lunes, 16 de febrero de 2009

Esos Imperios que cayeron

Número 13/ Febrero-marzo 2009
Adrien Majourel

La crisis que vivimos pone de relieve un mundo que puede asustar. Las separaciones que fracturan el planeta son abismales: economía, ecología, religión, cultura. En muchos aspectos, nuestra civilización parece estar al borde del abismo. De este aparente caos, surge una pregunta, dolorosa pero vital:

Esfinge egipcia, Egipto. Foto: Global Affairs


¿Asistimos al final de nuestra civilización?


Para intentar saber si hay que dar crédito a los discursos alarmistas, la historia de los grandes imperios que cayeron en el pasado puede darnos pistas. Todas estas desapariciones presentan un punto en común. Los que las vivieron no las vieron venir y no encontraron respuestas adecuadas.

El escritor francés André Malraux decía: “una civilización me parece definirse a la vez por cuestiones que formula y por las que no formula.” La historia de los mayas, de los romanos, de los egipcios y de los páscuanos nos puede ayudar a preguntarnos lo que debemos.

La civilización Sumeria

En la parte meridional del Irak, antigua región de la baja Mesopotamia, ciudades viejas de más de 5000 años son actualmente devastadas por saqueadores y sus ruinas son destruidas por los movimientos de tropas americanas. Ahora bien estos vestigios son los de la civilización Sumeria cuya existencia señala el final de la prehistoria en Oriente Medio. Según el historiador americano Samuel Noah Kramer, “La Historia comienza en Sumer” (1) y esta civilización influirá sobre la mayoría de las culturas de esta región durante toda la antigüedad alta y media.

Se debe a los Sumerias, entre otras cosas, la escritura cuneiforme, preciosas contribuciones en astronomía o en cálculo (división sexagesimal del tiempo y el círculo: 60 minutos dentro de una hora, 24 horas en un día, 360 grados en un círculo) así como la primera arquitectura religiosa conocida (templos y luego zigurates cuya tradición se encuentra en el relato bíblico de la torre de Babel) y la fundación de las primeras ciudades-Estado como Ur, testigo de primera grandeza de la civilización Sumeria y citada en el antiguo testamento como la patria de Abraham.

¿Cómo una civilización capaz de tantos descubrimientos y tan avanzada en su tiempo, pudo declinar alrededor del final del III milenio a.C.?

Algunos avanzaron la hipótesis de una sequía y el desplazamiento geográfico de los lechos de los ríos. Sin embargo, si la región hoy es un desierto a causa de la sobreexplotación de las tierras, la sequía fue un factor indiscutible pero no explica por si sola la caída de Sumeria.

En la época, la escritura permitió a los jefes de las ciudades transmitir más fácilmente sus órdenes a los soldados lo que produjo el nacimiento de Estados dotados con una verdadera administración constituida por los primeros funcionarios de la humanidad. Por lo tanto, el profesor canadiense Claude Chapdelaine analiza las razones de la caída de la civilización Sumeria: Durante el III milenio a.C., las ciudades-Estado de Sumer no dejaron de combatir entre ellas a la manera de las Repúblicas urbanas de la Italia Renacentista. Además, a la nueva complejidad de este estado de escribas cabe añadir los inconvenientes de la aparición de los impuestos que llevó a algunos gobernadores locales a declarar su independencia y el Gobierno central tuvo más y más dificultades para ejercer un poder real. Pronto, Ur cayó en las manos de los vecinos Elamitas, y el acontecimiento fue considerado como un desastre que llegó a alimentar la literatura siglos después.

Al principio del milenario II, las ciudades Sumerias dejaron lugar a una ciudad de Mesopotamia central: Babilonia con el famoso reino de Hammourabi (- 2003 a - 1961), centro de un nuevo imperio mesopotámico.

