viernes, 15 de febrero de 2008

La globalización del terrorismo: el mundo en ansias de trazar un perfil indeterminable

Número 7/Febrero-Marzo 2008
Camilo Andrés Realpe Acosta

Trazar el perfil psicológico de un terrorista es una tarea tediosa y poco productiva, ya que como se demostrará en este ensayo, es imposible determinar una patología para todos aquellos que incurren en actos terroristas. Esto sucede porque las motivaciones que influyen estos actos se fundamentan en tantas y tan diversas razones que no es posible atribuir un patrón único de comportamiento a estas personas.

Sin embargo, en un mundo globalizado y preocupado por la seguridad de sus habitantes y la integridad de sus territorios, resulta necesario anticiparse a las acciones de las personas lo cual provoca que muchos gobiernos intenten estigmatizar un comportamiento particular como posible característica de un terrorista.

“El terrorismo no es primero ni fundamentalmente un problema de individuos y menos un problema psicológico; el terrorismo es ante todo un complejo problema social y político. La globalidad del terror convierte a los hombres en meros instrumentos mecánicos de quienes ejercen el poder” (Martín-Baró, I)

Recientes estudios realizados por la Universidad de Harvard y el instituto para la investigación de Discovery Channel demostraron que trazar el perfil psicológico del terrorista es imposible dada la poca homogeneidad de sus motivaciones.

Para ir entendiendo porqué los gobiernos se han esforzado con tanto ímpetu en trazar un perfil psicológico de los terroristas, es necesario hacer primero una definición de terrorismo. En mi caso (y dada la falta de consenso para el término, tanto académica como gubernamental) adaptaré la que usa Terence Powers: “El terrorismo es una estrategia de guerra que se caracteriza por establecer terror en la población civil para forzar políticas o comportamientos, que de otra forma no se producirían. Dentro de estos comportamientos se incluyen la aceptación de condiciones de muy diversa índole: políticas, económicas, lingüísticas, de soberanía, religiosas, etc.”.

Globalmente se ha aceptado que el terrorismo hace referencia al uso calculado de violencia o la amenaza de la misma contra la población civil, normalmente con el propósito de obtener algún fin político o religioso, constituyéndose entonces en la táctica utilizar un acto o una amenaza de violencia contra individuos o grupos para cambiar el resultado de algún proceso político.

Dada la amplitud y la complejidad del término, el estudio que realizaré en este ensayo se focalizará en dos aspectos: el primero trata de explicar la sociología del terrorista y el segundo en demostrar como la globalización ha influenciado para que hoy en día todos seamos susceptibles a ser catalogados como terroristas.

Primeras etapas del estudio

Los estudios de la psicología del terrorista datan aproximadamente de mediados de los años 60, cuando un grupo muy prestigioso de psicólogos intentaron explicar la relación entre el comportamiento agresivo del ser humano con la de los animales. Estos psicólogos desarrollaron una teoría llamada “Tourette’s Dissorder” la cual planteaba que todos los animales (incluido el ser humano) nacemos con los mismos instintos agresivos, pero en el caso de los hombres estos instintos son inhibidos por el lóbulo frontal del cerebro impidiendo que nos ataquemos unos a otros.

El estudio planteaba que en muchas ocasiones, cuando una persona utiliza sustancias que inhiben el correcto funcionamiento del cerebro (alcohol, drogas, estimulantes etc.), estos instintos naturales salen a flote y es por tal motivo que el comportamiento de las personas se vuelve agresivo, mostrando así su verdadera naturaleza.

El abordaje que estos científicos hicieron del tema concluyó en que en el caso de los terroristas esas inhibiciones no eran causadas por el alcohol o cualquier otra clase de droga, sino por una convicción muy arraigada en sus personalidades según la cual les resultaría normal cometer cualquier atrocidad.

Los estudios avanzaron, y con el tiempo los psicólogos comenzaron a tratar de explicar el comportamiento de los terroristas atribuyendo estos desórdenes o traumas a la educación. Estos estudios argumentaban que el terrorista era un individuo que había nacido en un hogar de pocos recursos, padres autocráticos, e incluso algunos de ellos podrían haber sido víctimas de abusos sexuales o nunca haber disfrutado de un hogar convencional.

Pese a esto, con la entrada de la tercera ola terrorista resulta necesario para el mundo replantear todas estas teorías, ya que los actuales autores de los atentados no han nacido (en su mayoría) en hogares con problemas, ni con escasos recursos (como es el caso de Bin Laden) obligando así a replantear todas las teorías anteriormente planteadas y dadas por ciertas.

Si bien los esfuerzos iniciales de los gobiernos se habían basado en detectar un patrón similar en aquellas personas que cometían actos terroristas, no era ésta la tarea primordial ya que la lucha contra el terrorismo sólo sería incluida en la agenda internacional después de los atentados de 11 de septiembre en Nueva York, globalizando (o terrorificando) los asuntos de política exterior de los estados.

