jueves, 15 de febrero de 2007

Turismo en África: ¿la última oportunidad o un nuevo expolio?

Número 1/ Febrero-Marzo 2007
Aurora Moreno

De continente olvidado a deseado. El crecimiento del turismo en África podría significar el despegue definitivo, de una vez por todas, de la maltrecha economía africana. Pero, ¿a cambio de qué?. Según la Organización Mundial del Turismo, (OMT), en 2006 África ha sido la región del mundo en la que más ha aumentado el número de turistas respecto a años anteriores (un 8%, frente al 5,5% de media mundial). En concreto, según el Barómetro de la OMT, el África subsahariana recibió en 2006 un total de 25,6 millones de visitantes –por 23,4 del año anterior–, y África del Norte acogió, por su parte, a 14,7 millones, frente a los 13,9 del año anterior.

Por supuesto, este crecimiento se debe en buena medida a su posición de partida: unos niveles de turismo infinitamente menores que otros destinos ya asentados, pero a pesar de ello, los datos son incuestionables: el atractivo del continente negro se hace patente y los viajeros lo demandan cada vez más como destino para sus vacaciones. Además, ha crecido considerablemente otro indicador significativo de que algo está cambiando: el gasto medio de los turistas en África ha aumentado también más que en el resto del mundo [según datos de 2005].



África, en definitiva, está de moda y sus dirigentes dispuestos a aprovechar la coyuntura. La ONU, por su parte, se sube al carro, pero para llevarlo por el buen camino. Sobre el punto de partida, todos están de acuerdo: el turismo es bueno para el desarrollo de los países más atrasados y hay que estimularlo. El fin, también es claro: si va a ser una fuente de ingresos, el turismo debe ser sostenible y duradero y no perjudicar al medio ambiente ni a los recursos de la zona. Lo difícil es el camino que hay que recorrer entre estos dos extremos.

Para ayudar a los Países en Desarrollo, las Naciones Unidas, junto a algunos países africanos y la propia OMT, han puesto en marcha varios proyectos de promoción del turismo sostenible, entre ellos la iniciativa “Turismo Sostenible-Eliminación de la Pobreza” (ST-EL). El pasado mes de noviembre de 2006, durante la reunión anual del Consejo Ejecutivo de la OMT, se puso de manifiesto cuál debe ser la contribución del turismo al proceso de desarrollo económico y social, dentro del marco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas. Entre las propuestas de dicho organismo figuran, entre otras, “la gestión de la saturación de los centros de interés y mejora de infraestructuras, la integración en los proceso de paz, la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación, la intensificación de la lucha contra la pobreza y la preparación para la gestión de crisis ”.

Las intenciones, que algunos pueden tachar de pretenciosas, son buenas, pero ¿cómo llevarlas a cabo? ¿Es factible un turismo no agresivo en los países africanos?, ¿puede tener más éxito el ecoturismo que las playas de arena blanca y los lujosos ressorts que ya ofrecen algunos países como Ghana y Senegal, una zona a la que algunos han bautizado como el caribe africano? No es fácil responder a la pregunta, pero ciertos países intentan que el dictamen sea afirmativo.

“El turismo puede ser el motor de la reducción de la pobreza y el agente de mejora de las condiciones de vida en todo el continente. África es el producto ecoturístico más prometedor del mundo y tenemos que desarrollarlo con pasión, de forma rentable, (…) y, sobre todo, con una visión estratégica y el compromiso de los gobiernos africanos”, decía en 2003 el entonces ministro de Turismo de Mauricio. Pero para ello hay que solventar antes algunos problemas.

En primer lugar, el turismo en África se encuentra condicionado por un factor que, si bien afecta a todos los destinos, preocupa en mayor medida en el continente negro. Es la volatilidad del turista, que se ve seriamente influenciada por la inestabilidad política y social, la conflictividad y, por supuesto, la violencia. Igualmente, las catástrofes naturales, las plagas y otras situaciones de alerta pueden provocar una caída brutal no sólo de la demanda sino también de las inversiones extranjeras y nacionales. Desde este punto de vista, hay quienes han advertido de que la inversión en un sector tan poco estable puede ser contraproducente para el país e incluso generar pérdidas.