El Imperio Antiguo de Egipto

El Imperio Antiguo (- 2700/-2200), definido como el período de estabilidad política más largo que el Antiguo Egipto llegó a conocer, era considerado por los mismos egipcios antiguos, como la época de oro de su civilización. Es durante este periodo cuando fueron construidas las primeras pirámides, fueron desarrollados los grandes temas de la literatura clásica egipcia y los cánones artísticos en cuanto a la pintura o la escultura y se perfeccionó un sistema administrativo que durará cerca de tres milenios. Es también un período de extensión territorial con la conquista del Sinaí por Djéser hacia -2650, y la conquista de la Nubia por Pepi I hacia -2300.

Así pues, ¿cómo una civilización tan brillante, ha podido declinar durante el Primer Período Intermedio dejando el país a merced de la invasión del delta por un pueblo asiático, después del reino misterioso de la faraona Nitokris?

Para intentar responder a esta cuestión, es necesario recordar a Pepi II, uno de los últimos miembros de la VI dinastía ya que es bajo su reino cuando empieza la inexorable caída del Imperio Antiguo. En efecto, su reino que duró cerca de 94 años, (es el reino más largo de toda la historia) es ciertamente una primera pista ya que al final el faraón viejo, debilitado y retirado en su palacio, no pudo reaccionar a la lenta segregación del poder que iba a seguir. En este momento, el mantenimiento de las provincias extranjeras en el seno de Egipto absorbía todos los fondos del Estado. Además, cuando sus predecesores abandonaron una parte de sus poderes a los nobles locales, ya no obedecieron a la tutela real y la autoridad faraónica fue debilitada. Por otra parte, los reyes de la V y VI dinastía, dejaron la dirección diaria de los asuntos del país a administradores cuyo número iba creciendo. Egipto siempre había dependido de estos funcionarios pero a medida que aumentaron, el sistema se complicó hasta volverse ineficaz. Resultó imposible recaudar los impuestos, y los tributos ya no entraban en las cajas reales. Asimismo, la mayor parte de la mano de obra se encontró desempleada puesto que los proyectos de grandes obras reales como las pirámides disminuyeron de manera drástica. Desde entonces no fue posible limitar al hundimiento de las estructuras sociales y políticas, y el desorden ganó los medios populares. La anarquía reinó: las leyes y los procedimientos judiciales no eran respetados, los pobres robaron las riquezas de los más ricos. Los arqueólogos aún ponen de manifiesto que en esta época, las tumbas fueron saqueadas y el culto divino parado. Además, parece que la amenaza asiática que tronaba en las fronteras del Imperio y el cambio climático que causó la desertización progresiva de las orillas del Valle del Nilo aceleraron el hundimiento del Antiguo Imperio en la decadencia.

Según el sacerdote egipcio Manéthon (III siglo Ante. JC) la VII dinastía faraónica conoció después setenta reyes en setenta días, reflejo de un período confuso, conocido bajo el nombre de Primer período intermedio y que dejó muy pocos rastros.

El Imperio Romano de Occidente

Se materializa la caída del imperio romano de Occidente el 24 de agosto de 410 cuando Alaric y sus Visigodos entraron en Roma. Este último no tuvo conciencia de las consecuencias de este acto. Solo había venido en búsqueda de dinero y permaneció solamente tres días en la capital.

Uno de los primeros en explicar esta caída ha sido Jerome de Stridon (340-420) el padre de la Iglesia latina. Seguramente para evitar que la catástrofe sea imputada a los cristianos, afirmó que la causa era la corrosión conjunta de la especie y de las costumbres romanas. Impío, glotón, obsceno, caricaturizó al romano como un aficionado de orgías.

Obviamente, las razones de la decadencia del Imperio romano no pueden resumirse a una decadencia moral. En realidad, existen numerosas teorías controvertidas (2) que a menudo reflejan las eras en las cuales han sido desarrolladas.

