martes, 14 de abril de 2009

¿Nacionalizará Chávez a Hugo Chávez?

Número 14/Abril- Mayo 2009
Juan Luis Dorado Merchán

Este artículo podría titularse perfectamente “Las nacionalizaciones de Hugo Chávez” o tal vez “Política económica de Chávez”; pero teniendo en cuenta las formas, maneras y políticas (en todos los ámbitos) del mandatario venezolano, es más conveniente apostar por un título loco y algo incomprensible para el lector.

Hugo Chávez se aferra cada día más al poder en Venezuela. La victoria en los últimos comicios supuso para él carta blanca en todos los aspectos, especialmente en el de controlar su principal objeto de deseo: el petróleo.

Uno de los ‘deportes’ favoritos de Chávez es amenazar a las empresas extranjeras asentadas en el país con quitarle todo, con nacionalizarlo y dárselo al pueblo. ¿Pero a qué parte de los venezolanos corresponde el trozo del pastel?

“Chávez amenaza con nuevas nacionalizaciones”, voceaban los medios de comunicación hace unos meses. Nada nuevo. No. Esta vez es diferente. Ahora Chávez tiene todo el poder posible y la opción de permanecer en el poder el tiempo que designe la nueva Constitución. O lo que es lo mismo: hasta que él quiera.



Imaginamos a los analistas políticos y económicos que tenga a su alrededor, a sus asesores más cercanos, hablarle de las desgracias para el país del frenazo a la inversión exterior. Pero a Chávez eso le da igual mientras tenga petróleo.

El crudo, el oro negro. Ha sido el principal caballo de batalla de Hugo Chávez y piensa exportarlo y aprovecharlo a todos los efectos. Hasta regalárselo a los más firmes aliados de su región, como Cuba y Bolivia. Bien harían estos asesores en explicarle a Hugo Chávez ese asunto de que el petróleo es una energía no renovable. Se agota.

¿Se agotará algún día el poder de Chávez? Sólo el tiempo podrá decirnos la respuesta a esta cuestión. Lo que está claro es que él, aunque sea para si mismo y para sus partidarios, parece tener clara la conclusión al enigma. Estará en el poder el tiempo que haga falta. Y seguirá tomando decisiones descabelladas en ese tiempo, que parece ser ilimitado.

Frenazo a la inversión extranjera

El primer punto a extraer de la política de nacionalizaciones de Chávez es claro. Las empresas extranjeras dejarán (ya lo han hecho) de invertir en el país.

Pongámonos en la piel de los ejecutivos de una importante multinacional. Da igual el país al que pertenezca. Han visto oportunidades de negocio en Venezuela y se plantean realizar una importante inversión. Analizan la situación y observan que, cuándo a Hugo Chávez le de la gana, pueden perder todo lo apostado por ese país, ya que su empresa pasaría a manos del Gobierno venezolano.

Cualquier informe que pida una empresa desaconsejará desde el primer momento y de manera tajante una inversión en Venezuela. Buscarán otro destino para su dinero y sus infraestructuras, e irán hacia allá sin preocupaciones de ningún tipo.

Problema 1: Venezuela, un país necesitado de dinero, puestos de trabajo y fuertes inversiones se quedaría sin una nueva importante entrada de dinero y capital. Además, no se crearían miles de puestos de trabajo que repercutirían en el bienestar de miles de familias venezolanas.

Problema 2: La fuerza de Hugo Chávez en la región y su mayor influencia en alguno de los países vecinos y del resto de América Latina y el Caribe, haría a la empresa en cuestión plantearse, incluso, invertir en cualquier región del resto del continente. En cualquier momento un nuevo Chávez podría surgir en Colombia, Perú o República Dominicana.

¿Y si lo de Chávez es contagioso?

Uno de los grandes objetivos, quizás el más faraónico, de Hugo Chávez, es el de convertirse en el nuevo Libertador, el nuevo Bolívar, el nuevo ‘Che’ Guevara. El mandatario venezolano ansía en exportar el socialismo del siglo XXI al continente americano. Y Chávez juega para esto con una baza: petróleo a buen precio.

