Número 13/Febrero-Marzo 2009
Juan Luis Dorado Merchán
Los rumores no han parado de dispararse en todo el mes de enero. Desde diciembre, el Soldado de las Ideas Fidel Castro no publicaba ninguna nueva entrada en su blog, desde el que analizaba la actualidad de la sociedad global. Y apenas unas palabras referidas a Barack Obama.
Hugo Chávez dio una pista sobre la situación del Comandante Castro al decir que dudaba que el mundo volviera a ver “al Fidel aquel que recorría las calles y los pueblos de madrugada, con su uniforme y abrazado a la gente, no volverá, quedará en el recuerdo”.
Las palabras de su discípulo y principal aliado hacían saltar todas las alarmas. Incluso, la visita de Rafael Correa levantó suspicacias, porque por más que lo intentó el presidente ecuatoriano no consiguió hacerse la foto con Fidel, el souvenir que buscan todos los mandatarios que visitan La Habana.
La duda recorrió las redacciones de todo el mundo. ¿Estará muerto Fidel Castro? Muchos han teorizado que sí, especialmente en Miami, que ya preparaban una fiesta. Otros que estaba muy grave, como se desprendía de las palabras de Hugo Chávez.
Pero apareció. Primero llegó una referencia de la presidenta argentina, Cristina Fernández, que aseguraba que se habían encontrado y hablaba bien del estado de salud del Comandante.
Seguí habiendo dudas. No había imágenes del encuentro. Al día siguiente, Gramma se encargó de proporcionar la imagen. Fernández cogía del brazo a un Fidel completamente demacrado, ataviado con un chandal diferente al del equipo nacional cubano con el que nos tenía acostumbrado.
Dedicó algunas palabras a la investidura de Obama y soltó una frase que puede sonar a definitiva: “Espero no estar vivo cuando el nuevo Presidente de Estados Unidos cumpla su primer mandato, dentro de cuatro años”.
Días de cambio en La Habana
Desde que diagnosticaron su enfermedad y salió del primer plano, allá por el verano de 2006, y tras ceder la silla presidencial a su hermano Raúl, Fidel Castro se convirtió, según sus propias palabras, en un soldado de las ideas.
La edición en Internet de Gramma le abrió un blog en el que, de forma más o menos regular, publicaba sus reflexiones sobre los principales acontecimientos de Cuba y el mundo.
Muchos consideraban esto un legado, otros una forma de seguir adoctrinando la política cubana, y casi todos, como una ventana para que los cubanos (los pocos que puedan acceder a la Red) comprendan la Cuba que Fidel Castro desea para el momento en que ya no esté entre nosotros.
Desde ese blog ha atizado a George W. Bush, se ha congratulado con Hugo Chávez, ha criticado a Aznar, se ha mostrado duro con la Unión Europea, ha hablado hasta de biocarburantes en un artículo bastante felicitado por el peligro que pueden suponer éstos para la región.
Pero parecía extraño que Fidel Castro apenas hiciera referencia a la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Ni siquiera en sus primeras palabras, aquellas de la zanahoria y el palo, se atisbaba su mensaje duro contra el enemigo estadounidense.
Mensaje, por otra parte, que se ha encargado de hacer notorio Raúl Castro en estos últimos meses donde la crisis parece haberse empezado a cebar con la Isla. Además, hay que recordar que en su primer discurso de 2009, el menor de los Castro avisó a los cubanos que las reformas quedaban paralizadas y que les llegaba el momento de volver a apretarse el cinturón.
La Isla puede prepararse para vivir un nuevo periodo especial, como el que vivieron en los 90 tras dejar la mano de la Unión Soviética. Pero muchos analistas coinciden en que el Gobierno cubano afronta esta crisis con más tranquilidad ya que el apoyo de Venezuela en materia de petróleo y de Bolivia en el suministro de gas, pueden hacerles enfrentar esta dura situación con cierta tranquilidad.
Pero las cosas no mejoran en Cuba. Y ese es el auténtico problema para la población, no la salud de Fidel Castro, a quién muchos cubanos ya han quitado de su pensamiento del día a día, en el que sólo luchan por sobrevivir un día más.
La salud de Fidel Castro, sin duda alguna, es asunto de Estado en Cuba. Pero en cierta medida, las apariciones y desapariciones del líder revolucionario en este tiempo, y en el futuro a corto plazo, parecen destinadas a tapar, de cara a los medios de comunicación extranjeros, la verdadera situación de la Isla.
Fidel Castro, a lo largo de más de 50 años, se ha caracterizado por aprovechar perfectamente a modo propagandístico cualquier cosa que suceda a su alrededor, achacando en la mayoría de ocasiones la culpa al enemigo.
Esta estrategia de la plaza sitiada, que la Revolución ha usado desde sus inicios para unir al pueblo cubano y adaptarse a los cambios de la historia, se volverá a plantear, sin ninguna duda, con la salud de Fidel.
Nadie puede saber exactamente cuando Fidel Castro morirá. Pero también es factible que, en caso de fallecer, su muerte, su entierro y todos los actos conmemorativos serán anunciados en el momento que más convenga al Gobierno de La Habana, para distraer al resto del mundo y a sus propios ciudadanos, de la realidad que vive la Isla.
Desde que está aquejado de esta enfermedad tan misteriosa, Fidel Castro se está convirtiendo en el último símbolo de la Revolución. La manera en que se usan sus apariciones parece dejar ver que se trata de la última bandera, el último mástil al que agarrarse en la lucha por mantener su modelo político.
