martes, 21 de diciembre de 2010

Los desafíos de Dilma y el Brasil post-Lula: ¿Continuidad en el cambio?

Número 22/octubre-diciembre 2010
Facundo Cruz

El pasado 31 de octubre Brasil se decidió finalmente y en una segunda vuelta que muchos (erróneamente) suponían reñida, terminó imponiéndose la candidata del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, sobre el socialdemócrata José Serra (PSDB).

Brasil, entonces, logró dar el difícil paso de elegir quien suceda a Luiz Inácio Lula da Silva luego de 8 años de una década de estabilidad política, crecimiento sostenido y reducción de las desigualdades. Un verdadero desafío para Dilma, la "Dama de Hierro" de la política brasilera, en tiempos en los que Brasil está en boca de todos.

Sin embargo, si Dilma desea pasar los cuatro años que dure su mandato sin mayores sobresaltos, con apoyo popular suficiente y todavía "en boca de todos", entonces deberá aprender a interactuar dentro del sistema político brasilero de manera prudente y paciente.

¿Por qué?

Los partidos políticos: un mal necesario

Primero, porque los partidos políticos brasileros son, mayormente, máquinas electorales que se activan en cada elección (ya sea local, regional y/o nacional), con escasa estructura organizativa y un bajo nivel de cohesión interna (Alcántara Sáez y Freidenberg, 2003; Alcántara Sáez, 2004). Las campañas electorales suelen están centradas, principalmente, en el candidato y no en el partido.

Los diputados y senadores electos, entonces, no tienen que rendir cuentas ni responder a una estructura fuerte y cohesionada. Esta situación repercute negativamente en la disciplina partidaria que tienen los legisladores y en el apoyo o rechazo al gobierno de turno. Los diputados y senadores suelen guiar su voto a favor o en contra de una determinada medida de acuerdo a criterios individuales y estrictamente personales antes que partidarios.

Dilma Rousseff, presidenta electa de Brasil. Fuente: web oficial de Dilma



Claro que un bajo nivel de indisciplina legislativa no significa que cada uno de los 513 diputados, por ejemplo, funcionen en monobloques individuales. Hay agrupamientos de diputados en bloques legislativos con un cierto grado de coordinación. El problema es el "transfuguismo" y los pases de bloque.

Por eso, Dilma deberá repetir la estrategia política que bien le sirvió a Lula: las coaliciones sobredimensionadas. Para entender esta dinámica política debemos considerar dos aspectos.

Primero, los legisladores que apoyan al Gobierno del PT en el Congreso Nacional. Los dos últimos gobiernos del PT tuvieron la fortuna de contar con el apoyo de una cantidad de legisladores mayor al mínimo necesario para aprobar leyes (mayor al 50%). Por ejemplo, el segundo mandato de Lula contó con el apoyo del 69,5% de la Cámara de Diputados; esto es, 358 diputados aproximadamente.

Una coalición legislativa tan numerosa y "sobredimensionada" puede explicarse gracias a la alta popularidad con la que contó Lula durante sus mandatos, y el crecimiento constante y continuo de la economía brasilera. Por simple supervivencia política y cálculo racional, los legisladores no se hubieran animado jamás a romper su alineamiento con el gobierno y prefirieron así mantenerse afines al PT.

Claro que Dilma no tiene el carisma de Lula y tampoco se sabe si a la economía de Brasil le irá tan bien en los próximos 4 años como le fue en los últimos 8. Pero sí puede sonreír al ver las primeras estimaciones, las cuales resultan muy favorables a su futuro gobierno. Los partidos que en años anteriores apoyaron a Lula tendrán 52 de 81 miembros en el Senado (62,4%) y 402 diputados sobre 513 (78%). Esto le permitirá a Dilma, en caso de mantener esos apoyos, aprobar enmiendas constitucionales sin mayores dolores de cabeza.

