jueves, 1 de abril de 2010

El Ajedrez virtual: censura en la red

Número 20/abril - junio 2010
Mario A. Avellaneda Albán


Una de las premisas de la comunicación en Internet según Erik Qualman, autor del famoso libro "Socialnomics", es la transparencia (1).

Qualman, que en su libro habla sobre cómo los "social media" e Internet en general, están cambiado la forma de hacer marketing y por tanto, el retrato del mundo, resalta esta característica sobre todas las demás. Divide las empresas entre aquellas que han decido entrar en este juego translúcido a cambio de la empatía del público, frente a otras que se empeñan en borrar las críticas que pululan a través de Internet.


Si partimos de la base de que el mundo es un juego de ajedrez entre grandes empresas, conocidas como países o naciones, la diferenciación de Qualman nos ayuda a entender qué está pasando con Internet, sus libertades y la censura que se sufre en algunos países.

Inicialmente podríamos dividir el globo en dos grandes conjuntos. Uno, el de los países liderados por Estados Unidos, que amparados por la sombra del estandarte de la libertad de expresión, defienden Internet como un derecho básico de los ciudadanos al cual todos deben tener libre acceso. En un segundo grupo - en este caso los "malos de la película" - se sitúan aquellos países que ejercen una censura férrea, la cual solo se justifica bajo el principio de cohesión del régimen. Según Reporteros Sin Fronteras, en este eje debemos incluir a Arabia Saudí, Birmania, China, Corea del Norte, Cuba, Egipto, Irán, Uzbekistán, Siria, Túnez, Turkmenistán, Vietnam y ahora Venezuela.

Hecha esta división, nos damos cuenta de que el tablero de ajedrez es el mismo para todos los campos de la diplomacia internacional. Las fichas son los dos mismos bandos - con sus ausentes - que suelen repetirse en un sinfín de debates. Por tanto la maraña global de Internet es explicable si lo entendemos como una cuestión de marketing internacional, un juego de ajedrez, en el cual unos venden su producto y otros defienden el suyo. Para explicarlo solo hay que volver a mediados de los años 80 y veremos que, contrariamente a lo que muchos aseguran, las cosas no han cambiado tanto.

Con motivo de la celebración de los 20 años de la caída del muro de Berlín, el Doctor Alonso Álvarez de Toledo, embajador de España en la Alemania del Este entre 1985 y 1989, asistió a un seminario en la Universidad Antonio de Nebrija en Madrid, en el cual expuso lo que para él fueron las razones de peso para la desintegración de la URSS. Una de ellas fue el flujo de información de la Alemania occidental hacia la Alemania comunista. La incapacidad de los soviéticos por evitar que sus camaradas conocieran las "maravillas" del otro lado del muro fue minando la lealtad de los ciudadanos. Al final de sus días, en la RDA pocos querían vivir en un régimen censurado, en el cual la confianza era un concepto baldío. Esta razón de peso, la confianza, sumada a otras tantas, destruyó el sueño soviético.
Hoy en día, el panorama no es muy distinto. Los intentos por parte de los gobiernos de Cuba, Venezuela, China, Irán o Corea del Norte por censurar todo ese cúmulo de ideas procedentes desde, lo que ellos consideran los enemigos, los "parásitos" que contaminan la mente de las personas, no es otra cosa sino la reacción obvia de regimenes totalitaristas. Algunos democráticamente elegidos, acosados por el miedo y el inconformismo de un sector de su población cada vez mayor, buscan, ante todo, cegar a las personas y evitar así cualquier atisbo de fracturación.

Conscientes de que no pueden callar al mundo por las vejaciones que comenten, optan por taponar los oídos de los suyos. Pero Internet es como el agua, se cuela por donde puede y ya hemos asistido a varios exitosos ejemplos de manifestaciones convocadas por Twitter en Irán, Myanmar o Venezuela; además en Cuba y China hemos visto "blogueros" encarcelados por las ideas que promueven en sus bitácoras.

