martes, 15 de abril de 2008

Crisis e historia como causas de la guerra en Yugoslavia

Número 8/abril-mayo 2008
Eva Díez

El objetivo de este artículo es analizar la guerra de la ex Yugoslavia en relación a la religión, la identidad y la cultura. La idea es desenmascarar las fuerzas detrás de los conflictos étnicos o de los conflictos en las líneas de falla según las definiciones y rela-ciones de los términos discutidos en artículos anteriores. A lo largo del artículo hay una crítica al análisis de Huntington de la guerra en la ex República yugoslava, especialmente en lo relacionado a temas de cultura e identidad como principales causas del conflicto.

Según las predicciones de Huntington, los conflictos más violentos ocurrirán en las lí-neas de falla o escisión. Menciona como un ejemplo de tales conflictos “la continuación e intensificación de la lucha entre los croatas, musulmanes y serbios en la ex Yugosla-via” (Huntington 1993b: 188). De hecho, califica a la guerra de Yugoslavia como un conflicto de líneas de falla o escisión. Además, Huntington (2002) define dichos con-flictos como luchas entre grupos o estados pertenecientes a diferentes civilizaciones; éstas tienen lugar en territorios donde los diferentes grupos civilizacionales se mezclan. Son luchas por el control de la población y con frecuencia el asunto en disputa es el control del territorio.




Además, la religión y la identidad son las principales razones para tales conflictos, estos conflictos han existido históricamente, de ahí que parezca que sean insuperables a través de negociaciones y compromisos. En el argumento de Huntington (2002), las guerras de escisión tienden a producir un gran número de bajas y refugiados, y en la mayoría de los casos su escalación lleva al genocidio. Siguiendo a Huntington (2002), la inmensa ma-yoría de las disensiones en líneas de falla han ocurrido a lo largo de las fronteras que separan a los musulmanes de los no musulmanes, por ello analiza la guerra de la ex Re-pública yugoslava como un conflicto religioso entre la civilización occidental, islámica y ortodoxa.

En cuanto a las causas principales de la guerra en Yugoslavia, Huntington (2002: 259) menciona tres. La primera, el aumento de la población albano-musulmana, particular-mente en Kosovo, lo que provocó un cambio demográfico con consecuencias severas para los otros grupos étnicos porque “la expansión numérica de un grupo genera presio-nes políticas, económicas y sociales en otros grupos e induce a acciones contrapuestas”. (Huntington 2002: 259).

Según Huntington ésta es la razón que explica por qué serbios, albanos y croatas se ma-taran entre ellos y por qué Milosevic decidió cometer genocidio contra los albaneses y convertirlos en ciudadanos de segunda clase, “la expansión étnica de un grupo lleva a la limpieza étnica del otro” (2002: 261). La segunda, el vacío de identidad tras el colapso de la Unión Soviética lo que llevó a los yugoslavos a redefinir sus identidades recu-rriendo a la religión y el origen étnico. Hasta el momento la violencia popular no estaba comprometida con ningún objetivo pero desde el colapso comunista esta violencia se puso al servicio de diversas creencias. La tercera, la necesidad de los diferentes estados yugoslavos de adoptar procesos democráticos después de la caída de la Unión Soviética lo que provocó el llamado nacionalismo étnico y la promoción de la independencia de sus correspondientes repúblicas, de este modo se intensificaron los conflictos de esci-sión dentro de las guerras de las líneas de falla.

Contrariamente a Huntington, O’Hagan (1995: 25) establece que la guerra yugoslava no fue simplemente un conflicto basado en diferencias sobre religión, etnicidad o civiliza-ción, en su lugar, fue un conflicto enraizado en causas políticas y económicas. Por otra parte, advierte sobre el riesgo de interpretar los conflictos políticos y económicos como enfrentamiento entre civilizaciones porque en ese caso dichos conflictos serán transferi-dos del área de lo negociable a la de los conflictos perpetuos sin solución. Entendiendo la economía como la causa básica de la guerra es interesante mencionar el artículo de McGwire que afirma “Yugoslavia fue uno de los estados más severamente afectados por la crisis de la deuda externa en los años ochenta pero su papel especial en la estrategia de la OTAN le aseguró el continuo acceso a los créditos occidentales. Sin embargo, la oscilante caída de la Guerra Fría eliminó esta financiación y expuso a Yugoslavia al absoluto rigor de la condicionalidad del FMI” (McGwire 2000: 2)

