lunes, 15 de octubre de 2007

El rol de la cultura, identidad y religión en los conflictos

Número 5/ Octubre-Noviembre 2007
Eva Díez 

Clarificar las definiciones de religión, cultura e identidad ayuda a comprender su relevancia en los conflictos. En este artículo se debaten los términos sin pretender categorizar dichas definiciones debido al carácter relativo de los conceptos. La premisa básica es que no existen definiciones absolutas, ni verdades externas e inamovibles. Según Lease ‘las definiciones son puntos de partida útiles para la interpretación y el análisis, pero no son estadios finales, resultados completos o objetivos alcanzables, sino señales o marcadores’ (2000). En línea con lo expuesto, el autor propone establecer ciertos límites a los términos para así poder distinguir claramente que se entiende por religión, cultura o identidad.

Cultura y la perspectiva cultural de Huntington

En lo que respecta al término cultura, a pesar de que Huntington lo utiliza muy a menudo, no lo define claramente. En general, cultura y civilización aparecen como sinónimos y resalta la imposibilidad de separar ambos términos ya que la civilización es la más amplia entidad cultural. El autor identifica los seis principales elementos de la civilización: historia, lengua, religión, tradiciones, instituciones y el sentimiento subjetivo de identidad. Sin embargo, Huntington asegura que las culturas son dinámicas porque se dividen y cambian en el tiempo a consecuencia de la redefinición de las identidades de los distintos pueblos, de este modo las culturas interactúan y se solapan. La cultura es un medio de identificación popular ya que sus componentes se autodefinen en grupos culturales.

Según Huntington una función relevante de la cultura es la reconfiguración de la política global. Desde su punto de vista los alineamientos basados en la ideología han sido sustituidos por alineamientos definidos por la cultura y civilización. Cabe añadir que las similitudes culturales facilitan la cooperación y cohesión entre las personas y las diferencias culturales potencian las escisiones y los conflictos. Asimismo los conflictos culturales entre grupos pertenecientes a distintas civilizaciones son centrales en la política global. Además, las afinidades culturales facilitan la cooperación económica entre países y la creación de bloques económicos regionales como es el caso de la UE.

Por otro lado, Senghaas se centra en el aspecto político como la característica principal de la cultura. Según Senghaas la cultura puede ser creada a través de la resistencia a la imposición exterior lo que provoca una actitud de resentimiento y la concienciación de un grupo reprimido a la vez que refuerza un proyecto vital y social propio. Por tanto la cultura es empáticamente política porque da forma a las distintas facetas de la vida. Según el autor la Guerra Fría fue un conflicto cultural en lugar de ideológico porque habían dos cosmologías completamente diferentes enfrentadas con dos proyectos sociales diferentes.

Flores-Caraballo et al critican la tendencia que existe en las definiciones culturales a ser manipuladas y a servir a los intereses culturales de determinadas clases sociales. Estas definiciones no valoran las contribuciones culturales de diversos sectores sociales. Además, critica la tendencia a reducir la cultura al estudio de símbolos. Cabe mencionar la definición de cultura del autor: “cultura como el cuerpo de creencias aprendidas, tradiciones y guías de comportamiento compartidas por los miembros de cualquier sociedad humana”. En este caso la palabra clave que define la cultura es el comportamiento aprendido que distingue una sociedad de otra y cuyos miembros han adquirido mediante la observación, imitación o instrucción de las manos de otros miembros del mismo grupo. A pesar de que los autores reconocen la plausibilidad de la definición, hacen hincapié en la necesidad de tener en cuenta las problemáticas relaciones entre las personas en sociedades clasistas donde los individuos son agrupados en diferentes clases sociales, las cuales desarrollan prácticas culturales diferentes que a pesar de que en muchos casos parecen ser homogéneas, no lo son. Lo más interesante de su definición es la definición general de cultura. Ellos conciben la cultura como un conjunto de subculturas creadas por las diferentes clases sociales.