La llegada de Barack Obama, que para muchos abre las puertas de una solución al conflicto entre dos países vecinos, levanta muchas suspicacias en La Habana.
La razón es sencilla, y volvemos a la estrategia de la plaza sitiada. Desde los años sesenta, Fidel Castro y toda la nomenclatura del Partido en Cuba ha vivido de un discurso a la defensiva. El Presidente de los Estados Unidos, desde Kennedy hasta George W. Bush, ha sido el enemigo, la simbolización del mayor peligro contra los cimientos de la Revolución.
¿Pero cómo reaccionaría el Régimen cubano ante un Presidente Obama que tendiera la mano a la Isla? ¿Qué excusa habría en ese momento para Raúl Castro para explicar a los ciudadanos cubanos la situación en la que malviven?
La respuesta es fácil. Ninguna.
El paso que ha dado Obama para cerrar Guantánamo, que ha sido aplaudido en todo el mundo, incluso en Cuba. Pero desde el Gobierno de La Habana, el aplauso estaba muy matizado, y se ha reivindicado que el asunto de Guantánamo se llevé más allá y ese trozo de terreno sea devuelto a Cuba.
Está claro, que el Gobierno de Raúl Castro y de Fidel si es capaz de mantenerse informado y seguir dando órdenes, irá con los pies de plomo de cara a las decisiones que la nueva Administración de Estados Unidos vaya tomando en relación a la propia Cuba y también a América Latina y el Caribe.
Si los pasos, como se prevé de Obama están encaminados a normalizar (que no a mejorar) la relación con Cuba pese a que los Castro siguen en el poder, los gobernantes de la Isla se quedarán sin su principal recurso para arengar a su pueblo.
Raúl Castro, que lleva tiempo preparando a Cuba para cuando su hermano (y él) ya no estén, es consciente de que sin la figura hegemónica de Fidel, será más complicado subsistir para los cubanos con este sistema de gobierno comunista.
Uno de los principales objetivos de Raúl tendría que ser acercar posturas con Estados Unidos, sobre todo a nivel económico y comercial, y tratar de evolucionar, de la misma forma que hizo China pero a mucha menor escala, hacia un socialismo adaptado a la escena capitalista global.
Este socialismo chino con caracteres cubanos o comunismo cubano con caracteres chinos, podría ser la última válvula de escape para un Régimen que, o bien se moderniza y se adapta, de una vez a los tiempos; o bien desaparece porque, si Obama busca la normalización de las relaciones a todos los niveles, el discurso de la plaza sitiada ya no tendría sentido. Ni para los cubanos ni para el resto del mundo.
¿Absolverá la historia a Fidel Castro?
Tras su aparición junto a la flamante Presidenta de Argentina, Fidel Castro continúa con su enfermedad oculto en algún lugar de la Isla. Lo que más ha sorprendido a los cubanos y cubanas ha sido la ausencia del líder revolucionario en los actos del 50 aniversario de la Revolución, el pasado 1 de enero.
Y es que ya han pasado 50 años, medio siglo, desde que la Revolución se alzó contra Batista. Han transcurrido cinco décadas desde que Fidel entró glorioso en La Habana en loor de multitudes. Y en este tiempo, todo el mundo ha cambiado, pero en Cuba parece que no pasa el tiempo. Sólo es necesario mirar los coches que se mueven por La Habana. Y Fidel sigue ahí.
Quizás ahora como Soldado de las Ideas desde su desatendido blog. Tal vez como el ideólogo o el ventrículo que mueve un muñeco a su antojo (que sería su hermano Raúl y toda la Isla). Pero Fidel sigue presente.
En todo este tiempo, Castro ha sobrevivido a atentados, a varios presidentes de Estados Unidos y a la mayor crisis que se recuerde en la Guerra Fría, la de los misiles.
Llevó a la Isla a entregarse a las manos de la URSS, sobrevivió a la caída del Muro de Berlín, condenó a los cubanos al periodo especial y ahora ha abierto Cuba de par en par a Hugo Chávez y sus amigos del ALBA.
Y Fidel sigue estando ahí, al pie del cañón, de una u otra manera.
Pero tarde o temprano, Cuba tendrá que mirar al futuro y los ciudadanos y ciudadanas de la Isla no tendrán a Fidel Castro mirándoles desde las alturas. Un día, no sabemos si más tarde o más temprano, Fidel morirá.
¿Qué depara ese futuro? Nadie lo sabe. La estructura de la Revolución está fuertemente asentada en la Isla. Y el Partido controla al milímetro la situación de los cubanos, aunque estos, con ingenio, logran llegar a fin de mes tratando de burlar las duras normas que los Castro imponen para el día a día.
Y es que el pueblo cubano, olvidado en la mayoría de las teorías sobre la transición cubana, será el gran protagonista cuando Fidel ya no esté. Son los cubanos que siguen en la Isla y los del exilio en Miami, los de un lado y los de otro, los que tendrán que sentarse en una mesa para dibujar la Cuba que quieren para sus hijos.
¿Qué pasará en Cuba cuando muera Fidel Castro? Nadie lo sabe. Y seguro que es al propio interesado a quién más le gustaría tener esos datos en su mano. Se seguirá especulando, quedan muchas líneas por escribir y a Fidel le quedan, seguro, varios capítulos más.
¿Qué sucederá el día que Fidel no esté? Lo único seguro, como dijo Senel Paz, es que habrá un entierro.
Juan Luis Dorado Merchán
Especialista en Política Latinoamericana
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