jueves, 14 de agosto de 2008

China: No todo es sobre Derechos Humanos

Número 10/Agosto-Septiembre 2008
Natalia Ruban

Aquellos que apoyaron un boicot de los Juegos Olímpico en Pekín obviaron que limitando las relaciones con China a la cuestión del Tibet, no mejorará la situación de los derechos humanos. El empeoramiento de la relaciones de China con Occidente pone en peligro el crecimiento económico y el progreso sobre asuntos globales tales como la no proliferación de armas nucleares, Darfur y el cambio climático.

Durante los recientes debates de las manifestaciones masivas a favor de un Tibet libre y llamadas al boicot de los Juegos Olímpicos, el “apoyo moral” normalmente era asociado al lado pro Tibet y el único punto crítico de las manifestaciones era su coste financiero. Sin embargo, había otros asuntos importantes que se dejaron por el camino.

¿Las protestas cambiarán las tácticas chinas?

Mientras que el enfriamiento en las relaciones chino-europeas era bien visto como un “paso decisivo” en la lucha por los derechos humanos, sólo unas pocas personas se han dado cuenta de que la reciente comunicación entre Occidente y China parecía más un monólogo que un debate real sobre el asunto de los derechos humanos.

Los políticos europeos son libres para boicotear las Olimpíadas pero resulta irreal esperar que esto fuerce a China a cambiar sus principios. A los ojos chinos la política europea de derechos humanos carece de credibilidad. Por un lado, casi cada país europeo tiene su propia y única política de derechos humanos, no solamente respecto de China sino también respecto de los “estados que violan los derechos humanos” como Rusia o Arabia Saudita. Por otro lado, es una política de “doble rasero”. Las mismas violaciones a los derechos humanos cuentan de manera diferente dependiendo de donde ocurran. Considerando este hecho, la creencia china de que la razón real del interés de Occidente en el Tibet es sólo un intento por debilitar a China no resulta tan extraña. Sin embargo es más importante el hecho de que Europa carece de influencia. Debido al poder económico chino y a la fuerte interdependencia, Europa no puede influir en China sin verse afectada.

La única manera en la que China puede reconsiderar su política respecto de los derechos humanos es persuadiendo al gobierno chino en su propio beneficio. Esto ya ha sido puesto en práctica dentro del marco del diálogo institucionalizado entre China y Alemania sobre asuntos constitucionales de estado así como dentro del marco de otras iniciativas legales. Todos los resultados reales de dichos proyectos se encuentran actualmente amenazados por la eventual reacción demasiado agresiva a las Olimpiadas en China.

¿Un Tibet libre significa un Tibet feliz?

No hay duda de que hay violaciones de los derechos humanos en China. Sin embargo, respecto del Tibet la simple y popular división entre “el mal abuso de los derechos humanos” chino y “la paz buena” de los tibetanos y el Dalai Lama quizá no funcione. Seguramente las dos razones principales de la simpatía occidental hacia el Tibet son la tradicional asociación del Tibet y el Dalai Lama con el poder espiritual budista y la percepción común de China como una amenaza. Sin embargo, la realidad de la vida en el Tibet difiere en gran medida de esas imágenes.

Contrariamente a las creencias románticas de Occidente, antes de 1959, el Tibet invadido no era un armónico y espiritual Shangri-La sino una teocracia feudal severa con el 95% de su población siendo siervos o esclavos y con la tortura como la forma más común de castigo. A pesar de toda crítica del pasado y presente de la política china respecto del Tibet, después de todo fueron los monjes tibetanos bajo la autoridad del Dalai Lama quienes torturaron a su gente, y los chinos quienes liberaron el 95% de los tibetanos de la esclavitud y construyeron escuelas, hospitales y carreteras para ellos.

Hablando del presente y el futuro del Tibet, se debería mencionar que sin la ayuda china el Tibet no es capaz de alimentar a su propia población. Debido a las condiciones climáticas especiales y al bajo nivel de educación, el turismo es la única fuente de ingresos. Pero sin la tremenda inversión china en la infraestructura del Tibet, incluso esto no hubiese sido posible.

A pesar de que el Dalai Lama recibe ayuda financiera y oficial de la CIA, ni los EEUU ni Europa están dispuestos a invertir en el Tibet tanto como lo hace China. El Tibet sin China significaría para su población una vuelta a los tiempos medievales.

¿Existen otros costes de las protestas?

Economistas y representantes del mundo de los negocios parecen ser las únicas personas que están preocupadas por el empeoramiento de las relaciones con China. Sin embargo, no sólo el crecimiento económico sino también la solución a uno de los mayores desafíos globales, desde la lucha contra el terrorismo hasta el cambio climático, dependen de la participación de China. Después de todo, China no es sólo un poder económico importante y una futura potencia mundial sino también un estado nuclear con una representación permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y representa más de un sexto de la población mundial.

Aquellos que piden limitar la cooperación normal con China debido al asunto del Tibet, están pidiendo entorpecer el trabajo realizado sobre los asuntos globales más importantes. Por ejemplo, ¿Cuál es el mensaje de la decisión reciente de la cancillera alemana de suspender las conversaciones con China sobre el cambio climático y energías renovables por los sucesos en el Tibet? O acaso ¿son los derechos humanos en el Tibet más importantes que el problema de la no proliferación nuclear en Irán y Corea del Norte? El progreso en dichos asuntos no sólo es duro sino incluso imposible sin la participación de China.

Uno de los visibles efectos negativos de los disturbios ocasionados durante la carrera de la antorcha olímpica es el crecimiento de los sentimientos antioccidentales entre los jóvenes y cultos chinos. Están ofendidos no por las conversaciones sobre derechos humanos con Occidente sino por la manera en que Occidente las desarrolla.

Numerosos casos de desinformación como la manipulación de fotografías o utilizar imágenes de otros países (principalmente Nepal) han provocado lo que el embajador chino en el Reino Unido llamó “una reconsideración colectiva sobre Occidente”. Incluso esos chinos, quienes se mostraban bastante moderados hace varias semanas, ahora sienten la necesidad de “proteger” su “tierra”. Los más enfurecidos no son aquellos que viven en China y que por tanto están más influenciados por la ideología del país sino aquellos que residen en el extranjero y disfrutan de “libertad de información”. De paso cabe señalar que éstos son los que liderarán el futuro de la superpotencia china.

¿Verdaderamente nos preocupa el Tibet? ¿O China?

Sólo hay que preguntar a cualquier trabajador de una ONG para darse cuenta de lo duro que es movilizar a las personas por la lucha contra las enfermedades en África, o conseguir su apoyo para la protección de los derechos de los trabajadores. Sin embargo, contrariamente a esto los derechos políticos de los tibetanos han encontrado un apoyo sin precedentes entre el público europeo. Y el interrogante principal es ¿Por qué?

¿Por qué los occidentales están especialmente interesados en los derechos políticos de los tibetanos y no en la situación de la mujeres en Arabia Saudita, los derechos de los niños en América Latina o el problema kurdo? A pesar de todo Turquía es el vecino directo de la UE y aspira a convertirse en estado miembro ¿No será porque China ya ha sido percibida como una amenaza por Occidente debido a su crecimiento económico (por ejemplo el crecimiento chino significa el declive occidental)? ¿No estaremos simplemente buscando pruebas para una opinión ya formada?

Natalia Ruban
Editora en atlantic-community.org y graduada en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín.

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