Esto es cierto, pero hay que recordar que también muchas otras actividades económicas de estos países están expuestas a variables económicas y, de hecho, las fluctuaciones de la demanda en el sector del turismo son en muchas ocasiones menos graves que las que se producen en la exportación de materias primas, de las que dependen muchos países africanos ”. En efecto, lo cierto es que la experiencia ha demostrado que la exportación de materias primas es uno de los sectores más inestables, en el que se han producido brutales caídas del precio de los mismos provocando el empobrecimiento de los países que se dedicaban a ellas.

Otro de los factores negativos del turismo en regiones en las que no se han desarrollado grandes empresas con capacidad para gestionar todo el proceso es lo que se conoce, en inglés, como leakage, es decir, el dinero que se pierde en los intermediarios y que no repercute en el país de destino. Así, buena parte del dinero que gastan los turistas va a parar a las cadenas y turoperadodes transnacionales y se gasta en pagar los bienes y servicios importados para uso exclusivo del turismo. El Banco Mundial estima esta pérdida en un 55%, pero puede ser sustancialmente mayor . De hecho, hay quienes estiman que cuando un turista occidental paga su viaje en una agencia, la mayor parte va a parar a los intermediarios –compañías de transporte aéreo, los grupos internacionales de hoteles, etc.–; así, de cada 2.000 euros que puede gastar el viajero en un país del Tercer Mundo, al final éste se quedaría sólo con unos 400 .

Para luchar contra estas pérdidas, los gobiernos africanos ya se han puesto en marcha con el doble objetivo de que aumente el porcentaje del beneficio que se queda en el interior, y de que estos ingresos sirvan como estímulo a otros sectores productivos y para todo tipo de servicios. La idea es concebir el turismo como un instrumento de cambio y así se intenta desde la Unión Africana y el Nuevo Partenariado para el Desarrollo de África (NEPAD), que establecen un lazo de unión entre turismo sostenible y eliminación de la pobreza. Pero para que se produzca este efecto catalizador en otros sectores, es necesaria la implicación del Gobierno; estos lazos no se establecen espontáneamente .

Así, por ejemplo, en 1995, África del Oeste creó la Ruta de los Esclavos, una atracción para promover el turismo cultural, y en Zambia se reservan licencias y concesiones de caza para proveedores domésticos, con la intención de animar a los inversores locales y a emprendedores nacionales.

Efectivamente, la puesta en marcha de los programas turísticos exige una estrecha colaboración entre los sectores público y privado. Por ello, en 2001, el Secretario General de la OMT propuso un programa especial de actividades a favor del desarrollo turístico del África subsahariana. El Programa de Desarrollo Turístico Integrado (PDTI) proponía diversas acciones acciones como buenas prácticas a la hora de recibir a los turistas con el fin de incrementar el número de llegadas y aumentar su satisfacción y confianza en materia de seguridad; la creación de un sistema nacional de estadísticas de turismo con el fin de conocer mejor este fenómeno y tomar conciencia del mismo, animando al sector privado a invertir; establecimiento de un inventario de recursos turísticos a nivel nacional y regional; creación de un marco institucional y legal sobre la clasificación de los hoteles, los servicios de urgencia y de salud; sensibilización de la población respecto de los efectos económicos y sociales del turismo; un plan financiero de desarrollo del sector; desarrollo de recursos humanos; programas y estrategias de marketing y de promoción del turismo; refuerzo de las capacidades técnicas y competencias de gestión de los trabajadores del sector turístico.

Además, el servicio público puede conseguir una cierta interrelación entre los grandes centros turísticos y los tradicionales servicios de la zona: creación de empleo, –se estima que por cada habitación de hotel se crean uno o dos puestos de trabajo, de manera directa o indirecta –, resurgimiento de la artesanía tradicional –vendida como souvenir–; creación de pequeñas empresas para satisfacer los deseos de los turistas; formación para actividades específicas como guías, profesores de buceo, animadores culturales y muchas otras actividades. En definitiva, como dice la Comisión de Naciones Unidas para el Desarrollo Duradero, “los beneficios económicos del turismo pueden contribuir a reducir la pobreza, pero para ello hay que reforzar las capacidades a nivel local para atender a estos objetivos”.