Ante todo estos regímenes buscan mantener un curso de la información hermético, solo así es seguro. Lo ideal entonces es que ni entre ni salga aire que pueda contaminar el interior del producto.
Antaño simplemente se trataba de secuestrar periódicos, emisoras de radio, cadenas de televisión, hoy el panorama es más amplio, se les escapa de las manos. En palabras del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, estos gobiernos no pueden permitir que Internet se convierta en un sitio "donde cualquiera puede decir lo que le de la gana"(2). Su estrategia de marketing es, entonces, bloquear.

En el artículo titulado "Changing North Korea" publicado en Foreign Affairs (noviembre/diciembre de 2009) el profesor asociado de Historia de la Universidad de Kookmin en Seúl, Andrei Lankov, afirma que, en el caso de Corea del Norte, Internet se convertirá en un arma clave en la lucha contra el régimen de Kim Jong iI (3). El argumento de este historiador es que la restricción a la información sólo puede ser contrarestada con el acceso a la misma y que, al igual que apuntaba Álvarez de Toledo, el descubrir lo que hay al otro lado del muro, hará el trabajo que ni ejércitos ni diplomacia han podido hacer, la odiosa comparación.
En el momento de la historia en el que nos encontramos situados, donde una guerra a nivel mundial es inconcebible, las batallas importantes por el control se trasladan al entorno de ceros y unos. En casos menores como Irak o Afganistán las armas han sido la estrategia - errónea - a seguir, pero a gran escala la tendencia es la difusión de la cultura. Para Occidente, Internet y la libertad de expresión juegan el papel de aliados y un marketing sin precedentes.

Andres Martinez en su artículo "The Next American Century", destaca cómo a pesar de la mala imagen de Estados Unidos en los últimos años, la cultura americana se expande globalmente sin nadie que le haga sombra. Que "Avatar" (James Cameron, 2009) se haya convertido en pocas semanas en la película más taquillera de la historia, no solo en Estados Unidos sino también en China; o que siete de cada diez de las series más vistas a nivel mundial sean americanas, dan un ejemplo del alcance internacional que puede tener un marketing cultural a gran escala (4). Nike, McDonalds o Coca-Cola, a menudo ejemplos trillados de la globalización, siguen siendo embajadores de la cultura estadounidense. Internet y la tecnología no han hecho sino potenciar la marca americana.

Google, Facebook, Messenger, Twitter, Apple o MySpace no son otra cosa que "marines virtuales" quienes, sin apretar un gatillo, dan ejemplo de lo "guay" que es Occidente, y volviendo a Qualman, ganarse de esta forma la simpatía del público.



Por eso no es de extrañar que a principios de marzo, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos haya autorizado a las empresas americanas la exportación de este tipo de servicios a Sudán, Cuba o Irán. En el comunicado de prensa los americanos expresan que "como han demostrado los recientes acontecimientos en Irán, las comunicaciones personales por Internet, como correos electrónicos, mensajes instantáneos y redes sociales son herramientas poderosas"(5). Es un paso a favor de la teoría de Lankov.

Si lo comparamos con el mundo empresarial, podríamos afirmar que los americanos quieren nutrir a los "sindicatos" con las armas necesarias para minar el régimen desde dentro. Están ejerciendo de "abogado del diablo" con el único fin de salir victoriosos de esta nueva guerra fría, de hacerse con el monopolio, mientras los desesperados ejecutivos de la cúpula directiva hacen lo imposible por atajarlos.
Este es el marketing internacional. Lo que hace setenta años se hiciera a través del cine, y más tarde de la televisión, películas en pro y contra de los unos y los otros, ahora se ha trasladado a la red en forma de libertades y prohibiciones. Si hubo un tiempo en el que Estados Unidos promocionase la guerra porque era buena para el país, hoy promociona Internet porque es bueno para el individuo, pero la campaña es la misma.