Otro aspecto tiene Dilma a su favor. Las elecciones presidenciales fueron concurrentes con los comicios estatales donde se renovaron las primeras magistraturas de los 26 estados federados de Brasil. De esa cantidad, 16 serán aliados de Dilma: 5 del PT, 5 del PMDB y 6 del Partido Socialista Brasilero (PSB). La alegría hubiera sido completa si los candidatos de Dilma hubieran ganado en Sao Pablo y Minas Gerais (los dos mayores colegios electorales del país), los cuales quedarán en manos del PSDB por los próximos 4 años.
Independientemente de ello, es motivo de festejo para el PT poder contar con una amplia red de gobernadores que contribuyan en la gestión de gobierno, garantizando estabilidad en el sistema político y alineando a diputados y senadores en el Congreso Nacional.

La tradición del Presidencialismo de coalición

El segundo aspecto de las coaliciones sobredimensionadas a tener en cuenta es la cantidad de ministerios que le toca a cada partido miembro de la misma en virtud de la cantidad de legisladores que tiene cada uno. Y de nuevo Dilma deberá seguir los pasos de su antecesor, pero apelando más todavía a su fama de tenaz y eficiente administradora.
Lula se caracterizó por incluir una gran cantidad de partidos políticos en su gabinete (10 durante su segundo mandato) pero sin respetar una equitativa distribución de las carteras ministeriales. Por ejemplo, mientras que el PT tenía 23 ministerios (56%), el Partido del Movimiento Democrático Brasilero (PMDB, de centro), su principal aliado, únicamente 8 (19,5%). Recordemos que durante ese mismo período el PT contó con una bancada de 80 diputados (el 22,3% de los diputados de la coalición legislativa) y el PMDB con 92 (26%).

Ahora la realidad mutará un poco. El PT será el partido con mayor cantidad de diputados (88) en la Cámara Baja, pero será el segundo en el Senado (15 bancas). El PMDB tendrá 79 diputados y 20 senadores, lo que convertirá al partido de centro en un verdadero poder de veto: su apoyo en el Congreso Nacional resultará clave.

De ahí que los cálculos racionales, los deseos de cada uno y las perspectivas futuras de los distintos partidos políticos pesarán sobre la mesa de negociaciones. Habrá que ver si el PMDB, los socios mayoritarios del PT, tolerarán otros cuatro años con un segundo lugar en el Gabinete contando con mayoría en el Senado y con un peso considerable en la Cámara de Diputados.

¿Por qué esto no es un dato menor? Por dos razones. Primero, porque los partidos políticos brasileros son, mayormente, office-seekers, es decir, que tienen como principal motivación conseguir cargos públicos y no solamente participar en contiendas electorales (Pasquino, 2004). Segundo, por lo dicho anteriormente sobre la "indisciplina" en el Congreso Nacional. Cualquier disgusto con la distribución de cargos públicos puede implicar una pérdida de apoyo en los socios de gobierno.

Sin embargo, el PMDB tiene un incentivo extra para mantenerse en la coalición de gobierno. El cargo de Vicepresidente cayó en manos de Michel Temer, líder del partido, con lo cual la defección pagará más cara para ellos. Será una garantía de estabilidad y gobernabilidad para Dilma y el PT contar con un partido de centro, fuerte, medianamente organizado y con un gran peso legislativo como es el PMDB.

El rol de Lula

Independientemente de estas particularidades, no toda la política en Brasil se concentra en los acuerdos y negociaciones entre partidos políticos. Una pregunta que se hace la prensa a diario y que muchos analistas políticos se han atrevido a responder es: ¿qué hará Lula los próximos 4 años? ¿Qué rol jugará un dirigente que estuvo políticamente involucrado desde la transición a la democracia a principios de los ‘80?
Si fue "raro" sentir que eran las primeras elecciones presidenciales en la historia de Brasil en donde el candidato del PT no era Lula, todavía más "raro" será pensar al líder y referente de ese partido fuera del seno donde se toman las decisiones. Sin embargo, la salud del futuro gobierno de Dilma exige que mantenga cierta distancia. Sobre todo porque a los ojos de la opinión pública no suele ser muy aceptado que los ex-presidentes, por más populares y queridos que sean, hagan, deshagan y decidan en las sombras.

