domingo, 13 de abril de 2008

¿El último son?

Número 8/abril-mayo 2008
Juan Luis Dorado Merchán

Hace algunos años, al ser preguntado por el futuro de Cuba tras la muerte de Fidel Cubano, el filósofo Senel Paz, aseguró que lo único que podría afirmar es que habrá un entierro.

A día de hoy, en 2008, el entierro del líder cubano es lo único seguro tras su fallecimiento. Tras su abandono de la política activa en febrero de 2008, una noticia que, aunque era esperada, sacudió los cimientos de la política internacional, siguen abiertas múltiples opciones sobre el futuro político, económico y social de la Isla.

Pero todo estaba previsto y planeado por la ágil mente política del líder de la Revolución: la sucesión en su hermano Raúl, pronosticada hace años; y el momento en que se ha realizado.

Fidel Castro ha querido salir de la primera línea, porque seguirá como el alma ideológica del Régimen cubano, dejando todo bien atado.

Ha elegido el momento justo. Por un lado, elecciones parlamentarias en Cuba, con lo que no parece una renuncia del poder, sino un procedimiento más natural; por el otro, la vorágine electoral de Estados Unidos, en plena campaña presidencial.

En su mensaje al mundo, publicado en la edición digital del Gramma, aparecen varias perlas que podrían ser consideradas históricas. Primero, durante el tiempo que lleva convaleciente ha tratado de “preparar al pueblo cubano para mi ausencia, psicológica y políticamente”, algo que calificó como su “primera obligación de tantos años de lucha”.

“El camino siempre será difícil”, continúa Fidel Castro, y requerirá “el esfuerzo inteligente de todos”.

En un claro mensaje para aferrarse a la Revolución, y una nueva llamada a los peligros externos, el Comandante llama de nuevo a la unidad de todos los cubanos contra las presiones externas, y a “prepararse para la peor de las variantes”, ya que “el adversario a derrotar es sumamente fuerte”.

Y antes de dar paso a los jóvenes, aunque acompañados de la vieja guardia, que según palabras de Fidel, “cuentan con la autoridad y la experiencia para garantizar el reemplazo”.

Y para definirse, se autodesignó un nuevo puesto en la Revolución: “soldado de las ideas”. Un cargo que le permitirá seguir combatiendo con “un arma más del arsenal con el cual se podrá contar”. Esto deja claro dos cosas: primero, Fidel seguirá ahí perenne, siendo el alma ideológica y política de la Isla. Segundo, a la hora de tomar grandes decisiones, será el primer consultado por su hermano.

Por su parte, Raúl Castro tiene tiempo por delante para aplicar las reformas económicas que tiene previstas desde hace años, virando hacia el socialismo cubano a lo chino. Mayor apertura económica, acompañada de un mayor control social e ideológico.

En cuanto al año electoral norteamericano, Fidel Castro toma la decisión de abandonar el poder cuando el presidente George Bush, a punto de salir, tiene las manos atadas. Y el futuro Presidente llegará cuando el mandato del menor de los Castro esté consolidado y aceptado por numerosos actores internacionales.

Todo ello, con el apoyo permanente del fiel Hugo Chávez, que sigue manteniendo a Fidel y a la Revolución en su pedestal ideológico junto a Rafael Correa y Evo Morales; además de la inversión de países como España y China, pueden ayudar a sostener los planes de Raúl.

En tanto, la sociedad cubana sigue a su ritmo. Como todo en los últimos 50 años, se toman los cambios y la nueva situación con una calma inusitada. De alguna manera, intuyen que aunque cambien los nombres, todo seguirá igual.

Reacciones

Pese a lo previsible de la decisión de Fidel Castro, no tardaron en sucederse las reacciones internacionales. Primero las de sus aliados, que estuvieron prestos a respaldar la labor del sucesor, de Raúl Castro. Segundo las de los países más duros con el Régimen, especialmente Estados Unidos. Y también países más neutrales, como los miembros de la Unión Europea, de los que, España especialmente, podrán jugar un papel decisivo como mediador en un futuro a corto plazo.

Hugo Chávez fue tajante: “Hombres como él nunca se retiran”, y recordó que Fidel ha demostrado al mundo “que la Revolución Cubana no depende de una persona”. Y como contraste a esta reacción, la del presidente estadounidense, George Bush, que aseguró que es la hora “del comienzo de la transición democrática en Cuba”.

