domingo, 15 de abril de 2007

La subida de la extrema derecha en Europa

Número 2 /Abril-Mayo de 2007
Adrien Majourel

En estos últimos años, la extrema derecha parece adquirir cada vez más importancia en la mayoría de los países del viejo continente. En diez años, la proporción del electorado de los países de la Unión Europea que votan por partidos populistas o vinculados a la extrema derecha pasó de un 3,8% a un 10 %. Esta tendencia, que afecta simultáneamente a tantos países, no puede ser el resultado de simples coincidencias. A pesar de la diversidad de sus orígenes, estos movimientos a menudo desarrollan las mismas temáticas.

El extremismo de derecha, populista, encuentra su origen en la pérdida de referencias después de la caída del comunismo y de los antiguos sistemas políticos, traumatizados por el 11 de septiembre del 2001 y en la amenaza terrorista. Una amplia parte de la población europea parece nostálgica de un pasado donde el poder era fuerte y defendía esos "valores que se pierden". El enemigo es el otro, el extranjero, y también el Estado corrompido que conspira con redes alternativamente judeo-sionistas, americanas o islámicas.

Con las elecciones cerca, en una Francia aún marcada por el 21 de abril del 2002 y la presencia del candidato del Front National Jean Marie Le Pen en la segunda ronda de las elecciones presidenciales, la amenaza del líder de la extrema derecha reaparece.

¿Qué Se Entiende Por Extrema Derecha en Europea?

De Oeste a Este, sus slogans se suceden "Nuestro pueblo antes", exclama el Vlaams Belang flamenco, "Para una Eslovenia étnicamente pura", vocifera la Alianza eslovena, "Devolver Bulgaria a los búlgaros", recalca Ataka en Sofía, "Nosotros, elegimos Polonia", repite sin parar la Liga de las familias polacas, "Francia a los franceses" insiste el Front Natonal en Francia.

Aunque sus orígenes, sus características y sus áreas de influencia varían de un país a otro, los ultranacionalistas coinciden en una serie de reivindicaciones. En primer lugar conviene recordar que no provienen de los totalitarismos nazis, fascistas y antisemitas del pasado puesto que numerosos partidos de extrema derecha (Lista Pim Fortuyn en los Países Bajos; U.D.C. en Suiza; Lega Norte en Italia...) no son de ningún modo la descendencia de estos movimientos.

Así pues, aunque sea dificil definir con precisión a la extrema derecha europea, la mayoría de los especialistas incluido Gilles Ivaldi en su libro "Droites Populistes et Extrêmes en Europe Occidentale" coinciden en señalar cuatro puntos comunes:

En primer lugar, la xenofobia, y más concretamente, la antiinmigración que es el argumento seguramente más importante y el que más une. Utilizada ampliamente como método electoral, se caracteriza por una negación del multiculturalismo y hace hincapié en el concepto de preferencia nacional.

De esta manera se culpa a la inmigración de la mayoría de los males del país (desempleo, inseguridad, integrismo...). El principio de igualdad desaparece a favor de la discriminación institucionalizada entre ciudadanos y no ciudadanos: así pues, en el programa del Front National, el principio de preferencia nacional implica que las prestaciones sociales y los derechos económicos y sociales sean reservados únicamente a los "verdaderos franceses". Paralelamente a la subida del islamismo radical, el racismo de la extremaderecha se ha vuelto selectivo.

El objetivo común de mandar "a sus países" a todos los extranjeros, ha evolucionado hasta filtrar las entradas y rechazar prioritariamente a los musulmanes. En los Países Bajos, la Lista Pim Fortuyn, señala a los marroquis como objetivo prioritario mientras que el líder neerlandés del PvdV anuncia un "maremoto de la islamización" que sumergirá al país y vencerá su identidad.

El British Nacional Party estigmatiza a los inmigrantes, "estos parásitos criminales que amenazan la cultura de los Británicos blancos y la castidad de sus mujeres", los nacionalistas eslovacos llaman a la "esterilización" de los gitanos; y sus homólogos rumanos de Romania Mare, a su "liquidación". En consecuencia, el antisemitismo tradicional de extrema derecha, si no desaparece pierde su importancia ante el sentimiento de una comunidad contra el "enemigo común" árabe-musulmán como ocurrió tanto en el F.N. como el M.N.R en Francia, el Vlaams Blok en Bélgica o la Aleanza Nazionale en Italia. Esta retórica xenófoba viene asociada con un fuerte componente autoritario y de seguridad, que se encuentra hoy de manera transversal en la mayoría de las formaciones populistas. Los partidos desean la vuelta a un Estado fuerte, tradicional y con un cierto orden moral.

