sábado, 15 de diciembre de 2007

Irán en la mira

Número 6/ Diciembre-Enero 2008
Lázaro Rosa

Los EEUU aún siguen en medio de su atolladero político en Oriente Medio por su incapacidad de lograr una estrategia coherente que conlleve al progreso de la democracia en Irak, escenario donde han muerto más de cinco mil de sus soldados y no se logra la paz.

La insurgencia armada se mantiene en pie de guerra y cobra cada día, con sus acciones suicidas, una mayor cantidad de víctimas entre la población civil y los militares invasores estacionados en el país.

Sin aún tener a mano una solución viable ante la trágica problemática iraquí el gobierno norteamericano se está aventurando en una situación extremadamente delicada y compleja con el vecino Irán, a sabiendas de las nocivas consecuencias que pueden traer aparejadas las acciones intervencionistas en esta última nación.

Los EEUU a pesar de todo su poderío como superpotencia militar no es infalible y esto hay que tenerlo siempre presente. Rusia y China están a favor de un diálogo diplomático permanente con Teherán para resolver las diferencias existentes con este país por medios pacíficos, mientras que Washignton se empeña en pasar de inmediato al empleo de métodos duros y para ello planea bombardeos aéreos contra las instalaciones estratégicas iraníes.

El vicepresidente Richard Cheney, junto a su comandante y jefe George Bush, es partidario de abandonar la diplomacia para implementar unas medidas de contención que estén respaldadas por el uso de las fuerzas del pentágono.

Sin embargo, la secretaria de estado Condolleza Rice favorece la utilización de la vía del diálogo pero sin dejar de enseñar los dientes. En general, el panorama mundial cada día se ensombrece más por las tensiones existentes entre los involucrados en el proyecto de sancionar duramente a Teherán y de otro lado por la negativa del país asiático de abandonar su programa de enriquecimiento de uranio.

Washington se contradice a si mismo en su postura y proyección internacional, por una parte condena enérgicamente a Irán por considerarlo una amenaza a sus intereses regionales ya que busca que abandone su programa nuclear, y por otra parte se niega a apoyar la resolución de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) para lograr que Oriente Medio sea una zona completamente libre de armamentos atómicos.

Esta situación es una muestra vergonzosa del doble rasero de la política exterior estadounidense. Está claro que el único país de la región que posee la bomba atómica es Israel, sin embargo el gobierno de Washington nunca condena a Tel Avit por esta razón sino que por el contrario le brinda todo su apoyo. Se trata antes que nada de su aliado regional y con los EEUU siempre ha prevalecido el lema "haz lo que yo digo y no lo que yo hago".

Para el mandatario iraní Mahmud Ahmadineyad el mejor camino para la solución de los conflictos en Oriente Medio es que sean evacuadas todas las tropas extranjeras de ocupación en la región y en especial los soldados estadounidenses que se mantienen desplegados en Irak. La administración Bush piensa todo lo contrario pues según la Casa Blanca la garantía del orden político en la zona sólo podrá lograrse por el mantenimiento a largo plazo de sus soldados en este lugar.

Irán tiene planes concretos de atacar a Israel en el caso de que este país bombardee sus instalaciones nucleares con el visto bueno de la administración Bush. Así lo ha confirmado el general Mohamed Alavi, comandante adjunto de las fuerzas aéreas iraníes, en una comparecencia de prensa.

Esta declaración fue calificada de inútil y provocativa por voces del gobierno estadounidense dado las difíciles coyunturas por las que atraviesan en la actualidad las relaciones persas con el mundo occidental en unos momentos sumamente tensos y delicados.

Mientras que los EEUU continúan buscando apoyo para una tercera ronda de sanciones contra el gobierno de Teherán, dentro de los organismos internacionales, en especial en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, el gobierno de Mahmud Ahmadineyad permanece renuente en su postura de no querer suspender el enriquecimiento de uranio y defiende sus argumentos de que su país tiene el derecho a desarrollar su programa nuclear con fines pacíficos.

Los EEUU e Irán no tienen relaciones diplomáticas desde diciembre de 1979, cuando un grupo de militantes islámicos retuvieron como rehenes a los funcionarios de la embajada estadounidense en la capital iraní por más de un año.

Hay otra circunstancia que llama mucho la atención sobre el comportamiento de Washington en Oriente Medio y es que el pasado 6 de septiembre aviones israelíes penetraron en el espacio aéreo de Siria y dispararon sus cohetes contra objetivos desconocidos en una operación tan sumamente secreta que ni los mismos pilotos al despegar sus aparatos sabían cuáles eran sus misiones y fueron informados de ellas una vez que estaban en el aire.

En una reciente conferencia de prensa, varios periodistas le preguntaron a Bush por estos incidentes y el mandatario estadounidense omitió todo tipo de referencia a los hechos, es decir, que en este incidente donde participó Israel la Casa Blanca prefirió hacer la vista gorda.

Siria es un aliado de Irán en la zona y por esta razón mantiene discrepancias con Washington y Tel Avit. Al gobierno sirio se le acusa, junto a Teherán, de suministrar equipos y armamentos a los insurgentes iraquíes que mantienen en jaque a las fuerzas norteamericanas de ocupación.

Lo que habría que cuestionarse ahora es si los EEUU tuvieron alguna justificación moral o política para perpetrar su costosa e irreparable invasión en Irak en el año 2003 cuando en la actualidad se ha comprobado que este país no tenía ninguna posibilidad de conseguir armas nucleares.