La degradación del Medio Ambiente es otra de las consecuencias que, tradicionalmente, han ido asociadas al desarrollo masivo del turismo, y éste es un factor a tener muy en cuenta a la hora de hablar de África, por sus especiales características. En el que probablemente sea el continente con una mayor riqueza natural, hay quienes temen –y no sin razón– que la llegada masiva del turismo pueda suponer una quiebra del sistema natural.

Para evitar esto, los gobiernos y organizaciones mundiales han decidido apostar por el llamado ecoturismo, un “viaje responsable a áreas naturales, que conserva el medio ambiente y ayuda al buen mantenimiento de la población local”, según la definición de la Sociedad Internacional de Ecoturismo. Es decir, que lleva implícito que los ingresos que genera reviertan luego en la conservación y mejora continua del patrimonio natural: “No solamente el turismo facilita la creación de empleos, sino que contribuye al reparto de la riqueza entre regiones, reduce el periodo de financiación de nuevas infraestructuras y ayuda a la conservación de los monumentos ” Efectivamente, con el ecoturismo se benefician zonas rurales, de alta montaña o interior en las que el turismo se vislumbra como uno de los únicos sectores que pueden tener éxito, una vez desaparecidas las actividades económicas tradicionales de muchas poblaciones africanas.

El objetivo del ecoturismo es diversificar y desarrollar nuevas áreas del país incluyendo atracciones culturales, históricas y arqueológicas. Así, desde que 2002 fuera declarado por el consejo Económico y Social de Europa como el Año Internacional del Ecoturismo, muchos países africanos están realizando importantes inversiones en este aspecto. Un claro ejemplo es el de Bostwana , un país situado al norte de Sudáfrica en el que viven menos de dos millones de personas. Bostwana, que posee una amplia abundancia de recursos naturales, ha destinado un 17% de su superficie al desarrollo de parques nacionales y otro 20% a áreas protegidas para la vida salvaje.

A principios de los 90, los dirigentes del país, conscientes de que su dependencia sobre el mercado de los diamantes era demasiado grande, vieron en el turismo uno de los vectores de crecimiento que podía aprovechar, pero de una manera muy particular. Su política intenta minimizar el impacto negativo del turismo, limitando el número de visitantes e intentando promover el desarrollo local, ya que sólo una tercera parte del total de lo que pagan los turistas quedan en el país. Además, los hoteles y establecimiento turísticos se han establecido de manera que satisfagan las necesidades de los turistas, pero teniendo en consideración las necesidades de la población local.

Por otro lado, y puesto que el número de turistas es limitado en algunas zonas, se propuso ampliar los destinos ofertados. Para ello, aprovechando el contacto con la naturaleza que se disfruta en las áreas rurales del país, decidieron atraer a visitantes con intereses ecológicos.

También sirve de ejemplo Kenya , donde el turismo se ha convertido en el segundo mayor contribuyente a la economía nacional (tras la agricultura). El gobierno keniata, en un intento por equilibrar la demanda de esta floreciente industria con la necesidad de preservar el medio ambiente, se ha embarcado en numerosos e innovadores proyectos, siendo de hecho, uno de los países que puso de moda los safaris [una palabra que viene del swahili], en referencia a los viajes cuyo fin es disfrutar de la naturaleza y la vida salvaje.