Además, numerosos partidos de extrema derecha y derecha populista se sustentan sobre un programa económico complejo, síntesis de orientaciones neoliberales, vinculado con la defensa de sistemas nacionales de protección social y con la hostilidad frente a una economía mundializada. La Unión Europea, presentada como una nueva potencia "colonizadora", ávida de "saqueos" y "depravada" está acusada de todos los vicios.

Por último, todos estos partidos utilizan una dialéctica populista anti-sistema, recuperando todas las formas existentes de resentimiento contra "la élite corrompida" del Estado y la burocracia. Defienden la ruptura con lo "políticamente correcto" con un recurso al 'hablar del pueblo', fundado sobre la apelación emotiva y directa a "los de abajo" contra el intelectualismo de las élites dirigentes.

El Auge De La Extrema Derecha En Europa

Las formaciones ultranationalistas están instaladas en el paisaje político europeo. Consolidan sus bases locales, participan en el Gobierno, hoy en Polonia y Eslovaquia, en Austria, ayer en los Países Bajos e Italia. Sus líderes se disputan la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Bulgaria con Volen Siderov en 2006, en Francia con Jean-Marie Le Pen en 2002. Y cuando no están en el poder, sus discursos ganan poco a poco terreno, contribuyendo a la radicalización del mensaje político.

Derecha e izquierda se sacrifican al populismo como está ocurriendo en Francia en la campaña política del 2007, ceden al miedo del otro, al comunitarismo en el momento en que la Unión Europea ampliada a 27 países tiene dificultades en redefinir su proyecto y salir del atolladero en el cual se atasco después del "no" francés y el de los Países Bajos al proyecto de Tratado constitucional. En la mayoría de los Estados de la Unión, estos partidos del nacionalismo extremo obtienen sus votos de los que se consideran perdedores de una rápida transición.

Las últimas votaciones que tuvieron lugar en Europa envían señales contradictorias. Por una parte, la extrema derecha austríaca, debilitada en las elecciones del 1 de octubre del 2006 que laminaron el partido de Jörg Haider, ha dejado al gobierno de coalición donde estaba sentada desde el año 2000. En las elecciones de los Países Bajos del 2006, la formación de la lista Pim Fortuyn, de tendencia anarquista-capitalista y xenófoba que había conseguido un 17% de los votos en el 2002, no consiguió más que un 0,2% de los votos y ya no está representada en el Parlamento en 2007.

Por otra parte, la extrema derecha flamenca continúa en un nivel muy elevado, con un 33,51% de los votos en Anveres. El Partido del Pueblo Danés, formación xenófoba, tiene entre sus manos el destino del Gobierno de Copenhague (obtuvo 13,3% de los votos en las elecciones legislativas del 8 de febrero del 2005 convirtiéndose en el tercer partido con representación en el Folketing) ; desde el verano del 2006, el Partido Nacional Eslovaco (SNS) participa en un Gobierno liderado por una formación populista que dice ser de izquierdas (Smer); Polonia está gobernada por conservadores populistas, aliados con un partido católico integrista y antisemita (Liga de las Familias Polacas) y con otro agrario y xenófobo (Samobroona). Por último cabe citar Francia donde Jean-Marie Le Pen y Bruno Mégret atrajeron, ellos dos, un 19,2% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2002.

En algunos países como España, Grecia o Portugal, el recuerdo de experiencias autoritarias relativamente recientes hace que la extrema derecha siga siendo marginal. Alemania por su parte parece salvarse de esta radicalización, debido a la existencia de una fuerte derecha conservadora (C.D.U.-C.S.U.) y de la desconfianza persistente en el extremismo de derecha, percibido por la opinión pública como una descendencia del nazismo. La única excepción es el Partei Rechtstaatlicher Offensive (P.R.O., Partido de la ofensiva del Estado de Derecho) del abogado Ronald Schill que tuvo un gran un éxito en septiembre del 2001 (19,4 p. 100) en las elecciones del Landtag de Hamburgo, gracias a su programa xenófobo y de seguridad.