Como consecuencia de la pérdida de Yugoslavia de su posición privilegiada en la eco-nomía global de la Guerra Fría, se desató una dura competencia con los estados recién independizados de Europa Central por el comercio occidental con efectos destructivos en la economía yugoslava. Siguiendo a McGwire (2000), el consecuente conflicto de austeridad económica y presupuestaria fue extremadamente divisorio y provocó grandes tensiones en la compleja estructura política, social y económica del estado federal que acentuó las tendencias nacionalistas en ascenso en Serbia, Eslovenia y Croacia. “Estas tensiones y los atractivos económicos de independencia para Croacia y Eslovenia llevó inexorablemente a la desintegración del estado federal.” (McGwire 2000: 4)

En cuanto a razones políticas, O’Hagan (1995: 21) enfatiza el origen moderno de las disputas de los Balcanes en el marco político del siglo XX, dichas disputas estaban ba-sadas en diferencias históricas más que en diferencias físicas, antropológicas o raciales. El autor niega las divisiones culturales y étnicas históricas establecidas por Huntington. Además, hace hincapié en el hecho de que lingüísticamente y étnicamente los habitantes de la ex República yugoslava tienen mucho en común. Además, como se estableció en artículos anteriores, la identidad no es una causa primaria de conflicto, sin embargo, puede ser utilizada para inflamar los acontecimientos bélicos.

En el caso de la guerra de los Balcanes, O’Hagan (1995:25) sostiene que la apelación a la identidad civilizacional, especialmente en el curso de las tensiones fue un instrumento poderoso. Por lo que el autor advierte sobre la necesidad de distinguir entre la retórica bélica y la realidad de las causas de tal lucha. En otras palabras, O’Hagan sugiere que en la guerra la retórica del conflicto al igual que sucede con la retórica de la incapacidad de las personas (que se ven a si mismas como culturalmente diferentes) para coexistir pací-ficamente se convierte en realidad. Además, el autor sostiene que “aunque no debería-mos minimizar la importancia de la apelación a la identidad civilizacional, sería inco-rrecto señalar las diferencias civilizacionales como la simple causa del conflicto” (O’Hagan 1995: 30). Por lo tanto critica que Huntington falla al distinguir la retórica de las civilizaciones de las causas tangibles del conflicto y que “simplemente identificar las diferencias entre las partes en conflicto no necesariamente ayuda a comprender las cau-sas del mismo. De hecho ésto podría incluso exacerbar el conflicto” (O’Hagan 1995: 30).

Job (1993: 54) niega la idea de Huntington de que la tragedia yugoslava es un resultado inesperado de la pérdida de identidad debido al colapso de la Unión Soviética. En otras palabras, él sostiene que las raíces de la tragedia radican en el trabajo de generaciones de ideólogos nacionalistas, intelectuales, políticos y el clero. Ellos crearon una cultura de violencia y odio lleno hasta el momento de mitos inexplicables. Esta cultura fue crea-da y propagada desde diferentes fuentes. La primera son las instituciones educativas, según Job, en los libros de texto de las escuelas de primaria y secundaria y en las listas de lectura en las universidades de Serbia, el papel del país es presentado en la guerra de los Balcanes como exclusivamente noble y humano y “Si son acusados de infligir su-frimiento, los serbios solamente responden que son justos y vengadores virtuosos del peor sufrimiento popular en las manos de otros (albanos, búlgaros y turcos)” (Job 1993: 60).

La segunda radica en la cultura popular, donde según señala Job (1993: 60), la idea de albanos viciosamente hostiles matando a soldados serbios exhaustos y a civiles es ali-mentada constantemente, sin mencionar la violencia que los soldados serbios inflingie-ron en respuesta. Además, esta cultura preserva el mito de los serbios como los más innatamente magnánimos, sencillos, hospitalarios, ingenuos, valientes y como las eter-nas víctimas de albanos y croatas. Admitir cualquier carnicería cometida por los serbios se considera inaceptable porque tal admisión pondría en peligro a la nación y ésta que-daría expuesta a la explotación del enemigo. Igualmente, la educación en Croacia no explica los abusos que los ejércitos austro-húngaros, con sus unidades croatas y bosnias, perpetraron contra civiles serbios durante la Primera Guerra Mundial.