Continuando con el estudio, la motivación del terrorista puede provenir de muchos aspectos pero ninguno de éstos es necesariamente obligatorio para determinar su acción. Sin embargo, la psicología ha elaborado un sinnúmero de teorías no concluyentes que tratan de explicar cómo, por qué y qué motiva a un terrorista.

Ojo por ojo

Una de las teorías trata de explicar las acciones de los terroristas como motivaciones relacionadas con la ira. Para ellos la definición de lo que está bien o mal es algo tan trivial como establecer la diferencia entre lo que es blanco y lo que es negro. No son capaces de pensar por sí solos, es el deseo de desafiar a la autoridad previamente establecida lo que los motiva.

Un terrorista desarrolla desde muy temprana edad (alrededor de los 10 años) la idea de lo que comúnmente se conoce como “ojo por ojo” o lo que la ciencia denomina como “el desarrollo de una moral de justicia o vendetta”. Esta moral consiste en un patrón de búsqueda de venganza en el que la persona no se encuentra satisfecha con las situaciones que la vida le ha otorgado y se llena de ira y sed de venganza, la que sólo necesita de un pequeño aliento para explotar.

Se ha descubierto que este patrón es muy común en personas a las que les tocó vivir situaciones de guerra (tanto intrafamiliar como entre estados) durante su infancia y que por lo general perdieron a algún ser querido. Para ellos la necesidad de vengar este hecho queda en el subconsciente y si ven repetirse este hecho en algún momento de sus vidas, terminan explotando, tal y como le sucedió a Abdul Rahman Yasin quien culpó al Estado norteamericano de la pérdida de sus padres y decidió (claro está que no fue sólo por este motivo) colocar un carro cargado de bombas en las torres del World Trade Center en Nueva York.

Esta teoría encuentra sustento en los grupos paramilitares para quienes una vez organizados y en nombre de la causa, toda acción está justificada sin distinguir entre el bien y el mal. Estas personas se encuentran permanentemente enfadadas por algo pero no se sienten culpables por su enfado, por el contrario lo exteriorizan para justificarlo.

Poca disertación a la hora de pensar

Muchas veces se suele relacionar al terrorista con aquel niño bobo del curso que siempre hizo lo que se le ordenó que hiciera sin siquiera cuestionar las razones de dicho mandato. En el caso de los sublevados, se piensa que son simples maniquíes de grandes pensadores que dada su gran facilidad para expresar sus ideas y hacerlas convincentes terminan convenciendo a todo el mundo de hacer todo lo que se les dice. Esta teoría encontró mucha oposición ya que un número elevado de psicoanalistas asegura que es todo lo contrario: siendo el militante una persona altamente racional, capaz incluso de dar su vida porque en el más allá su esfuerzo será infinitamente recompensado.

Alto raciocinio

Al contrario de lo que la mayoría de las personas piensan de los terroristas (locos sin razones por las cuales vivir) recientes teorías sugieren que el terrorista es una persona con objetivos de vida totalmente definidos (al punto de suicidarse para conseguirlos) decidida incluso a transformar su vida en una carrera para alcanzarlos. Como diría Richard Pearlstein, profesor asociado de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Oklahoma "Ellos tienen metas y se mueven para conseguirlas”.

Por el contrario, David Long -asistente de la dirección del Departamento de Estado de los Estados Unidos para la lucha contra el terrorismo- añade “Ningún trabajo comparativo en la psicología de los terroristas ha triunfado en revelar una forma psicológica de pensar uniforme para estas personas”.

La contra-teoría que esto generó fue inmediata. Muchos expertos de alto renombre aseguran que el terrorista no es racional ni consecuente con sus acciones, sino que goza de una autoestima demasiado baja que es aprovechada por sus líderes, quienes con su capacidad carismática y de convencimiento los transforman en simples robots que no dudan en hacer lo que éstos les digan.

Infancia traumática

Un niño para el cual el único patrón real de conducta hasta que cumple los 12 años es su padre alcohólico y abusador por lo que desarrollará una percepción equivocada de la vida, no podrá saber qué es el perdón (ya que nunca lo perdonaron si hizo algo mal), tampoco sabrá qué es el amor (ya que nunca se le fue otorgado) y en cambio si sentirá como verdadera la ira, la represión, y el engaño. No obstante en una edad mayor aquel niño tomará conciencia y sabrá que sus padres son un “fraude” y un patrón falso de enseñanza pero que lastimosamente repetirá para con los demás.

Este niño entonces dedicará su vida inconscientemente al fraude, y condenando todo aquello que le es nombrado como “los ideales”, considerándolos como simples mitos de los que la gente habla. En consiguiente, una persona sin ideales y sin moral que podrá hacer y obrar de la forma en que le plazca sin el más mínimo remordimiento.

