lunes, 8 de febrero de 2010

Duro golpe contra el comercio privado en Corea del Norte

Número 19/febrero-marzo 2010
Alexandre Calvo Cristina

El régimen norcoreano revalúa su moneda, obligando a la población a cambiar sus ahorros. Cada familia norcoreana solamente puede cambiar 100.000 Won (unos 50 euros), siendo confiscado el resto. La decisión supone un fuerte paso atrás en la incipiente liberalización económica del país.

Revaluación de la moneda norcoreana

Una vez más Corea del Norte ha sido noticia y como de costumbre no por ningún hecho positivo. Esta vez sin embargo no se trata de ningún ensayo nuclear, intercepción de cargamento de armas no convencionales o incidente fronterizo, sino una medida de política económica.


Sin ningún aviso oficial por los canales convencionales, el 30 de noviembre el régimen ha empleado el sistema de video orwelliano que le permite acceder a todos los hogares para comunicar a la población que los antiguos billetes serán sustituidos por otros, revaluándose la moneda por un factor 100. Es decir 100 antiguos Won se convertirán en una de las nuevas unidades monetarias en curso. Un día más tarde el reducido cuerpo diplomático acreditado en Pyongyang fue informado de la decisión.

Ante el hermetismo oficial, la principal fuente para conocer con algún detalle lo acontecido en el aislado país han sido los comerciantes norcoreanos activos en China. Varios de ellos han declarado que la revaluación se empezó a implementar la tarde del 30 de noviembre mediante el cambio de antiguos billetes de 1.000 Won por nuevos de 10.

Hasta aquí el paso nos podría parecer una simple redenominación, diseñada quizás para hacer más fácil la vida de la población al eliminar dos ceros de las transacciones económicas, o una medida para esconder la inflación pasada, sin embargo el régimen también ha indicado que cada familia tan solo podrá cambiar 100.000 Won (500 Euros al tipo de cambio oficial, pero tan sólo 50 al prevalente en el mercado negro). El resto será confiscado.

Ello obedece al deseo oficial de castigar a los beneficiarios de la tímida liberalización emprendida a inicios de la década.

Según diversas fuentes, el anuncio de la medida generó un notable caos y ansiedad entre la población norcoreana, y muy especialmente entre los comerciantes activos en los mercados privados.

La República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte).Fuente: Gobierno de Corea del Norte



Entre los incidentes que han trascendido a los medios de comunicación surcoreanos y occidentales se encuentran:





  • Fuertes tensiones y disputas familiares en la ciudad de Sinuiji, cerca de la frontera china. Según uno de sus habitantes "Los lloros y las peleas entre las parejas no han cesado en ninguna parte. La atmosfera de la ciudad es terrible".





  • El suicidio de una pareja de jubilados en la provincia de Hamgyong. Se trata de una zona adyacente a China, en la que tiene lugar mucho comercio ilegal.





  • Los temores de muchos funcionarios locales de las provincias cercanas a China que la medida provoque disturbios.


  • Han contribuido a la alarma social la falta de transparencia sobre el alcance y los fundamentos de la medida, así como el cierre de comercios decretado por el gobierno mientras se efectúa el cambio de los antiguos billetes por los nuevos. A ello se unen los temores sobre la imposibilidad de adquirir alimentos por parte de las familias que aún no han recibido los nuevos billetes.

    Según algunas fuentes la fuerte reacción de la población ha obligado a las autoridades a elevar la cantidad de fondos que se permitirá cambiar, situándose en 150.000 Won en papel moneda más 300.000 Won en depósitos bancarios, una vez investigado el origen de éstos.

    El dos de diciembre, dos días tras el anuncio de la revaluación, en la capital tan sólo los comercios y restaurantes que cobran en divisas permanecían abiertos. Se trata de unos pocos establecimientos reducto de los escasos extranjeros residentes en Pyongyang y de la minoría privilegiada. El resto esperaba continuar cerrados al menos otra semana, mientras se efectuaba el cambio de billetes.