Éxito debido en gran parte a la psicosis anti-islamista tras el desmantelamiento de una célula de Al-Qaida en la ciudad de Hamburgo. Fue un éxito sin futuro ya que a partir del 2002, no obtendrán más que un 0,8% de los votos en las elecciones federales. Hasta el momento han habido dos estrategias contra la extrema derecha europea: su boicoteo, una especie de embargo total, como ocurrió contra Haider en Austria, o su integración en el sistema de representaciones políticas, tal y como ocurrió en Francia y hoy en Eslovaquia.

Banalización En Un Contexto Propicio

A continuación tres posibles explicaciones al auge de la extrema derecha son expuestas. En primer lugar, el recuerdo de la subida de los nazis en los años treinta se esfuma poco a poco en Europa. Las generaciones cambian, y este recuerdo que funcionaba como una muralla de protección poco a poco ha quedado en el olvido.
En segundo lugar, el malestar vinculado a la transición económica durante la cual el capitalismo industrial desaparece en beneficio de un capitalismo post industrial, esto ha creado una situación de angustia y nostalgia.

El brote de la extrema derecha dentro de los trabajadores, tradicionalmente comunistas, durante estos últimos años muestra la amplitud del malestar de la vieja sociedad industrial. Por otra parte, la apertura política - con la construcción y el desarrollo de la Unión Europea-, económica y financiera - con la globalización - y social y cultural - con el aumento de los flujos migratorios - crea inquietudes. Uno tiene miedo de el "otro que roba nuestros empleos", de los países donde las empresas se deslocalizan, del extranjero que "amenaza nuestra identidad".

Entonces uno se refugia en los predicadores de la "sociedad cerrada" que son los líderes de la extrema derecha moderna: Jean-Marie Le Pen, Jorg Haider, Pia Kjaeresgaard, Umberto Bossi y otros que no dejan de denunciar el euromundialismo, el cosmopolitismo, el capitalismo apátrida y a los "invasores" extranjeros.

Por fin el último elemento explicativo: el malestar democrático. La mayoría de las democracias europeas están afectadas por una profunda crisis de representación política. La abstención, la debilidad del compromiso político y sindical, la mala imagen de los políticos son algunas de las señales de este malestar. La extrema derecha "antiparlamentaria" es capaz de explotar este rechazo a la política y politizarlo. Los dirigentes son la causa de todos nuestros problemas ya que "conspiran en secreto contra el pueblo, el verdadero, el puro".

Un Nuevo Grupo En El Parlamento Europeo

La reciente creación en el Parlamento Europeo del grupo "Identidad, tradición, soberanía" (ITS) participa del auge de la extrema derecha. El Front National está en el origen de la creación de este nuevo grupo de "derechas nacionales" a favor de la entrada en el Parlamento Europeo de diputados de extrema derecha rumanos y búlgaros. Compuesto por 20 miembros, y presidido por el Francés Bruno Gollnisch (FN), este grupo va a permitir a estos diputados que dispongan de medios materiales que les permitirán hacerse oír y participar en el trabajo del legislador. Históricamente, existió en el Parlamento Europeo un grupo de extrema derecha entre 1984 y 1989 y un "grupo técnico" entre 1989 y 1994 pero ambos fracasaron. Aunque, esta vez, la formación del grupo se preparó bien desde hace alrededor de dos años (Andreas Mölzer trabajo en una carta ideológica común bastante general, pero que garantiza una coherencia mínima entre los partidos), "Identidad, Tradición, Soberanía" corre el riesgo de conocer el mismo destino.

En efecto, Jean-Marie y su hija Marine Le Pen, y hasta cierto punto el Vlaams Belang flamenco, están en una estrategia de normalización que impone borrar los excesos y las referencias a las filiaciones tradicionales de extrema derecha - aunque sólo es un cambio en superficie - mientras que por ejemplo, los elegidos italianos de Alternativa Sociale no niegan formalmente la experiencia histórica del fascismo. Eso puede ser un motivo de discordia.