La misma Dilma ha dado señales de que buscará e intentará (de nuevo haciendo gala de su fama de eficiente administradora) un perfil propio tanto en la conformación de su equipo de gobierno como en la forma de tomar las decisiones. Un rol de consejero y asesor con experiencia sí podría ser aprovechado por "la Dama de Hierro", particularmente porque la imagen que ella irradia no es la de un político que se comunica y conecta con la población. Ahí Lula sí puede ayudar bastante.

Otro rol que podría depararle al futuro del ex-presidente puede ser el del trabajo netamente partidario. Si las especulaciones son acertadas, el 2014 podría ver el retorno de Lula al Poder Ejecutivo y muy bien le vendría un PT más fortalecido, mejor organizado, con una cúpula dirigencial renovada y sin fuertes tensiones entre las distintas facciones que lo componen. Estas mejoras internas ayudarán, además, a la gestión gubernamental de Dilma durante los próximos 4 años. No olvidemos que durante ambos mandatos Lula tuvo que balancear mucho entre las presiones del ala más izquierdista del PT y las posiciones de centro de sus distintos socios políticos.

Breves conclusiones

Si bien el panorama del "nuevo" gobierno del PT puede ser sombrío, la realidad puede demostrar lo contrario. A pesar de que las particularidades del sistema político brasilero antes descriptas pueden resultar en un freno o impedimento a la gobernabilidad en otros países, en Brasil son moneda corriente. Los políticos, los partidos y, sobre todo, la ciudadanía se han acostumbrado a ese estilo de política.

Y Dilma Rousseff aparenta ser la indicada para gestionar el gobierno de manera correcta, eficiente y sin sobresaltos. Aunque la falta de olfato y tacto político puede jugarle en contra, el conocimiento que tiene de la administración pública y las cualidades personales desarrolladas  en sus años de gestión le permitirán aprovechar las ventajas que el sistema político le ofrece y disfrutar de la mayoría oficialista en el Congreso Nacional.
Lo únicos problemas que puede llegar a tener provendrían, en todo caso, de la economía. Si no se resiste a la tentación de gastar los excedentes fiscales en lugar de mantener el equilibrio macroeconómico que le garantizó al país la estabilidad que no tuvo en los años 90, entonces la tranquilidad puede tornarse en nerviosismo y ansiedad. Si a eso le agregamos un calendario electoral con comicios municipales en 2012 y presidenciales en 2014, el cocktail se podría volver peligroso: los legisladores seguirían su propio cálculo racional.

Pero para eso faltan 4 años. Por ahora el sistema político le sonríe a Dilma. Y puede aprovecharlo.

Facundo Cruz
Licenciado en Gobierno y Relaciones Internacionales por la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), investigador del Instituto de Ciencias Jurídicas y Sociales (INSOC) de esa casa de estudios y Director Operativo de la Dirección General de Planificación Estratégica de la Jefatura de Gabinete del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Escribe regularmente en http://leviatanasueldo.blogspot.com



Bibliografía consultada

Alcántara Sáez, Manuel (2004). ¿Instituciones o máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos latinoamericanos. Institut de Ciències Politiques i Socials, Barcelona.

Alcántara Sáez, Manuel y Freidenberg, Flavia (coord.) (2003). Partidos políticos de América Latina. Cono Sur. Fondo de Cultura Económico e Instituto Federal Electoral, México DF.

Mainwaring, Scott y Scully, Timothy (1995) Building democratic institutions: Party systems in Latin America. Stanford University Press, Stanford.

Pasquino, Gianfranco (2004). Sistemas políticos comparados. Prometeo Libros y Bononiae Libris, Buenos Aires.

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