    También fueron cerrados los autobuses de largo recorrido y todo tipo de servicios, desde las barberías hasta las saunas.

    Las reformas económicas en Corea del Norte

    La medida supone un paso atrás en la tímida liberalización de la economía iniciada en el año 2002, en que el régimen, tras varias hambrunas que la década anterior habían supuesto la muerte de millones de norcoreanos, optó por permitir la apertura de mercados privados donde se podían adquirir alimentos y demás productos de primera necesidad. La medida tuvo una gran éxito tanto entre agricultores como consumidores.

    El nacimiento de estos mercados, medida acompañada por una reducción de las raciones oficiales, junto con el perseguido pero generalizado mercado negro, ha permitido a gran parte de la población subsistir y alcanzar un modesto nivel de vida que sin embargo es mucho más alto que el que la economía oficial les podría proporcionar.
    Simultáneamente estos mercados libres han supuesto la aparición de una incipiente clase media que aunque reducida es claramente visible al visitante extranjero. Testigo de ello es la popularidad de los teléfonos móviles en la capital.

    Los beneficios del surgimiento de estos mercados no se repartieron de forma uniforme. Las zonas rurales, productoras de alimentos, se cuentan entre las principales beneficiarias, mientras que el noreste, donde se concentran las industrias estatales, contempló con temor los cambios. Sin embargo la proximidad de dichas provincias con China ha supuesto la posibilidad de embarcarse en un generalizado contrabando de productos con el país vecino.

    El impacto de la medida

    Las limitadas reformas económicas descritas han supuesto la aparición, como hemos comentado, de una pequeña clase media. Este colectivo es precisamente la gran víctima de la medida, puesto que se puede encontrar de la noche a la mañana con la pérdida de buena parte de sus ahorros.

    Aunque es previsible pensar que muchos de ellos eran conscientes de la posibilidad de que el régimen tomase una medida de este tipo y que por éste y otros motivos habían diversificado sus activos, adquiriendo por ejemplo divisas extranjeras y metales preciosos, no todos ellos han tenido esta oportunidad. Además del riesgo que supone ser visto por las autoridades como alguien que dispone de esta clase de activos, hay que tener en cuenta que los pequeños comerciantes por fuerza necesitan disponer de cierto capital flotante en la divisa norcoreana para adquirir los objetos que venden y por ser ésta la moneda en que reciben los pagos de sus clientes.
    Por eso son los estratos más bajos de la nueva clase media, en muchos casos pequeños comerciantes a tiempo parcial que buscaban un suplemento a sus míseros sueldos o pensiones, los más duramente golpeados por la confiscación.

    En cambio las familias más adineradas, que han aprovechado los tímidos pasos del régimen hacia una cierta liberalización en el ámbito económico, acumulando notables capitales, aunque también se espera que sufran por la medida es probable que tuviesen un porcentaje más bajo de su patrimonio en la divisa nacional.

    Cuestión aparte son los allegados al régimen, que posiblemente fueron informados con antelación de la medida o de una u otra forma serán capaces de sortearla.

    La República Popular Democrática de Corea. Fuente: Gobierno de Corea del Norte


    De cara al futuro es probable que la revaluación y confiscación no sean fácilmente olvidadas por la población, muy especialmente por los participantes en la pequeña economía de mercado que, de forma tolerada o clandestina, se van abriendo paso. Ello significará, entre otros, un empleo aun más generalizado de otras divisas, como el dólar norteamericano o el RMB chino.

    Motivos y análisis político

    La justificación del régimen y que éste ha intentado transmitir a la población a través de su maquinaria propagandística, ha sido intentar acabar con una naciente clase social considerada ajena al modelo económico oficial, basado en la más estricta planificación económica.