En lo referente a la producción cultural, Flores-Caraballo et al (1991) niega su carácter unidireccional incluso en su influencia. Por el contrario, las subculturas interactúan entre ellas en una red compleja de influencias y contrainfluencias de dominación y resistencia, de esta manera el campo cultural se convierte en un campo de batalla para la lucha de clases. Según esta interpretación marxista de la cultura, clases sociales, élites y la clase obrera compiten por el derecho a decidir que es legítimo en la sociedad. Los medios de comunicación son elementos clave en la carrera para alcanzar la hegemonía cultural.

Para establecer una definición inicial del término cultura algunos aspectos expuestos anteriormente necesitan ser retomados. En primer lugar, algunas ideas huntingtonianas relativas a la cultura son confusas e incompletas. Por ejemplo, el hecho de que iguale cultura y civilización implica que elementos civilizacionales como la religión, el lenguaje, la historia, las tradiciones, las instituciones y el sentimiento de identificación son parte de la cultura. De ahí que los límites de la definición sean vagos y amplios para determinar que es religión o cultura. Siguiendo a Lease las definiciones sin límites carecen de funcionalidad porque “el corazón del acto de definir se encuentra precisamente en el establecimiento de límites” (2000) y porque sin limitaciones las definiciones no sirven para comparar y analizar distintas culturas. Sin embargo, debido a la naturaleza dinámica de las culturas, los límites de dicha definición están en un proceso continuo de cambio de esta manera las culturas interactúan y se yuxtaponen.

Las concepciones de Huntington respecto de la cultura son por sí mismas conflictivas porque en la interacción entre diferentes culturas o civilizaciones parece que sus diferencias casi siempre desembocan en conflicto. Por otro lado, las similitudes entre grupos de la misma civilización promueven la cooperación y cohesión. Sin embargo, en la interacción cultural otros y más factores socio-económicos deben considerarse para explicar las relaciones de conflicto o cooperación. Uno de estos factores es la resistencia a la imposición de los valores de una cultura externa. En línea con esta idea, Senghaas (2001) nombra dicho factor como decisivo en el proceso de producción cultural, porque la actitud de resistencia define el propio proyecto social y vital del grupo

Recapitulando, para definir el término cultura es importante evitar el esencialismo cultural, no existe un espíritu cultural debido a la naturaleza dinámica de las culturas que se encuentran en un constante proceso de interacción y cambio. Segundo, la cultura es un concepto político porque implica modelos de vida y sociedad. Tercero, cultura y religión son dos áreas diferentes que en ocasiones se encuentran estrechamente unidas en una sociedad y otras veces totalmente separadas. Así, la religión puede convertirse en un límite en la definición de cultura donde el campo de la religión comienza cuando el de la cultura termina. Cuarto, la cultura no debe ser reducida al mero estudio de símbolos como las banderas. Quinto, la cultura comprende creencias aprendidas, tradiciones y guías de comportamiento comunes a los miembros de la misma sociedad. Sexto, la cultura puede estar compuesta por diferentes subculturas e incluir valores importados de otras culturas debido a la constante interacción entre ellas. Séptimo, diversos actores interactúan en la producción cultural como por ejemplo diferentes clases sociales y los medios de comunicación. Finalmente la dirección de las influencias culturales no es unidireccional, por el contrario el encuentro cultural crea una compleja red de influencias y contrainfluencias de dominación y resistencia. Dichas ocho características son las principales del término cultura.