Las multinacionales de Estados Unidos y Europa lo saben, y siguen fielmente la actualidad política de todos los países. Está pasando en Venezuela, en Bolivia, pronto en Ecuador y quizás en Nicaragua. De Cuba ya ni hablamos. ¿Podría brotar una fiebre de nacionalizaciones en toda Latinoamérica?

A nivel económico, sin duda, este es el virus de Hugo Chávez que más pánico da al resto del mundo en caso de propagarse al resto de países latinoamericanos. Por eso, la mayoría de las empresas, en el caso de apostar por América Latina y el Caribe, van sobre seguro. Y los valores en alza son Brasil, Colombia, Chile, Argentina y México.

¿Qué paralelismo tienen estos países? Su estabilidad política por encima de todo.

En los últimos 20 años, América Latina y el Caribe han pasado a un cuarto y quinto plano de la economía mundial. Incluso, esa famosa expresión de “el patio trasero de Estados Unidos” ha quedado en desuso.

Las empresas que antes se asentaban en esta región del mundo lo hacen ahora en Asia, especialmente en el Sudeste Asiático, y en los últimos años, también en África.

Evidentemente las razones no son, ni mucho menos loables. Desde la explotación infantil, mano de obra ultrabarata, mayor posibilidad de control sobre los gobernantes,…

Pero sí que hay una cosa clara. El frenazo de la inversión extranjera en América Latina se ha frenado bruscamente en los últimos años. Y la región debería, por muchas razones, principalmente por el bienestar de sus ciudadanos, apostar por la inversión extranjera.

América Latina y el Caribe tienen que luchar por su salud económica, y sobre todo, por lograr la tan ansiada cohesión social entre sus ciudadanos. Una meta que cada día parece más lejos de alcanzarse. Por muchas políticas que se implementen, o se busquen aplicar, si no hay dinero ni trabajo para que cristalicen en un beneficio para la sociedad, no tienen ningún sentido.

Y es bastante dudoso que nacionalizar las empresas que han apostado por tu país y espantar a otras que quieran realizar una fuerte inversión, sea la manera más correcta de ingresar dinero y aumentar tu PIB.

Chávez juega con fuego, pero no es consciente de ello. Puede que algunas de las empresas nacionalizadas hayan tenido una labor negativa que ha afectado al devenir del país. Puede. Pero lo que está claro es que una empresa como el Banco Santander, ejemplo de gestión en todo el mundo, al menos tiene el beneficio de la duda.

Y no es casualidad nacionalizar el Banco de Venezuela, filial del Grupo Santander en aquel país. Controlar uno de los principales bancos del país, es sin duda un aperitivo bastante goloso para un gobernante como Hugo Chávez.

El complejo de la plaza sitiada

Quizás habría que prestarle a Hugo Chávez un libro en torno al desarrollo de los sistemas socialistas en el siglo XX. Pero él asegura que su “Socialismo del Siglo XXI” ayudará a su país (y a toda la región) a lograr el bienestar social y económico. La historia escribirá los resultados.

Tampoco es difícil comprender que las nacionalizaciones (salvo en casos de extrema necesidad y salvamento de una entidad) no han repercutido del todo positivamente en la economía de un país. Sólo tiene que observar la situación económica de la Cuba de su idolatrado Fidel Castro.

Aislarse del resto del planeta económicamente, mientras los mercados se muevan en términos capitalistas, no suele ser muy rentable. Pero con Chávez puede haber una salvedad. Posee el principal motor de todos estos mecanismos: tiene petróleo.

Pero, y conociendo al personaje, sus miles de extrañas decisiones y su pasión por Fidel Castro, la respuesta a las nacionalizaciones podría tener una respuesta mucho más sencilla y más política y económica: la teoría de la plaza sitiada.

Y es quizás, detrás de esa imagen arrogante y altanera, Hugo Chávez, debe tener miedo.