Así pues, cuando Edward Gibbon (1737-1794) hace recaer parte de la responsabilidad sobre la Cristiandad, refleja los valores del Siglo de las Luces (3). Según él, los romanos olvidaron poco a poco sus deberes de defender el Imperio frente a los mercenarios bárbaros quienes finalmente se volvieron en contra de ellos (4). La cristiandad habría contribuido en eso ya que el pueblo estaba menos interesado por el “aquí” y “ahora” y más dispuesto a esperar las recompensas del paraíso. La prosperidad reforzó entonces el principio de la decadencia y pérdida de virtud cívica entre los ciudadanos romanos; las causas de su destrucción multiplicadas por la extensión de sus conquistas.

El historiador romano Vegece, al principio del siglo V, formuló otra teoría según la cual el Imperio romano declinó a causa del crecimiento de sus contactos con los bárbaros, acarreando una " barbarización", motor de degradación. El letargo, la complacencia, y la mala disciplina que resultó en las legiones, manifiesta la caída del Imperio como un fenómeno de origen esencialmente militar.

JB Bury (1861-1927) sostuvo por su parte que un número de posibilidades ocurrieron simultáneamente: decadencia económica, extensión germánica, despoblación de Italia, pérdida de virtud marcial, asesinato de Aetius y ausencia de un sustituto de valor. Toda esa serie de infortunios resultaron catastróficos (5).

Esta última teoría parece ser la más realista y es necesario desarrollar su parte económica. La decadencia de los recursos naturales (minas, bosques, pesca) añadida a los gastos crecientes (en particular, para las guerras y la protección de las fronteras) arruinó a numerosos contribuyentes. Para apoyar al tren de vida muy elevado del Estado y a la ausencia de nuevas entradas de dinero gracias a las conquistas, la presión fiscal sobre los propietarios se volvió insoportable. La percepción de los impuestos fue confiada a las administraciones municipales que procedieron con una despiadada dureza. Los contribuyentes que no pagaban eran encarcelados, golpeados con fustas, vendidos como esclavos e incluso condenados a muerte (bajo Valentiniano I).

La ausencia de datos objetivos por parte de los cronistas que vivieron el período perturbado que siguió no nos permite dar una versión definitiva de las causas de la caída del imperio romano de Occidente. Sin lugar a duda fue un conjunto de los elementos mencionados arriba. Teodosio I (378 - 395) fue el último emperador que dirigió la totalidad del Imperio romano y su parte occidental desapareció finalmente en el año 476 cuando su último emperador, Romulus Augustule, fue destronado por Odoacre.

La civilización Maya

En su tiempo, la civilización Maya era la más avanzada de toda América. En el año 750, eran varios millones en la región que va desde Cancún en México hasta Honduras. Pueblo de agricultores, extraían el agua esencialmente de la lluvia y no utilizaban a ningún animal de tiro (vaca, mulas, caballos) ya que todos los trabajos eran realizados por la fuerza humana. La cumbre de sus pirámides servía a los astrónomos y a los matemáticos para estudiar los planetas y establecer calendarios complejos. Los reyes Mayas tenían mucha presión puesto que si se les juzgaba como “incapaces” podían ser torturados y sacrificados de manera ritual.

A partir del año 800, esta civilización bien organizada y evolucionada entró en decadencia. En pocas generaciones, su población paso de millones de habitantes a solamente unas decenas de millares. La mayoría abandonó las ciudades para emigrar hacia el Norte y los escasos mayas que permanecieron conocieron tasas de natalidad en caída libre. Los estudios arqueológicos ponen de manifiesto que en ese entonces, las construcciones de monumentos fueron precipitadamente paradas y algunos palacios fueron quemados.

Según algunos, los mayas habrían progresivamente instaurado un régimen teocrático que coincidió con un período de paz, progreso demográfico y abundancia alimentaria. Es en esta época cuando se habrían construido templos y ciudades y se habría desarrollado su cultura. El descubrimiento de los Códice (manuscritos en jeroglíficos) contribuyó a abastecer la tesis de un pueblo misterioso, tan sabio que había calculado la hora de su fin (7).

