lunes, 15 de diciembre de 2008

¿Será la hora del cambio para América Latina?

Número 12/Diciembre-enero 2009
Juan Luis Dorado Merchán

Se está hablando mucho del cambio en los últimos meses. El presidente electo de los Estados Unidos ha llegado a la Casa Blanca con un mensaje de cambio. También tratan de dar un giro al sistema financiero internacional para evitar una nueva situación de zozobra en los mercados. Pero, ¿cuándo será la hora del cambio para América Latina?

En los últimos años, varios países latinoamericanos han resurgido de sus cenizas y ocupado un lugar importante, sobre todo a nivel económico, dentro de la coyuntura internacional del siglo XXI.

Brasil se ha convertido en una potencia a nivel económico, y destaca como uno de los países fuertes del llamado Grupo de los Países Emergentes. Además, el presidente Lula da Silva ha tenido un papel muy destacado en la reunión de reforma financiera que se desarrolló en Washington.

Argentina, tras la época turbulenta del corralito, recobró la tranquilidad, y también ganó peso en el seno de la Comunidad Internacional. Prueba de ello es la presencia de la presidenta Cristina Fernández en la reunión del G-20.

México continúa ocupando un papel importante en la economía global, especialmente, por su papel de zona de paso hacia los Estados Unidos de gran cantidad de materias primas.

Y países como Bolivia y Venezuela, a su manera, también han llevado al panorama internacional su discurso ideológico, orientado hacia la izquierda. Eso sin contar, la fuerza de ambos países a nivel económico con dos de las materias primas que mueven la economía global: el gas de Morales y el petróleo de Chávez. Además, siempre se ha dicho desde diversos círculos que la región, la más rica y variada en materias primas del mundo, debería convertirse en la �despensa� del mundo en los próximos años. Una situación que aprovecharía para dar un salto cualitativo a nivel económico y social en el esquema de la sociedad internacional.

Pero ese salto, ese cambio, no termina de cuajar en la región.

Durante la XVII Cumbre Iberoamericana, celebrada en Santiago de Chile durante el mes de noviembre de 2007, los líderes latinoamericanos más España, Portugal y Andorra, discutieron en torno a la cohesión social de América Latina y el Caribe. Fue un discurso rico, que quedó en segundo plano por el incidente entre el Rey de España y el Presidente venezolano.

Ya ha pasado un año, ha habido una nueva Cumbre Iberoamericana, en este caso en El Salvador, y la situación de la cohesión social no termina de dar los pasos necesarios para hacer avanzar a la región desde las bases, desde los pueblos. Esta misma revolución, una que afecte a los ciudadanos latinoamericanos es la que demanda Hugo Chávez y su movimiento bolivariano. Un discurso de izquierdas, basado en el progreso de los pueblos latinoamericanos que se ha exportado desde Venezuela a otros países como Bolivia y Ecuador.

Estas ideas de momento se han quedado en una llegada al poder de distintos mandatarios, con más palabras que hechos. La revolución que anuncia la Revolución Bolivariana, las nuevas ideas para América Latina que iba a aportar la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), no ha hecho que mejore la cohesión social en los países implicados en estos movimientos.

Y en el resto de países la situación es similar. Colombia, uno de los países con más potencial de la región en todos los niveles, vive centrada en un conflicto bélico que parece no tener fin. Mientras tanto, crece el número de desplazados y la situación económica es similar a la de toda la región: los beneficios crecen pero continúan repartidos en unas pocas manos.

Se podría hablar de Chile como excepción. Son numerosas las crónicas que aseguran que este país es el más europeo de los países latinoamericanos. Quizás disponga de una situación envidiable en la región, sobre todo a nivel económico, especialmente por sus contactos comerciales con las economías emergentes del Sudeste Asiático. Pero continúa teniendo muchos problemas de diferencia de clases. La separación entre los más ricos y los más pobres crece como la espuma en la mayoría de los países latinoamericanos. Y Chile no es una excepción.

Un año después de aquella declaración sobre la Cohesión Social planteada en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile, las cosas siguen igual en la región. Durante varios días, los mandatarios se pasearon, plantaron árboles, discutieron y firmaron documentos.

Textos muy completos, en los que se detallaban los problemas de América Latina y el Caribe y se daban numerosas soluciones que marcarían el camino para alcanzar, definitivamente, la Cohesión Social en la región.

Sin duda, ese habría sido el gran cambio que necesita América Latina. Pero ha pasado más de un año, y esas políticas, esas medidas, que siguen plasmadas en un papel que recuerda continuamente los compromisos, siguen sin hacerse efectivas donde más se esperan: en el día a día de los pueblos latinoamericanos.

¿Ayudará Obama a este cambio?

"Yes, we can!", ha gritado Barack Obama durante toda la campaña de las elecciones a la Presidencia de los Estados Unidos en la que finalmente se ha impuesto al candidato republicano John McCain. Obama ha llevado su menaje del cambio a todo el mundo, no solo a sus conciudadanos estadounidenses.

Es la sociedad global la que necesita ese cambio, un viraje en el rumbo de los últimos años que han llevado al planeta a una situación complicada: crisis humanitarias, desajustes financieros, derrumbes económicos, cambio climático…

Es evidente que todas las regiones del mundo tienen sus problemas, empezando por los propios Estados Unidos. Por eso es tan importante este cambio que Barack Obama plantea. Si la primera potencia es capaz de revertir la situación en la que se encuentra, su economía vuelve a girar y por supuesto huye de los planteamientos imperialistas de los últimos años, se convertirá en un motor capaz de ayudar a la sociedad internacional de las numerosas crisis a las que se enfrentan. Y es aquí donde América Latina puede jugar un papel fundamental.