Pero Bush es consciente de que su tiempo en la Casa Blanca se acaba, por lo que sus declaraciones no fueron más allá del mero deseo de trabajar “por construir instituciones que son necesarias para la democracia, con una transición que conduzca hacia elecciones libres y justas”.

Ante esta conclusión de Bush, queda una duda: ¿y el embargo? La respuesta fue realizada por el número dos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, John Negroponte. “No me imagino que el levantamiento del embargo de nuestro país a Cuba ocurra pronto”, sentenció con contundencia. Mientras estén vivos los Castro, le faltó añadir.

El exilio fue más cauteloso de lo que se podía esperar, consciente de que el poder que asumirá Raúl Castro es estable. La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) solicitó al nuevo Parlamento cubano “poner fin a la dinastía castrista”, pidiendo el voto para otra persona, no para Raúl. Pero, eran conscientes de que esta petición era inviable.

América Latina reaccionó con cautela, pero ante todo, apoyaron la decisión de Fidel, pidieron tranquilidad y estuvieron con Raúl Castro en el momento que fue designado como nuevo Presidente cubano.

Desde Brasil, ‘Lula’ da Silva fue el único que expreso el temor que tenía ante la retirada de Castro, por si originaba “un clima turbulento”, en el que “los cubanos de Miami pensarán en volver e intentaran tomar el poder”.

El resto de reacciones fueron más calmadas. Desde México se expresó su deseo de tranquilidad, y el presidente Felipe Calderón aseguró que seguirá con “atención los acontecimientos políticos de esta nueva etapa de la historia de Cuba”.

Sin duda, la mirada internacional está puesta en la Unión Europea, por el papel de mediador más independiente de cara al futuro político de la Isla. La relación entre Bruselas y La Habana ha pasado por diferentes fases en los últimos 20 años, marcada sobre todo por el Gobierno español.

Los años más tensos fueron los de José María Aznar en La Moncloa. Desde la llegada de Zapatero, todo se estabilizó y se volvió a una normalidad que ha dado como fruto las negociaciones sobre derechos humanos que se han llevado a cabo en los últimos meses.

Al conocerse la decisión de Castro, el Alto Representante para la Política Exterior de la UE, Javier Solana, expresó el deseo de Bruselas de que Cuba “se encamine hacia una transición, rápida y pacífica, que beneficie a los cubanos”. El mismo discurso institucional que la UE siempre ha tenido acerca de Cuba. Nada nuevo.

La mayoría de las reacciones fueron en la línea del mantenimiento de la institucionalidad, aunque pocas apuestas firmes por una democracia futura en la Isla. Ni siquiera desde los Estados Unidos, tanto la Casa Blanca como el exilio, expresaron una postura de mayor fuerza. Esto es una confirmación de que Fidel ha conseguido lo pretendido: facilitar la llegada de Raúl al poder, como algo natural, como algo esperado y le dará tiempo para poder iniciar sus propias reformas.

Planes de Futuro

Tras conocerse la decisión de Fidel Castro, se conectó el dispositivo internacional de analistas internacionales para dar sus teorías sobre todo lo que puede pasar en Cuba próximamente.

Todos analizaban los posibles escenarios, pero daban poco terreno a las posibilidades reales que Raúl Castro tiene, ya no de afianzarse en el poder, que lo tiene conseguido, sino de hacer evolucionar la economía cubana.

Raúl siempre ha sido más realista que su hermano, y sus medidas económicas hicieron que la economía de la Isla se reactivara, aunque de forma tímida, durante el llamado “periodo especial” tras la caída de la URSS a principios de la década de los 90.

Por ello, habría que dejar tiempo a Raúl Castro para, con unas nuevas condiciones del país en la escena internacional, aplicar sus reformas de cara a conseguir un sistema que podríamos denominar ‘socialismo cubano a lo chino’.

No cabe esperar grandes medidas ni una apertura total a corto plazo, porque, como el propio Raúl dijo en su primer discurso como el Presidente, lo primero es mejorar la situación del pueblo cubano. Luego llegará el turno de la coyuntura internacional. Pero es cierto, que hoy, en 2008, Cuba no está aislada, y con sus nuevos apoyos, sobre todo con los miembros de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), puede afrontar reformas, tanto en el plano interior como en el exterior.

Raúl Castro tiene tiempo por delante para elaborar una doble estrategia para su labor de Gobierno. Primero, tratar de desarrollar una política interior que alivie el día a día de los cubanos, aplicando medidas que fomenten la producción y la exportación a sus países socios, y que tengan consecuencias positivas para que, poco a poco, pueda ir subiendo el nivel de las cartillas de racionamiento.