Identidad y la necesidad de enemigos

Respecto del concepto de identidad, examinando las ideas de Huntington es posible extraer algunos indicios de qué se entiende por identidad. En primer lugar, concibe la identidad como un concepto conflictivo ya que es definido con la identificación de enemigos “para los pueblos buscando identidad y reinventando su origen étnico, los enemigos son esenciales y las enemistades potencialmente más peligrosas ocurren en las líneas de fractura entre las mayores civilizaciones del mundo” (2002). Según el autor el odio es parte de la naturaleza humana por ello para la autodefinición y motivación los pueblos necesitan enemigos. Además, la identidad sólo puede definirse en relación con el otro y crea conflictos debido a los sentimientos de superioridad hacia los que son percibidos como diferentes, miedo en ellos, dificultades en la comunicación resultantes de las diferencias entre los lenguajes y falta de familiaridad con las asunciones de los otros. De esta manera, en los niveles más amplios de la identidad civilizacional hay una profunda conciencia de la diferencias civilizacionales y la necesidad de proteger lo que distingue de los “otros” (Huntington 2002). La identidad surge cuando una comunidad se identifica con una civilización específica. Como resultado de la definición de identidad nosotros versus los otros, las guerras de identidad acaecen y la dinámica de odio emerge donde los temores mutuos alimentan a los dos bandos. Cabe añadir que según Huntington (2002) la identidad dominante en tales conflictos está casi siempre definida por la religión.

Otro punto de vista respecto de la identidad es la idea de Senghaas (2001) de identidad como reacción al proceso de modernización europea. Debido al hecho de que la modernización europea permite una pluralidad de intereses políticos e identidades lo que desemboca en ideas como la democracia, el conflicto surge en países tradicionales y conservadores porque ven la modernización como una imposición externa, de este modo reaccionan a ella, convirtiéndose en guardianes del pasado. En pocas palabras, la vuelta a una cultura tradicional en el proceso de modernización es una manera de preservar la identidad propia. En opinión del autor no existe nada esencial en las identidades porque son una reacción contra la dominación de Occidente y su proceso de modernización. Cabe añadir que el autor (2001) indica que la identidad es un término político cuya función consiste en eliminar el síndrome de discriminación de los beneficios de la modernización y dominación occidental.

Cabe subrayar algunos aspectos del término mencionados por Pinxten et al (2004) para así comprender mejor el concepto. La primera característica destacada por los autores es la naturaleza dinámica de la identidad por esta razón prefieren hablar de dinámica de identidad que de identidad simplemente. Según ellos, existen constantes cambios en identidad en tres niveles de dinámica: el individuo, el grupo y la comunidad. Los tres niveles están constantemente siendo constituidos y reorganizados por valores que cambian en tres dimensiones: la personalidad que se refiere a la características propias del individuo, la socialidad, es decir, el conjunto de normas que explican como los individuos y los grupos interactúan y se comunican, y finalmente la culturalidad que son todos los procesos que producen significados. Además, Pinxten et al (2004) nombran las ideas de Ely quien sugiere que las identidades son productos de los estados del siglo XIX y el interés de éstos por identificar, catalogar, cuantificar y regular sus sujetos con modos de identificación. De esta manera la identidad es vista como un modo de definir a los individuos listos para el control y la disciplina.

Respecto de la naturaleza subjetiva de la identidad, Hough (2003) asegura que las identidades nacionales son construcciones sociales y subjetivas a la vez que un fenómeno de la historia moderna. De la misma manera que el carácter conflictivo de la identidad es un producto de la era moderna porque tal y como Hough afirma “las conquistas imperiales y premodernas a menudo acababan con millones de vidas pero en la mayoría de los casos el objetivo era la conversión o subyugación de los pueblos conquistados antes que su aniquilación” (2003).

En cuanto a las principales funciones de la identidad, Colombo & Senatore (2005) subrayan la idea de que la identidad está construida discursivamente y socialmente para dar significado a la experiencia, de esta manera dicha experiencia con significación es una de las características definitorias de la identidad. La segunda es la organización del sentimiento colectivo para movilizar a los individuos tal y como indica Hopkins et al (2004). Los autores vislumbran la identidad como una construcción según intereses estratégicos para incitar a la acción política.

Una vez más la concepción de identidad de Huntington resulta conflictiva porque su definición conlleva el reconocimiento sistemático de enemigos de esta forma las guerras de identidad sobrevienen. Cabe destacar que la identidad vuelve a aparecer ligada a la religión tal y como ocurrió con la cultura por ello los límites en la definición son confusos. En este punto Huntington parece estar preso de un análisis superficial de la identidad porque asegura que la identidad provoca conflicto pero no explica está relación.

