lunes, 15 de diciembre de 2008

El mundo le da la bienvenida al presidente electo Barack Hussein Obama, el 44º presidente de los Estados Unidos

Número 12/Diciembre-enero 2009
Kim Young

Después de 22 meses de agotadora campaña, los Estados Unidos eligieron al afroamericano Barack Obama como el 44º presidente del país. Con celebraciones en Grant Park, Chicago, Illinois, estado de Obama, hasta festejos en Kenia, Londres, Japón, Europa y Sydney, por nombrar algunas, se recibió una nueva era bajo el manto de «Change We Can Believe In» («El cambio en el que podemos creer»), mientras al mismo tiempo, exactamente 44 años después, un afroamericano aprobó la Ley de Derechos Civiles de 1964.

Obama nació en Hawaii, hijo de madre blanca de Kansas y padre de Kenia, y en gran parte criado por sus abuelos blancos. Vivió en Indonesia y creció en Hawaii hasta su llegada a Harvard, donde se convirtió en presidente de la ilustre revista de derecho de Harvard y pasó a enseñar Derecho Constitucional. Casado con una culta abogada de Harvard, Michelle Obama, Obama abandonó la perspectiva de unos ingresos de seis cifras para trabajar en la organización comunitaria de la parte sur de Chicago cuando el desempleo era alto y la falta de vivienda les robaba la esperanza a los ciudadanos. Escribió dos memorias: La audacia de la esperanza y Los sueños de mi padre, ambos bestsellers inmediatos.

En la pugna de una dura lucha, Obama salió victorioso a eso de la media noche. En el lujoso Belmont Hotel, un John McCain muy decepcionado, veterano de guerra estadounidense y antiguo prisionero de guerra que ya intentó ser presidente, se dirigió a los reaccionarios republicanos y aceptó con elegancia la voluntad de la gente. Sin embargo, la elegancia no fue el distintivo de la batalla hacia la Casa Blanca.

Tras unas primarias igual de agotadoras, Obama, de 47 años de edad, se enfrentó a la mujer del antiguo presidente Bill Clinton, la senadora Hillary Clinton. A pesar de los números (2025) que indicaban que no ganaría las primarias, Clinton continuó luchando, entrando frecuentemente en desagradables tácticas difamatorias a medida que los Super Delegados se ponían más y más del lado de Obama para respaldar su candidatura. Una política «despiadada» (1), mujer brillante y excesivamente ambiciosa, Clinton no dejó de luchar hasta el final amargo en la Convención Nacional Demócrata (DNC), cuando sólo bajo la aclamación constitucional del DNC apoyó a Barack Obama.

Muchos observadores y expertos en política se mantuvieron cínicos acerca del apoyo de Hillary Clinton y su marido Bill Clinton a Obama. En la campaña electoral fueron evidentes los roces con la prensa, incluyendo uno con Jessica Yellin de CNN. Bill Clinton parecía tenso, enfadado y a veces reacio a unirse al partido. Sin embargo, si el partido hubiera de ganar las elecciones, era obvio que necesitaba unirse y eso fue lo que pasó. La última noche de la Convención Nacional Demócrata, un partido unido propuso a Barack Obama y a su candidato a la vicepresidencia, el veterano senador Joe Biden de Delaware, para dirigir la apuesta demócrata. Una vez más, los seguidores de Clinton se enfurecieron por la elección de Obama a pesar de la llamada de Hillary a la unidad y el discurso más que elogioso de Bill Clinton por Obama, en el que pidió abiertamente el apoyo. Muchos habían esperado que Obama eligiera automáticamente a Hillary Clinton en vez de a Joe Biden.

Quizás en un esfuerzo por separarse de la dinastía Clinton, Obama-Biden se mostrarón con precisión como los agentes del cambio (3). Biden es conocido por ser precipitado, propenso a las meteduras de pata y por presentarse a presidente para las primarias contra Obama, era perfecto para el papel. Estratégicamente, parecía como si Biden pretendiese remplazar a Clinton para ganar a los blancos del campo y de las afueras. Efectivamente, el director de la campaña, David Plouffe, elaboró una campaña magistral que se construyó desde los cimientos, con raíces en la naturaleza de la población e incluía el uso de todas las nuevas herramientas de difusión disponibles. Aunque pidió pequeñas donaciones en internet, Obama fue capaz de impulsar el apoyo de un millón de donantes online hasta acumular más de 600 millones de dólares, una suma de dinero inaudita y cambiar así para siempre el formato de las contribuciones a la campaña política. Se negó a aceptar financiación pública a diferencia de McCain, facilitando la capacidad para llevar la publicidad y la campaña de los nuevos medios de comunicación a donde era capaz de captar a millones de personas y animarles a que le votaran. La campaña dirigida por peces gordos como Robert Gibbs, David Plouffe y David Alexrod fue magistral.