Miedo a qué sus ciudadanos se vuelvan contra él, a qué la oposición gane fuerza, a qué los venezolanos y los venezolanos gocen de la libertad de expresión, a qué las series norteamericanas sean vistas por sus jóvenes… Por eso nacionalizó los medios de comunicación, por eso cerró emisoras de radio, por eso aparece una vez sí y otra también en la televisión venezolana…

Quiere tenerlo todo controlado. Y por supuesto, la economía también. Y si para eso tiene que, saltándose cualquier tipo de legislación, echar a unos cuantos inversores extranjeros se les echa. Que más da quitarles su dinero, su inversión, sus fábricas, sus edificios, sus oficinas… es bueno para Venezuela, por lo tanto es bueno para Hugo Chávez.

Por eso ataca siempre a las empresas extranjeras. Hugo Chávez necesita un enemigo y el pueblo venezolano tiene que sentir la presión del mal, que viene del exterior, en este caso de empresas que vienen a crear puestos de trabajo y dejar dinero en el país. Cuanto menos resulta irónico.

Hugo Chávez demoniza el capitalismo y su dinero, y lo hará hasta que no pueda pasar sin él. Entonces cambiará rápido el discurso e intentará que el pueblo (que tiene memoria), crea que la inversión extranjera es una necesidad en el país.

Ahora que se ha ido su gran excusa de los últimos años (George W. Bush) y todo el mundo quiere a Obama, Chávez tiene que focalizar otro objetivo. Les toca a las empresas extranjeras. Son el enemigo. Y quiere que el pueblo esté alerta ante este mal, ante este dinero capitalista que viene a ayudarlos.

¿Les suena este discurso? Si la respuesta es sí, mirarán rápido hacia Cuba. Si es no, aconsejo cotejar rápidamente cualquier discurso de Fidel Castro. El mandatario cubano ha sido un gran profesor para muchos políticos latinoamericanos, y Chávez parece ser su alumno más aventajado.

Castro ha destacado por su capacidad camaleónica. Se adaptó a la Guerra Fría, a la distensión y al siglo XXI. La cuestión es saber si las capacidades de Chávez le hacen ser capaz de adaptarse a los sucesivos acontecimientos.

El mundo entero vive en una galopante crisis económica. La recesión llama a la puerta y Chávez sólo tiene una pieza en esta batalla: el petróleo. Es necesario en todo el planeta, pero la demanda ha parado y el precio ha empezado a bajar. Pronto se verá que Venezuela deja de regalar petróleo a sus aliados. Empezará poniendo un precio asequible y lo acabará equiparando al resto del mercado.

Una de las últimas de Chávez han sido las críticas a Cristóbal Colón. Y han nacionalizado una estatua. Han quitado una figura del navegante y ha aconsejado poner en su lugar “un indio y una india”.

Desde fuera de Venezuela, el Presidente venezolano parece un político que funciona por impulsos. Sin criterio ninguno. Un día alaba y otro pica por la espalda. Lo peor para los venezolanos sería conocer las imitaciones y que su máximo representante es parodiado hasta la saciedad y sus intervenciones en televisión ocupan más espacios humorísticos que informativos.

Pero seguro que Chávez tiene en mente nacionalizar el pensamiento de sus ciudadanos. Sería el paso definitivo, para que así, dentro de unos años, si Venezuela sigue por este rumbo, no pudieran recordar todas estas medidas.

Está claro que el sistema económico mundial ha fallado claramente. El capitalismo no es ni mucho menos la panacea y la perfección, pero es el tablero sobre el que se juega la partida. Los países que se han quitado de en medio han vuelto al redil. O aquellos que renegaban de él, no han tenido más remedio que aceptarlo y buscar su posición y beneficio. Miren el caso de China.

Chávez juega sus cartas y van contra todos. Seguirá nacionalizando sin parar hasta que sólo quede él mismo por nacionalizar. Pero, ¿y sí el petróleo se acaba? Entonces, probablemente, será otro el que pague los platos rotos y tenga que buscar soluciones para Venezuela.

Juan Luis Dorado Merchán
Periodista especializado en políticas latinoamericanas

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