Religión y activismo social

Jacques Lacan, un renombrado psicoanalista asegura que la religión, más que una manifestación espiritual es una manifestación psicológica, ya que describe a un Dios en el cual los seres humanos depositan toda su confianza, estableciendo patrones de conducta más que espirituales. Asimismo, la religión puede motivar actos de caridad, búsqueda de cambios sociales, demostraciones de amor y devoción.

En el caso del estudio de las motivaciones psicológicas del terrorista, aquello que se refiere a las necesidades y orgullo en la religión son las principales preocupaciones. Para un activista (aunque no obligatoriamente) luchar por una reivindicación social no es más que la muestra del descontento de una situación particular de su vida. Tal vez ese individuo veía con desagrado cómo las personas a su alrededor gastaban desmesuradamente y él, al no poderlo hacer, se fue llenando de anhelos de algún día tener eso, y con el tiempo lo expresa en una colectividad.

El problema de este planteamiento es que tiene al mismo tiempo un lado oscuro según el cual este individuo puede estar motivado por una profunda sed de venganza. Psicológicamente se constituye como una necesidad de defensa en contra de irresueltos problemas emocionales de la niñez. Lacan planea también que del activismo al terrorismo hay una brecha demasiado corta, ya que para llegar al segundo simplemente se necesita mayor convicción.

Por tal motivo aunque las personas se llamen a sí mismas religiosas, no han aprendido el verdadero significado del amor, la oración y mucho menos del perdón, si no que en cambio cimientan las bases de sus creencias religiosas erradamente en el odio, sufrimiento y la sed de venganza convirtiéndose en terroristas en sus propios corazones para después exteriorizarse.

La motivación cultural

El papel fundamental de la cultura es formar en las personas valores que luego se transformarán en acciones y patrones de comportamiento. Cuando un individuo de cierto clan, tribu, familia etc. se compenetra tan profundamente con los intereses del colectivo, éste ocasionalmente tiende a ir sacrificando sus necesidades por la de los demás. Esta teoría sugiere que el terrorista es un ser totalmente compenetrado con sus allegados y ansía el momento de entregarse por ellos (inclusive dando su vida para esto).

Es por esto que en culturas donde la unión del grupo es el principio más importante, el miedo a sentirse excluido puede ser utilizado por sus dirigentes para conseguir sus metas. “Todos los seres humanos son sensibles a las amenazas, a los valores por los cuales se identifican (lenguaje, la religión, la calidad de miembro de grupo, y el territorio de patria o nativo). La posibilidad de perder cualquiera de éstos puede accionar la defensiva” (Martín-Baró, I.,).

Contribuciones de la globalización al perfil del terrorista

Además de mejorar los canales de comunicación, la infraestructura vial y la posibilidad de comprar una bomba con un solo clic, el proceso de globalización ha contribuido a que ideas tan pusilánimes como las de trazar un perfil del terrorista sean aceptadas y no resulte extraño que viajar en un avión con destino a los Estados Unidos lleno de pakistaníes vestidos con turbantes, de bigotes largos y que hablan en un lenguaje extraño termine siendo una de las experiencias menos deseables en la vida.

Este proceso, que no tiene reversa, no puede ser tomado a la ligera ya que nos convierte a todos en simples instrumentos de la actual agenda en el panorama internacional y, de una manera injustificada, en blancos de discriminación.

Sólo pensemos, ¿el actuar diferente de una persona sugiere necesariamente que resulte siendo un terrorista en potencia?, ¿sería justo además poder juzgarlo por un acto que no ha cometido aún? ¿Actos que nunca sabremos si serán cometidos? Pues bajo la óptica globalizada del terrorismo y lo que se ha pretendido al trazar un perfil determinado del terrorista, sí. Todos nos hemos convertido en presas factibles en aras de prevenir un desastre mayor, pero como se observó en el texto anterior, dada la amplitud en la que se movilizan estos sujetos, resulta imposible trazar un solo perfil.

La globalización nos ha ayudado a estar más alerta, sin embargo no debemos dejarnos guiar y sobrecargar de información inútil que puede terminar provocando males peores, es necesario que la certeza para catalogar a una persona como terrorista sea muy alta (99.9%) y que no se convierta en un juego de palabras que sirvan como excusa para la violación de los Derechos Humanos por parte de los países de la liga Anti-terrorista.

El proceso de globalización tiene la capacidad de incorporar temas a la agenda internacional en cuestión de segundos, sólo cabe pensar ¿antes de los ataques del 11 de Septiembre pensábamos en este flagelo de la humanidad?, ¿existía el impuesto de sobrecargo en los vuelos internacionales a causa del terrorismo?, si las respuestas a los anteriores interrogantes son negativas, entonces se vuelve necesario crear una normativa especial, una especie de tribunal ad hoc y un juez de intachable reputación que no responda a intereses estatales sino a los particulares interesados.

Camilo Andrés Realpe Acosta
MA Relaciones Internacionales

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