    Por otra parte también ha indicado que la medida tiene como objeto controlar la inflación, disminuyendo la cantidad de moneda en circulación.
    Aunque en los últimos años la difícil situación económica ha obligado a Pyongyang a dar tímidos pasos hacía una cierta tolerancia de las transacciones económicas privadas, ello no significa de ningún modo que los jerarcas del régimen hayan optado por seguir el "modelo chino", es decir liberalización económica bajo un férreo control político. Consideraciones ideológicas aparte, parece ser que el Partido de los Trabajadores Coreanos teme que un avance gradual hacia la economía de mercado desembocaría inexorablemente en una emergencia de focos de oposición al régimen.

    Ello explicaría por qué estos pasos han ido seguidos a menudo de golpes de timón e intentos de volver a la más estricta ortodoxia estalinista.

    Sin embargo el régimen, envuelto actualmente en múltiples rumores e intrigas relativas a la sucesión de Kim Jong-il, no es necesariamente tan monolítico como nos puede parecer en una primera aproximación, o al menos es consciente de la posible  impopularidad de la revaluación de la moneda.

    Aunque pueda haber un segmento considerable de la población que se alegra por la misma, movida por la ideología oficial que le es inculcada desde el nacimiento o simplemente por la envidia, pecado capital que trasciende culturas, sus responsables son conscientes que serán muchos quienes padecerán sus consecuencias o simplemente la considerarán negativa.

    Quizás por ello el régimen ha optado por presentarla como fruto exclusivo del actual primer ministro, Kim Yong-il, aunque probablemente la decisión ha sido aprobada personalmente por el líder supremo, Kim Jong-il. Algunos expertos consideran que el "cerebro" origen de la medida es Pak Nam-gi, director del Departamento de Planificación Financiera del Partido de los Trabajadores y máximo responsable de la economía civil del país.
    Esta atribución permitiría a los principales líderes norcoreanos, incluido quien acabe sucediendo a Kim Jong-Il, evitar ser asociados con la medida, en caso de que ésta fracase o genere malestar y protestas. El régimen deja así abierta la puerta a una hipotética continuidad de las reformas económicas, presentando este paso atrás como obra personal del primer ministro.

    Una reflexión final: reforma económica y transición política. Seguridad en Asia Oriental

    Cincuenta y seis años tras el armisticio que puso fin de hecho, sino de derecho, a la Guerra de Corea, nos encontramos aún con un régimen norcoreano encerrado en si mismo, hostil hacia todo lo extranjero, que destina la mayor parte de recursos del país a la defensa y que no se decide a dejar paso, aunque sea poco a poco, a la economía de mercado pese al constatado fracaso de su planificación centralizada.

    Los distintos pasos, tomados por sucesivos gobiernos surcoreanos, en pos de una cierta cooperación económica con el norte, no han dado el fruto deseado. Se han abierto algunas vías de comunicación, incluidos servicios regulares de transporte de mercancías por ferrocarril y barco, se ha creado un parque industrial (en Kaesong), y una zona turística (en el monte Kumgang, de gran simbolismo cultural y religioso), pero diversos incidentes han paralizado en gran medida estos proyectos, que al menos de momento no han dado el fruto deseado.
    El objetivo de Seúl al promover estas iniciativas es doble: por una parte contribuir a superar la enorme desconfianza de Pyongyang traducida en constantes incidentes, y por otra intentar recortar el abismo que separa el nivel de vida en las dos Coreas. Se trata de una diferencia mucho mayor que la que se daba entre las dos Alemanias antes de su reunificación, y Seúl que ha observado los notables costes que ha supuesto a Alemania Occidental acoger en su seno los länder del Este y que aún hoy lastran su economía, preferiría recortar distancias con anterioridad a un hipotético cambio político en el Norte que permitiese emprender la reunificación de la Península.