La consecuencia principal en Europa del auge de la extrema derecha es que el centro de gravedad de la vida política se desplazó hacia la derecha en numerosos países. Este fenómeno queda claro en Escandinavia, Suiza, los Países Bajos y en Francia en particular en lo referente a las cuestiones vinculadas a la identidad nacional y a la inmigración.

Las Elecciones En Francia Y El Caso Le Pen

Cada elección presidencial francesa está caracterizada por un tema dominante: la "Francia unida" en 1988, la "fractura social" en 1995. En 2002, mientras que la segunda vuelta de las elecciones presidenciales parecía conducir irremediablemente a una confrontación entre Jospin (Partido socialista) y Chirac (RPR derecha), los medios de comunicación se habían tragado el tema de la inseguridad promocionado en campaña.

El miedo que la inseguridad y su cobertura mediática había generado en la sociedad había llevado por primera vez en la historia a la presencia de un líder de la extrema derecha en la segunda vuelta, Jean Marie Le Pen (Front National). En 2007, las elecciones parecen estar dominadas por la desconfianza hacia la izquierda y la derecha. En febrero, un 61% de los franceses declararon no confiar ni en la izquierda ni en la derecha para gobernar el país.

Un tema que podría ser favorable para el líder frontista que declaraba en septiembre del 2006: '¡Verán! Tendré más de un 20% en la primera vuelta'. Declaración que no es muy exagerada ya que Bruno Megret, un disidente de extrema derecha que había hecho un 2,34% en la primera vuelta en 2002, se unió a Jean-Marie Le Pen. Es decir, dispone potencialmente del 19,2% de los votos.

El auge del candidato con más experiencia es impresionante. En 1974 obtuvo un 0,74% de los votos, en 1988 un 14,38 %, en 1995 un 15% y en 2002 un 16,86% y luego un 17,94% en la segunda vuelta. En estas tres últimas elecciones, la progresión ha sido de un 1% lo que confirmaría en 2007 su declaración y le garantizaría una participacion en la segunda vuelta en caso de hundimiento de uno de los grandes partidos.

Muchas señales son alarmantes y podrían conducir a un nuevo 21 de abril. En primer lugar por el lado de los sondeos. Si se comparan sus evoluciones, Le Pen dispone de más intenciones de voto que en el 2002 en el mismo período. En efecto, mientras que en marzo del 2002 el porcentaje de intención de voto estaba cerca del 10%, actualmente se encuentra entre un 12 y un 17% y se le concede hasta un 30% de intenciones de votos en el caso de una segunda vuelta contra Ségolène Royal (Partido Socialista).

Además, no hay que confiar en los sondeos sobre todo cuando se refieren a Le Pen, ya que las personas interrogadas dudan en reconocer que van a votar por él. Un sondeo TNS Sofres del mes de diciembre muestra que un 26% de los franceses dicen estar de acuerdo con sus ideas, una investigación CSA realizada el 7 de marzo del 2007 revela por otra parte que un 42% de los franceses piensan que él quizás estará presente en la segunda vuelta de las elecciones. Por otra parte, otro sondeo efectuado en noviembre del 2005 y publicado por la Comisión Nacional Consultiva de los Derechos Humanos (CNCDH) pone de manifiesto que un francés de cada tres dice ser racista. Además, la actualidad francesa beneficia al Front Nacional: los motines de otoño del 2005, el asunto Clearstream y las manifestaciones anti CPE del año pasado que junto con el brusco debilitamiento de la autoridad del Estado abastecen su discurso populista.

Esta vez, las elecciones están centradas en la ruptura entre el pueblo y las élites mediáticas, políticas y culturales - ruptura que se expresó durante el referéndum de la Constitución europea. Éste es el argumento de Jean Marie Le Pen que abogó ardientemente por el "no". La oposición clásica entre la izquierda y la derecha, heredada de la guerra fría, ha cansado al pueblo que no vio ni en los 14 años de François Mitterand ni en los 12 de Jacques Chirac la respuesta a sus problemas. "Por una vez que el viento es portador, no vamos a compadecernos", se rie Le Pen.

