lunes, 15 de octubre de 2007

Israel, la vergüenza de Tierra Santa

Naiara Cáliz
Número 5/ Octubre-Noviembre 2007

Hace unas semanas Israel declaraba estado enemigo el territorio palestino de Gaza. El disparo continuado de misiles Al Kasam desde la frontera que separa ambos territorios ha hecho la situación insostenible para el Gobierno isarelí que ha optado por atajar el camino y hacer unas declaraciones que, pese a vulnerar la Declaración de Derechos Humanos y violar todas las leyes internacionales, le hace fuerte frente al enemigo. Y para mayor seguridad es respaldado por el Gobierno de gobiernos, Estados Unidos.

Parece ser que una vez más se ratifica la buena campaña de comunicación que el gobierno americano ha realizado sobre le eje del mal. Palestina, también está incluida y muy a pesar de muchos, pocos cambios se pueden percibir como alentadores.

Los tratados de Oslo identificaron Jerusalén como ciudad neutral pero cuando alguien la visita puede darse cuenta que, sobre todo en Jerusalén Este, el barrio musulmán, sus ciudadanos viven sometidos. Al caer la tarde, cuando más efervescencia existe en sus calles, los soldados las toman. Las armas hacen acto de presencia para quedarse, para vigilar que la ley se cumpla. Desde la Puerta de Damasco, que lleva directamente al Muro de las Lamentaciones por el este, un militar vigila a la multitud desde las alturas de la antigua muralla. Y un simple juego entre niños acaba con un castigo para uno de ellos, un adolescente que empieza a estar harto de la situación. Le obliga a sentarse detrás de él como escarmiento a una acción que no ha sido de su agrado. Y se siente fuerte mientras humilla al más débil. Así es el día a día de los palestinos. Sumisión a un ejército impuesto, a unos órdenes de unos individuos cuya tierra no es la suya.

Hay que hacer memoria que Israel vino dada por el Gobierno británico a cambio de la ayuda de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Quizá una vez más es un pueblo utilizado, pero lejos de aprender están haciendo lo mismo que les hicieron a ellos. No quiero con esto ensalzar el holocausto. Nada más lejos. No se concibe la muerte de personas inocentes. Pero en ambos bandos y en igualdad de condiciones.

Llegaron a Israel, como la tierra prometida, donde el mesías llegará a para liberarla de los musulmanes. Si hablas con ellos te dirán que en el Torah aparecen pasajes que indican que musulmanes y judíos vivirán en una guerra eternamente. En el Corán también se puede leer esta apreciación. Pero este aspecto se magnifica cuando se recibe dinero y armas para poder hacer la guerra. Y hacerla en condiciones: matando, intimidando y debilitando a tu vecino.

Siempre se ha sabido que el pueblo judío es un pueblo inteligente y rico materialmente. Esta inteligencia queda plasmada en las ciudades de todo el territorio israelí. Si una persona puede demostrar que es judía tradicional, es decir, que en segundo grado tengas descendencia judía, automaticamente te dan la nacionalidad israelí, un trabajo y una casa en alguna de las cientos de colonias que se están construyendo en los límites más inmediatos de Cisjordania, muchas veces, dentro de la misma población.

Este caso concreto ocurre en Hebrón. El valle de Hebrón está dividido en dos partes una es palestina y la otra colonia judía. Los judíos se pasean permitiendose el lujo de insultar a los habitantes naturales. Recurriendo en muchas ocasiones a estrategias intimidatorias que intentar minar la moral de los palestinos, muchos de ellos, cansados de la situación, a la mínima oportunidad se marchan del país y quienes deciden quedarse viven con la sensación de estar continuamente perseguidos. Y puedo afirmar sin equivocarme que no es una sensación sino una certeza.

El Gobierno israelí como resultado de los crecientes atentados que se producían justo después de la segunda Intifada, más conocida como la Intifada de las Piedras, empezó a construir el Muro del Apartheid, o muro de la vergüenza. Mediante estos ladrillos ha podido dejar Cisjordania aislada, y a la vez ha podido quedarse con los recursos de esta tierra. Cada vez escasea más el agua porque los depósitos han quedado en la parte israelí. Los campos de cultivo han sufrido la misma situación y las que no lo han hecho han quedado muy cerca de las colonias y han puesto mil impedimentos para permitirles el acceso a sus cultivos. El muro se ha ubicado según los intereses israelís.

Esta situación se puede comprobar en el norte del país. Turkalem ha sido desde siempre una ciudad industrial. Ahora vive del campo. Colindante a la municipalidad se ubica el muro y el recorrido que hace es estremecedor y se puede comprobar perfectamente el interés. Turkalem tiene un polígono industrial donde, desde el año 2000 se fabrican pesticidas y esto está provocando que haya habido un incremento en los casos de cáncer de la localidad. Estas fábricas están dirigidas por israelís pero se encuentran ubicadas en territorio palestino. El muro pasa apenas a 100 metros de ellas pero no las han acogido entre sus ladrillos. Han preferido dejar que toda la contaminación que provocan caiga del otro lado.

