sábado, 15 de diciembre de 2007

El desafío de la incorporación de Turquía a la UE

Número 6/Diciembre-Enero 2008
Richard Corbett

El intento de Turquía de unirse a la UE ha sido objeto de gran debate. La cuestión sobre si se debe permitir o no dicha incorporación ha suscitado muchas preocupaciones pero también numerosos apoyos. Al frente de la oposición a la candidatura de Turquía como miembro de la UE se encuentra Francia, quien ha prometido a sus ciudadanos la celebración de un referéndum al respecto (el que probablemente desembocará en un voto masivo en contra de la incorporación de Turquía), mientras que las aspiraciones turcas de unión están siendo entorpecidas por una fuente desafortunada – los Estados Unidos.

El Reino Unido favorece la candidatura turca pero sólo si Turquía es capaz de cumplir con los requisitos compartidos por muchos europeos.

Los asuntos que preocupan del intento de adhesión de Turquía varían enormemente. Factores culturales, geográficos, económicos y políticos han mantenido en vilo a ciertos sectores europeos. Algunos de estos factores son perfectamente válidos y necesitan una solución pero otros parecen provenir de un claro racismo y xenofobia.

Ciertos prejuicios deberían ser descartados a primera vista, llamémoslos acusaciones como que Turquía no es “Europea” y que la UE es un “Club de Cristianos”. Geográficamente Turquía se encuentra dividida en dos continentes: Europa y Asia Menor. Por lo tanto se le puede clasificar como europea desde una perspectiva geográfica. Pero la discusión sobre si Turquía es o no europea fue establecida cuando hace unos años se convirtió en miembro del Consejo de Europa. Turquía no sólo es geográficamente y políticamente europea sino que también lo es culturalmente, debido a su participación en diversas actividades como la UEFA y el festival de Eurovisión. Rusia es otro país cuyas fronteras trascienden varios continentes, incluida Europa, también es un miembro del Consejo de Europa y participa en la UEFA y en el festival de Eurovisión. A pesar de ello, son pocos los que cuestionan la “europeidad” de Rusia porque parece que encaja en la imagen de una Europa blanca y cristiana. Esta imagen está basada simplemente en el racismo y la xenofobia. El Islam ha desempeñado un papel muy importante en la historia y cultura europea durante siglos, alrededor de trece millones de musulmanes viven en la UE y además de esto, el lema de la UE es “unidad con diversidad”. No estamos intentando armonizar culturas sino buscando maneras de cooperación mutua manteniendo nuestras identidades. Tendiéndole la mano a Turquía, estamos reafirmando que la UE no se basa en una identidad europea exclusiva sino en una inclusiva.

Dejando de lado estos asuntos particulares, Turquía todavía tiene que solventar muchos puntos que preocupan a los estados miembros de la unión, antes de considerar su entrada en la misma. Algunos de estos asuntos legítimos que Turquía necesita hacer frente son el respeto a los derechos humanos, ciertas reformas políticas, sus relaciones con Chipre y Grecia y el problema con los kurdos. Es vital que Turquía apuntale dichos problemas para su compatibilidad con los valores que la UE aprecia. Junto con estos criterios políticos, Turquía también tendrá que satisfacer los criterios económicos. Sólo cuando haya cumplido con dichos criterios, políticos y económicos, podrá ser considerada como totalmente compatible con el proyecto europeo.

Recientemente, un informe de la Comisión Europea sobre el progreso de Turquía criticó al gobierno de Ankara por la lentitud con la que está llevando a cabo las reformas necesarias para su integración. Las restricciones a la libertad de expresión son una causa de preocupación seria, y el sistema judicial turco no garantiza totalmente dicha libertad en línea con los estándares europeos.