De las descripciones de identidad anteriormente debatidas, se pueden extraer algunas características esenciales. Primero, la identidad al igual que la cultura es un concepto dinámico que resulta de la continua interacción entre diferentes identidades. Segundo, la identidad es construida socialmente para dar significado a la experiencia. Tercero, la identidad como término político puede ser utilizada para movilizar a los pueblos en contra de otros grupos sociales. Esta movilización puede ser consecuencia del síndrome de discriminación mencionado anteriormente. De esta forma, la naturaleza política y subjetiva del término hace de él un concepto dinámico y no esencial. Por último, identidad como el deseo de exterminar al otro es un producto de la historia moderna y por tanto no esencial.

Religión y conflicto

La religión es la característica central y definitoria de la noción huntingtoniana de civilización. Desde su punto de vista (2002) la religión ocupa el vacío de identidad y autoridad resultante del proceso modernizador en su faceta social, económica y cultural. De este modo, la religión es un nuevo medio de identidad y un conjunto de preceptos morales que proveen de significado y propósitos. Además, la religión provee identidad distinguiendo entre los creyentes y los no creyentes, entre un grupo superior y uno inferior. En consecuencia la religión es un concepto conflictivo porque crea antagonismo el cual desemboca en conflicto.

En lo referente a la noción de religión Niles (2004) afirma que el intento de definir el término religión es una tarea occidental debido al deseo científico o disposición a analizar y categorizar toda la realidad. Esta tendencia occidental promueve una división entre una deidad trascendental y el resto. Por otro lado, Niles argumenta que las culturas no occidentales tienden a ver la realidad como un todo, sin categorizar ni separar la realidad porque “incluso las tradiciones con un sentido de la deidad, una deidad trascendente tiende a ser una parte integral del todo cósmico” (Niles 2004). De la misma manera no es posible esperar que las religiones occidentales y las no occidentales vayan a comportarse o reaccionar del mismo modo ante las mismas situaciones porque sus concepciones sobre la deidad y realidad son completamente diferentes. En línea con este argumento, el concepto conflictivo de religión de Huntington es incorrecto porque debido a los diferentes métodos para articular la religión y sus relaciones con la realidad, las civilizaciones occidentales y las no occidentales actúan de manera diferente por tanto métodos diferentes de estudio deben ser aplicados para explicar su comportamiento.

Por lo que respecta a la característica definitoria de religión, Pinxten (2004) destaca su carácter político. En esta línea, la religión fue construida desde un punto de vista político por las nociones cristianas de conscientia y universitas fidelium. Por aquel tiempo la religión tomó el rol de la conscientia secular lo que significa que las normas morales cristianas devinieron comunes en todas las facetas de la vida, de esta manera la religión y la política se convirtieron en la misma cosa por tanto el actual concepto de religión es un término político por origen. Por otro lado, Senghaas (2001) destaca una función interesante de la religión, considera la religión como un recurso de desesperación cuando las prometidas perspectivas de vida no acaecen. Así, la religión es consecuencia de los problemas socio-económicos que implican una discriminación sistemática.

A pesar de la interacción entre realidad y religión descrita por Huntington la cual lleva a luchas, Melleuish argumenta que actualmente la religión se ha separado de la realidad en la que la gente vive y se ha convertido en “otro elemento especializado de nuestra cultura fragmentada en la que los individuos persiguen una desconcertante gama de intereses” (2005). Siguiendo a Lease (2000) han de establecerse límites a la hora de definir a la religión, sin embargo el establecimiento de límites permanentes en la religión supone una objetivación esencialista del concepto. Por tanto límites no permanentes son más apropiados para el carácter relativo de la religión tal y como apuntaba Lease.

