sábado, 12 de abril de 2008

Sistema de partidos chileno post dictadura: ¿un nuevo cleavage?

Número 8 Abril-Mayo 2008
Mauricio Rojas

En este segundo, y definitivo artículo, explicaré el desarrollo del sistema de partidos chileno a finales del régimen militar en las postrimerías de la década de los ochenta. La reinauguración de la democracia en 1989 produjo un reordenamiento de los partidos y coaliciones políticas de la época, lo que provocó un interesante debate, entre los politólogos chilenos, sobre la presencia de un posible nuevo cleavages (Autoritarismo / Democracia) el cual redibujó, necesariamente, la geografía tanto de las alianzas partiditas como al interior de los propios partidos políticos.

Una de las cuestiones relevantes de observar, y que es causa de apasionante discusión entre los estudiosos chilenos, es si el desarrollo de la vida política nacional del último tiempo (golpe de estado- régimen militar- recuperación de la democracia) fue causa de la germinación de un nuevo cleavage (1). La cuestión no es simple de dilucidar, ya que aún existen muchas dudas con respecto a la composición de las coaliciones resultantes: en los partidos políticos persiste la incertidumbre, de lo que se ha llamado, la contradicción “pacto – proyecto” (2).

La discusión tiene dos frentes. En primer lugar, tenemos a quienes se inclinan por identificar un nuevo cleavage que llaman “autoritarismo-democracia”, nacido durante el régimen militar y desarrollado en la transición democrática. Y por otro lado, están quienes sostienen que este nuevo esquema del sistema de partidos no es causa suficiente para afirmar la presencia de un nuevo cleavage.

Autoritarismo / Democracia: un cleavage manifiesto

Eugenio Tironi y Felipe Agüero en un trabajo del Centro de Estudios Públicos (3) sostuvieron que el sistema de partidos chileno que surgió a finales de 1989, después de las elecciones presidenciales y parlamentarias que dieron por reinaugurada la democracia, floreció con trascendentales discontinuidades en comparación con el que existía hasta antes de 1973. Este último definido por los tradicionales tres tercios de la política nacional (izquierda, centro y derecha). La nueva re-configuración del sistema de partidos en Chile deriva, según los autores, a partir de una nueva fisura generativa: autoritarismo/democracia.

Las discontinuidades, de lo que han llamado el paisaje político chileno, se manifiesta según esta visión a partir de dos cambios en el sistema de partidos: a) primero, y citando a Sartori, hubo un paso de un sistema multipartidista multipolar que orbita a través de un centro (con la izquierda y la derecha a cada extremo) con una dinámica centrifuga, a un sistema bipolar sin un centro definido, o más bien ausente, en donde los soportes del sistema son dos posiciones definidas por una dinámica centrípeta. B) En segundo término plantean el cambio de un pluralismo polarizado (materializado hasta antes del golpe de Estado) caracterizado por una radical incompatibilidad ideológica entre los partidos, manifestada a través de una competencia centrífuga, a un pluralismo despolarizados, o moderado, como ellos mismos lo denominan, con menor distancia ideológica, en la cual las dos grandes coaliciones intentan captar los votos del centro y, también de los partidos que se encuentran fuera del ruedo parlamentario (4).

Esta idea plantea que hubo una substitución del anterior sistema (el paisaje político caracterizado por los tres tercios) por un nuevo sistema bipolar moderado, causado por el alineamiento social-político de los chilenos en torno al plebiscito de 1988 (Si o No a la continuidad de Pinochet). Es aquí donde se genera la fisura autoritarismo/democracia que plantea Tironi y Agüero y que, por lo demás, ha regido el mapa político chileno hasta ahora.

Proponen necesario, de una vez por todas, admitir que el nuevo paisaje político es más estable de lo que se pronosticaba, y hasta el momento así lo demuestra la estabilidad política-económica en la cual Chile se ha embarcado en los últimos años. Este escenario es producto de diversos fenómenos sociales y políticos que confirman la presencia de la fisura descrita: a) la crisis del sistema político de 1973. En este sentido el actual sistema bipolar es la respuesta política necesaria para superar la antigua crisis b) en segundo lugar, un grueso de la sociedad chilena formó, o confirmó, su “marco de referencia política” y las consiguientes identidades partidistas a partir de la polaridad autoritarismo-democracia, y éstas han perdurado y madurado en este camino c) y en tercer lugar, las diferentes visiones de régimen político, que se traduce a través de los conflictos coyunturales de las coaliciones (5).

Esta visión deja fuera de foco la propuesta que algunos hicieron a comienzo de los noventa en relación a que una vez asentado el gobierno democrático de la Concertación se reagruparían las antiguas visiones partidarias que históricamente han elaborado los tres tercios del sistema político. Por el contrario, creen que el período de transición democrática, en la década de los noventa, ha ayudado a consolidar el nuevo paisaje bipolar, ya que no se han generado los suficientes cambios o estímulos necesarios para diseminar los bloques partidarios surgidos en torno al plebiscito de 1988.