El dinero para financiar una campaña nacional y disciplinada llegó de todas las esquinas de los Estados Unidos. Tanto Bill como Hillary Clinton trabajaron durante horas agotadoras haciendo más de 70 paradas electorales para Barack Obama. Obama y Bill Clinton realizaron un raro y efectivo mitin electoral en Florida, un serio campo de batalla que había votado a los republicanos en dos controvertidas elecciones.

John McCain, un «máverick» (inconformista) autodeclarado (4) que cumpliría los 72 años durante la campaña, dirigió una campaña basada en las reformas, la experiencia y «Primero el País», congregando la base social conservadora y a los independientes.

Conocido como un reformador bipartidario, pareció en primer lugar que tenía una buena base cuando eligió a la gobernadora de Alaska, Sarah Palin. McCain intentó también distanciarse de la Administración Bush, que tenía más de un 76% de índice de desaprobación en los EEUU. No obstante, no funcionó. Al describirse como una hockey mom (un juego de palabras para darle un sentido de Alaska la frase soccer mom se utiliza en los EEUU para describir a las amas de casa de clase media), «pitbull con pintalabios», Sarah Palin fue capaz de atraer a multitudes y apelar a la derecha conservadora evangélica cristiana. Sin embargo, Palin se vio envuelta en controversias propias. De vuelta en Alaska, Palin se vio mezclada en el Troopergate, donde se alegó que Palin había despedido a un inspector público de seguridad por negarse a despedir a un policía estatal que era su ex cuñado y ex marido de su hermana, No obstante, otros esperaban que McCain eligiera a Mitt Romney de Utah. El juego de las culpas por la pérdida continúa mientras hablamos.

La elección de McCain comenzaba a fracasar, a pesar de las grandes multitudes. Al final, se descubrió que Palin había violado la ética estatal en Alaska a mitad de campaña. Ésta fue una seria distracción junto con el coste de su vestuario, que ascendía a más de 150 mil dólares estadounidenses, la mitad del cual se gastó de una sola vez en Neiman Marcus, unos exclusivos grandes almacenes. Además, se filtró que se gastó 21 mil dólares estadounidenses procedentes del dinero de los contribuyentes en que la familia de Palin viajara con ésta en «asuntos oficiales». Muchos cuestionaron porqué los niños no estaban en la escuela.

Palin también tuvo una seria problemática al expresar sus opiniones con la prensa. En una serie de meteduras de pata, Palin fue incapaz de recuperarse de la imagen de novata, no preparada y «completamente falta de conocimientos» según el editor de Newsweek, Fareed Zakaria (5). Un problema importante era que McCain tan sólo se había encontrado con Palin una vez y su elección para vicepresidenta fue muy criticada. A medida que pasaba el tiempo, Palin cometió una serie de errores al contradecir a McCain en la investigación con células madre y en el calentamiento global y en varios puntos claves que trataba éste. De hecho, en los últimos días, la CNN informó que «Palin estaba fuera de control», según las personas de confianza de la campaña del Partido Republicano y la describían como «diva» que en realidad estaba abriéndose camino para el 2012.

En su sorprendente discurso en la Convención Nacional Republicana (RNC), Palin hizo una llamada a los entonces resentidos seguidores de Hillary Clinton, apelando a los «18 millones de grietas en el techo» (votos), pero éstos se ofendieron por la oferta republicana de una mujer sin experiencia, es decir, cualquier mujer, y se unieron a Obama. De hecho, la Organización Nacional de Mujeres de los Estados Unidos respaldó a Obama, renunciando por consiguiente a Palin. A pesar de su reputación por la limpieza de Alaska y reforma de la industria petrolífera, Palin no consiguió la mayoría de los votos, incluyendo a las mujeres. En efecto, una gran parte del voto que fue a parar a la aplastante victoria de Obama era de las mujeres blancas. Los votos de las mujeres blancas de las afueras también fueron para Obama.

En el debate vicepresidencial, Palin se basó en notas, guiñando a menudo al público y usando un lenguaje «campechano» que esperaba ampliara su llamamiento como una madre normal. Al parecer, no le funcionó a la madre de cinco y antigua alcaldesa de la pequeña ciudad de Wasilla, Alaska. Biden ganó ese debate al igual que Obama en sus debates con un McCain a menudo enfadado, férreo y antisocial. Los comentaristas aclararon que una semana antes de las elecciones, colocando las encuestas a Obama siete puntos por delante de McCain/Palin, que éstos necesitarían un «milagro». McCain empezó su ataque publicitario tildando seriamente a Obama de todo, desde un liberal radical, y cuestionando su asociación con William Ayers, de la antigua milicia local y ahora profesor de universidad; cuestionando su asociación con el teólogo de la liberación negra, el reverendo Wright y sugiriendo que Obama era socialista, musulmán y árabe, y amigo de grupos terroristas como Hamás y Hezbolá. Los estadounidenses respondieron en varias encuestas de la CNN (6) que no estaban contentos con los ataques publicitarios, pero Sarah Palin continuó atacando a Obama a nivel personal durante las paradas de su campaña por todo el país y fue acusada de incitar al odio.