La desdiabolización del FN

El líder frontista aprendió de su derrota en el 2002. En efecto, entre las dos vueltas, un frente unido se había formado contra él, apoyado con numerosas manifestaciones en nombre de la defensa de la República. El 5 de mayo del 2002, sólo había ganado un 1,08% más de los votos. Como no pudo conseguir más votos busca "desdiabolizar" su partido, poniendo sus discursos a cargo de su hija Marine. En este sentido, la hija del que prefiere ahora definirse de "centroderecha" tuvo un papel central. Invitada en todas las emisiones políticas, esta brillante abogada tiene de una imagen mucho más respetable. Debido a sus recomendaciones, Jean Marie Le Pen, aficionado a las burradas y juegos de palabras dudosos evita ahora las polémicas.

El precio que se tenía que pagar en términos de imagen era demasiado fuerte. Así pues, cuando explicaba en enero del 2005 en la revista de la extrema derecha Rivarol que "la ocupación alemana no había sido tan inhumana" Marine, furiosa suspendió durante 3 meses su presencia en la oficina ejecutiva del partido. Fue ella quien compuso el discurso de Valmy en septiembre, el caballo de la batalla del nuevo Jean Marie Le Pen "nacionalista y republicano".

La elección del sitio y la fecha eran simbólicas. Fue durante el aniversario de la victoria francesa en Valmy contra los Prusianos al grito de "¡Viva la nación!" y fue al día siguiente, el 21 de septiembre del 1792, cuando se declaró la República. Su discurso descrito por muchos como muy republicano, lanzaba una invitación a los "franceses de origen extranjero" a apoyarle. Más tarde, elogió al poeta martinico Aimé Césaire y visitó un cementerio de coolies chinos muertos durante la guerra de 1418. Según Jean Marie Le Pen, es necesario "quitarse de la cabeza que la Francia del 2002 es la Alemania del 33, que Le Pen es Hitler".

Cabe destacar el reconocimiento por parte de Bruno Gollnisch (número 2 del FN) de la Shoah y la voluntad de Marine Le Pen de viajar a Israel con una delegación de parlamentarios europeos. Es lógico: el antisemitismo nunca ha sido un elemento principal del voto al FN, que se basa más bien en la negación de la inmigración y el rechazo de la clase política.

Por supuesto, permanece como un fundamento importante para algunos directivos del partido, aquellos que están más vinculados a la historia de la extrema derecha. Otro ejemplo, ella explicó que en el caso de acceso al poder, el FN reconsideraría su posición, hasta ahora muy rígida, sobre las interrupciones voluntarias del embarazo y estaría a favor de un referendum. Su discurso se vuelve más social denunciando la "inseguridad social" para así seducir a las clases populares. Jean Marie Le Pen se define a si mismo como "socialmente de izquierda, económicamente de derecha y nacionalmente de Francia".

El FN intenta seducir a los franceses de origen extranjero que se sienten rechazados por la clase política. Los carteles de la campaña electoral del FN muestran a una joven mestiza con el ombligo al aire, que, bajo el titular "nacionalidad, asimilación, ascenso social, laicidad" baja el pulgar para ilustrar el fracaso: "¡derecha/izquierda, han roto todo!". Un fuerte mensaje subliminar que quiere transportar la idea de que el partido es joven, moderno y tolerante (piercing, ombligo al aire) y que va dirigido a todos los franceses, extranjeros o nacionales. Acusado de xenofobia, el FN lo enreda todo.

"Jóvenes graduados así como directivos de media clase manifiestan hoy su intención de votar a Le Pen. Es un nuevo fenómeno", observa un responsable del FN. En 2002, Le Pen conquistó a un electorado rural hasta entonces reacio. Esta vez se dirige a los urbanos y a los pequeños directivos. Los electores del 2002 deberían estar de nuevo presentes aunque el núcleo duro critica esta nueva banalización y parece pedir una vuelta más explícita a las viejas recetas y recursos.

Un partido que no ha cambiado

El FN escondió algunas convicciones detrás de posturas más electoralistas. Si el embalaje cambió, el contenido no varió. Al pretender hacer de Le Pen el "abuelo de la nación", sus aficionados exhuman "una parte de los orígenes franceses del fascismo, la que resulta del populismo ni de derecha ni izquierda sino de la tradición boulangista", según el sociólogo Erwan Lecoeur. Del mismo modo, una de las fórmulas más utilizadas por Marine Le Pen es: "Es necesario decir la verdad a los franceses: se miente a los electores".