Nuevo cleavage o el reordenamiento del paisaje partidista

La contrapropuesta sostiene que una vez reanudada la democracia en Chile el sistema de partidos políticos no ha variado en gran forma con respecto al que existía hasta antes del golpe de Estado de 1973. El propósito del régimen militar por hacer desaparecer al sistema de partidos fracasó (6) en toda sus dimensiones. Por el contrario, dicha estrategia ayudó más bien a congelar los principales rasgos del sistema, dificultando, por ende, el surgimiento de un nuevo panorama político. Es decir, conjuntamente con el regreso de la democracia aparecieron los mismos líderes y dirigentes y partidos políticos de antaño. Esta posición es defendida, entre otros, por Timothy Scully y J. Samuel Valenzuela quienes concuerdan en la existencia de una tendencia bipolar partidista en el sistema de partidos, pero ello no es causa suficiente para considerar este fenómeno dentro de los márgenes de una nueva fisura generativa (entendido en el contexto político diseñado por Lipset y Rokkan). Según Valenzuela y Scully, correcto sería encasillar, en cambio, este fenómeno como un proceso de división política que acarrea un alineamiento y realineamiento de los partidos (7).

Valenzuela aún es más claro y categórico. Precisa que para que exista una fisura generativa, en orden a lo establecido por Lipset y Rokkan, debe existir una proyección de la propia fisura a través de la conformación de una serie de instituciones sociales. (8) Según esta postura, la fisura, propuesta por Tironi y Agüero no se puede identificar claramente el legado institucional social del cleavage autoritarismo/democracia.

Coinciden con Tironi y Agüero en que la actual presencia de bloques (conformado mayoritariamente por dos grandes alianzas, y una tercera de carácter extraparlamentaria) en el sistema político chileno fue a raíz de las posiciones que asumieron los partidos en torno al plebiscito de 1988, pero esto no significa que sea una fisura propia del sistema, sino que es la consecuencia directa de un posicionamiento partidista de acuerdo al marco político que Chile experimentó en aquella época.

Valenzuela añade, además, que la histórica clasificación política-electoral chilena dividida en los tres tercios es un error, ya que estos sectores nunca han sido tercios del electorado chileno. Para este autor es más correcto hablar de segmentos como una forma de simplificar las diversas corrientes políticas que participan en el sistema de partidos y, conjuntamente, la variable religiosa, tan arraigada en la sociedad chilena, hacía que en cada segmento (derecha, izquierda y centro) surgieran dos vertientes: una religiosa y otra, por decirlo de una forma, de carácter laico.(9)

Lo anterior lleva a concluir al autor que, a pesar de la nueva estructura del sistema de partidos, perduran aún vigorosamente los anteriores lineamientos partidistas anteriores al quiebre de la democracia chilena. Más que admitir la presencia tangible de un cleavage en el sistema de partidos, observa más bien un re-alineamiento de los partidos, como algo propio de las circunstancias políticas de la época las cuales auspiciaban una serie de pactos y sub-pactos con el objeto de asegurar una victoria que facilitara el reestablecimiento de la democracia. Por otra parte, el congelamiento de la actividad política nacional produjo, no sólo, que los partidos políticos pudiesen nuevamente establecerse, sino que emergieran los mismos líderes y dirigentes de antaño, ocasionando un revival del sistema partidista. Sumado a lo anterior, para Valenzuela y Scully, no se puede observar con claridad la presencia de instituciones que germinaron a raíz de la presencia y despliegue del cleavage. Este último, es fundamental a la hora de catalogar la presencia de una fisura generativa.

Otra cuestión de vital importancia es la consolidación de la democracia chilena. No es menor el trabajo llevado adelante por las administraciones democráticas de la Concertación, en orden a consolidar la democracia y eliminar las trabas constitucionales que el régimen militar concientemente dejó como herencia al país. Sin embargo, la ley electoral, que promueve ampliamente el bipolarismo electoral, y que por defecto deja en desventaja a los bloques minoritarios o terceras fuerzas, aún no es materia zanjada. Este último amarre o enclave dictatorial está en pleno debate, y de materializarse la reforma se prevé un efectivo realineamiento de los partidos políticos que consiguientemente genere un cambio determinante en el sistema de partidos. Para Samuel Valenzuela la plena consolidación democrática en Chile, si bien no es una condición suficiente, si es una circunstancia necesaria para que el actual sistema de partidos sea sustituido por otra alternativa.