    Las preocupaciones de Pyongyang son sin embargo otras, o más bien otra: la supervivencia del régimen. Ello se ha traducido a nivel interno, como hemos comentado, en una constante marcha adelante y atrás en materia de reformas económicas, por el temor a que supongan la pérdida de control sobre la sociedad, mientras que a nivel externo el régimen ha optado por destinar ingentes recursos al mantenimiento de una enorme, aunque obsoleta, maquinaria militar. Esta maquinaria incluye armas no convencionales cuyo papel es triple:





    • En primer lugar elevar el coste que supondría una hipotética invasión. No olvidemos por ejemplo la escasa distancia que separa la capital surcoreana de la frontera. Se trata por tanto de la clásica disuasión.





    • En segundo lugar obtener ingresos u otros sistemas de armamento, mediante el comercio bélico con otros regimenes. Este tipo de acuerdos se hallan ampliamente documentados habiendo tejido Pyongyang una tupida red que le une con otros países considerados una amenaza para la paz mundial.





    • Finalmente, la diplomacia norcoreana ha empleado con gran habilidad la existencia de estos programas de armamento no convencional para obtener una serie de ayudas económicas y de contrapartidas políticas tanto de Corea del Sur como de los Estados Unidos y sus aliados, quienes, temerosos de una nueva guerra abierta en la península y con gran parte de su capacidad militar comprometida en Oriente Medio y Asia Central han optado por la diplomacia de talonario para persuadir al régimen que renunciase al menos a su programa nuclear militar.


    • Ante esta situación, brevemente resumida, ¿Cuál es la trascendencia de la media analizada? Su importancia se halla ligada a su impacto en dos de las tres vías por las que el comunismo podría desaparecer de Corea del Norte:





      • Derrota militar del régimen. Muy probable en caso de reprenderse las hostilidades puesto que el gran volumen de tropas de las Fuerzas Armadas del país esconden una debilidad considerable a nivel tecnológico y en campos como la aviación. Sin embargo ni Corea del Sur ni Estados Unidos desean optar por esta vía.





      • Revuelta interna. Es muy difícil predecir las probabilidades de que tenga lugar. La falta de información impide tomar el pulso a la opinión pública, mientras que el férreo control a que ésta es sometida hacen muy complicada cualquier actividad opositora. Sin embargo en algunos casos similares se ha acabado demostrando que regimenes aparentemente sólidos eran de hecho muy frágiles.





      • Evolución gradual, empezando por una liberalización económica que permita el surgimiento de una amplia clase media. Esta clase media acabaría presionando a favor de la democratización, siguiendo el modelo observado en países como Corea del Sur o Taiwán.


      • En relación con la segunda posibilidad, la revaluación ha generado sin lugar a dudas rechazo entre amplias capas de la población, pero por el aislamiento del país es difícil cuantificar dicho efecto así como su impacto a largo plazo. Además, supone un paso atrás a nivel económico y puede desembocar en un empeoramiento de la ya difícil situación económica, evidenciada en el hecho de que alrededor de una cuarta parte de los jóvenes llamados a filas son exentos por motivos médicos, la mayor parte fruto de la desnutrición durante su infancia y adolescencia.

        En lo que atañe a la tercera, la medida del régimen supone frenar, al menos de momento, la premisa en la que se sustenta, esto es la introducción gradual de mecanismos de mercado que suplementen y más adelante sustituyan la planificación centralizada que una vez más solamente ha dado como fruto el hambre, el frío y la muerte.

        Teniendo en cuenta el proceso de sucesión en que se halla actualmente sumergido el régimen y que podría en cierto modo estar detrás de la revaluación, será probablemente necesario esperar al menos unos meses para ver si la medida es un signo de que la planificación económica continuará siendo la piedra angular de la economía norcoreana durante los próximos años o si se trata del último coletazo de una ortodoxia condenada a seguir los pasos emprendidos hace treinta años por China.

        Alexandre Calvo Cristina
        Profesor de relaciones internacionales, European University.

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