Éste debería ser el primer gran objetivo de Raúl Castro: mejorar la situación del pueblo cubano en todos los niveles. Para ello, será fundamental el apoyo económico y diplomático de países como China, Venezuela y Bolivia.

Y luego vendrá otro segundo gran paso: la coyuntura internacional

El nuevo Presidente de Cuba tendrá que dar pasos lentos para afianzarse en el plano internacional. En primer lugar, tendrá que afianzar su relación con los aliados latinoamericanos, especialmente Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Luego debería trabajar por fomentar una nueva relación con los grandes actores de la región: Brasil, Argentina y Colombia.

Una vez dados los pasos en la diplomacia latinoamericana, llegaría el momento del resto de la Comunidad Internacional. Aquí, Raúl Castro y el resto de la cúpula del Régimen, tienen que definir que papel e influencia tendrá el socialismo chino sobre el devenir y la evolución cubana.

China se erige como un referente en el futuro de la Isla. Un referente por muchos motivos, pero principalmente, por el hecho de haberse convertido en un actor fundamental en la sociedad capitalista global sin abandonar el socialismo. Sin duda, son estos pasos, a diferente escala, por supuesto, los que debe afrontar Raúl Castro para introducir a Cuba en el dinamismo de los mercados globales sin salir de la Revolución.

Y luego Estados Unidos. Es evidente que ninguno de los candidatos a Presidente, tanto McCain, por un lado, y Obama o Clinton, por el otro, querrá pagar el precio político de ser recordado como ‘aquél que levantó el embargo a Cuba’. Pero también es cierto, que la postura podría ser de mayor diálogo (es imposible un diálogo menor), y si el Régimen da pasos hacia el juego económico que le gusta a Washington, la respuesta podía ser más positiva para las relaciones entre ambos países.

¿El último son?

Desde la caída de la Unión Soviética, puntualmente ha habido momentos en los que se ha hablado más o menos de la transición cubana tras la caída del Régimen de Castro. Con el paso de los años, y de las Administraciones norteamericanas, el Gobierno de Cuba ha ido manteniéndose, más o menos aislado, saliendo a flote ante una precaria situación de aislamiento.

Con la entrada en el juego de nuevos actores, sobre todo en los primeros años del siglo XXI, La Habana ha visto como su poder se reforzaba, y contaba con socios y aliados que podrían permitir que la Revolución diera nuevos pasos hacia el futuro.

Pero ahora, la situación es radicalmente diferente: Fidel Castro ha abandonado la política activa, la primera línea. Una vez más ha demostrado su talento estratégico al elegir el momento, ya que durante toda su convalecencia, el pueblo de Cuba se ha acostumbrado a la no presencia de su Jefe de Estado, y a la llegada de las ‘Reflexiones del Compañero Fidel’ en el Granma.

La vida continúa al ritmo cubano en la Isla. Sorprendió en los foros internacionales la tranquilidad con la que el pueblo se tomó la decisión de Castro, y quizás también la resignación. La idea de que cambiarán los personajes principales, pero sus vidas y costumbres están tan condicionadas por la presencia del Partido Comunista, que son realistas y conscientes de que los cambios, si llegan, no serán mañana.

Fidel Castro ya no es el Comandante en Jefe de la Revolución; ahora es el Compañero Fidel. Es ahora Raúl Castro quien ostenta el bastón de mando. Pero la sombra de su hermano mayor es alargada, y no hay duda de que las decisiones vitales para el devenir del Régimen le serán consultadas antes que nada.

En tanto, la música sigue sonando en Cuba. Al ritmo de siempre, pero sin parar. Así es y será la vida política en Cuba. Tranquila, pero sin pausa. Y así serán, si es que se producen, los cambios que en un futuro pueden suceder en la Isla.

Fidel Castro seguirá marcando el compás de la vida de la Isla en todos sus campos, como en los últimos 50 años. Pero ya no será de director de orquesta, sino que se encargará de escribir las canciones, de darles forma a través de sus Reflexiones semanales.

Nadie puede adivinar lo que ocurrirá en Cuba dentro de unos años. Ante la perspectiva de la ausencia de Fidel, se disparan las posibilidades y las teorías. Lo único que parece seguro es que Castro aun no ha escrito su último son.

Juan Luis Dorado
Periodista especializado en política en América Latina


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