte del gobierno a la población local (en su mayoría descendientes de emigrantes llegados de la provincia china de Fujian, considerados a menudo pro-japoneses y traidores a la “patria china” por el KMT) habían creado las condiciones de un enfrentamiento que habría de tener profundas consecuencias para la sociedad taiwanesa.
El 27 de Febrero de 1947, un inspector del gobierno propinó una paliza a una mujer taiwanesa que vendía tabaco de contrabando, para inmediatamente después hacer fuego sobre un grupo de indignados y amenazantes transeúntes, matando a uno de ellos. Al día siguiente tuvo lugar un levantamiento general de la población de Taipei contra el gobierno de la RC. Durante varias semanas las tropas nacionalistas se replegaron en el sur de la isla y los insurgentes llegaron a controlar gran parte de la misma, organizándose en comités locales y exigiendo la reforma del gobierno provincial y el fin de la corrupción.
Pero el gobierno de la RC se opuso a cualquier tipo de negociación, y durante los primeros días de Marzo el gobernador nacionalista Chen Li y sus hombres se encargaron de recoger información acerca de la rebelión mientras reunían tropas en la provincia de Fujian, frente a las costas taiwanesas.
La represión comenzó el 8 de Marzo, cuando las tropas gubernamentales desembarcaron en el norte de Taiwan y, junto con aquellas guarnicionadas en el sur, recorrieron la isla torturando y asesinando, “limpiando” la misma de cualquier elemento sospechoso de oposición al KMT. A fines de mes, prácticamente todos los líderes rebeldes habían muerto o estaban en prisión, y el número total de víctimas mortales había alcanzado entre 18 y 28 mil personas. Esta cifra, que incluye varios miles de inmigrantes continentales asesinados por taiwaneses, todavía se discute hoy día.
Dos años más tarde, y tras la derrota militar sufrida a manos del CCP, gobierno y ejército nacionalistas abandonaban el continente para establecer el gobierno central de la RC en Taiwan –añadiendo 2 millones de refugiados a una población de unos 6 millones. El KMT se aseguró de que ningún tipo de oposición pudiera poner en peligro su dominio en Taiwan, prolongando la ley marcial impuesta en la isla durante 40 años, hasta su abolición en 1987. Este período, durante el cual el gobierno nacionalista impuso una censura total sobre el incidente del 28-F y reprimió violentamente todo tipo de disidencia política en Taiwan, es popularmente conocido en la isla como el “Terror Blanco”.
Durante los años 70, y tras décadas de silencio, varios grupos cívicos en Taiwan comenzaron a exigir públicamente al gobierno que pusiera fin a la censura y reconociera su responsabilidad en los hechos. Sin embargo, hubo que esperar al fin de la ley marcial para que el ejecutivo del KMT, que para entonces había liderado una transición democrática en la isla, comenzara a desclasificar documentos relacionados con el 28-F.
Un informe oficial redactado en 1992 y que admitía que las tropas nacionalistas habían asesinado y encarcelado a miles de taiwaneses bajo pretexto de ser considerados comunistas o saboteadores, representó el primer reconocimiento oficial de la responsabilidad del KMT en la tragedia.
En 1995 el entonces presidente del KMT y de Taiwan, Lee Teng-hui, ofreció una disculpa pública. Ese mismo año el parlamento nacional declaró el 28 de Febrero (que venía siendo conmemorado públicamente desde 1988) fiesta nacional en la isla, y el gobierno puso en práctica un programa destinado a compensar económicamente a las víctimas de la represión a través del Fondo de Reparaciones Civiles, recaudado con donaciones públicas. Sin embargo, sólo un puñado de personas reclamó compensación, lo que se debió no sólo al miedo de muchos taiwaneses a sufrir represalias por parte del estado, sino también al hecho de que, a causa de la rígida censura impuesta sobre toda información relativa al 28-F, mucha gente simplemente ignoraba cuál había sido el destino último de sus familiares.