Para Valenzuela el panorama de los partidos políticos, una vez recuperada la democracia, nunca ha estado del todo claro y definido bajo esta supuesta bipolaridad del sistema partidista, ya que los partidos y las alianzas resultantes de las elecciones de 1989 son susceptibles de generar cambios importantes en el sistema de partidos. De acuerdo a los procesos y circunstancias que hoy estamos presenciando en la política nacional es preciso citar al autor “… el hecho que una alianza RN (centro-derecha) y DC (centro) no sea imposible en el futuro, ya consolidada la democracia, muestra que persisten en forma latente los segmentos anteriores a pesar de la actual estructura bipolar. Esto muestra, nuevamente, que el fundamento de las divisiones actuales yace en consideraciones políticas, no en una nueva fisura generativa de partidos…Por lo mismo, pienso que aún existen subyacentes al sistema actual las distintas tendencias políticas que se remontan a varias generaciones”.(10)

Mauricio Rojas Casimiro
Licenciado en Periodismo y Comunicación Social, Universidad de Playa Ancha, Chile.
Master en Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense
Doctorando en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense

Notas:
(1) Siempre siguiendo la teoría desarrollada por Lipset y Rokkan, (Para más detalles ver primera parte de este documento)

(2) Para una completa y acabada explicación sobre la contradicción pacto – proyecto de las coaliciones del sistema de partidos chileno remitirse al estudio de Claudio Fuentes: “Partidos y coaliciones en el Chile de los 90. Entre pactos y proyectos” En: Drake, Paul y Jaksic, Iván Editores; “El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa”, LOM Ediciones, Chile, 1999. Pág. 191- 222. Claudio Fuentes evalúa uno de los dilemas centrales del sistema de partidos chileno: si las alianzas partidistas que existen en Chile están estructurados bajo el prisma de un estímulo electoral-coyuntural, es decir bajo una estructura de pacto, o por el contrario se formaron con la idea de desarrollar un proyecto político estable. Para ello identifica los motivos y coyunturas que produjeron la formación de las alianzas partidistas en el reinicio de la democracia. Además, analiza cómo este dilema (pacto-proyecto) afecta, y a la vez es afectado, por los diversos consensos y disensos que se presentan en la política nacional. Y por último, evalúa como estos dos aspectos (contradicción pacto-proyecto y consenso-disenso) repercuten en el desarrollo de la política chilena en los noventa, y en especial en la consolidación democrática.

(3) Tironi, Eugenio y Agüero, Felipe; “¿Sobrevivirá el nuevo paisaje político chileno”, Estudios Públicos (CEP) Nº 74 (otoño 1999)

(4) Tironi, Eugenio y Agüero, Felipe; Op. Cit. Pág. 155.

(5) Tironi, Eugenio y Agüero, Felipe; Op. Cit. Pág. 157.

(6) Uno de los objetivos que el régimen militar puso mayor énfasis, principalmente una vez establecido el proceso de institucionalización, fue el acabar con los partidos políticos (de todas las tendencias) acusándolos de ser el principal causante de la crisis política de antaño que derivó en el golpe militar. Esta estrategia tenía un objetivo añadido que era justificar, de paso, el actuar de las fuerzas armadas chilenas en la cuestión política.

(7) Scully, Timothy; “La reconstrucción de la política de partidos en Chile” En: Mainwaring, Scout y Timothy Scully; “La construcción de instituciones democráticas: sistemas de partidos en América Latina” Traducido de Building democratic institution party system in Latin America, Satanford University Press, Standford, 1995. Pág. 112.

(8) Valenzuela, J Samuel; Op. Cit. Pág. 279. Valenzuela señala que las dos anteriores fisuras del sistema de partidos, la religiosa y de clase, fueron capaces de crear una serie de instituciones sociales perdurables en el tiempo con un gran significado para el desarrollo de la actividad política del país, que incluso algunas de ellas han logrado superponer en importancia a las anteriores instituciones por el normal desarrollo y necesidad de la sociedad chilena.

(9) Valenzuela, J Samuel; Op. Cit. Pág. 284. El autor especifica que la dimensión religiosa es un factor de indudable influencia al interior de los segmentos de la política partidaria chilena. Por ejemplo, en el segmento de la izquierda la influencia religiosa tuvo un peso enorme, sobre todo en la historia sindical, e inclusive en los años sesenta el influjo religioso fraguó en la creación de un partido político (la IC) a partir de la teología de la liberación. En el caso del centro político la división y posterior lucha de posicionamiento entre radicales y democratacristianos es otro ejemplo claro. Y en la derecha, los diversos conflictos entre liberales y conservadores tenían, muchas veces, como base el factor religioso, que inclusive hasta el día de hoy sigue presente.

(10) Valenzuela, J Samuel; Op. Cit. Págs. 285 y 289.

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