El trato que reciben las minorías étnicas en Turquía ha sido objeto de preocupación en la Comisión, especialmente en lo que respecta a la considerable población kurda en territorio turco. Los kurdos y su identidad han sido siempre vistos por las autoridades turcas como una amenaza a la seguridad nacional. Los kurdos se han opuesto a las políticas de asimilación forzosa del gobierno desde 1930. La principal política con la cual los turcos esperaron conseguir dicha asimilación consistió en la supresión de la lengua kurda. Aunque la solicitud turca de unirse a la UE dio como resultado la supresión de algunas de las más draconianas restricciones a la libertad de expresión de las identidades minoritarias, éstas simplemente se han suavizado pero no se han abolido tal y como era necesario para que Turquía cumpliera con los criterios políticos de la UE. Por ejemplo, a pesar de que ahora el uso del kurdo está permitido en los medios de comunicación, ciertas leyes fueron aprobadas para restringir la cantidad y el contenido de los programas de dichos medios. Todavía no está autorizado el uso de la lengua kurda en la educación, ni en la enseñanza, ni su estudio como “lengua extranjera”. Esto es así a pesar de que Turquía tiene una población estimada de 15 millones de kurdos viviendo en el país.

El deseo del gobierno turco de asimilar su población turca y la oposición de los kurdos a dichas políticas ha dado como resultado un conflicto continuo y sangriento desde 1980, el cual ha supuesto la muerte de alrededor de 30.000 personas. Turquía se enfrenta a una seria amenaza terrorista, no sólo en sus propias fronteras sino también en áreas habitadas por kurdos en otros países como Irak. Las incursiones en territorio turco de terroristas kurdos provenientes del norte de Irak, han provocado la muerte de al menos 40 soldados turcos y civiles en el último mes. La amenaza de represalias turcas contra los territorios iraquíes ha puesto en alarma a los miembros de la UE, los cuales llevan a cabo una misión conjunta en el país. El área kurda en el norte de Irak es una zona pacífica en comparación con otros lugares, pero el estallido de hostilidades en la región puede tener consecuencias desastrosas. La manera en que los turcos hagan frente a la cuestión kurda claramente tendrá mucho que ver con sus aspiraciones a la UE. Turquía debe respetar los derechos y las identidades de las minorías, y luego debe iniciar un proceso conciliador con sus ciudadanos kurdos sin recurrir a una violencia innecesaria.

Otro asunto clave que Turquía debe solventar para convertirse en miembro de la organización europea es la larga enemistad con Chipre. Tres años después de la independencia de Chipre de Gran Bretaña en 1960, la violencia intercomunitaria estalló entre la isla griega y la población turca, llevando en 1974 a un golpe de estado promovido por Grecia para hacerse con el gobierno y una intervención militar turca siete días más tarde. Desde entonces, la isla ha estado dividida en una zona griega y otra turca. Mientras que la comunidad internacional reconoce al gobierno griego chipriota como autoridad legítima, sólo Turquía reconoce al gobierno turco chipriota y rechaza al griego chipriota. Turquía también ha rechazado el acceso por parte de los chipriotas griegos a sus aeropuertos y puertos. Como condición para iniciar las negociaciones de integración, Turquía debe extender su acuerdo de asociación con la UE a los diez nuevos estados miembros, entre ellos Chipre. Sin embargo, a pesar de extender el acuerdo de unión aduanera a los diez nuevos miembros, Turquía ha declarado que esto no supone el reconocimiento de la República de Chipre ni la apertura de sus puertos y aeropuertos al tráfico chipriota. Debido a esto, a finales del año 2006 el Consejo de Ministros decidió seguir la recomendación de la Comisión de sancionar a Turquía y suspendió las conversaciones en ocho de las 35 áreas. La Comisión lo ha dejado bastante claro, no será posible seguir con las negociaciones con Turquía en ciertas áreas a no ser que Turquía acepte los protocolos adicionales de la unión aduanera y los aplique en Chipre.

La relación entre el ejército y el gobierno en Turquía es única en todos los países europeos y despierta dudas sobre su candidatura a la UE. En ningún otro país europeo, el ejército tiene tanta influencia política como ocurre con el ejército turco. El ejército es firmemente secular y se ve a si mismo como el defensor de la ideología secular, e intervendrá en los asuntos gubernamentales cuando perciba que el secularismo está en peligro. Aunque esto pueda parecer deseable en el actual panorama internacional en lo referente a amenazas de formas extremistas del Islam, y a pesar del hecho de que los neoconservadores americanos respaldan las intervenciones del ejército turco en asuntos políticos, ésta no es la manera en que los europeos se comportan en una democracia liberal. El ejército debe estar bajo el único control del gobierno civil, no en oposición a éste y mucho menos en posición de dirigirlo.