Sin embargo, el debate público en Taiwan en relación al 28-F se ha agudizado sensiblemente desde que el Partido Progresista Democrático (PPD) del actual presidente Chen Shui-bian (un taiwanés de origen Hakka) alcanzara el poder en las elecciones del año 2000, poniendo así fin a más de 50 años de dominio continuado en la isla por parte del KMT.
Desde entonces, todo lo relacionado con el incidente ha sufrido una creciente politización, debido especialmente a la inclusión del 28-F en el programa pro-independencia del PPD, que intenta así reforzar la posición de la coalición Pan-Verde de partidos de cara a las elecciones parlamentarias que han de celebrarse este año, y las presidenciales de Marzo de 2008 -una posición debilitada por diversos escándalos políticos, que han llegado a implicar incluso a la mujer de Chen, acusada junto a otros tres altos cargos del gobierno de malversación de fondos públicos.
Como es bien sabido, la posición del PPD y del propio Chen con respecto a la política de “Una China” y al discurso pro-unificación promovido por el CCP ha sido cuando menos controvertida: a pesar de los compromisos anunciados en su discurso de investidura –conocidos como los “Cuatro «No» y Un «Sin»”–, que incluían la promesa de no declarar la independencia de Taiwan ni promover un referendum sobre la independencia (tampoco sobre la unificación), Chen ha apoyado una serie de medidas destinadas a establecer el carácter soberano del estado taiwanés, entre ellas la abolición, en Febrero de 2006, del Consejo Nacional para la Unificación.
El gobierno del PPD está promoviendo un progresivo abandono de los símbolos nacionales relacionados con “China” y presentes en diversas instituciones del país, así como la construcción de una identidad política y cultural específicamente taiwanesas. Por ejemplo, el pasado 28 de Febrero, y coincidiendo con la celebración del aniversario del 28-F, fue emitida la primera serie de sellos en que aparece el término “Taiwan” en lugar del nombre oficial de “República de China”. El servicio estatal de correos, China Post también va a cambiar su nombre por el de “Taiwan Post”. Estas medidas cuentan obviamente con la oposición de la coalición Pan-Azul de partidos que lidera el KMT, favorable a una eventual reunificación política con la República Popular China (RPC).
La agresiva postura del PPD respecto al incidente del 28-F es también parte de esta amplia campaña gubernamental: a comienzos de Marzo de este año el parlamento taiwanés aprobó una revisión al Estatuto para la Gestión y Compensación por el Incidente del 28-F, revisión que entre otras cosas dejará bien claro que el gobierno chino dirigido por los nacionalistas estuvo detrás de los asesinatos de civiles taiwaneses. La enmienda prolonga también el plazo que habría de terminar en el año 2011 para aquellos que deseen reclamar compensaciones por parte del estado.
El célebre líder del KMT y la RC, el “Generalísimo” Chiang Kai-shek, habitualmente identificado con la reunificación con la RPC, y considerado por muchos como el responsable último de las masacres que siguieron al 28-F y la represión posterior, es un objetivo específico de esta campaña. La víspera del aniversario del incidente, el presidente Chen Shui-bian pidió que Chiang fuera juzgado póstumamente por su supuesto papel en estos hechos –una petición que ha llevado a que Chen sea demandado por difamación por el nieto de Chiang, el diputado nacionalista John Chiang.
El gobierno del PPD ha retirado a comienzos de este año varios centenares de estatuas del Generalísimo colocadas en instituciones militares de la isla, y cambiado recientemente el nombre del Memorial Chiang Kai-shek en Taipei por el de ”Pabellón Conmemorativo de la Democracia Taiwanesa”, lo que ha provocado la reacción de los partidarios del KMT, que el pasado 31 de Marzo se manifestaron en Taipei para protestar contra el ataque a la memoria de Chiang.