Anteriormente, sobre todo durante gran parte de la Guerra Fría, Latinoamérica fue conocida como el patio trasero de Estados Unidos. Una situación que se extendía a todos los ámbitos: desde el económico hasta el social, pasando evidentemente por el político.

En la actualidad, los Gobiernos latinoamericanos, salvo algunas excepciones, ya han dado el golpe de mano en su relación con Washington. Un golpe democrático, con ideologías tanto de izquierdas como de derechas, y que así se aleja del paradigma de la lucha por distanciarse de Estados Unidos: la Revolución Cubana.

Ante esta situación, una de las grandes luchas latinoamericanas desde el final de la Guerra Fría ha sido la de hablar de tú a tú con la Casa Blanca.

De momento, no lo han podido conseguir, pero países como Brasil, Chile, Colombia o Argentina, sí que se sientan en la misma mesa que el Presidente de los Estados Unidos para exigirles determinadas cosas a cambio de materias primas que antaño prácticamente expoliaban.

Obama predica un cambio. Es necesario que ese cambio llegue a todos los niveles, tanto dentro de las fronteras norteamericanas como en el planteamiento de las relaciones internacionales.

La Administración Bush ha mirado a América Latina durante los últimos ocho años por encima del hombro. Quien no aceptaba sus Tratados de Libre Comercio y sus políticas de sumisión a los dictados de la Casa Blanca, se salía de la línea, y prácticamente estaban incluidos en las listas de países terroristas. Véase el caso de la Venezuela de Hugo Chávez.

Han sido ocho años en los que Estados Unidos ha ido a buscar las materias primas a sitios donde las encontraba mucho más baratas, especialmente en algunos países asiáticos y africanos. Bush ha dado la espalda a sus vecinos del sur, al mercado tradicional y natural de los Estados Unidos. Y también ha dejado de lado la apuesta por la cohesión social en la región. Sin unos Estados Unidos interesados en que América Latina salga adelante, las distancias entre ricos y pobres se harán cada vez mayores en cada uno de los países latinoamericanos. Por eso, Barack Obama tiene que llevar su apuesta por el cambio a las relaciones con los países latinoamericanos.

Y no debe ser un cambio impuesto desde Washington sino un proceso consensuado, que beneficie tanto a los Estados Unidos como a todos los países latinoamericanos, haciendo incidencia en apostar por la cohesión social en la región y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y ciudadanas de América Latina y el Caribe.

Cuando los latinoamericanos griten “Yes, we can!”

La llegada de Obama a la Casa Blanca se presenta como una nueva oportunidad para los países latinoamericanos para dar un paso adelante con un Gobierno norteamericano más proclive a ayudar a Latinoamérica que a asolarla.

Puede ser el momento de abandonar las relaciones de sometimiento, de conseguir Tratados de Libre Comercio en mejores condiciones y de limar las asperezas, especialmente venezolanas, que se han creado durante los ocho años que ha durado la Administración Bush. Existe una nueva oportunidad para América Latina y el Caribe para dar el gran salto que muchos expertos de las Relaciones Internacionales llevan dando unas dos décadas.

En el futuro cercano, se necesitarán numerosas materias primas para las nuevas formas de energía. América Latina las tiene.

Se necesitarán alimentos para ayudar a superar las grandes crisis humanitarias que se intuyen en África. El papel de Latinoamérica puede ser fundamental. Y mano de obra cualificada y formada. La región ya tiene un importante cupo de personal universitario en distintos campos. Ahora es tarea de los Gobiernos ayudarles a desarrollar estas cualidades y expandir sus cualidades, además de mejorar los sistemas educativos (primario, secundario y universitario) para aumentar el número de población capacitada para ayudar a sus sociedades a afrontar este cambio.

Este cambio, este salto,A ya ha sido aventurado y esperado en numerosas ocasiones. La última vez en los inicios del siglo XXI con la llegada de las nuevas revoluciones de izquierdas. Pero de nuevo se quedó en teoría y no ha sido capaz de ser llevado a la práctica y redundar en el beneficio de las sociedades latinoamericanas.

Indirectamente, la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ayuda a crear una nueva perspectiva positiva en el futuro de América Latina. Una Administración norteamericana más proclive a apoyar las iniciativas latinoamericanas debe ser aprovechada por los Gobiernos de la región de cara a mejorar el día a día de sus pueblos.

Una vez Obama se instale en Washington, podremos observar con atención los primeros movimientos de Latinoamérica. Se intuye un cambio, más que necesario, en el devenir de la sociedad global. Los pueblos latinoamericanos tienen ante sí una nueva oportunidad para demostrar su auténtico valor en el desarrollo de las relaciones internacionales.

Será el momento de observar si todo queda de nuevo en la teoría o finalmente, América Latina y el Caribe dan el gran salto que llevan años anunciando. Una oportunidad que tiene que tener a los ciudadanos y ciudadanas como principales protagonistas de este gran cambio.

Juan Luis Dorado Merchán
Periodista especializado en Política latinoamericana


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