Luego parece que los mayas fueron víctimas de su éxito (8). La población creció demasiado y los recursos empezaron a faltar. Las élites políticas no lograron solucionar problemas económicos cada vez más graves y el sistema se hundió. Lo que entonces habría causado la pérdida de los Mayas, sería una lenta degradación de sus recursos naturales que sus dirigentes no anticiparon, acentuada por un desajuste climático (una sequía entre los siglos VIII y IX). La deforestación excesiva y despilfarro de agua no ayudaron a la causa. La roturación y los tanques artificiales proporcionaron temporalmente comida y agua pero la velocidad de las innovaciones tecnológicas no logró compensar el desarrollo de la población. Así pues, el pueblo maya, desesperado y muerto de hambre, se habría sublevado en contra del poder político acusándole de no encontrar soluciones a sus problemas. Las élites, sintiéndose amenazadas, sólo habrían empeorando las cosas multiplicando los sacrificios a dioses y robando a los pueblos vecinos (9). La Magia ya no funcionaba y como los reinos eran interdependientes, eso habría creado decadencias en cadena. Las invasiones de sus vecinos de la meseta central, los Nahuas, y obviamente más tarde las de los conquistadores acabaron con esta gran civilización hasta la caída de la última fortaleza Tayasal en 1697.

La Isla de Pascua

El día de Pascua 1722, el capitán Roggeveen bordeaba las costas de una isla perdida en el Océano Pacífico y apenas mencionada en los mapas. A medida que rodeaba los 25km de la isla, vio surgir un ejército de piedras, 600 en total, dando la espalda al mar. Según él, el pueblo autóctono de la isla entonces constituido por cerca de 700 individuos, sin viviendas ni ropas no podían haber construido estos bustos que pesaban de 3 a 100 toneladas. Estos gigantes de piedra eran inevitablemente el testimonio de una civilización desaparecida.

En 1786, el explorador francés La Perouse visitó la isla y aportó una primera interpretación: estos habitantes habían, en un pasado lejano, tenido la imprudencia de cortar todos sus árboles. Las leyendas se sucedieron entonces para explicar el misterio de la Isla de Pascua. Los hombres de los siglos XIX y XX sentaron en el banquillo a los descubridores colonizadores culpables, según Alfred Métraux, “de uno de los atentados más terribles que los blancos cometieron en los mares del sur” (10). Es cierto que tenemos varios testimonios como el de un buque americano que vino a retirar varias decenas de individuos en 1808 o más tarde cuando explotadores de guano peruanos raptaron unos centenares. Además, la introducción de rumiantes sobre la isla terminó de reducir la vegetación. Por fin, por iniciativa del obispo de Tahití, de repatriar a los últimos supervivientes de la isla en Perú provocó la muerte de todos ellos a causa de sífilis y la tuberculosis. Sin embargo, esta tesis sólo explica el final de una civilización ya agonizante. En efecto, según los rastros de vivienda, la población indígena tenía cerca de 15000 individuos antes de la llegada de los exploradores hacia el siglo XV.

Los recientes trabajos de Catherine Orliac parecen haber solucionado el misterio (11). Cuando los Polinesios se instalaron en la isla entre el siglo VIII y X, la isla estaba cubierta con un bosque virgen donde crecía especialmente una morera a papel cuya corteza permitía tejer cuerdas y palmeras gigantes de 1m de diámetro; dos materiales ideales para cubrir las casas, cavar piraguas y levantar estatuas. Cuando los europeos llegaron, las tocones de palmeras eran quemadas, los árboles habían desaparecido, y con ellos los pájaros, mientras que la abundancia de esqueletos fósiles deja suponer la presencia antigua de una verdadera reserva ornitológica. El examen de los pólenes establece una respuesta clara a este desastre: el culpable es el clima. Sufriendo de los efectos de la pequeña edad glacial, como el conjunto del planeta entre el siglo XV y el siglo XVIII, la isla de Pascuas fue afectada también por un desajuste del corriente oceánico El Nino que precipitó un recalentamiento de los mares. Eso resultó en una sequía con consecuencias inevitables para el bosque, los pájaros y los habitantes. Por otra parte, el análisis de la erosión sufrida por la roca volcánica de los colosos pone de manifiesto que la mayor parte de ellos han sido construidos entre 1600 y 1730, en plena crisis climática. Así pues, se puede imaginar que han sido construidos para conjurar la amenaza ecológica. La gran cantidad de gigantes como sus tamaños se explicarían por una escalada entre distintos clanes. La rivalidad de los hombres aceleró entonces los efectos de la sequía. Encarnizados a construir barcos, cocinar, calentarse, transportar los tótems a pesar de una madera cada vez más escasa, los pascuanos habrían participado en su propia destrucción.