Sólo el 6% de los afroamericanos votaron a McCain. La aplastante mayoría de afroamericanos votaron a Obama pero tardaron en subirse al carro del partido ganador del Cambio. Quizá sólo tras los apoyos claves de los «súper delegados» y líderes afroamericanos y con la victoria a la vista, los cínicos, entre otros, apoyaron incondicionalmente la esperanza que Obama compartía con la población.

El cinismo de la experiencia afroamericana es comprensible. Muchos de los líderes pro derechos civiles fueron asesinados y encarcelados durante muchos años de la batalla por la igualdad de derechos de acuerdo con la Constitución. Probablemente el mensaje de esperanza no era nuevo pero hay algo nuevo sobre el ascenso meteórico de Barack Obama desde ponente de apertura en la Convención Nacional Demócrata de 2004 hasta el Senado de Illinois y ahora presidente electo. Obama fortaleció un nuevo orgullo en los afroamericanos y los blancos.

Tanto Al Sharpton y Jesse Jackson habían luchado por la candidatura a la presidencia en vano y el hecho de que la situación no había cambiado mucho desde la Ley de Derechos Civiles de 1964, hizo que este bloque de votantes fuera ligeramente indiferente. Eso fue hasta que Obama ganó a Clinton en las primarias y entonces todos subieron a bordo. La fuerte campaña de internet de Obama buscaba el voto de los hispanos, asiático-americanos, árabe-americanos, los obreros blancos, el voto joven y en efecto todos los estadounidenses que podían votar. En una abrumadora victoria el 4 de noviembre, el mundo parecía llorar de alegría. La simbólica victoria de Obama no se perdió entre la comunidad afroamericana, quienes quedaron abrumados por el triunfo y derramaron muchas lágrimas. Obama basó su campaña en la asistencia médica universal, el empleo, la educación, el recorte de impuestos para el 95% de la clase media, la economía y otros asuntos diversos. Fue la economía la que cambió completamente la situación y pavimentó el camino para un cambio radical en las elecciones cuando hace tan solo dos meses, la economía se colapsó por el peso de la crisis hipotecaria subprime. En una rueda de prensa del 7 de noviembre de 2008, reiteró su compromiso de crear empleo, crecimiento económico, un paquete de estímulos, ayudas a la industria automovilística novel en EEUU y la seguridad nacional. Dijo que trabajaría con «prisa intencionada» en todas las cuestiones.

Durante la campaña y desde que pasó a la transición, Obama se mantuvo seguro e imperturbable reaccionando con calma, resolución y determinación mientras que a McCain se le puede describir como «errático». Sólo dos semanas antes, McCain había descrito la economía como «fundamentalmente sana». No hubo vuelta atrás cuando McCain caía en los sondeos mientras que los estadounidenses examinaban los asuntos de bolsillo personales y domésticos. Al final, los votantes se decidieron por Barack Obama, quien fue nombrado presidente electo el 4 de noviembre.

En su discurso de reconocimiento ante cientos de miles de personas en Grant Park, Chicago, el presidente electo Obama mencionó a Ann Nixon Cooper, una mujer de 106 años de edad, por los capítulos de la historia de los Estados Unidos que había presenciado. Esto no se le escapó a nadie, independientemente de su raza o credo. «Nació tan sólo una generación después de la esclavitud; una época en la que no había coches en las calles ni aviones en el cielo; cuando alguien como ella no podía votar por dos razones: por ser mujer y por el color de su piel», dijo el presidente electo ante una multitud extasiada de más de 125.000 personas en Grant Park de Chicago.

«Y esta noche, pienso en todo lo que ella ha visto a lo largo de su siglo en los Estados Unidos: el dolor y la esperanza; la lucha y el progreso; las veces que nos dijeron que no podíamos, y la gente que siguió adelante con la fe estadounidense: Sí, se puede».

Kim Young
Director of Communication, MA in Mass Communication from the University of Leicester, England.

Referencias:
1. vs. Hilary, The Next Great Presidential Race, Dick Morris. Regan-Books, Harper-Collins Publishers, 2005.
2. Democratic National Convention.
3. www.barackobama.com
4. http://www.reuters.com
5. http://www.newsweek.com/id/161204, Zakaria, F., Newsweek Magazine,
6. Cable News Network, USA.

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