El actual gobierno turco – el Partido de la Justicia y el Desarrollo (un partido con raíces religiosas) – tiene mayoría en el Parlamento a pesar de que sólo se aseguraron el 34% de los votos. Esto se debe mayoritariamente a la constitución turca, que obliga un mínimo de 10% de los votos para que un partido obtenga representación parlamentaria. Este es un umbral elevado y poco usual para un sistema proporcional, y debido a que la oposición secular está dividida en pequeños partidos (algunos de los cuales se encuentran muy cerca del umbral) es difícil para los seculares conseguir escaños. Esto ha desembocado en una baja representación de los secularistas en el Parlamento turco a pesar de que dicho movimiento goza de un gran respaldo popular. Si el ejército que firmó la constitución piensa que el secularismo se encuentra en peligro sin su protección, entonces pensar en rebajar el umbral de representación parlamentaria puede acarrear el efecto dual de: por un lado dar a los seculares una representación más igualitaria en el gobierno, y por otra parte reducir la tentación de los militares de interferir en los asuntos políticos turcos, consiguiendo un país compatible con el modelo democrático europeo. Se ha dicho que el Partido de la Justicia y el Desarrollo ha probado ser competente, moderado y a veces un gobierno moderno, frenando los temores de quienes pensaron que sería un partido islamista radical.

Por tanto queda claro que el camino hacia la incorporación de Turquía está lleno de desafíos que deben ser superados para que los turcos puedan alcanzar su sueño europeo. Culturalmente y geográficamente no debería haber barreras para la incorporación turca. Hay una multitud de asuntos en los que Turquía puede desempeñar un rol inmensamente positivo para abordar los desafíos estratégicos a los que Europa se enfrenta: abastecimientos inseguros de energía, problemas aparentemente irresolubles en Oriente Medio, un extremismo creciente intentando enfrentar a musulmanes y no musulmanes, una creciente competición global desde Asia, el deseo europeo de desempeñar un rol más activo más allá de sus fronteras, en ellas y en las regiones fronterizas, la necesidad de combatir el tráfico de drogas y de personas, el crimen organizado, el terrorismo internacional y la inmigración ilegal.

Pero actualmente Turquía no cumple con los requisitos necesarios para tener un puesto en la unión. La Unión Europea ha establecido una serie de criterios políticos y económicos, no sólo para los futuros nuevos miembros sino también para terceros países que desean unirse a los acuerdos del bloque. Esto significa que la UE tiene una gran oportunidad para expandir sus valores en el mundo, lo cual no sólo beneficia a la organización sino que también aporta beneficios a las poblaciones de los países deseosos de unirse a los acuerdos de la organización.

La incorporación turca a la Unión Europea sería un logro remarcable ya que demostraría que la promoción de la democracia puede ser alcanzada con éxito a través de medios políticos y diplomáticos. El Secretario de Estado para Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Miliband, comentó recientemente que la ampliación de la UE es “de lejos nuestra herramienta más poderosa para extender la estabilidad y la prosperidad”. La UE ha probado tener un éxito absoluto en expandir y consolidar la democracia en los antiguos estados autoritarios del sur y este de Europa. Actualmente este proceso está teniendo un efecto positivo en Turquía a pesar de los problemas que tiene que solventar, tal y como se ha indicado anteriormente. Turquía debería solucionar dichos problemas y cumplir con los criterios establecidos por la unión, después debería convertirse en miembro, y ambas Turquía y la UE, disfrutarían de los mayores beneficios que se derivan de dicha situación. Turquía debería unirse a la UE ya que ello significaría que ha realizado una transición hacia una democracia bien establecida, algo de lo que deberíamos estar orgullosos. Pero si Turquía cumpliese con las demandas europeas y aun así no estuviese invitada a unirse, tal y como David Miliband señaló “sería una señal de división profunda y peligrosa entre Oriente y Occidente”.

Richard Corbett
Diputado británico en el Parlamento Europeo
Partido de los Socialistas Europeos
http://www.richardcorbett.org.uk/

Global Affairs no es responsable de las opiniones vertidas por sus colaboradores/as