El turismo supone el 11% de la fuerza de trabajo en Kenya y el país participa, junto a otros seis estados –Senegal, Nigeria, Ghana, Mozambique, Seychelles y Tanzania– en COSMAR, una iniciativa compartida entre los sectores público y privado para promover el turismo responsable y uno de cuyos objetivos clave es “asegurar a las comunidades locales los beneficios obtenidos por los ingresos producidos por el turismo en sus áreas”. Según Mr. Marion Teichmann, encargado de desarrollo del ecoturismo, “uno de los aspectos de nuestro programa es concienciar sobre el medio ambiente, la vida salvaje y los cambios de las comunidades locales. Ofrecemos un tour de un día en el que los turistas visitan un colegio, pueden hablar con los profesores y los estudiantes y aprender más de los esfuerzos educativos en Kenya. Una vez que hemos creado esta conciencia, la mayoría de los visitantes quiere ayudar”.

Pero no sólo el turismo permite el desarrollo de otros sectores; la relación es bidireccional y, por supuesto, la mejora de las infraestructuras, las telecomunicaciones y los servicios financieros son imprescindibles para la explosión turística. De hecho, la falta de infraestructuras de base, como carreteras en buen estado, electricidad, agua corriente y lugares adecuados donde albergar a los turistas son problemas con los que tienen que lidiar todos los países africanos”.

Estas carencias nos llevan a hablar de un problema añadido: la práctica inexistencia de un turismo intrarregional debido a los bajos niveles de vida, una mentalidad que todavía no concibe el turismo como ocio y los malos sistemas de transporte, –es más caro y supone más tiempo ir de una ciudad a otras de dos países africanos, que viajar entre Europa y una capital subsahariana: las conexiones aéreas son prácticamente inexistentes y la red ferroviaria y de carreteras es nula, aunque esta situación comienza a mejorar en la última década–.

Y si todo esto debe mejorar, no digamos ya la necesidad que tiene África de un cambio de imagen para acabar con los prejuicios que desde el norte se tienen sobre el continente. Para ello se han desarrollado también distintas actuaciones entre las que destacan el salón Tourism Africa 2006 , organizado por el Consejo Mundial de Turismo y viajes, con el patronazgo de numerosas instituciones internacionales y panafricanas. El evento, destinado a promover el desarrollo de la industria del turismo en África, tiene como objetivos promover la financiación e inversión en proyectos turísticos en África, publicitar los destinos y actividades africanas y “preservar la herencia africana asegurando la participación activa de instituciones encargadas del desarrollo económico y social sostenible”.

Partiendo del punto de que África sufre un problema de imagen debido a la cobertura que los medios hacen de ella, durante la primera Conferencia Regional africana sobre Comunicaciones y Turismo (TOURCOM, en sus siglas en inglés) , los participantes –unos 350 encargados de turismo y representantes de medios de comunicación de 43 países–-concluyeron que en lugar de culpar a los medios, es necesario desarrollar una red de relaciones efectivas con los estos.

En cualquier caso, y a pesar de que los gobiernos y organismos internacionales puedan poner todo su empeño en mantener un turismo controlado, no se puede obviar ni olvidar que aún son muchos los riesgos del turismo de masas. Por ejemplo, algunos autores han señalado que la creación de nuevos ressorts turísticos puede conllevar la expropiación de terrenos, la reducción de espacios para la agricultura, el desplazamiento de ciertas poblaciones para crear en su lugar grandes complejos hoteleros, explotación de los trabajadores locales (en cuanto a que sus trabajos no se vean justamente remunerados), creación de redes de prostitución asociadas al llamado turismo sexual y, sobre todo, el consumo desenfrenado de agua.

El líquido elemento, ya de por sí escaso en el Continente africano, puede ser determinante en lo que al turismo se refiere, ya que se calcula que un turista consume 10 veces más agua que un autóctono, y, además, el turismo de lujo suele ir aparejado a piscinas, campos de golf y otros ‘elementos’ no siempre recomendables .

En cuanto a las consecuencias ecológicas, no cabe duda de que la mayoría de las zonas naturales son ecosistemas frágiles que no pueden soportar grandes perturbaciones y que el turismo en masa aumenta la tensión en los espacios protegidos, por lo que debe haber un mecanismo que controle este crecimiento indiscriminado . El turismo, que puede ser una puerta abierta al desarrollo, puede ser también el último golpe a una África ya muy castigada.

Aurora Moreno
Licenciada el periodismo y master en Relaciones Internacionales por la UCM

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