Nuestra civilización

Es fácil encontrar muchos puntos comunes entre estos distintos ejemplos. Pérdida de poder económico, degradación del medio ambiente, tensiones políticas, sociedades demasiado burocratizadas y la pérdida de confianza en el futuro que entrena una obcecación mística. Éstas parecen ser las condiciones propicias a la caída de un Imperio. Sin embargo, ¿debemos alarmarnos?

Michel Rocard, un hombre político francés, declaraba en octubre de 2008: “La decadencia del Imperio Romano comenzó así.” Es cierto que las analogías entre nuestra época y la decadencia del Imperio Romano en particular en cuanto a la economía son sobrecogedoras.

Durante el tercer siglo, el Estado romano para responder a las necesidades del comercio, “desmetalizo” su moneda. Esta medida recuerda la desindexación del dólar con el oro en 1971 que estrenó la creación de una gran cantidad de productos financieros (productos derivados). Algunos especialistas echan la culpa de la crisis actual a esos productos extremadamente complejos, sin ningún vínculo con la economía real y sujetos a ningún control.

Por otra parte, el mantenimiento de la hegemonía de una moneda como el dólar o el aureus romano, es función de una posición político-militar capaz de garantizar su valor. Ahora bien, en la Roma del siglo III, la ocupación de Mesopotamia por las legiones de Trajan y la estrategia defensiva que siguió sobre todas las fronteras del imperio fueron extraordinariamente costosas en material y en hombres sin aportar ninguna nueva entrada de dinero. ¿Cómo no hacer la aproximación con el extraordinario presupuesto de Defensa Americano (16 mil millones de dólares/el próximo mes) y sus fallos en Irak y Afganistán?

Por fin, según Pline el Antiguo, el comercio entre Roma y el Oriente (la India, China y Arabia) era extremadamente deficitario. Los romanos de Occidente exportaban muy pocas mercancías transformadas mientras que las mercancías importadas eran abundantes (incienso, especias, seda, marfil, mármol…) Ahora bien cuando las conquistas cesaron y el producto de los impuestos disminuyó, este desequilibrio comercial ya no era soportable. Hoy conocemos la amplitud del déficit comercial de algunos países como los Estados Unidos. (489,4 Mil millones de dólares en 2003, 711,6 mil millones en 2007)

La crisis económica que afectó a Roma en el siglo III le Impidió encontrar soluciones políticas y militares a las invasiones de los siglos IV y V. Cabe recordar que solamente la parte occidental del Imperio se hundió, y que su parte oriental (futuro Imperio Bizantino) sobrevivió gracias a su salud monetaria cerca de mil años (hasta en 1453).

Así, nuestro mundo está en crisis, eso parece innegable. Crisis económica con el cuestionamiento del ciclo neoliberal que comenzó al final de los años 70. Crisis ecológica con el calentamiento del planeta cuyas consecuencias comienzan a hacerse sentir sobre los flujos migratorios, el acceso al agua y la alimentación (no hay que olvidar los motines del hambre a principios de 2008). Crisis geopolítica con el cambio en la jerarquía de las naciones y la decadencia relativa del Occidente y de los Estados Unidos. Crisis política con la demostración que un mundo globalizado no puede salvarse si no dispone de instituciones y de normas internacionales respetadas por todos. Crisis que causan una vuelta a la fuerza de todos los extremismos, sean religiosos o políticos pero también la aparición de teorías místico-apocalípticas. Como la que toma importancia en particular sobre la red y que sugiere que varias civilizaciones han previsto el final del mundo para el 2012. Si es verdad que según los calendarios maya y azteca el 21 de diciembre del 2012 marca el final de ciclos, este tipo de discursos jugando con el miedo siempre han existido. Desde las previsiones de Nostradamus hasta las teorías apocalípticas propias a cada principio de milenio. Es importante evitar caer en esta trampa, quedándose en una realidad sobre la cual aún podemos actuar.