Siguiendo con el periplo llegamos a Nablús. Esta ciudad es el ejemplo de la resistencia palestina. Tres campos de refugiados dan la bienvenida. Tres checkpoints en las principales entradas a la ciudad velan para que los terroristas suicidas no puedan escaparse. Es terrible la situación en la que se encuentran estos palestinos. Largas colas para poder ir a trabajar o simplemente a visitar a un familiar. Después de hacer cola debes tener cuidado con la actitud que tienes con el soldado, si no le apetece dejarte pasar o simplemente tiene un mal día, es suficiente para que te pueda detener. Los soldados tienen una lista con el número de pasaporte sensible a ser peligroso. Pero no es suficiente. Un nombre, una cara... y diez horas de arresto. Nunca te dan una explicación. Por curiosidad te acercas y preguntas. Primero: cara de asombro, a continuación la respuesta: “es un terrorista”. Todos están expuestos a ser terroristas.

Bajo esa premisa se dedican a hacer invasiones en los campos de refugiados, derriban casas en busca de terroristas y disparan a sospechosos. En Nablus, no es aconsejable salir a partir de las 10 de la noche, y menos sólo. Puedes ser el blanco perfecto. Cada día se escuchan disparos y bombas. Es habitual ver como los aviones del ejército isrelí surcan el cielo fotografiando posibles puntos de ataque, estableciendo las coordenadas del campo enemigo. Es un país en guerra.

Las ocupaciones también son un hecho habitual. Hay una serie de casas que por estrategia militar suelen formar parte de entrenamientos y objetivos israelís. Ellos llegan, sin mirar quién vive dentro y si hay alguien en ese momento. Les da igual, se quedan. Durante horas cortan la corriente eléctrica y, en muchas ocasiones, privan a la familia que ha quedado de alimentos. Normalmente suelen desocupar las casas cuando la operación finaliza. Llegan multitud de todo terrenos para desmantelar el operativo. Y al cabo de unos días la historia se vuelve a repetir.

Hay gente en Nablus que lleva en esta situación desde 1948. Una situación que si bien no justifica la violencia te permite poder entenderla. Noche tras noche, sin avances, con menos tierra, menos país, más población...

Salir de Nablus es una odisea en toda regla. Como ya comentabamos anteriormente para pasar el checkpoint debes armarte de paciencia. Pero no se acaba aquí. Existe uno que es aún más atroz. La salida de Cisjordania por Ramala. En Ramala hay una base militar justo al lado del muro. Se ha convertido casi en una atracción turística. Sus instalaciones recuerdan más a un parque de atracciones que al horror que se puede llegar a vivir allí dentro. Y todo porque es la salida hacia Jerusalén. A través de unos tornos entras de uno en uno, cuando al soldado de turno le apetece atenderte entonces le muestras el pasaporte, que habrás llevado preventivamente pegado en tu frente. Hace unas gestiones a través de su ordenador y si está de buenas te dejará pasar. Y si no te tocará volver a hacer cola, o a volver el día siguiente. Más común de lo que parece es esta última situación. Es habitual que, en ciudades pequeñas que únicamente tienen una vía de entrada, es decir un único checkpoint, cuando acaba el turno de los soldados se cierra hasta el día siguiente. Es el caso de Qalqiya. Muchos palestinos han dormido a la intemperie por no poder entrar en sus casas, en su ciudad.

Una vez consigues salir del infierno que supone cruzar un checkpoint te encuentras con la riqueza, con la zona rica israelí, la parte judía.

Salvaguardar la integridad de Jerusalén, y la de su turismo, es una de las mayores apuestas del gobierno israelí. Por eso existen tantas medidas de seguridad. Y puedo afirmar que no existe la posibilidad de que un ciudadano palestino pueda pasar con bombas por ningún checkpoint. Y me resulta bastante rebuscado pensar que pueda entrar un terrorista o armamento para palestinos por territorio israelí. Si contanos además que las tres entradas a Israel, bien por Egipto, Jordania o Ben Gurion, están en manos israelís.

Pensar que un terrorista suicida puede entrar en Jerusalén, para los que hemos tenido la suerte de vivirla, es simplemente un chiste muy malo y que sólo te hace sonreir recordando lo vivido.

Cuando oigo hablar o leo noticias sobre esta situación me viene a la cabeza la película de “El pianista” de Roman Polanski. Había una escena que me conmovió y a la vez me violentó. Un ghetto judío había planeado y llevado a cabo un ataque contra los alemanes, donde muchos soldados del III Reich morían, para júbilo de los ciudadanos del barrio que lo celebraban con vítores y alegrías. En la película los trataban como resistentes al nazismo y mi cabeza se fue a Nablus, donde cada día es una odisea ir a trabajar, donde cada día es un esfuerzo sobrehumano soportar horas de cola en el checkpoint para poder ir al médico, porque los estudiantes se tienen que conformar con los planes de estudio que ofertan sus universidades porque no pueden salir de las fronteras que delimitan la ciudad. Donde cada día ese pueblo oprimido ve como van creciendo las murallas que la convierten en una cárcel con aparente libertad. Y yo no puedo dejar de preguntarme por qué los unos fueron resistentes y los otros se han convertido directamente en terroristas.

Naiara Cáliz Fernández
Periodista especialista en Relaciones Internacionales

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