Los más optimistas como Lankov o el Departamento del Tesoro americano piensan que será tan sencillo como abrir canales por donde llevar los cauces de la información que puedan desmoronar los regimenes. Pero como buenos zorros, los regímenes ya han aprendido que no se trata de cortar los canales, sino de seguirlos hasta la madriguera.

Como bien comenta Moisés Naím, en su artículo "Déspotas Virtuales", en el juego de Internet, al igual que en otras tecnologías, los avances juegan a favor y en contra de todos los que participan de ellas (6).
En 2008 se supo que Nokia y Siemens habían vendido a Irán tecnología susceptible de ser usada para el espionaje; cuando la información salió a la luz, el consorcio conocido como Nokia Siemens Networks abandonó sus negocios en la república islámica, pero el daño ya estaba hecho. En China miles de personas que trabajan para el partido se dedican a espiar a sus compatriotas. En Cuba el acceso es restringido, casi nulo, y en Venezuela ya se ha creado una comisión que controle Internet.

Entonces, ¿en que quedamos? He aquí el dilema del juego. Las pistas nos conducen a un callejón sin salida, a la serpiente que se muerde la cola.

Internet evoluciona, al igual que lo han hecho la televisión y la radio, pero no por su propia naturaleza, pues carece de ella, sino por la de quienes lo utilizan. Este factor reconduce el debate, nuevamente al individuo y al uso que hace de la herramienta. El mundo sigue siendo el mismo. Internet, con sus libertades y censuras, no lo ha cambiado en nada.

No es entonces un problema de censura o no, porque si los terroristas saben sacarle el mejor partido a Internet también pueden hacerlo los opositores de un régimen. Al final, todo, absolutamente todo, sigue dependiendo del individuo y de cómo juegue.
Resulta inútil protestar contra un régimen que censura Internet, porque ese es su papel dentro del juego virtual. El virus no se queja de injusticia ante el enfermo porque éste se tome un medicamento. Con este doble juego lo que se están creando son bombas de relojería, que sí, seguramente ayuden a minar los regimenes, a fracturarlos y en el mejor de los casos, a destruirlos.

Pero Internet es simplemente una herramienta más, con mayores capacidades para que héroes y villanos participen del juego. No es sinónimo de mejoría porque eso, hoy, ayer, y mañana, seguirá dependiendo de las ideas de los hombres.

La historia, en contra de lo que pudo pensar Fukuyama, sigue más viva que nunca; las guerras ya no son bombardeos inexorables, más bien, bombardeos de ideas, de estilos de vida. La historia, para bien, o para mal, se antoja cíclica, interminable. Internet, sus libertades y sus censuras, no son, en ningún caso, diferentes a lo que fue la imprenta en su día. Entonces dejemos de sorprendernos y sigamos trabajando, no para que Internet sea un espacio libre, que ya lo es, sino para que todos seamos libres... que aún falta mucho.

Mario A. Avellaneda Albán
Periodista Universidad Antonio de Nebrija (Madrid) y diplomado en Dirección de Cine y Televisión por la Escuela Tai (Madrid)

Blog de Mario A. Avellaneda (www.telitatelita.wordpress.com)




Bibliografía

1. QUALMAN, Erik, Socialnomics: How Social Media Transforms the Way We Live and Do Business, Wiley, 2009.
2. Chávez dice que Internet "no puede ser libre", El País, 15-03-2010
3. LANKOV, Andrei, Changing North Korea, Foreign Affairs, Nov/Dic, 2009.
4. MARTINEZ, Andrés, The Next American Century, TIMES Magazine, 22 March, 2010.
5. EE UU abre la puerta a la exportación de servicios de Internet a Irán, Sudán y Cuba, El País, 08-03-2010
6. NAIÍM, Moisés, Déspotas Virtuales, El País, 15-11-2009.

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