Sin embargo, la historia demuestra que ninguna civilización escapó a la desaparición. ¿Por qué sería diferente una sociedad tan compleja como la nuestra? Según algunos expertos el peligro viene de esta complejidad misma que alcanza su límite crítico cuando obliga a una sociedad a utilizar todas sus energías y recursos disponibles para mantener su nivel existente (13). Esa complejidad y sus distintos componentes se vuelven extremadamente interdependientes y por lo tanto, basta con una chispa, invasión barbará o cambio climático para que toda la civilización se hunda y deje sitio a una sociedad menos compleja. Es el caso para todas las civilizaciones que hemos mencionado.

Pues todas las condiciones están reunidas. Por lo tanto, ¿sí hay que hundirse en el pesimismo?

Lo que nos diferencia de estos imperios que nos precedieron, son nuestras tecnologías avanzadas que pueden permitirnos comprender mejor los problemas ecológicos y financieros. Lo que nos diferencia de las anteriores civilizaciones es la existencia de instituciones que, si son respetadas pueden garantizar el respeto de los derechos humanos, del medio ambiente, y de las normas más básicas de división de las riquezas. Lo que nos diferencia de las otras sociedades es que tenemos la historia, las lecciones que nos ofrece y las respuestas que nos da. ¿Sabremos escucharlas a tiempo?

“Nosotras, civilizaciones, ahora sabemos que somos mortales.” Paul Valery (13)

Adrien Majourel
Periodista francés

Bibliografía
(1) Samuel Noah Kramer, L’Histoire commence à Sumer, 1956
(2) En 1984, el profesor alemán Alexander Demandt aun publico una colección de 210 teorías sobre las causas de la caída del Imperio romano!
(3) Edward Gibbon, Histoire de la décadence et de la chute de l’Empire romain. (Volume I, 1776; Volumes II and III, 1781; Volumes IV, V, and VI, 1788)
(4) Jared Diamond, Effondrement - Comment les sociétés décident de leur disparition ou de leur survie, 2006
(5) J..B. Bury, History of the Later Roman Empire 1923
(6) Peter Heather, La Chute de l'Empire romain (2005).
(7) Uno de los tres códices conservados en Europa fue interpretado como una profecía del diluvio y del final de los tiempos pero parece que solo representaba el principio de la temporada de la lluvia.
(8) David Webster, The Fall of the ancient Maya
(9) Michael Coe, The Mayas, 1966
(10) Alfred Metraux, Ethnologie de l'île de Pâques, 1935.
(11) Catherine Orliac, L'Ile de Paques - Les Dieux Regardent les étoiles, 2004
(12) L' empire du Monomotapa du 15e au 19e siècle William G. L. Randles
(13) Joseph Tainter, The Collapse of Complex Societies, 1988
(14) Paul Valery, La Crise de l’esprit, 1919.
Jean Vercoutter, L'Egypte Et La Vallee Du Nil, Des Origines A La Fin De L'Ancien Empire
Les Sumériens, Jean-Louis Huot, Paris, 1989
Les Sumériens, des cités-États au royaume d'Ur, Jean-Louis Huot http://www.clio.fr/BIBLIOTHEQUE/les_sumeriens_des_cites-etats_au_royaume_dur.asp
Courrier international N°946-947 Diciembre 2008
Marianne N°609-610 Enero 2009
Oliver, Roland & Anthony Atmore, Medieval Africa 1250-1800, 1975

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