Huntington no diferencia claramente los términos religión e identidad, por el contrario Hough afirma que “la identidad religiosa es anterior a la identidad nacional por varios centenarios y fue la causa principal de guerras y masacres dentro y entre los estados rudimentarios de la era pre-Westfalia” (2003). Así religión e identidad son conceptos diferentes que no tienen que ir unidos necesariamente, sin embargo en algunos casos están íntimamente ligados como es el caso de la revolución iraní y el establecimiento de un estado religioso donde el Islam se ha convertido en un elemento esencial de la identidad iraní. A pesar de lo dicho, otras identidades como la vasca no están específicamente ligadas a ninguna religión.

Para comprender el concepto de religión hay que recapitular algunas ideas interesantes de las descripciones del término anteriormente mencionadas. La religión que describe Huntington está compuesta por un conjunto de preceptos morales que dan significación pero que no necesariamente tienen que constituir una identidad. La visión huntingtoniana de la religión es un término de confrontación porque la religión crea identidad al distinguir entre creyentes y no creyentes, de esta manera la religión provoca conflicto y tensión. A pesar de lo dicho, la naturaleza política del término descarta la inevitabilidad del conflicto porque la religión puede ser utilizada en dos sentidos: para inflamar o inhibir conflictos. Aparte del carácter político de la religión, ésta puede ser un medio para canalizar la desesperación consecuencia de problemas socio-económicos. En este caso, la religión adquiere una dimensión socio-económica.

Respecto al conflicto, Kriesberg (2001) lo describe como una situación donde dos o más partes creen tener objetivos incompatibles. Cabe señalar que el conflicto requiere concienciación, es decir, las partes deben creer que conseguir lo que buscan es incompatible con lo que busca el adversario. Para que el conflicto surja son necesarios tres elementos. Primero, los adversarios deben tener una concepción de sí mismos como una entidad colectiva identificada. Segundo, al menos un adversario debe estar insatisfecho con la situación actual, creer que es injusta y que la pueden cambiar. En otras palabras, existe un motivo de queja. Tercero, al menos un adversario debe intentar acabar con el motivo de disensión lo que requiere cambios por la otra parte la cual probablemente se resistirá.

Para concluir, cultura, identidad y religión son conceptos diferentes y no esencialistas que en muchas ocasiones se superponen. Algunas ideas pueden ser deducidas de su naturaleza política: pueden ser construidos como reacción al proceso de modernización y a imposiciones exteriores y como tal pueden ser manipulados para movilizar a las masas. Segundo, el carácter no esencialistas deriva de su función política. Además, su naturaleza dinámica hace que estos conceptos cambien a lo largo del tiempo.

Eva Díez
Directora de Global Affairs

Bibliografía

- Colombo, M. & Senatore, A. (2005) ‘The Discursive Construction of Community Identity’ Journal of Community and Applied Social Psychology, 15 (1), pp48-62.
- Flores-Caraballo, Eliut D. (1991) ‘Class-bound reductionism vs. the multidetermination of national cultures: An essay on Puerto Rican national consciousness’, Studies in Latin American Popular Culture, 10, pp.25-34.
- Hopkins N. & Kahani-Hopkins V. (2004) ‘Identity construction and British Muslims’ political activity: Beyond rational actor theory’ British Journal of Social Psychology, 43 (3), p339-356.
- Hough, Peter (2003), Understanding Global Security, London: Routledge
- Huntington, Samuel P. (2002) The Clash of Civilizations and the remarking of world order, London: The Free Press
- Huntington S. (1993a) ‘The Clash of Civilizations’ Foreign Affairs, 72 (3), pp22-49.
- Huntington (1993b) ‘If Not Civilizations, What? : Paradigms of the Post-Cold War World’. Foreign Affairs 72 (5) pp186-194.
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- Niles D. (2004) ‘The Study of Popular Religions and our Theological Task’ Asia Journal of Theology 18 (1) pp212-219.
- Pinxten, R., Verstraete, G. & Longman, C. (2004) Culture and Politics: Identity and Conflict in a multicultural World, Oxford: Berghahn Books.
- Senghaas, Dieter (2001) The clash within civilizations: coming to terms with cultural conflicts, New York: Routledge.

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