Estos aires de conspiración explican las adhesiones de aficionados al complot como el humorista negro Dieudonné o Thierry Meyssan con un fondo de antisemitismo. Ni siquiera necesitan decirlo, en su visión del mundo, el antisemitismo esta por todas partes pero implícito para los iniciados: hay una superpotencia, los Estados Unidos, vinculada a un pequeño país excesivamente protegido, Israel, y estos dos Estados hacen lo que quieren.

El principio discriminatorio de "preferencia nacional" destinado a reservar solamente a los nacionales, alojamientos, empleos y ayudas sociales para instaurar una especie de "apartheid a la francesa", permanece la columna vertebral del proyecto. Del mismo modo, el FN defiende la supresión del "tribunal penal de excepción" que es la Alta Autoridad de Lucha contra las Discriminaciones, la instauración del derecho de sangre, o la caducidad de nacionalidad para todo condenado a seis meses de cárcel cualquiera que sea el crimen o delito.

En cuanto a su número dos, Bruno Gollnisch, rendía homenaje en diciembre a Pinochet que en paz descanse, que "permanecerá en la Historia como el que salvó del comunismo, no solamente a Chile, sino seguramente a toda América Latina". Por esta razón el Front National presenta este año un peligro para la democracia francesa. Encubierto por un discurso respetable personificado en la hija de Le Pen, el líder no cambió. Su programa de "preferencia nacional" supone un rechazo a la inmigración a la que culpabiliza de todos los males del país.

Unas elecciones con mucha incertidumbre

El Frente Nacional en 2007 compite con la derecha en varios temas: la oposición a la Europa de Bruselas, la defensa del cristianismo y la lucha contra el Islam predicado por Philippe de Villiers (MPF Movimiento para Francia). François Bayrou (UDF centro derecha) critica al igual que Le Pen, el "sistema" UMP-PS.

Por último, Nicolas Sarkozy (UMP derecha) dirige abiertamente sus discursos a los electores del FN con temas sobre seguridad. Menciona proyectos como la creación de "un Ministerio de la inmigración y de la identidad nacional", condiciona la reagrupación familiar a la posesión de un apartamento, de un empleo y del dominio del francés y lanza eslogans habitualmente utilizados por el Front National como: "¡Francia! ¡te gusta o te vas !".

Es necesario mencionar, la recién subida del candidato centrista François Bayrou acreditado en un 24% en los sondeos y que podría perturbar considerablemente las elecciones presidenciales. Este candidato centrista apela a un tema que Jean Marie Le Pen conoce bien: la "contestación antisistema", hoy por hoy parece ser el único en posición de derrotar al favorito UMP Nicolas Sarkozy en la segunda vuelta. Podría beneficiarse de un "voto útil" de los que, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, quieren contradecir al candidato de la UMP.

La mayoría de los electores frontistas, no quieren de ningún modo dar sus votos a Nicolas Sarkozy, "el hombre que financia las mezquitas, derogó la doble pena y se mostró favorable al voto de los inmigrantes en las elecciones locales" y de quien critican su "política pro-americana y pro-israelí".

Actualmente, cuatro candidatos tienen posibilidades de entrar en la segunda vuelta. Nicolas Sarkozy del partido de derecha UMP, Ségolène Royal del PS que no deja de caer en los sondeos, François Bayrou del UDF de centro derecha y Jean Marie Le Pen de la extrema derecha.

¿El Front National se puede imponer en el 2007? Parece poco probable. Nicolas Sarkozy suscita tanto entusiasmo que, excepto por una sorpresa de último momento, estará en la segunda vuelta contra el candidato mejor posicionado para vencerle. Actualmente parece ser François Bayrou.

Aunque la presencia de Jean-Marie Le Pen en la segunda vuelta es ampliamente posible (crearía ciertamente una crisis democrática ya que se podría elegir una vez más entre un partido de derecha y un partido de extrema derecha). El recién cambio de discurso para désdiabolizar el partido ha contribuido a banalizarlo. Por el ritmo con que progresan sus resultados es posible predecir el 2012 como el año de la hija del líder, Marine Le Pen, que de manera hábil y peligrosa consiguió el respeto al partido.


Adrien Majourel
Periodista francés del periódico Liberation

Global Affairs no es responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores/as