La postura de los líderes nacionalistas respecto al debate que rodea el 28-F ha sido diversa –desde aceptar la responsabilidad de su partido por el incidente, a ignorar sencillamente el asunto y oponerse a cualquier medida promovida por el PPD dirigida a poner en cuestión el legado político nacionalista. Ma Ying-cheu, actual presidente del KMT, y que ha mantenido en general una actitud conciliadora, ha sido duramente criticado en Taiwan por señalar que el 28-F no fue un incidente étnico, sino de mala administración; algunos miembros de su partido parecen sencillamente negarse todavía a reconocer en público la responsabilidad de la formación en las masacres, y sus llamadas a “olvidar el pasado” o a evitar el “conflicto étnico” entre taiwaneses y continentales han tenido escaso efecto frente a las exigencias de responsabilidad del PPD, y no ha logrado aliviar la tensión política en la isla.
Por otro lado, varias personalidades políticas de Taiwan, como el ex-presidente Lee Teng-hui, que tras ser expulsado del KMT en el año 2000 formó su propio partido pro-independentista, han tomado parte en actos conmemorativos del 28-F de este año.
Por su parte, la RPC, que contra viento y marea sigue contemplando la política taiwanesa como un asunto interno, ha entrado este año en el juego, declarando a través de la Oficina para Asuntos de Taiwan que el incidente del 28-F es considerado por Pekín como un “movimiento patriótico a gran escala que luchó contra la imposición de la dictadura del KMT en aquel momento, y [como] parte de la causa liberadora del pueblo chino en su conjunto”.
El gobierno del PCC ha acusado a las “fuerzas separatistas” taiwanesas de distorsionar la historia y convertir el incidente en el punto de arranque del movimiento independentista en la isla. Sin embargo, y si bien es cierto que los varios grupos que se enfrentaron al gobierno de la RC inmediatamente después del levantamiento del 28-F en Taiwan perseguían objetivos políticos diversos (y la independencia no era necesariamente uno de ellos), la represión que siguió al levantamiento parece haber servido como catalizador para el movimiento pro-independencia taiwanés.
A pesar de todo, y como muchos taiwaneses se han encargado de recordar, el 28-F no es tan sólo un problema político. La magnitud de la tragedia, junto con el hecho de que la opinión pública acerca del incidente permaneció silenciada hasta comienzos de los años 90, pueden ayudar a comprender porqué el 28-F y los acontecimientos subsiguientes continuan constituyendo una carga tan pesada para una parte importante de la sociedad taiwanesa. En este sentido, tanto el gobierno como la oposición del país deberán concentrarse en apoyar medidas en relación a la aclaración y reconocimiento oficial de la tragedia –algo que hoy por hoy no está ocurriendo.
Conscientes de este problema, algunos grupos de la isla han pedido la creación de una “comisión para la verdad y la reconciliación” al estilo de la creada en Sudáfrica tras la era del Apartheid, y destinada a recopilar y registrar toda documentación relacionada con el 28-F, para las futuras generaciones de taiwaneses. Por su parte, un grupo de investigadores de la Academia Sinica en Taipei ha decidido organizar por su cuenta una comisión independiente con el fin de documentar el número de víctimas del Terror Blanco.
Al mismo tiempo, se está pidiendo al gobierno la devolución de propiedad privada confiscada a las víctimas de la represión (y que permanece en gran parte en manos de políticos nacionalistas). Por último, otras exigencias se centran en la recuperación y promoción de tradiciones culturales locales, como por ejemplo la lengua taiwanesa (un dialecto Min hablado por los colonizadores llegados de Fujian en el siglo XVII), marginada en la administración y los media de la isla una vez el mandarín (guoyu) fue declarado idioma oficial por el gobierno del KMT.
A pesar de (y gracias a) todas estas iniciativas, parece que la politización del 28-F continuará en el futuro: el aniversario del próximo año tendrá lugar poco antes de que se celebren elecciones presidenciales en Taiwan, y la influencia que el uso de la conmemoración pueda tener sobre los votantes hará que el debate sobre el incidente se convierta en una parte esencial de la campaña electoral.
Roger Casas
Licenciado en Historia y coordinador local de un proyecto de la UNESCO para la preservación cultural en Sipsong Panna (China)
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