La tercera fuente es una temerosa tradición oral. Job (1993: 62) señala que esta tradición oral se enseña en las escuelas, consiste en una épica y poesía popular romántica que es originaria de serbios, croatas, montenegrinos y musulmanes bosnios. Es una tradición oral llena de venganza y de maldiciones contra los traidores y cobardes. Además, el autor sugiere que la tradición se mantiene muy fuerte, especialmente en el medio rural, donde el analfabetismo está muy extendido. El problema que señala Job es que casi toda la literatura es enseñada a menudo literalmente sin intentar separar el imaginario poético de los hechos reales, en consecuencia los estereotipos negativos de los turcos y otros extranjeros, el culto a la venganza y la autocompasión se mantienen impolutos. Para ilustrar este punto es interesante citar un poema épico popular que aparece en el artículo de Job.

“Quienquiera ser serbio, de una semilla serbia,
Y no vaya a luchar en la batalla de Kosovo,
Nunca será padre de un hijo,
Nunca hombre o mujer,
Nada de lo que cultive dará frutos,
Ni el vino rojo ni el trigo blanco,
Se pudrirá en la maliciosa deshonra hasta su último hijo.”
(Job 1993: 64)
Por lo tanto, puede concluirse que la cultura no fue una causa de guerra esencial e histó-rica, por el contrario fue construida por medio de la educación, la cultura popular y la tradición oral. La cultura fue manipulada según intereses específicos y de este modo fue una herramienta para escalar los acontecimientos de la guerra.

La cuarta fuente consiste en el papel que jugó la palanka yugoslava (pequeña ciudad) la cual, según Job (1993), fue una tierra fértil para el fanatismo. Las autoridades locales y los establecimientos en las palancas propagaron la cultura popular y la auto idolatría de la nación estableciendo así los mitos nacionalistas. Como resultado de los procesos de industrialización, urbanización y modernización una creciente inmigración desde el campo fue educada en las costumbres rencorosas de la mentalidad de palanka. Job (1993: 69) sugiere que en este proceso las ciudades se ruralizaron en su ámbito cultural y político, y la cultura provincial yugoslava fue idolatrada por los intelectuales.

En conclusión, el escenario de la guerra de los Balcanes es una crisis económica provo-cada por una crisis de deuda, competitividad económica de los recientes estados inde-pendientes de la Europa Central y un conflicto financiero. Estas tensiones económicas causaron una exacerbación de las identidades nacionales que fueron construidas por instituciones educativas, la cultura popular, la tradición oral y las palankas. Estas identi-dades culturales demonizaban a los enemigos y se mostraban a si mismas como los bendecidos. Además, engendraron odio y violencia escalando los actos de guerra. A pesar de lo mencionado, la cultura y la identidad no son causas esenciales e inevitables de conflicto, por el contrario ambas fueron construidas en la era moderna. La conviven-cia pacífica en la República Yugoslava fue un hecho real, Bosnia y Sarajevo fueron ejemplos de sociedades pluralistas.

“Incluso ahora, bajo los horrores del asedio serbio, un considerable número de serbios y croatas han permanecido solidariamente en la ciudad para compartir lucha y sufri-miento con los musulmanes. Ellos son la prueba viva de la supervivencia parcial de un espíritu ecuménico contra todo pronóstico” (Job 1993: 70).

Eva Díez
Directora de Global Affairs

Bibliografía

- Huntington, Samuel P. (2002) The Clash of Civilizations and the remarking of world order, London: The Free Press
- Huntington S. (1993a) ‘The Clash of Civilizations’ Foreign Affairs, 72 (3), pp22-49.
- Huntington (1993b) ‘If Not Civilizations, What? : Paradigms of the Post-Cold War World’. Foreign Affairs 72 (5) pp186-194.
- Job, C. (1993) ‘Yugoslavia’s Ethnic Furies’, Foreign Policy, 93 (92), pp52-75.
- McGwire, Michael (2000) ‘Why did we bomb Belgrade?’ International Affairs, 76 (1), pp1-24.
- O'Hagan, Jacinta (1995) ‘Civilisational conflict? Looking for cultural enemies’. Third World Quarterly, 16 (1), p19-39.



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