domingo, 15 de abril de 2007

Las últimas elecciones amenazan la estabilidad de Senegal

Número 2 / Abril-Mayo de 2007
Aurora M. Alcojor

A pocos meses de las legislativas previstas para el próximo 3 de junio, la elección presidencial ha provocado un terremoto político en Senegal debido a las acusaciones de fraude por parte de la oposición, especialmente el Partido Socialista que recurrió la victoria de Abduyale Wade.

El pasado 25 de febrero se celebraron elecciones presidenciales en Senegal, uno de los países políticamente más estables de África que lleva caminando por la senda democrática –sin golpes de Estado ni dictaduras– desde su independencia en 1960.

En Senegal las elecciones presidenciales se realizan por un sistema de doble vuelta, pero en esta ocasión no ha hecho falta la segunda votación, ya que el presidente, Abduyale Wade –candidato de la coalición SOPI2007 (“cambio”, en wolof)– obtuvo en la primera ronda el 55,9 % de los votos.



Según la Comisión Nacional de Recuento Electoral, Wade logró exactamente 1, 9 millones de apoyos, del total de los 3,4 millones de votos válidos emitidos, en unas elecciones que han contado con una amplia participación electoral, que llegó al 70,5%. Por detrás quedó el que fuera Primer Ministro de Wade, Idrissa Seck, quien en 2005 fue acusado de corrupción por el propio presidente y que obtuvo un 14,9% de los votos. En tercer lugar se encontraba el partido que gobernó el país durante 40 años, el Partido Socialista, liderado ahora por Tanor Diend, que obtuvo un 13,6% de los apoyos.

El abultado resultado obtenido por Wade en la primera ronda –que podría deberse, según apuntan algunos analistas, a la gran cantidad de partidos opositores, hasta 15– hizo saltar las alarmas en buena parte de la oposición y la polémica se desató en Dakar desde el día mismo de las elecciones, debido en gran medida a las declaraciones de Wade proclamándose vencedor antes incluso de haberse publicado los resultados oficiales.

De esta manera, y aunque según los observadores internacionales desplazados al país por la ECOWAS (Economic Community of West African Status), las elecciones fueron “libres, justas y transparentes”, el Partido Socialista decidió impugnar los comicios. En palabras de su portavoz, Aissata Tall Sall, el PS no aceptaba los resultados porque “un presidente que no ha sido elegido no puede liderar el país”.

Entre las irregularidades que mencionaron los socialistas destacaba que algunas de las tarjetas de los votantes fueron repartidas el mismo día de las elecciones, lo que es ilegal según las normas del país, y, además, que en 31 de los 34 departamentos electorales del país se habían enviado sobres sin el preceptivo precinto de la Comisión Nacional de Recuento de Votos. De momento, ningún organismo internacional ha cuestionado el resultado electoral, aunque sí es cierto que Reporteros Sin Fronteras ha criticado que los medios estatales dieron a Wade una cobertura mayor que la de los demás partidos durante la campaña, según una información distribuida por Reuters.

Y por si el lío fuera poco, incluso el ganador de las elecciones pretendía también interponer un recurso ante el Consejo Constitucional para pedir el reexamen de unos 116.000 votos “verbales” anulados, como explica el analista Amadou Diour en el semanario senegalés Walf Fadjri (http://www.walf.sn/. Según Diour, esta decisión, –que supondría aceptar que ha habido irregularidades en la elección y que ni el mismo presidente confía en el sistema electoral–, podría responder a una estrategia de comunicación lanzada con el objetivo de no dejar a la oposición como la única en el terreno de la contestación electoral.

Todo este jaleo fue definitivamente aclarado el 13 de marzo cuando el Tribunal Supremo de Senegal rechazó las denuncias de la oposición y el segundo partido más votado en las elecciones, que no había impugnado el resultado pero tampoco parecía acatarlo, felicitó a Wade por su victoria. Senegal, inmerso ya de por sí en una espiral de acusaciones de corrupción entre miembros del gobierno y la oposición y con numerosas coaliciones que se crean y se rompen con excesiva facilidad, se enfrenta ahora al nuevo reto de asentar definitivamente la democracia y aceptar con naturalidad la alternancia política.

El largo camino hacia la presidencia

El ganador de los comicios, Abdoulaye Wade, de 81 años de edad, es el presidente de Senegal desde el año 2000, cuando accedió al poder tras 26 años en la oposición, convirtiéndose en todo un símbolo de la alternancia política. Hace siete años, Wade se presentó a las elecciones arropado por una gran coalición electoral, como manera única de acabar con la hegemonía del Partido Socialista, al que muchos tildaban ya del partido único de Senegal.

Nacido en 1926, Abdoulaye Wade estudia en Francia gracias a una beca y se gradúa en Económicas, Derecho Público y Psicología. El año de la independencia senegalesa, 1960, vuelve a su país donde comienza a dar clases en la Universidad y abre un bufete de abogados. Años más tarde, en 1974, entra de lleno en política y se presenta a las elecciones con el Partido Demócrata Senegalés, todavía durante el mandato del padre de la independencia, Leopold Sedar Senghor.

Comienza entonces su carrera de fondo como opositor, que le lleva en varias ocasiones a la cárcel bajo la presidencia del presidente Abdou Diouf (quien en 1981 sustituyó a Senghor), y en otras tantas a formar parte del Gobierno, como hace en 1991 y 1995.

Con el cambio de siglo obtiene por fin, el ansiado sillón presidencial, y promete renovar el país, para lo que pone un especial énfasis en el desarrollo de nuevas infraestructuras de transporte. A día de hoy, se le critica que muchas de las “grandes obras” que ha impulsado todavía no han acabado, pero sus partidarios afirman que durante su mandato se ha hecho más que durante los 40 años del Partido Socialista.

Pero si hay algo que destaca de su primera legislatura, es haber acabado con el conflicto con los independentistas de Casamance –una región al sur del país en la que predomina la población de la etnia diole, animista y que reivindica su independencia y la no imposición del islamismo–, levantada en armas contra el Gobierno desde 1982. Nada más llegar a la presidencia, Wade se propuso acabar con el enfrentamiento en “cien días”. A la hora de la verdad, tardó un poco más, pero en 2004 logró firmar un anuncio de paz con los rebeldes. A día de hoy, aun se siguen produciendo enfrentamientos esporádicos, pero la paz es más o menos firme.

Aurora M. Alcojor
Periodista especializada en Relaciones Internacionales

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