Ninguno de los argumentos dados por Washington para estos efectos ha sido creíble. Las acusaciones de que el régimen de Sadam Hussein estaba planeando construir una bomba atómica eran totalmente falsas e infundadas.
La realidad es que los norteamericanos tenían que proteger sus intereses estratégicos controlando las cuantiosas reservas de crudo con que cuenta la región, recuérdese que Irak posee los segundos yacimientos de petróleo más grandes del mundo y para el presidente George Bush, como para sus halcones del pentágono, era de vital importancia establecer en Bagdad a un aliado político suyo y salir de un enemigo impredecible como Hussein.

Lo cierto es que hasta nuestros días Irak ha seguido siendo una zona ingobernable donde los atentados terroristas conllevan a una inestabilidad política que impide el logro de la coexistencia pacífica y con ello el buen funcionamiento general de un clima positivo para el desarrollo de las naciones en el entorno de Oriente Medio.

En estos momentos una agresión de los EEUU a Irán, vecino fronterizo de Bagdad, no haría otra cosa que alejar por muchos años, quizás hasta décadas, todas las esperanzas de que la región pueda ir por los caminos de una convivencia basada en el respeto mutuo entre sus pueblos. Sería como reactivar, echando más leña al fuego, las acciones suicidas e injustificadas del terrorismo internacional y de los extremistas islámicos.

Irán no va a quedarse con los brazos cruzados y probablemente desate todo su poderío y respuesta militar contra lsrael y las compañías estadounidenses establecidas dentro de este contexto, estremecido por la inestabilidad y el desorden. Teherán buscará las maneras de asestar una respuesta asimétrica contra los intereses petroleros de los EEUU en todo Oriente Medio destruyendo los pozos de petróleo de sus países vecinos, trayendo con ello una desestabilización devastadora para el mercado energético y de combustibles a nivel mundial.

Washington no debe perder la cabeza y abandonar la vía del diálogo con el gobierno persa, este país puede ser un hueso mucho más difícil de roer para los estadounidenses que el Irak de Sadam Hussein, aquí hay demasiados intereses en juego.

Rusia y China necesitan también de Teherán, la primera de las dos naciones para seguir vendiendo su nueva tecnología nuclear la cual le proporciona extraordinarias ganancias y la segunda para lograr el abastecimiento sostenido del petróleo que tanto necesita para mantener su imparable nivel de crecimiento económico que sobrepasa el 10 % anual y que le ha llevado a convertirse en una potencia a escala mundial.

Irán es una república teocrática con una población en la actualidad de más de setenta millones de habitantes. Su jefe de estado Mahmud Ahmadineyad es un político conservador y ultranacionalista que no se cansa de proclamar en sus discursos sus deseos de destruir a la nación de Israel y esto llama mucho la atención y crea grandes alarmas en los gobiernos de Occidente.

Teherán está llevando a cabo un rearme militar sin precedentes basado en sus propias producciones nacionales y ejemplo de ello ha sido la construcción de un nuevo misil que puede alcanzar hasta dos mil kilómetros de distancia.
El pasado 21 de septiembre la nación islámica celebró unos gigantescos desfiles de sus fuerzas armadas, con la presencia en la tribuna principal del presidente del país, para recordar el inicio de la primera guerra del golfo que fue el escenario bélico donde se vio enfrentada con Irak de 1980 a 1988. Durante estos desfiles, los vehículos blindados llevaban inscritos los lemas: muerte a Israel y muerte a los EEUU.

Simultáneamente la nación desarrolló grandes maniobras bélicas por mar y tierra enviando a sus enemigos políticos la señal clara de que está preparada para hacer frente a cualquier agresión de cualquier potencia foránea, fue una misiva directa que llegó hasta los buzones de correo de la Casa Blanca.

Lo que más sorprende de toda esta situación es que a pesar de estar bloqueado económicamente y aislado del resto del mundo, como consecuencia del enfrentamiento a Washington y en general a Occidente, Irán ha sabido desarrollar por si solo todo una industria nacional de defensa que le permite al país responder si es atacado desde el exterior.

Esto último no creo que deba ocurrir por el bien de las relaciones globales.

La tirantez del momento es muy grande y puede que llegue a ponerse aún más candente, pero para algunos observadores la posibilidad real de un ataque directo de los EEUU a la República Teocrática de los Ayatolás está muy lejos.

Washington todavía está estremecida y llorando a sus muertos en Irak, así que no es probable que esté maniobrando una nueva aventura bélica contra los persas.

Además debemos recordar que ya se aproximan las nuevas elecciones presidenciales en los EEUU y que todo parece indicar que el partido republicano (producto de la misma situación en Oriente Medio) ha perdido popularidad y aceptación del electorado. Esto queda actualmente demostrado por el hecho de que el senado estadounidense está dominado por los demócratas.

En su reciente visita a la ONU, el presidente iraní solicitó permiso para visitar las obras de reconstrucción en el área donde se encuentran las destruidas torres gemelas pero ante esta petición los políticos estadounidenses se alarmaron y la policía de Nueva York dio su negativa al líder nacionalista.

La rivalidad entre Irán y los EEUU ha llegado en la actualidad hasta tal punto que en el senado estadounidense se llevó a votación si la Guardia Revolucionaria Islámica (cuerpo de élite dentro del ejército iraní, al que Washington vincula con los brotes imparables de violencia que se viven en Irak) puede ser considerada o no, una organización terrorista. Por cierto, la candidata demócrata a la Casa Blanca, Hillary Clinton, dio el "sí" como senadora durante el período de la votación.

Lázaro Rosa
Periodista

Fuentes de información: AFP, EFE e IRNA.

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